La píldora para los otros síntomas del coronavirus
“(…)yo no tenía por qué juzgar si mi acción era cruel o por si la víctima era inocente. Había una autoridad superior que era responsable. Me limité a hacer lo que me dijeron. Cuando se le ordena a un piloto dejar caer una bomba sobre una ciudad, no se le pregunta si él hace bien o mal tirando la bomba, deja caer la bomba.”
I…como Ícaro. Henry Verneuil (1979)
La vacuna nace en 1796 cuando Edward Jenner experimenta con el hijo de su jardinero, inyectando primero viruela bovina, más benévola que la humana, concretamente de las vacas de ahí el nombre de vacuna. Luego con humana para saber si ha sido efectivo el tratamiento.
En 1803 la «Expedición Balmis» elige a 22 niños y niñas expósitos para transportar la vacuna de la viruela en su propio organismo. Expósito, es el eufemismo con el cual se denomina por entonces a los niños “expuestos” ante el torno, realmente, abandonados en los tornos de las instituciones que en precarias condiciones intentan en el mejor de los casos mantenerlos con vida. De ser un honor tal y como se ha romantizado la vida de estos niños, la elección, en vez de expósitos recaería en hijos de poderosos. Por su lado, Isabel Zenda, la enfermera en la que recae el cuidado de éstos, pasa desapercibida hasta dos siglos más tarde pese a que un hombre, Francisco Javier Balmis, un médico militar, se cobra la gloria y reconocimiento de la misión. En esencia, se eligen esos niños porque resultan más hábiles que las vacas avanzando en los terrenos escarpados de Sudamérica, puesto que los antígenos originariamente provenían de dicho ganado bovino. Avanzando en el relato, Balmis, una vez en La Habana compra 4 esclavos para llevar la vacuna a México y alude más tarde ante la corona de este hecho para que se le abone el dinero que ha perdido al “malvenderlos” más tarde tras haber terminado su cometido con ellos.
Un común denominador atraviesa la narración en forma de diferenciación de status sociales, de jerarquías ordenadas por el ejercicio del poder de grupos privilegiados, en mayor o menor medida, hacia personas sometidas a dicho poder, configurando y organizando la sociedad. Tras más de dos siglos, en 2020 es denominado como «Operación Balmis» al operativo llevado a cabo para afrontar la pandemia del COVID-19, con el cual, valgan las diferencias históricas, se compartirán paralelismos sociales.
Militarización y Estado
La capacidad del Estado para crear ideologías es un dogma indudable, hoy por hoy, las distintas instituciones formales o informales, desde la sentencia firme del juzgado al reproche social, reproducen dinámicas con procesos diferenciadores, lo que llamarían moldeamiento y modelamiento desde la psicología.
El Estado coercitivo como aparato legítimo de la violencia, permite someter a una ciudadanía que acaba aceptando la norma sustentada como forma indispensable para la aceptación social. El grupo, así, reproduce y defiende cuales son las prácticas que darán como resultado la diferenciación del grupo, de las personas que conformen la anomia. Esta práctica se concreta en discursos que se adaptan a la realidad en forma de mecanismos de control que de desaparecer conllevaría una crisis o posible transformación del grupo. Desde el discurso oficial se concretan y repiten fórmulas que serán integradas y se crean acciones en consecuencia que refuercen la identidad del grupo. En la televisión pública se dan consignas que pertenecen al lenguaje bélico/militar: “todos somos soldados”, “es una guerra”, “a por ellos”, “en la guerra todos los días son lunes”. Esta lógica disciplinaria sirve de código simbólico para los roles a desarrollar por la ciudadanía desde un puesto jerárquicamente superior. Se crea un sistema cultural desde los medios de comunicación tanto públicos como privados, una legislación que dota a la ciudadanía de capacidad para aprobar en Francia al individuo que sale a la calle a correr mientras que en España la legislación en contra permite a la ciudadanía cargar contra él. O bien instaura mensajes desde la cultura postmodernista en pro de la positividad emocional frente a la crítica racional.
89.780 militares y más de 527.000 propuestas a sanción a fecha de 13 de abril velan por reforzar ésta ideología, en relación a una identidad común bajo el sentimiento patriótico. Así pues, se sigue perfilando una realidad social hegemónica de grupo, frente al individuo asocial que reta al grupo, y como en cualquier ideología legitimada, debe defenderse y volverse contra la anomia.
