La sindicalista Lola Gutiérrez continuará encarcelada en Grecia hasta su deportación el ocho de diciembre
La trabajadora de la Diputación de Barcelona y representante sindical de la Confederación General del Trabajo (CGT) Lola Gutiérrez lleva más de ocho días encarcelada en Grecia y estará privada de libertad hasta aque coja un vuelo de regreso a la capital catalana la mañana del jueves 8 de diciembre. Hace más de una semana, el domingo 28 de noviembre la arrestaron en el aeropuerto de Atenas para acompañar una persona refugiada en su intento de llegar a Barcelona.
El pasado martes 2 de diciembre, tras un interrogatorio judicial en los tribunales de la capital griega, la juez que lleva el caso decretó la libertad con cargos de la sindicalista catalana. En ese momento, bajo sentencia de las máximas autoridades judiciales helénicas, Gutiérrez era oficialmente libre y tenía derecho a volver a casa. Sin embargo, en la comisaría del aeropuerto, donde la habían de liberar, el jefe de policía emitió un orden de última hora en el que establecía que la militante anarcosindicalista era «un peligro para la seguridad pública» del estado griego.
La agonía de la deportación
Desde entonces, Lola Gutiérrez sigue entre rejas y está sometida a un proceso de deportación estrictamente controlado por las autoridades policiales. Hasta ahora, su camino hacia la liberación se ha convertido en una agonía que no terminará hasta la mañana del 8 de diciembre.La representante sindical de la CGT sufre el peso de toda la maquinaria represiva del Estado, que se suma a la lentitud de la burocracia griega para resolver su situación.
Ayer la mañana, después de la concentración de la CGT ante el consulado griego de Barcelona, los documentos para acelerar la repatriación de Gutiérrez llegaron a sus manos. Hoy mismo, su abogado, Panos Papageorgiou, ha hecho los últimos trámites para conseguir un vuelo de regreso para Gutiérrez. La trabajadora de la Diputación marchará de Atenas dentro de dos días y se espera que llegue el jueves en el aeropuerto de Barcelona – El Prat antes de las 11 de la mañana.
La activista catalana, sin embargo, no ha podido elegir libremente su billete de vuelta. El viaje está sujeto a las condiciones puestas por la policía griega, que ha tenido la última palabra a la hora de aprobar el permiso para el vuelo de repatriación de Lola Gutiérrez.En la actualidad, según Panos Papageorgiou, el proceso de deportación de la sindicalista «es irreversible y ha llegado a su última fase». Si no hay más obstáculos, el letrado calcula que la trabajadora de la Diputación podrá volar hacia España el siete de diciembre por la tarde o bien el día ocho. No obstante, en opinión del abogado, «es imposible que Lola sea puesta en libertad antes de emprender el viaje de vuelta». En esta situación, Gutiérrez «estará encarcelada y bajo vigilancia policial hasta que entre dentro del avión que la lleve de vuelta a Barcelona. No podrá volver por sus propios medios «, denuncia Papageorgiou.
Por otra parte, una vez se vaya del país, Gutiérrez también tendrá prohibida la entrada en Grecia por un periodo de tres años. No obstante, como que abandonará el Estado griego con cargos, lo más probable es que tenga que volver para atender la celebración del juicio definitivo sobre su caso.
Encarcelamiento en la nada
Hasta ahora, la Directa ha podido visitar varias veces Gutiérrez en el centro de internamiento donde se encuentra encarcelada. Para llegar, hay que recorrer la línea roja del metro de Atenas hasta la última parada en Elliniki. Se trata de una zona en la periferia de la ciudad, donde se encuentran las instalaciones del antiguo aeropuerto de la capital griega. En el perímetro de las pistas aeroportuarias, también se encuentran un conjunto de estadios que fueron la sede de varias competiciones deportivas celebradas durante los Juegos Olímpicos de 2004. Hasta hace poco, las instalaciones se encontraban en desuso, pero ahora alojan miles de refugiados de procedencia afgana que soportan como pueden el frío del invierno. Actualmente, la grandilocuencia del espíritu olímpico griego se deshace en el contexto de una crisis que, a estas alturas, perfora las vísceras del país por todos lados. El área de Elliniki, a las afueras de la gran ciudad, es uno de los síntomas: allí se relega a los desterrados, los olvidados de la tierra.
