La primavera de los capellas
Todos los días los millones de trabajadores que vivimos en España nos apiñamos en autobuses y trenes o hacemos cola en el eterno atasco para ir al polígono industrial a producir plusvalía para aquellos a los que mantenemos con nuestro trabajo, aquellos que nos desprecian e ignoran. Sin embargo, por mor de esta sociedad de consumo alienada por los medios de desinformación de masas, la máxima aspiración del “currito” de a pie es poco más que un coche en el que poder esperar en los atascos, un piso en el que dormir entre jornada y jornada laboral y consumir, consumir, consumir de todo en el menor tiempo posible, consumir compulsivamente como si eso lo liberara de su condición de esclavo asalariado: una espiral autodestructiva que, a fuerza de destruir los recursos naturales, puede llevarnos a la desaparición como civilización si no se da un proceso colectivo y consciente de transformación social que nuestros clásicos dieron en llamar Revolución Socialista.
Pero para que este proceso avance es imprescindible que el proletariado se dote de los instrumentos organizativos, políticos e ideológicos necesarios. Y esos instrumentos, que no surgen de la nada sino de un largo proceso de construcción histórica, se encuentran hoy diluidos cuando no liquidados.
La que siempre se denominó “izquierda extraparlamentaria” (estamos al punto en que toda la izquierda lo sea), dispersa, contradictoria e impotente, a lo más que llega es, en el mejor de los casos, a predicar desde su montaña o a caer en un activismo ciego e inútil. Sus diferentes colectivos, grupos y grupúsculos, siempre tremendamente sectarios entre si mismos, llegan al paroxismo cuando se habla de cualquiera que tenga una ínfima incidencia social, especialmente si este tiene algo que ver, aunque sea lejanamente, con la mayor fuerza anticapitalista de nuestro país: el Partido Comunista de España.
El PCE, empapado de oportunismo y de reformismo, vive una situación contradictoria de enfrentamiento/acuerdo con los restos institucionales de lo que en su día parecía un proyecto innovador que ilusionó a toda de la izquierda europea: Izquierda Unida. Llamazares y su tropa se encaminan por la senda de la “realpolitik” hacia una meta ilusoria que les llevaría a convertirse en la muleta socialdemócrata del social-liberalismo “zapateril” si no fuera porque el objetivo de éste es fagocitar y/o neutralizar a cualquier fuerza a su izquierda.
Frente a él se han amalgamado una considerable cantidad de militantes comunistas liderados, en gran medida, por mediocres burócratas, cobardes y temblones que nunca quisieron o, más bien, nunca fueron capaces de trasladar al conjunto del Partido las pocas propuestas políticas combativas y transformadoras que emanaban del Comité Federal (esta situación llegó a ser, en los años noventa, simple y llanamente grotesca). Por eso, una parte de los liberados y administrativos con menos conciencia, que apenas aspiran a llenarse la barriga, buscan y presionan para que el Partido Comunista llegue a un acuerdo con Llamazares, cualquier acuerdo, sea el que sea.
Pero el pastel era más bien un soufflé. Y se está viniendo abajo.
Así están las cosas. Y ante ello surgen como champiñones todo tipo de propuestas, coaliciones de izquierdas, reagrupamientos nacionalistas “de izquierdas” y frentes republicanos… que buscan ocupar un espacio político-social (no sólo electoral, pero también) que podemos definir sin ambages como “el del PCE”.
Intelectuales “inorgánicos” y maniobras organizadas
Hace ya muchos años Lenin nos advertía que “los oportunistas tienen muchos adeptos entre los parlamentarios socialistas, entre los diversos funcionarios del movimiento obrero y los intelectuales “simpatizantes”[1] ” Por ello, y para no dejar por mentiroso al camarada, algunos de estos “intelectuales”, cuya autoridad proviene de haber traducido textos de algunos clásicos y calentar una poltrona académica han decidido dejar bien claro de que pie cojean.
