La liberación
Detrás de las elecciones al Parlamento anda lo del derecho a decidir, detrás del derecho a decidir, la independencia. La liberación. Cada vez hay más personas dependientes, cada vez somos más interdependientes, lo de votar en cierto modo por la independencia es abrir una ventana para ventilar una habitación. No tardaremos en cerrarla, desde luego, que somos muy mayores y andamos algo delicados, pero algo de aire fresco no viene mal para los que no pueden salir de aquí.
La dependencia y la libertad se parecen tanto como la independencia y la liberación. La libertad no es muchas veces mas que dependencia enmascarada (o que se enmascara hipócritamente), dependencia de una bolsa de monedas, dependencia del corruptor. Qué alegría cuando ya no dependemos de nuestros padres, qué tristeza cuando tenemos que depender de nuestros hijos, o de los hijos putativos que tengan que hacerse cargo de nosotros cuando llegue la hora de nuestra dependencia, de nuestra caducidad.
Cuando las permutaciones aleatorias de la combinación genética y fenotípica dan como resultado una inteligencia que sobrepasa con mucho a la de sus progenitores, algunos niños se ve ante un singular dilema: no deja de ser niño y percibe la falta de raciocinio de sus padres. En lugar del “¿Cómo pueden ser tan tontos”? de los adolescentes, le da por el pánico, por el puro pánico por la absoluta dependencia que tiene de ellos.
¿Es España una droga para los catalanes? La adquisición de la tolerancia hacia una droga parece estar íntimamente ligada al establecimiento de la dependencia. Es muy peligroso desengancharse de algo que toleramos tan bien, a lo que estamos tan bien adaptados. Eso sucede incluso en la lucha contra las bacterias. Hay una especie de enterococos que ha generado una dependencia tan grande a la vancomicina que a veces se acaba con ellos suprimiendo la vancomicina al paciente.
¿Hasta qué punto pueden los demás, nuestros expertos, nuestros médicos, patronos, banqueros, políticos… decidir por nosotros, liberarnos de nuestro derecho a equivocarnos? Ninguna persona tiene derecho a disponer de otra persona y a controlar sus posibilidades de acción de tal modo que a la otra persona dependiente le sea sustraída una parte esencial de su libertad. Ese es un punto de confrontación que llega hasta nuestros orígenes con lo del rechazo a los matrimonios pactados e incluso hasta la genómica. Esta condición es vulnerada cuando alguien decide sobre el programa genético de otra persona. El azar al que se tiene derecho debería incluir al azar de que otra persona se meta por el medio. Pero sigue sin tener derecho a meterse.
Sólo si se acepta en toda su expresión el perjuicio del recluso se hace comprensible que no baste, para su liberación con decirle la verdad y mostrarle la “técnica” Es más, lo que se requiere es tranquilizarle acerca de la discordancia entre lo que se pretende de las cosas y el estado de las cosas. Se puede llamar a esto ”abordar” su prejuicio y la intensidad del mismo: percibir que alguien ha sucumbido por completo a la cuestión de cómo se puede abandonar una habitación en la que no se quiere seguir.
Puedo imaginarme perfectamente que alguien dude, cada vez que va a abrir la puerta de casa para salir, si no se habrá abierto detrás un abismo, y que cada vez que vaya a salir se cerciore antes al respecto. Se ha hablado mucho sobre el miedo a la libertad o la servidumbre voluntaria, eso sucede porque una vez terminada la liberación estamos en libertad.
Y ahora resulta que nos gustaba más, tenía más sentido la liberación que la libertad, que uno se había identificado con el agresor sin saberlo, que le camino a Dios era mejor que Dios mismo, que Dios es terrible, que lo de que “Dios Me Ve” es insoportable. La libertad no es era un aligerarse, no era la liberación sino un aumento de las responsabilidades. No aligera sino que carga, nos carga con problemas que no resuelve y nos encarga una agencia en la que no nos reconocemos.