De esta manera encontramos en 2020 la adaptación de la estructura social a un acontecimiento natural a nivel mundial que afecta al habitual funcionamiento de las dinámicas sociales, conllevando desde el Estado a una alteración del discurso y un cambio en las formas prácticas de expresión del poder: desde el recorte de derechos que conlleva el estado de alarma, a las personas que por toda la geografía española grita y amedrenta a viandantes pese a desconocer el cometido de estos mismos. En el anonimato de la ciudad, en la protección del espacio privado que conlleva el balcón, se categoriza la identidad de “el otro”, que reside en el espacio público, en un plano inferior, vigilado a modo de panóptico. En esta lógica de relación se conceptúa la relación como enfrentada y por ende binaria, y acorde al cuestionamiento de la ideología imperante. Es atacada, en ausencia de una retórica discursiva que permita una heterogeneidad de escenarios, posturas y modificación o cuestionamiento posible de la ideología imperante, para en su lugar ejercer prácticas cargadas de talante emocional. Estas formas de actuar tienden a su economía, entendida como la tendencia a su máxima sencillez en relación a la capacidad de ejercer el poder en lugar de una relación social más compleja, configurándose como una forma de relación con escasos recursos discursivos. De hecho, evita el cuestionamiento, define su identidad y ataca a la persona que discurre por el espacio público incluso en una sola palabra “¡irresponsable!”. Sistemáticamente se pasa por alto la posibilidad de que las personas que discurren por el espacio público puedan formar parte de un colectivo excluido, puesto que el espacio de poder no se ha reconfigurado, sino cambiado su forma de expresión. Las personas pertenecientes a colectivos, que con anterioridad al cambio de paradigma en la estructura social influida por el COVID-19 eran sometidas por el orden de poder jerárquicamente superior, lo continúan siendo: diversidad funcional, personas mayores, mujeres, menores…
Inercias
En este contexto la violencia de género parece perfilarse tras un 18% más de llamadas al 016 del 14 al 29 de marzo respecto a febrero, un 270% de consultas online respecto a la misma quincena en 2019, y un aumento en cerca de un 40% en la aplicación Alertcops. Tal y como alertaban las expertas ante una crisis social. No obstante, desde los representantes de los cuerpos de Policía Nacional y Guardia Civil en rueda de prensa señalan un descenso del 40% de agresiones sin citar fuentes.
Fundación Anar alerta por su parte de una subida con una media de 24 casos de maltrato grave al día hacia niños y adolescentes, si bien es una cifra en ascendencia conforme pasan los días.
Así mismo el consumo de material pornográfico ha crecido un 61% según Pornhub del 24 de febrero al 17 de marzo, y por ende la legitimación del discurso de roles que relata, al igual que el aumento de detecciones de conexiones para descargar material pedófilo entre el 17 y 24 de marzo en un 25% según un informe de EUROPOL.
En La Línea de la Concepción (Cádiz), decenas de personas se han concentrado ante la residencia Tiempo Libre para expresar su rechazo a la llegada de 28 personas mayores con coronavirus procedentes de la residencia de Alcalá del Valle, llegando a lanzar artefactos incendiarios.
Ideología e identidad como control social
La atribución de significado difiere en culturas diferentes al interpretar un mismo referente. En el discurso actual encontramos el influjo que ejerce, dentro de la concatenación de prácticas del postmodernismo, disciplinas como la psicología positiva, en mensajes como “todo va a salir bien” muchas veces acompañado del dibujo de un arcoíris; la caridad para colaborar con personas dependientes o con escasos recursos en vez de tomar decisiones políticas que transformen su situación de dependencia de raíz, en muchos casos dinámicas individuales en vez de solidaridad grupal, y un sinfín de ejemplos.
La anomia frente a la narrativa y performatividad hegemónica se caracteriza por definición en tener en suma de todas sus formas de capital una menor capacidad de reconfiguración de las formas de poder. La identidad normativa tiene mayores recursos para ejercer el control social. Además, existen lugares de poder fijo, concentrado y jerárquicamente superior como el relativo al campo del derecho o las instituciones públicas lo que favorece la rigidez de la estructura social cuando nos referimos a reconfigurar los espacios de poder. Sin embargo, existen otros espacios donde se negocia el poder con mayor constancia, son más accesibles y sensibles a la práctica totalidad de la ciudadanía.
Los códigos del sistema normativo que confiere el Estado, como cohesor de grupo, se desarrollan por los propios grupos subalternos. La ciudadanía es un sujeto represivo activo, con capacidad de desarrollar sistemas coercitivos a raíz de las normas del Estado. Así pues, existe una interdependencia: el Estado dota de una ideología a cambio de que la ciudadanía lo legitime. Se moldean mutuamente dando una relación bidireccional.