El paradigma de estos señores es, tal vez, el señor JR Capella que, en sus artículos “Izquierda Unida en invierno” y “La izquierda española, un final o un principio” demuestra bien a las claras lo que estos “intelectuales” tienen en su mente.
Para jotaerre, el PCE no debe “tratar de prolongar su vida como partido” porque “se precisa una fuerza con un imaginario colectivo diferente del que ha presidido la actividad de los comunistas”. O sea, que hay que disolver el Partido Comunista porque el marxismo está superado. ¿No les suena de algo esta música? Por si no está clara la jugada, el hombre insiste: “lo mejor que puede hacer IU es tratar de salvar locales, centros de reunión, etc., si no lo ha dilapidado todo, para ponerlos a disposición de lo que se mueve, y ayude así, al menos, al nacimiento de lo nuevo”. Pues teniendo en cuenta que el poco patrimonio inmobiliario de IU está a nombre del PCE en su inmensa mayoría…
Ciertamente, la solución del Capella no es una solución nueva. Es más vieja que Carracuca. Esta fue la solución que ofreció Franco durante casi cuarenta años, sin duda inquieto ante la imposibilidad de la izquierda transformadora por organizarse colectivamente en torno a un ideario diferente del que había presidido la actividad de los comunistas. Pero la cerrazón ideológica de Pepe Díaz, la Pasionaria o Julián Grimau impidió que la acogieran como propia.
También la CIA le ofreció, durante los años setenta, una y otra vez al Partido Comunista que se metamorfoseara en otra cosa con dignidad, llegando a convencer a altos cargos del Partido (muy altos, por cierto)[2]. Al fin y al cabo el objetivo de la Transición no fue otro que neutralizar al PCE tal y como reconocieron altos cargos del franquismo y de la posterior UCD.
Así, en el verano de 2007, el diario sensacionalista de la derecha “El Mundo” publicó unas declaraciones de Calvo Sotelo que revelaban su preocupación por incrementar la radicalidad de la izquierda alternativa ayudándoles a superar la forma política del partido, forma política en crisis evidente. Por eso el Gobierno financió al PSOE durante la Transición: “Ayudamos con dinero para sus campañas al PSOE de Felipe sobre todo. Nos decíamos “Vamos a dar dinero a estos que están muy débiles, para que no se los coma el PCE”. Esta financiación se dio a través de “subvenciones, ayudas, ministerios que tenían dinero para estas cosas, como Presidencia, los sindicatos…”. “Muchos decían: ojo con el Partido Comunista”. Ojo, no sea que se vaya a corromper la radicalidad de la izquierda alternativa…
Por las mismas fechas, en una tertulia de la Cadena SER en la que participan Miguel Herrero de Miñón y el inefable Santiago Carrillo, el primero expresó el orgullo que sentía de haber diseñado el 90% de la actual Ley Electoral que tenía una única finalidad básica: evitar a toda costa un buen resultado del PCE. De esta forma, la ley la diseñó ad hoc para evitar que  el PCE pudiera tener un grupo parlamentario que se correspondiera con la fuerza política que se pensaba podía alcanzar. No en vano, la formula-partido estaba en crisis ¿no?
Los artículos de JR Capella no señalan las causas reales de la situación de la liquidación de la izquierda en este país. En última instancia no son sino una excusa para decirle al Partido Comunista lo que debe hacer ¿Queda alguien por opinar? Sí: nosotros.
La crisis de la izquierda española
A nuestro modo de vez, no se puede entender la crisis de IU (y por ende la del PCE) sin analizar que ha pasado con las Comisiones Obreras: se han convertido en un sindicato de funcionarios que ha ido abandonando poco a poco al resto de los trabajadores a su suerte, aprobando Contrarreforma Laboral tras Contrarreforma Laboral.
