La saturación
En su intervención parlamentaria de finales del verano, dedicada a explicar la resolución por la cual su departamento había declarado desierto el concurso para la adjudicación de las licencias de TDT en Extremadura, la vicepresidenta Dolores Pallero declaró que el mercado audiovisual extremeño estaba «saturado» y “coyunturalmente castigado» (sic). Solo cinco meses antes había considerado al mismo sector (de la comunicación) como estratégico, el yacimiento para el empleo por excelencia de cara a un futuro abierto a los avispados. La notable inyección pública en el sector habría pues servido para saturarlo, con la misma rapidez que se consumían los recursos.
«Saturación» es sinónimo de hartazgo, que es lo que provocan las contradicciones, las carencias profesionales y la falta de escrúpulos de los responsables de concebir y aplicar las políticas adecuadas en Extremadura para un sector que, en palabras de la misma señora, necesitaba un medio televisivo público, y una unión entre las empresas para su desarrollo. Incluso, redondeando, para su propia fundación como parcela industrial, superando lustros de precariedad. Pero hay que preguntarse qué significa saturación para esa cabeza. 
Para cualquier vigilante de su trayecto hasta la fecha, viene a significar que existe la posibilidad de que haya no ya un exceso, sino algunas excéntricas anomalías de productores y emisores no afines a la línea oficial, de control de la industria y de los contenidos ofertados. Porque, ¿qué ha sucedido desde la creación de CEXMA hace apenas tres años para que el mercado se sature, cuando, como era obvio, el tejido económico no iba a propiciar un aumento siquiera constante de la inversión publicitaria? ¿Cómo es posible que pueda hablarse de saturación cuando aún no han comenzado, no ya a emitir, sino siquiera a implantarse en Extremadura los dos canales autonómicos privados, adjudicados a Prisa y Kiss Media?, ¿cómo lo es si aún no se ha publicado el renovado concurso para la licitación por las desiertas licencias para la televisión digital terrestre? ¿Cómo, ante la actual y decisiva -por mortal- crisis de los medios convencionales de prensa y radio? Cabe pensar que las 76 empresas de radio y televisión y las 68 (¡¡¡) de producción audiovisual que, según el Anuario Estadístico anual del Ministerio de Cultura operan en Extremadura, son demasiadas. Y más si continúan fieles a la atomización inseparable al sector, haciendo oídos sordos al consejo de fusión de la Vicepresidencia, solo llevado a cabo por una minoría muy bien pagada por su adhesión y    “arrojo”. Ellas son la excepción, aquellas cuya estrategia empresarial es precisamente la impuesta por Pallero, y que se han beneficiado, por el cumplimiento de sus órdenes, con un suculento reparto de la parrilla de Canal Extremadura TV y de cualquier ayuda pública, ya sea directa o indirecta, a título particular, de colectivo patronal o asociativo, a través de un Cluster.
Las pocas empresas que se resisten a ser adquiridas, a negociar como franquicias o a rechistar ante el clientelismo, la precariedad laboral y de medios, y la mediocridad del conjunto de los contenidos producidos, se ven abocadas a escuchar la frase predilecta de esta administración: «nadie es imprescindible». Salvo ellos mismos, por supuesto. El miedo es tal que las empresas –de comunicación- que participaron en el fallido concurso de la TDT amenazaron con dar, pero ahí siguen, en silencio e inactivas, a la espera de que la oportunidad de negocio se concrete y continuar con el ciclo de clientelismo.
Resulta que el pastel repartido por la Junta -y sus empresas públicas- no quiere abrirse más allá de las compañías extremeñas afines o directamente satélites del partido gobernante -y del de la oposición, por descontado: las empresas políticas, digámoslo así-, creadas ad hoc por unos y otros para irrumpir en el mercado de la televisión o de los contenidos, y garantizar el status quo político, cada uno con su interés local, provincial, autonómico o estatal. Algunas especialmente descaradas fueron pilladas in fraganti cuando se disponían a recaudar en el mercado lo que antes se había sembrado desde cargos y responsabilidades públicas. El colmo de la desfachatez y causa evidente de la resolución del citado concurso como desierto.