En la zona, el recinto donde Gutiérrez está cerrada es un centro de internamiento para personas extranjeras. En la sección de mujeres, la mayoría se encuentra a la espera de la deportación y muchas llevan meses encarceladas. Para llegar, hay que caminar por una calle poco transitada que termina en un punto sin salida. Cerca, se observan dos torres de control del antiguo aeropuerto que todavía funcionan.Emiten unas destellos rojos que iluminan ligeramente el paisaje de manera intermitente. A pesar de que parezca la nada, es una señal indicativa de que aquel lugar todavía hay vida.
Alrededor del edificio que aprisiona la activista catalana, el único rastro de civilización que hay es un garaje de autobuses públicos y una parcela de aparcamiento para camiones de gran tamaño. Sin embargo, el lugar también tiene un espíritu celestial: casi al lado del centro de internamiento hay una iglesia ortodoxa. La punta más alta del templo cristiano está coronada por una cruz luminosa de tonalidades azuladas. Si Dios es omnipotente y protege la humanidad, su gracia divina no traspasa los muros del centro de internamiento: allí, cada mujer que convive con Gutiérrez sufre su propio vía crucis.
Condiciones de encarcelamiento miserables
Para acceder a la sección de mujeres del centro, se traspasa una especie de jaula, una entrada que está recubierta de barrotes metálicos. En un primer momento, dentro del espacio encerrado, se siente una mujer que chilla desesperadamente. Desde que la detuvieron, la han separado de su hijo de cuatro años y de su bebé de pocos meses, al que daba el pecho. Después de una semana, todavía no sabe cómo están ni dónde se los han llevado. «Desde un principio, la falta de información es muy angustiosa», explica Lola Gutiérrez en la Directa . Según la activista catalana, la incomunicación es una de las muchas vulneraciones que se comete contra las mujeres que están cerradas. «Cualquier persona que llega al centro debe tener al menos el derecho a contactar con la familia y su embajada, pero la policía no te da la posibilidad de hacer llamadas a no ser que tengas una tarjeta de pago para hablar desde un teléfono fijo «, lamenta Gutiérrez.
Para comunicarse con la sindicalista, los agentes policiales que la custodian te colocan en una celda sucia que tiene una reja y un vidrio grueso de separación.Como el sonido es obsoleto, habría que hablar a través de un teléfono. No obstante, los auriculares del aparato no funcionan y hay que llamar si se pretende mantener una conversación estable. Debido al ruido de alrededor, cuesta escucharse a menudo hay que repetir el mismo tres o cuatro veces.
«A los calabozos de comisaría, las condiciones son mucho peores, pero aquí tampoco mejoran mucho», comenta Gutiérrez sobre el centro de internamiento. «Dentro de la instalación tenemos cierta libertad de movimiento, pero en realidad es como una prisión: estamos rodeadas de muros, rejas metálicas y alambres», denuncia la militante de la CGT. Según ella misma, la situación es tan extrema, que hace cuatro meses hubo un motín entre las internas en protesta por la poca cantidad de comida que recibían. Para la trabajadora de la Diputación, por otra parte, las condiciones higiénicas de las instalaciones tampoco son ninguna maravilla. «Hemos estado dos días sin papel higiénico y champú. Hasta hoy no me he podido lavar el cabello», dice el anarcosindicalista, que duerme en una habitación con once mujeres más.
Por Panos Papageorgiou, abogado de Lola Gutiérrez, la realidad de abuso y precariedad que denuncia su cliente no es nada nuevo. «El Tribunal Europeo de Derechos Humanos ha condenado al Estado griego varias veces por la situación deplorable de encarcelamiento en los centros penitenciarios del país». En opinión del letrado, «las condiciones horribles de encarcelamiento en Grecia también afectan a las personas están cerradas mientras esperan la deportación».
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