Está meridianamente claro que “una de las causas principales que dificultan el movimiento obrero revolucionario en los países desarrollados consiste en que, gracias a las posesiones coloniales y a los superbeneficios del capital financiero, etc., el capital ha conseguido allí destacar a un sector relativamente más amplio y estable de una pequeña minoría de la aristocracia obrera. Esta goza de mejores condiciones de salario y es la que más imbuida está de espíritu de estrechez gremial y de prejuicios pequeñoburgueses e imperialistas. Es el verdadero “puntal” social de la II Internacional, de los reformistas y “centristas”, y en estos momentos constituye, tal vez, el principal apoyo de la burguesía”[3].
Uno de los principales apoyos de los llamazaristas son los oficialistas de CC.OO. Eso no se le escapa a nadie. Es CC.OO. la que controla a IU: un sindicato que aplaude las políticas de derechas y defiende la competitividad, la privatización de los servicios públicos, la congelación salarial (de los funcionarios no, claro) y será quien en esta legislatura apruebe nuevos recortes de los derechos sociales de los trabajadores a costa, tal vez, de la equiparación salarial de todos los funcionarios (al estilo de lo que ha conseguido la huelga de Justicia). Y un sindicato en el que tienen lugar bochornosos espectáculos como el “Caso Paredes”…
Es significativo como todo el mundo habla de politiquería, de qué hace o qué deben hacer IU o el PCE pero nadie da una alternativa coherente en el terreno sindical que sea capaz de crear una situación cualitativamente nueva. La progresía de este país se ve que está bien colocada y,  o no han pisado el terreno sindical, o viven de él. El no tener que preocuparse de llegar a fin de mes les proporciona tiempo de sobra para pensar en todo tipo de alternativas surrealistas a IU y el PCE, desde un concepto ideológico amorfo y con propuestas políticas más éticas que prácticas.
Pero esto no debe soslayar el hecho de que cuando un partido no tiene más fin que conseguir puestos en Ayuntamientos, Diputaciones e, incluso Gobiernos Autonómicos, cuando se abandona el “programa, programa, programa” de Anguita y se pasa al “somos un partido de gobierno” ocurre que las bases te dejan. La ruptura parcial y condicionada entre IU/PCE no es por principios ideológicos. Muchos de los que defienden ahora al PCE han sido sus enterradores durante años. Durante mucho tiempo la apuesta de esta gente fue abandonar la movilización social y crear un partido profesionalizado estilo yanqui, donde hasta los carteles son pegados por empresas privadas.
Llamazares quiere refundar IU y desprenderse del PCE (como si hiciera algún ruido) para, tal vez, asegurarse algún día un puesto ministerial o una Secretaría de Estado (al estilo de López Garrido), sospechosa maniobra que parece tramada por algún gabinete del PSOE. Para que esta maniobra tenga visos de hacerse realidad es necesaria la disolución o la expulsión del PCE: es uno de los consensos no escritos de la Transición, el Partido Comunista no puede entrar en el Gobierno. Es por ello que existe la seria posibilidad que algunos de los burócratas que ostentan la representación legal del PCE opten por su disolución. Y por eso escritos como el del Capella sólo sirven para darle un envoltorio izquierdista a una sucia maniobra de disolución de las siglas históricas de los comunistas españoles. Mientras, los demás dirigentes del PCE, que miran perplejos lo que está pasando, no se lo creen y lanzan esas siglas como anzuelo para una aburrida y derrotada militancia. Y los demás a esperar, a esperar la solución final, el congreso que viene… ya descafeinado, en parte por las ganas que se les ve a muchos de salvar los muebles y llegar a acuerdos. Esos que quieren mantener los puestos de poder allá donde gobiernan con el PSOE para mantener su estructura de liberados terminarán, o bien proponiendo la disolución del Partido o bien huyendo al PSOE con cuentagotas o en estampida.
En la otra orilla, está la autodenominada “izquierda alternativa” o izquierda extraparlamentaria. Pero todos sabemos que esa izquierda “radikal”, “ultrademocrática” y limpia de impurezas está o bien comiendo de algún sindicato oficial o de alguna institución, o bien son chiringuitos que no representan a nadie.