Se categoriza la figura de los otros, mediante un proceso de diferenciación, y en esa circunstancia de concreción, se configuran relaciones de poder, puesto que son intrínsecas a la existencia de sujetos sociales en interacción. La socialización conlleva que las normas interiorizadas del Estado político como abstracción, conformen un Estado social con las funciones represivas del mismo, al reproducir las dinámicas de poder que configura. Así el Ius puniendi se establece como práctica sancionadora de la ciudadanía. De igual modo, es habitual que en las sociedades disciplinarias se busque aplicar una pena oculta, que no se vea el sufrir de estas personas. Cuando provienen de un ámbito en el cual la exclusión social ya ejerce en ese mismo oscurantismo, se les intenta hacer volver a él; a la soledad de las personas sin red social, al menosprecio en la vida pública, se les invisibiliza.
No obstante, existe una capacidad emancipadora de las ideologías disidentes mediante la acumulación de distintas formas de capital (cultural, social, simbólico, económico) que pueden permitir configurarse como sujeto que confronte en una relación de poder con la ideología hegemónica. Si bien las vías para acceder a ideologías no hegemónicas, fuera de lógicas económicas, son de mayor complejidad, por la menor concentración de poder que residen en las instituciones, ámbitos y sujetos que las conforman, y, por ende, la capacidad mermada de facilitar la adhesión a la misma. En relación a ello, se tiende a carecer de referentes que propongan un ejemplo práctico de como confrontar con éxito dicha ideología hegemónica.
Un ejemplo de acumulación de capital y por ello de poder es que el Estado tiene más información. Actualmente el seguimiento de los teléfonos en el País Valencià, es coordinado por Nuria Oliver asesora de Bankia y Vodafone, el monopolio de esta información reside en instituciones productoras de ideología hegemónica de talante totalmente capitalista. Los indicadores de calidad democrática entre poder ejecutivo, judicial y legislativo ya no son garantistas, el mercado y la clase política como parte del regente y productor de poder, no están divididas, sino que se entretejen en infinidad de lugares de la estructura social.
Posmodernismo
Desde otro paradigma se desarrolla una sociedad de control donde se implementa una ideología que instaure conceptuar de manera positiva el recorte de derechos. Han creado pequeñas prisiones legitimadas moralmente. El espacio público como la naturaleza es de prohibido acceso frente al confinamiento a excepción de su utilización para con la sociedad de consumo como la compra o dispensación de mercancía. Frente a las ideologías que ponen en duda la ideología hegemónica, se ponen en marcha mecanismos que lo refuten, bajo premisas de falsa verdad. Encontramos un artículo del País, donde propone desde una falsa cientificidad un determinismo y reduccionismo biológico explicando que el sistema endocrino recompensa zonas relacionadas con el placer al tratar las personas de manera despectiva. Se debe negar la propia facticidad (subjetividad) para comprometer la eficiencia del sistema de control.
El postmodernismo también pone en funcionamiento en las nuevas dinámicas dentro de la estructura social una alternativa alejada de la cientificidad y el conocimiento técnico en figuras como Pàmies. Autodenominado como el confrontante de la industria farmacéutica, postula configurar la lucha de poder como binaria y antagónica. No obstante, las relaciones de poder pueden tener indeterminados sujetos que se solapan en mayor o menor medida en cuanto a su planteamiento. De lo contrario se crea de una abstracción teórica -existen solo dos bandos confrontados-, una real homogeneidad. Si establezco como modo de análisis que solo existen dos bandos opuestos, puede llegar a categorizarse de esa manera. Ésta corriente ideológica es una forma más de ejercicio de poder del capitalismo, articulando prácticas que no lo confrontan, centrando la lucha social en un desarrollo interno de la persona en desconexión con la solidaridad, el misticismo frente a la lucha social y la cientificidad como avance de la humanidad, el desencanto político frente a las prácticas políticas.
Reconociéndonos
Describiendo la realidad que nos envuelve podemos comprender y afrontar más eficientemente las luchas sociales. Se concreta y actúa con pragmatismo a raíz de ideales demasiado generales que llegan a apropiarse y desarrollar las ideologías capitalistas imperantes con el fin de su propio beneficio. Atendiendo a disciplinas desarrolladas fuera del ámbito del Estado, desde fuera del academicismo, la especialización y categorización impuesta, existen y deben extenderse ideologías disidentes que conformen discursos legítimos donde pongan sobre la mesa las relaciones de poder existente, señalando a las víctimas y victimarios, desenmascarando verdugos y, en consecuencia, tejer una red de soberanía popular y de emancipación social feminista y anticapitalista, sea confinados o en las calles.