La utopía de la vida motivada.
Se acerca lo de las votaciones europeas y la santa indignación contra lo mal que nos ha tratado Europa parece que obliga a pasar de ella. Por primera vez desde que existe la Unión Europea nuestros representantes van a ser elegidos por los partidos ganadores, no por los estados dominantes, pero eso parece no ser suficiente para pueblerinos, provincianos y nacionalistas. Les vamos a dar la lección de nuestra abstención. Para vivir necesitamos euros, pero sin el euro vivíamos, viviríamos mejor. El que lo hagan aquellos a los que ya les están bien las cosas como están se entiende. Pero que pasen los que pretenden cambiar es más difícil de entender. En países que dependemos tanto de cómo se gobierne Europa mucho más.
¡Que inventen ellos! Así de determinante era el espíritu carpetovetónico cuando dábamos al mundo lecciones de lo bien que se podía estar bajo la dictadura después de haber librado nuestra guerra civil, es decir, después de haberla perdido. ¡Que gobiernen ellos! siguen repitiendo abstencionistas de uno y otro pelaje. ¡Oiga, que nosotros tenemos orgullo! ¡Que estamos hartos de que nos sigan tomando el pelo! ¿Que se cree usted?
China, enfrentada al resto de Asia está colonizando África, sus representantes comerciales reciben en los estados africanos honores a los que los representes políticos europeos hace tiempo recibían, depende para su hegemonía de que terceros en liza sigan enzarzados en luchas intestinas. Los excesos de Putin son aireados por la prensa occidental que sigue bajo el control de su parte angloamericana. Obama va a ir pronto a Varsovia porque los pobres polacos están muy preocupados por si después de Ucrania van ellos.
Los buenos europeos saben que como no sigamos unidos a Rusia y a los países árabes no tenemos posibilidades de que nuestro modelo de Estado del Bienestar pueda generalizarse. Cada vez hay más árabes y rusos entre nosotros, parece que ellos también lo supieran. ¡Los buenos europeos! ¡Aún escucho las carcajadas de los griegos en la garganta de Nietzsche cuando pienso en como pensaban ellos!
El equipo que acaba de imponerse en la liga española parece que lo ha conseguido por estar más determinado en cada momento, por haberle puesto más ganas “partido a partido”. Europa nace de la ira de Aquiles. Aristóteles: “La ira es necesaria; de nada se triunfa sin ella, si no llena el alma, si no calienta el corazón; debe pues, sevirnos, no como jefe, sino como soldado”. La ira legítima conserva todavía “un oído para la razón”, aun cuando a menudo eche a correr como un criado precipitado que no escucha del todo su encargo.
Allí donde prende la ira, allí se da el ciudadano integral. A través de la irrupción del ciudadano enardecido se realiza la identificación del hombre con aquellas fuerzas impulsoras con las que el hombre domesticado sueña en sus mejores momentos. Tampoco él, por mucho que esté acostumbrado a ver pasar el tiempo y a esperar, no ha olvidado totalmente los recuerdos de aquellos momentos de la vida en los que el impulso a obrar pareció brotar de idénticas circunstancias. Con palabras de Robert Musil, a este hacerse con el puro impulso lo podríamos llamar la utopía de la vida motivada.
Para quien se ha hecho con dicho impulso ha pasado el tiempo aburrido. La niebla se levanta, los contornos se fortalecen y ahora claras líneas conducen al objeto. El ataque de furia sabe adónde dirigirse: quien se encuentra en un estado de ira exagerada “se dirige al mundo como si por sus actos, incluso por sus votos, se pudieran cambiar las cosas”.
Decía Kraus que si le daban a elegir entre dos males, entonces no elegía. Hoy con tanto vida “partido a partido”, al ser tantos los posibles males, el Sustine et abstine, el lema de Epicteto, aguanta y abstente, parece tener más vigencia que nunca. Aunque quizás sobre un planeta gangrenado deberíamos abstenernos de hacer proyectos, seguimos haciéndolos, dado que el optimismo es, como se sabe, un tic de agonizante. La cuestión es cómo interpreta nuestra época la fórmula ira quaerens intellectum e, incluso, si en realidad hoy se puede encontrar un camino para revitalizar la relación entre indignación y aprendizaje, entre ira y esperanza que, desde hace doscientos años, viene sustentando la política.