Es sorprendente la desfachatez de mucha gente que durante años ha chupado rueda de IU pero que, como no tiene las manos manchadas por haber sido concejal se creen con el derecho de decir que el PCE debe disolverse. El PCE hará lo que quiera hacer el PCE. Y si tanta gente opina de lo inútil que es será porque en el fondo es referente de algo. Al menos aquí en España, gracias al heróico papel del Partido en la lucha antifranquista, no ha entrado con la misma virulencia que en el resto de Europa la ola de anticomunismo que ha conseguido, por ejemplo, la ilegalización de la Juventud Comunista Checa. Aunque claro, los chachiguays progres querrían que nos encontráramos en la misma situación para tener otra apoyo ideológico en su maniobra liquidacionista. La verdad, leyendo a los “capellas” que andan sueltos por ahí, no hace falta: los progres españoles ya son anticomunistas desde hace muchos años…
“Alternativos” o Alternativas
Dice nuestro querido “Capella” que “lo que socialmente se mueve no es mucha gente. Eso es corriente en los países opulentos. Pero vale la pena preguntarse si lo que se mueve va a crecer o a disminuir. Si a la vuelta de la esquina los jóvenes reaccionarán como en la banlieux parisinas, o como submileuristas y okupas, o como belgas. Y, más importante que eso: preguntarse si los diagnósticos de lo que socialmente se mueve son más certeros y anticipatorios que los de la clase política y massmediética del sistema”.
Señor catedrático, “lo que se mueve” no es ni unitario, ni organizado, ni tiene respuestas a toda de la clase. “Lo que se mueve” por oeneges de ayuda al desarrollo (en su mayoría pequeñas empresas camufladas) no son una respuesta para obreros empleados y parados. Lo que se mueve por “ética” antimilitarista o verde no es una propuesta para el proletariado. Decía Lenin que “quién, después de la experiencia de Europa y de Asia, hable de una política que no sea de clase y de un socialismo que no sea de clase, merece simplemente que se le meta en una jaula y se le exhiba junto a un canguro australiano”[4]. Sin embargo, entre saltos, brincos y marsupiales, para el Capella ésa es la salida, renegar del criterio de clase.
Caminamos hacia un bipartidismo salvaje cuyas bisagras pivotan en torno a los nacionalismos periféricos (que no dejan de ser propuestas burguesas, al fin y al cabo). En esta situación hay quienes quieren seguir dividiendo a la izquierda en mil y una propuestas marginales y puras-purísimas de ética y moral progre. ¡Adelante! Está claro que quienes integran en su mayoría esas propuestas son funcionarios o gentes que no van a trabajar todos los días a una fábrica o a un polígono industrial. Está claro que esa izquierda “que se mueve” sigue mirándose el ombligo y no se para a escuchar en las paradas de autobús lo que opina la gente. Se conforman con una sociedad capitalista más solidaria y más verde… ¡pero nada de alternativas globales realistas! Les basta con ser eco-socialistas (¿encontraremos algún día a alguien que nos explique seriamente el contenido de este concepto?), con ir a actos en casas-okupas, con defender la legalización de las drogas, con acudir a charlas-debate en la que cada uno suelta lo suyo sin escuchar seriamente a los demás, con sacar comunicados a los pequeño-burgueses de Batasuna y con tocar los tambores en alguna “mani”. Con eso ya han cubierto el cupo de combatividad y radicalidad. Que la clase obrera no les entiende: es que son unos ignorantes. Que los trabajadores no les siguen: es que los medios de desinformación de masas nos tienen aislados. Que el proletariado sigue votando al PSOE y al PP: yo me conformo con los “avanzados” que son capaces de ver mi mensaje y que, como yo, son revolucionarios porque se han leído dos libritos y se comen la cabeza con la globalización.
