Lamentando la maternidad
Por Mikel Arizaleta
El escrito recibido esta primavera de mi amigo alemán Harald Martenstein, que no hace mucho tuvo un nuevo hijo a los 60 y pico años, al principio me hizo rascar la cabeza, luego tomé una Paulaner en su honor. La reflexión decía así:*
Existe un debate internacional sobre mujeres que se arrepienten de haber sido madres. El tema fue impulsado hace un año por el libro Regretting Motherhood de la autora israelí Orna Donaht. Luego le siguieron otros y numerosos artículos. En el Süddeutsche se entrevistó a una mujer de 49 años con tres hijos, su hija mayor de 19 años estuvo presente. Y como casi todas las madres, arrepentidas de haber sido madres, también ésta afirmó y juró amar a sus hijos. Dijo aquella madre de 49 años: “Una tiene un hijo y en adelante ya sólo es madre. Y eso tiene que ser lo único importante. Pero por mí no pregunta nadie”.
Y aquella madre de 49 años se arrepiente de ser madre. La hija interviene para decir: “Y yo tengo que asumirlo de alguna manera”. Al poco la muchacha abandona el local y fuera se escuchan sus sollozos.
Creo que quien tiene hijos, sea padre o madre, alguna vez se ve afectado o invadido por frustraciones o sentimientos negativos. Es verdad, si uno acepta y asume el rol de padre o madre pierde parte del control sobre su vida. Hay que renunciar a algunas cosas. La carga es mayor de la esperada, pero en la mayoría de casos sobrepasa la dicha. Casi nada en el mundo es sólo bueno o todo malo. Puedo entender el lamento cuando la desgracia supera a la dicha y al placer, por eso no censuro a nadie. Pero aun entonces lo cierto es que la culpa no es del hijo. ¿Achacable a qué? Quizá al compañero, a unas expectativas poco realistas, a las circunstancias, a una personalidad limitada, al perfeccionismo de uno…, vaya, por mil cosas. Pero el hijo está ya ahí, y lo más que puede hacer es suicidarse. Ha nacido culpable.
Y las madres no debieran ni transmitir ni insuflar a sus hijos sus pensamientos y sus sentimientos existenciales negativos. Si aman de verdad a sus hijos punto en boca ante sus hijos en este tema y a lo sumo hablar de ello con terceros, si lo hace. No se puede decir en serio a una persona: “Para mí tu existencia es una desgracia pero que por supuesto te quiero”. ¿No tiene un regusto de abuso? Aunque el hijo haya ya crecido no puede defenderse ante ese revolcón existencial, hay una especie de complacencia en el poder. ¿Acaso le diría esa madre a un jefe, del que depende: “Mejor que no hubieras nacido?”
Cuando yo era niño, con cinco o seis años, mi madre se enamoró de un estudiante persa. El matrimonio de mis padres se desmoronó, el amigo quiso casarse con mi madre pero su familia no aceptaba a una mujer separada con hijo, por lo que el chaval debía desaparecer en un internado. Y ante eso mi madre se plantó y dijo por esas no paso. Fin de la relación. En los años siguientes tuve que oír de ella hasta la saciedad que por mí había sacrificado el amor de su vida, sobre todo decía cuando le llevaba la contra en algo. Llegué a odiar a este hombre con toda mi alma y en mí floreció un resentimiento contra él, contra ella y contra mí del que no me he podido reponer. Me imagino que esa es la causa de mi miedo ante la cercanía, proximidad para mí significa siempre dolor.
Regretting Motherhood! ¡Dichosos los tiempos en los que no se hablaba de todo y en los que había secretos que uno se llevaba a la tumba!
Mikel Arizaleta