La pregunta que Podemos no contesta
Por Jesús García
Vaya por delante, para evitar malas interpretaciones, que estoy en el censo de los adscritos a Podemos y he colaborado en cierta medida en sus procesos internos. No comparto su programa al cien por cien; tengo debates que quisiera abrir, decisiones que desearía más firmes y otras que de ninguna manera entiendo. Pero, con todo, Podemos tiene mi confianza para hacer camino al andar. Y es esa confianza la que me mueve a decir algo públicamente de tanto en tanto.
Se habrá observado que, especialmente desde las últimas elecciones, los representantes del Partido Popular —y en menor medida del Partido Socialista y de Ciudadanos— reaccionan a las críticas de Podemos, a las razones de Podemos, a los argumentos de Podemos, lanzando esta pregunta clave: «si es cierto lo que decís, si tan grave es, si tan descalificador es, ¿cómo es que la gente nos sigue votando mayoritariamente e incluso las encuestas indican que crecemos en votos y apoyos?».
El único intento que he visto de responder a esta pregunta se produjo durante la intervención de Pablo Echenique el 20 de mayo en la concentración de Sol para apoyar la moción de censura. Echenique atribuyó aquel día el fenómeno a los ingresos adicionales del PP vía financiación ilegal y corrupción. Sin restar importancia a lo que Podemos viene denominando con acierto «dopaje», no considero que eso explique la fidelidad de los votantes del PP: en primer lugar porque sería un insulto para esa legión de adeptos, y en segundo, porque no estamos ante una cuestión cuantitativa. No por imprimir más carteles, organizar más mítines o invitar a artistas más famosos va conseguirse que la gente no tenga en cuenta los gravísimos atentados que la organización criminal afincada en La Moncloa viene perpetrando.
Con toda humildad, voy a proponer otra respuesta.
Para ello, comienzo reformulando la pregunta de forma más precisa: ¿por qué a pesar de todo la mayoría de la gente sigue votando lo que tiene que votar y no votando lo que no tiene que votar? Dicho de otro modo, ¿por qué la gente sigue votando a los de Arriba, a los que mandan, al sistema, a los amos del mundo…?
Repaso brevemente dos conceptos que Podemos ha logrado ya imponer en el panorama político español: «casta» y «trama», y a complementarlos con un tercero.
La casta es más o menos lo que James Petras consideraba «cuadros intermedios» que actúan de capataces de las élites a cambio de privilegios. La trama por su parte es una compleja red que abarca todo el espectro social de instituciones y mecanismos —legales, alegales e ilegales— y que está integrada por muchos de los que mandan en diferentes ámbitos: político, económico, académico, mediático…
Sin ánimo de seguir «subiendo» hacia poderes algo más difusos, quiero señalar la existencia de un elemento de enorme importancia: se trata de mecanismos de control y autoprotección de los de Arriba. Esos dispositivos comienzan en el momento de nacer, se emplean a fondo en los primeros años de crianza y continúan complementándose principalmente en la escuela, después en el instituto, la universidad, los medios de comunicación de masas y otras instituciones. Y es que todo el sistema educativo desde los cero años está orientado a someter, a normalizar, a fabricar ciudadanos obedientes, piezas de una maquinaria de dominio.
Es por ello que la pregunta en cuestión no puede responderse desde un análisis exclusivamente político. Tenemos mucho que aprender de Casilda Rodrigañez o Michel Balint, que explican cómo la separación al nacer de las criaturas implanta ese trauma inicial, esa «falta básica» que la convierte en dependiente de la autoridad y sumisa ante el poder; tenemos que aprender de Wilhelm Reich, pionero de la necesidad de contacto del bebé con la madre durante al menos los dos primeros años de vida para un correcto desarrollo neurológico que prevenga lo que él denominaba la «coraza», la rigidez que conduce a la incapacidad de sentir el placer y convierte al ser humano en «esclavo de no importa quien»; tenemos que aprender de educadores como Ivan Illich o Paulo Freire que abogan por una pedagogía liberadora que permita transformar el mundo, en vez de la pedagogía de domesticación que fabrica hombres-objeto.
No podemos quedarnos en el mero debate entre lo público y lo privado, porque, dejando aparte esas pequeñas islas necesaria y paradójicamente privadas de libertad en las que algunos pocos concienciados vienen desarrollando una magnífica labor de respeto y desarrollo espontáneo de las criaturas, todo el sistema educativo público, concertado y privado, se orienta al sometimiento, a la extirpación del sentido crítico, a la servidumbre y la resignación. Esa es la clave para el diagnóstico que Reich ya hizo en los años treinta y que daba título a un libro que casi inventó una nueva disciplina conectando la psicología y la sociología: «Psicología de masas del fascismo».
Acabo este breve apunte con una sugerencia para Pablo Iglesias o para el resto de portavoces públicos de Podemos: cuando os pregunten por qué la gente, a pesar de todo, continúa votando al PP, podéis dar un respuesta breve: porque la gente no vota en función de lo vivido en estos últimos cinco años, sino en función de lo que vivieron en sus cinco primeros años de vida. Quizá no sea perfectamente entendible, pero al menos es correcta y mueve a la reflexión. Y ese es precisamente mi verdadero objetivo: convenceros, Pablo y demás compañeros, de la necesidad urgente de abrir un debate interno en Podemos sobre esta cuestión que considero crucial para el futuro. En ello estoy.