La propuesta del Capella no está dirigida a la totalidad de la clase obrera, está dirigida a los elementos más acomodados de ella y a la pequeña burguesía.. A los “preparados” que, cada uno desde presupuestos ideológicos distintos, se unen en torno a una sola cosa, sustituir al PCE y a IU como referentes de la izquierda. Es cierto que el cambio de IU en su política de masas es clave de su fracaso. Es cierta la miopía de sus dirigentes. Son ciertas muchas de las críticas que se hacen al PCE y a IU. Pero ¿acaso alguien está en condiciones en este país de decir “yo soy la alternativa? ¿Alguien puede afirmar “yo me lo he currado todos estos años” o “yo he hecho algo diferente”?
Ahora que, pasados treinta años, la Transición es utilizada como arma arrojadiza contra el nombre del PCE, habría que ver donde estaban en aquellos momentos y donde están ahora los de la izquierda extraparlamentaria… Hace ya unos cuantos años que el PCE en su XIV Congreso hizo una seria autocrítica sobre su papel en la Transición en la que reconoció sus evidentes errores. Pero no debemos olvidar que sólo el que tiene la responsabilidad de hacer algo, puede equivocarse. Por edad, los que esto escriben no tienen recuerdos de aquella época, pero si le preguntamos a cualquier obrero cincuentón sobre la Transición, su lectura es muy diferente a la de los “capellas”. ¿Acaso el PCE era hegemónico en la sociedad española de los años 70? Un simple dato: las primeras elecciones las ganó UCD, no el Partido Comunista. Si compartimos la visión marxista de que “el sufragio universal es… el índice de la madurez de la clase obrera”[5], las conclusiones están claras… 
La única alternativa que no pasa por la liquidación del Partido Comunista (liquidación que, en la situación actual, conllevaría una atomización aún mayor de la izquierda transformadora, la consecuente liquidación de la misma y un tremendo retroceso en todos los campos para las ideas de la transformación social en nuestro país) sólo puede partir de los militantes comunistas, muchos de los cuales están fuera del PCE, que sean capaces construir Poder Popular, de fortalecer los movimientos sociales y promover un auténtico proceso de movilización y organización unitarios (que no excluya, evidentemente al PCE) y, con ello, romper la dinámica descendente de la izquierda española. Esto es lo que puede hacer cambiar la dinámica de aburguesamiento y liquidación del PCE o, si esto no fuera posible, construir un nuevo partido u organización que tenga repercusión en todos los aspectos de la lucha político-social (que es, en definitiva, la lucha por el poder, no sólo, pero también institucional). El PCE seguirá siendo un instrumento válido en la medida en que apueste por salir a la calle a movilizar y sepa dar respuestas a la mayoría de la clase trabajadora en clave política.
No se trata de defender al PCE como lo único válido pase lo que pase, sino de ser conscientes de que es el elemento que une a la generación anterior a la transición y a la posterior en torno a la idea de una nueva sociedad. El PCE es, a pesar de todo, el hilo rojo de la historia del movimiento obrero español. A día de hoy sigue siendo un elemento organizativo útil, con medios y con gente (al menos más gente que todos los demás juntos) y es reconocido por toda la clase obrera. Si tenemos un instrumento ¿por qué no utilizarlo, cambiando lo que haga falta cambiar? ¿A qué viene ese afán de disolverlo y que todo se diluya en propuestas indefinidas? ¿Por qué no hacer críticas constructivas? Quizá porque la izquierda de los “capellas” siempre detestó las organizaciones comunistas con conceptos tales como “disciplina”, “trabajo militante”… Quizá porque prefieren a gente como el Subcomandante Marcos en lugar de gente como el Comandante en Jefe, Fidel. La diferencia no está sólo en el estilo, también está en los resultados… Eso es lo que hacemos los comunistas, no sólo los del PCE: buscamos resultados.