También hay espacio para aquellas ya nacidas con un desolador espíritu clientelista, y que coman de la mano de los gestores públicos y las instituciones, para no tener ésta que lidiar con más casos de disidencia o descontrol en los medios: el sólido control de la información y la conversión en fina línea de la distancia entre la propaganda y la comunicación es la estrategia que define la política de la Vicepresidencia desde su propia creación, que viene a coincidir en su base con la de los sucesivos gobiernos estatales, y también en su resultado, con ejemplos tan palmarios como la inefable Italia de Berlusconi.
Queda sitio y grande para aquellas que realmente se comen los recursos, entendidos como escaparates propagandistas al más alto nivel, como “JL Asociados” o “Vida en Marte SL”, autoras respectivamente de la producción (más de un millón de euros en total) de los anuncios para las campañas “Somos Extremadura” y “25 años de Estatuto”, obtenidos mediante concurso público. Empresas que, curiosamente, no comparten nombre, pero sí actividad y domicilio (en la Calle Santo Ángel, de Madrid) y por ende, propietarios: los señores Carlos Moro y José Luis Sánchez. Quizás el gerente de Marca Extremadura, el señor Arce, pudiera ampliar información   -si alguien le preguntara, claro-, por ejemplo a requerimiento de la Asamblea, acerca de estas productoras, beneficiadas más de una vez por esta empresa pública extremeña. Quizás pudiera aportar reveladores datos acerca del desembarco de estas compañías coincidiendo con su cargo. O Transglobe, productora de, al menos, tres encargos de gran presupuesto para Canal Extremadura TV. Fruto todo ello, sin duda, de la política de respaldo a las empresas locales, como la de contratación de programas de ficción y series del medio público, que acaba en manos de RTVE, el grupo Prisa o Fininvest, esto es, el referente Berlusconi, entre otras empresas del ramo.
Por el camino quedaron también los 300.000 € gastados en aquel fantasmal encuentro sobre producción realizado en Mérida en 2005 y del que no se ha vuelto a saber nada, mediante el cual se adquirió la adhesión inquebrantable de APECA, la patronal del sector de los contenidos, dominada con mano férrea por Tragaluz Ingeniería/Trovideo, el tipo de fusión que agrada en la Plaza del Rastro. Entre ambas suman centenares de miles de euros en facturación, única y exclusivamente provenientes de fondos públicos extremeños. La primera de ellas es además, especialista en marketing de recaudación instantánea: convierte premios en secciones paralelas sin competencia en logros comparables a la expedición de Admunsen, gracias a la supina ignorancia de sus voceros. 
La inversión en un estático Cluster liderado también por APECA hay que sumarla a los 100.000 euros del “Libro Blanco” del audiovisual, que debería recoger también las promesas de la Ciudad de la Imagen en Mérida, generadas también en la chistera Pallero, como los premios a proyectos de formatos televisivos, dotados con miles de euros y que fueron también a engrosar los bolsillos entregados a la causa. Mientras tanto, la ley autonómica del audiovisual es una conjetura.
La opacidad de los presupuestos de CEXMA (mientras Vara se vanagloria en “El Pais” que cuesta 9 millones de euros anuales, las cifras oficiosas de 2005 y 2006 se disparaban ya a 25 millones, hasta llegar a los ¡29 millones! de 2007, lo que supone triplicar su pretendido gasto original) va a conducir, y no por ello, sino por la gestión del medio, a un endeudamiento insostenible del que todo el mundo, a nivel político y profesional, es ya consciente. La supuesta modestia del medio es, además de incompatible con el elevadísimo número de sus empleados y su política de pírrica producción propia, fruto de una mentira piadosa para con el ciudadano que éste va a pagar muy, muy cara. A título anecdótico, que años después de inaugurada no emita aún un informativo de mediodía clamaría al cielo si de éste, como es el caso extremeño, no llovieran piedras de continuo contra aquellos que osan toser. No digamos ya de quienes se limitan a señalar que la emperatriz sigue desnuda, pese a todo lo que de sus presuntos ropajes quieran contarnos. Y pese a que todas y cada una de las prendas son pura propaganda, confeccionadas con tanta lana e hilo de verdad como ella teje sus palabras.