Por la parte que le toca al Partido Comunista, no sabemos si será capaz de hacer algo por recomponerse y volver a ser el Partido del proletariado, que representa la lucha del conjunto de los trabajadores, como lo fue en el pasado. Un PCE que tenga la capacidad de trabajo y convocatoria que tenía antes, cuando todos tenían a algún familiar o amigo en el Partido, cuando siempre había uno del PCE en la Sección Sindical o en la Asociación de Vecinos… Y cuando era una única organización en todo el Estado con una sola línea política para todo el país apoyada por un sindicato combativo y de clase…
Sobre la refundación del Partido Comunista
Una de la bases de la dialéctica es observar los procesos como una unidad de contrarios. No podemos caer en la unilateralidad concibiendo al Partido como una estructura burocrática sin relación con las masas. El Partido nace en todos sus sentidos de las masas y para las masas. “Los comunistas no tienen intereses que los separen del conjunto del proletariado”[6]. El Partido no es un grupo de iluminados que bajan a ellas para que estas obedezcan. Como decía el Che Guevara: «No debemos acercarnos al pueblo a decir: Aquí estamos, venimos a darte la caridad de nuestra presencia, a enseñarte con nuestra ciencia, a demostrarte tus errores… No. Debemos ir con espíritu humilde a aprender en la gran fuente de sabiduría que es el pueblo«[7].
La mejor manera de enderezar el carácter de clase del PCE y de las demás organizaciones comunistas no sólo es fomentando el estudio y la aplicación concreta del marxismo-leninismo sino también retomando el contacto con las masas, fortaleciendo e impulsando los movimientos sociales. Y al referirnos a los «movimientos sociales» nos referimos a las distintas expresiones de organización popular de las que pueden valerse los trabajadores y otras masas explotadas para luchar, reivindicar y, sobre todo, organizarse: sindicatos de clase, asambleas de trabajadores, asociaciones de vecinos reivindicativas, organizaciones de solidaridad internacionalista, etc… Evidentemente todas las organizaciones de masas están profundamente imbuidas del espíritu de la pequeña burguesía (incluidos los sindicatos) que es la que, poco a poco, de manera gradual pero en forma constante ha ido acaparando para sus intereses. Es complicado, difícil y duro desarrollar un trabajo militante y consecuente en ellos, pero no hay otra forma de CONSTRUIR PARTIDO en el sentido más leninista del término.  “Nuestro deber es ir más abajo y más a lo hondo, a las verdaderas masas: en ello están el sentido de la lucha contra el oportunismo y todo el contenido de esta lucha”[8].
Un comunista, un revolucionario que no colabora en el construcción de unauténtico Poder Popular es poco más que un blanquista, un insurreccionalista
pequeñoburgués que se puede llenar la boca de terminología marxista pero que
nunca asimilará realmente el comunismo científico como concepción del
mundo. Decía el Che que «todos los días hay que luchar para que ese amor
a la humanidad viviente se transforme en hechos concretos, en actos que
sirvan de ejemplo, de movilización«[9].A veces nos da la impresión que muchos comunistas, cuando hablan de
movimientos sociales trasladan un cierto complejo de incomprendidos y optan
por el camino fácil de mirar hacia estos para pescar a los elementos más
conscientes de cara a sus proyectos partidarios. Es verdad que los
movimientos sociales en general están aburguesados, pero a los comunistas
lo que nos interesa de ellos (no de todos) es su capacidad de organizar a las
masas. Al fin y a la postre, el objetivo debe ser “…la agrupación de los obreros
en organizaciones grandes, poderosas, que funcionen bien y sean capaces de
funcionar bien en todas las circunstancias, en organizaciones que estén
penetradas del espíritu de la lucha de clases, que tengan una visión clara de
sus objetivos y están educadas en una verdadera concepción marxista del
mundo”[10]
Cuando un obrero decide organizarse para mejorar sus condiciones de vida (medioambientales, sanitarias, sociales, laborales, las que sea) o para solidarizarse con un pueblo en lucha (Cuba, Palestina…), ha dado ya un paso muy importante en cuanto a su nivel de conciencia. Como decía Lenin: “del “partido obrero burgués” de los viejos sindicatos, de la minoría privilegiada, distingue Engels la “masa inferior”, la verdadera mayoría y apela a ella, que no está contaminada de “respetabilidad burguesa”. ¡Ése es el quid de la táctica marxista!”[11] “Un comunista en un movimiento social ante todo debe hacer pedagogía de la organización y lucha, desde el nivel que sea. Debe, con su ejemplo y con su capacidad de análisis concreto, hacer ver la necesidad de organizarse y luchar por los intereses de la clase obrera: ”…, los comunistas son, pues, el sector más resuelto de los partidos obreros de todos los países, el sector que siempre impulsa adelante a los demás; teóricamente, tienen sobre el resto del proletariado la ventaja de su clara visión de las condiciones de la marcha y de los resultados generales del movimiento proletario”[12].
Es muy difícil pensar en los movimientos sociales como parte del Partido.Pero difícilmente existirá un Partido Comunista que tenga algo que hacer sin
correas de transmisión, sin relación con los movimientos sociales o populares
que hayan dado un paso en la reivindicación social.  Todo esto no nos debe hacer olvidar la necesidad del partido, del intelectual
colectivo que daría coherencia a la multiplicidad y diversidad de los movimientos
sociales dándoles un contenido de clase, contenido que, en última instancia, es
netamente revolucionario. De no existir este Partido, la incapacidad de los
diferentes colectivos y organismos para articular sus proyectos entre sí, de
lograr la unidad de acción, de traducir políticamente sus reivindicaciones en
torno a un proyecto global, en torno a un nuevo modelo de sociedad les llevaría
al conflicto y a previsibles choques en defensa de sus intereses sectoriales, lo
que terminaría arruinando un hipotético proceso de movilización social. Si bien
los movimientos sociales deben ser considerados autónomos en su objetivos,
en su organización, en su actividad, no lo deben ser políticamente, De lo
contrario, el sistema acogería sus reivindicaciones y estos terminarían
desapareciendo al encontrarse faltos de objetivos. Es el Partido el que debe
dirigir y dar una orientación política a estos movimientos. Ni que decir tiene que
esta dirección no se puede dar a través del “ordeno y mando” sino por medio de
la actividad paciente de la pedagogía del ejemplo que sus militantes deben dar
diariamente en el colectivo en el que militen. Es el Partido es el que tiene una
visión global, pero para ello no puede existir sólo en una sede o en un despacho.
Debe estar, ante todo, donde haya un núcleo organizado de personas para
trasladar su visión, su ejemplo, y para aprender de ellos. No podemos pensar,
por ejemplo, que «cuadros» con una ideología muy refinada y una formación
exquisita tengan, simplemente a través de un comunicado, la autoridad de decir
a un trabajador en huelga que la solución de todos sus problemas es la
revolución socialista: ese trabajador en el mejor de los casos te mirara
condescendiente y pensara que estás como una cabra. Pero si en su centro de
trabajo u organización sindical, hay un comunista que ha dado el callo con él y
se ha distinguido por su disciplina y honestidad, por su capacidad de trabajo y
organización, lo verá como un elemento útil para su lucha (sindical, en este
ejemplo) y podrá acercarse a las propuestas del Partido sin verlo como algo
ajeno.Es muy difícil ser comunista y no entender que quien va a hacer la revolución
no somos los que nos autodeclaramos hoy día comunistas, sino las masas y
éstas no van a seguirnos porque sí el día de mañana. Nuestro trabajo es
construir Partido elevando la conciencia de la clase trabajadora. Y eso no se
puede hacer desde las alturas. No caigamos en el idealismo de corte
hegelianista concibiendo al Partido como una idea absoluta a la que se
subordina la materia. No veamos al Partido como Hegel veía al Estado. El
Partido es un instrumento que tiene una relación dialéctica con las masas. No
sólo crea y fortalece al movimiento de masas sino que el mismo se crea y se
fortalece en contacto con ellas. Nosotros no obviamos la necesidad de la lucha
política pero sí que creemos que no primar en estos momentos, en estas
circunstancias, en la España del siglo XXI, la organización popular, primando la
creación de una estructura burocrática sin fortalecer organismos de
participación de los trabajadores sólo puede derivar en la impotencia y, por tanto,
en formas de lucha impropias de los comunistas (electoralismo, terrorismo…).
Ya en el primer momento de existencia del movimiento comunista internacional,
este era un principio fundamental: “Todos los partidos adheridos a la III
Internacional deben poner en práctica, cueste lo que cueste, las siguientes
consignas: ¡calar más hondo entre las masas! ¡Establecer lazos más
estrechos con las masas! Y deberán entender por masas todo el conjunto de
los trabajadores y explotados por el capital, en particular los menos organizados
e instruidos, los más oprimidos y los más reacios a organizarse”[13].
Hablemos sí, pero hablemos de cuestiones que nos lleven a una acción unitaria y de clase. Hablemos de qué tipo de sindicato necesitamos: no de cuál queremos, sino del que necesitamos ahora. Hablemos de cuál es la situación política que estamos viviendo y de qué pasos hay que dar para avanzar. Hablemos de la privatización de los servicios públicos, de la Seguridad Social y de la perdida de poder adquisitivo de la clase obrera, de la precariedad laboral y de las pensiones. Hablemos de las hipotecas y de la economía. Hablemos de una política industrial que sea una alternativa al ladrillo… hablemos de lo que de verdad le preocupa a la gente que vive en un barrio de clase obrera. Y sobre todos actuemos, trabajemos con esa gente. Creemos un partido fuerte cohesionado por propuestas políticas serias y realistas que ayuden al nacimiento de un auténtico Poder Popular, de unos movimientos sociales reivindicativos y transformadores, Hagamos una organización integradora de la teoría y la práctica, presente en los barrios y en los centros de trabajo (no en las sedes, como decía Maiakovski[14]). Bajémonos de nuestros olimpos pseudo-intelectuales y teorizantes y construyamos espacios donde los trabajadores puedan militar y no salgan espantados a la primera visita porque no pueden reconocerse ni en el proyecto, ni en el lenguaje, ni en las personas.
Para terminar, y como sabemos que a todos nos gusta mucho la literatura, terminamos con una cita de Pablo Neruda, el gran poeta chileno:
“El capitalismo represivo tiene como enemigo fundamental a los comunistas, y su puntería no suele equivocarse. Todos estos rebeldes individualistas son halagados de una manera u otra por la sabiduría o zamarrería reaccionaria que los considera heroicos defensores de sagrados principios. Los reaccionarios saber que el peligro de cambios en una sociedad no reside en las rebeliones individualistas, sino en la organización de las masas y en una extensiva conciencia de clase”
Pablo Neruda
Confieso que he vivido
[1] V.I.Lenin “Las vicisitudes históricas de la doctrina de Carlos Marx”
[2] Para conocer en mayor profundidad las maniobras de los servicios secretos estadounidenses en nuestro país, recomendamos la lectura de la obra de Alfredo Grimaldos “La CIA en España. Espionaje, intrigas y política al servicio de Washington”.
[3] V.I.Lenin. Tesis para el II Congreso de la Internacional Comunista.
[4] V.I.Lenin. Vicisitudes históricas del a doctrina de Carlos Marx.
[5] F.Engels. El origen de la familia, la propiedad privada y el Estado.
[6] K.Marx y F.Engels. Manifiesto del Partido Comunista.
[7] Ernesto “Che” Guevara. Discurso en la inauguración del Curso de Adoctrinamiento del Ministerio de Salud Pública. La Habana, 19 de agosto de 1960.
[8] V.I.Lenin. El imperialismo y la escisión del socialismo.
[9] Ernesto “Che” Guevara. El socialismo y el hombre en Cuba.
[10] V.I.Lenin. Las divergencias del movimiento obrero europeo.
[11] V.I.Lenin. El imperialismo y la escisión del socialismo.
[12] K.Marx y F.Engels. Manifiesto del Partido Comunista.
[13] V.I.Lenin. Tesis para el II Congreso de la Internacional Comunista.
[14] «No te encierres Partido en tus despachos, continua siendo amigo de los chicos de la calle”.