La Inteligencia Artificial generativa como campo de batalla

 

La noticia salta a los titulares de los medios de comunicación económicos: Bankinter, una de las principales entidades financieras de nuestro país, integra Chat GPT en sus procesos internos. Es una noticia impactante.

El banco ha generado una versión propia de Chat GPT de uso privado, y con la tecnología Azure OpenAI de Microsoft la ha instalado en su nube, de forma que los datos privados de la entidad, con los que va a trabajar, no sean accesibles desde el exterior. Esta tecnología aprenderá rápidamente con los datos internos del banco, lo le que permitirá desarrollar nuevas utilidades, empezando por su uso como asistente virtual para la gestión de documentos, informes y textos de los distintos departamentos de la entidad.

Bankinter ha iniciado un programa piloto con empleados seleccionados para ir probando las capacidades de este software. Se espera que Chat CGT sea utilizado para comparar documentos, analizar textos, redactar ciertas comunicaciones internas o con los clientes, y extractar grandes volúmenes de información. los empleados podrán ir desarrollando nuevas utilidades mientras la inteligencia artificial va aprendiendo al procesar la ingente masa de datos que trata el banco.

El despliegue de la Inteligencia Artificial generativa en los procesos cotidianos de la vida económica acaba de empezar, pero amenaza con ser imparable y ubicuo.

El desarrollo de Chat GPT ha multiplicado exponencialmente la inversión global en el despliegue comercial de la IA generativa. Google y Microsoft, mediante start ups interpuestas, encabezan la pugna por controlar este mercado emergente. Incluso Elon Musk, encenagado en su batalla por reflotar Twitter, ha decidido intervenir en la pugna, al anunciar en la última semana que va a invertir en xAI, su propio proyecto de IA generativa.

Mientras tanto, se multiplican las llamadas de atención sobre el peligro subyacente a un avance demasiado rápido de una tecnología cuyos efectos sociales no han sido pausadamente valorados. No es sólo que la IA puede producir textos e imágenes estereotipados que pueden bloquear los procesos creativos de la humanidad, como ponía de manifiesto Luke Savage en un artículo reciente de la web de contrainformación La Haine. Además, la IA generativa, utilizada en procesos de selección o en el tratamiento de cantidades ingentes de datos, puede incorporar y diseminar múltiples sesgos antisociales y discriminatorios o dar lugar a decisiones basadas en prejuicios y devastar ámbitos laborales concretos, multiplicando el desempleo.

Sin embargo, algunas críticas a la IA generativa deben ser analizadas con mucho detenimiento. Los principales representantes de la industria han hecho las críticas más mordaces. Pero, al tiempo, probablemente las más interesadas. Piden una regulación global semejante a la política internacional de no proliferación de armas nucleares. Es una propuesta que tiene también un sesgo comercial y geopolítico: una política de no proliferación permitiría a los actores actuales del mercado de la IA (básicamente start ups controladas por las grandes tecnológicas norteamericanas) evitar la competencia futura, al precio de una suave regulación. A cambio de algunos límites en el desarrollo, que podrían ser fácilmente traspasados gracias a la superioridad tecnológica de estas empresas sobre los reguladores, se les garantizaría la ausencia de competencia. Sobre todo, la ausencia de la competencia políticamente indeseada de empresas chinas o de otros países emergentes.

Así, una política internacional biempensante de no proliferación de la IA podría convertirse en una herramienta de combate en la guerra por el control de las nuevas tecnologías desatada entre Estados Unidos y China en los últimos años, garantizando la superioridad tecnológica occidental para el futuro.

Otra propuesta audible ha sido la de acordar una moratoria temporal en el desarrollo de la IA generativa. Se trata de algo prácticamente imposible de implementar. Ninguna autoridad supranacional puede garantizar realmente que no se investigue en IA en los próximos años ni que se abandone el desarrollo de nuevas utilidades de los modelos existentes. El desarrollo de las fuerzas productivas, en el modo de producción capitalista, no puede ser disciplinado por una entidad estatal o supraestatal que elimine el proceso de acumulación y el paralelo proceso de implementación de nuevas tecnologías y modelos de negocio. Una economía basada en la acumulación y la competencia (entre empresas, pero también entre estados) difícilmente puede volverse estacionaria y cauta. Los incentivos para burlar una hipotética moratoria son demasiado altos, en el contexto de la brutal guerra comercial entre Occidente y China, y de la sangrienta guerra militar entre Occidente y Rusia.

La Unión Europea anuncia la aprobación de una nueva normativa sobre la IA para el año próximo. De nuevo, este anuncio está lleno de contradicciones. Los propios promotores de la norma indican que la regulación de la IA para salvaguardar los derechos humanos no debe entrar en contradicción con la política europea destinada a garantizar la soberanía tecnológica y los procesos de innovación. Una normativa europea demasiado estricta desviaría las inversiones en modelos de IA generativa hacia otros espacios económicos como China, India o Estados Unidos. Europa se quedaría al margen de los procesos globales de innovación tecnológica, que se desarrollarían en otros lugares, lo que la haría vulnerable en el extremadamente competitivo mundo multipolar que se está fraguando. Así que la futura regulación no tocará el corazón de los modelos de negocio. La Unión Europea busca, en este aspecto económico y en otros, convertirse en la principal referencia de las normas reguladoras globales. Construyendo una forma de “soft power” que no entre en colisión con una política industrial revisitada tendente a reconstruir el poderío tecnológico y comercial propio.

En el primer momento, las grandes empresas globales lanzaron una narrativa de la prudencia destinada a calmar a sus clientes e inversores, indicando que limitaban el uso de Chat GPT en su operatoria comercial cotidiana. Sus empleados no la usarían para evitar filtraciones de datos o la toma de decisiones conflictivas sin suficiente intervención de un profesional humano. Multinacionales como Telefónica, BBVA y Redeia, ordenaron a sus trabajadores no hacer uso de Chat GPT. Empresas globales como JP Morgan, Deloitte o Verizon desaconsejaron a sus empleados que introdujeran datos confidenciales o sensibles en la aplicación.

Sin embargo, el tiempo de la prudencia se está acabando. Las empresas buscan la manera de adaptar la IA generativa a sus modelos de negocio, incorporando algunas cautelas para tranquilizar al público. ACS, Ferrovial, Sacyr y Abertis están ya sellando alianzas con las grandes tecnológicas para ello. Ferrovial ha llegado a un acuerdo con Microsoft y Singular. ACS lo ha hecho con IBM y el MIT. Sacyr trabajará con Dtetktia para desarrollar un modelo de IA para identificar riesgos en taludes.

Mientras, Bankinter nos informa de que será la primera entidad financiera española en apoyarse en la Inteligencia Artificial de Chat GPT en sus procesos internos.

La tecnología es una creación humana. Pero, por eso mismo, es una creación social. Cada sociedad genera su propia tecnología, en cuyo proceso de desarrollo se dan cita el despliegue histórico de la creatividad humana y los intereses materiales que enmarcan la vida en esa sociedad. La IA generativa es el corolario de un proceso de investigación sostenido por largas generaciones de pensadores humanos. Una conquista de la especie. Pero sus usos sociales en el contexto del modo de producción capitalista van a estar marcados por los intereses económicos y de poder presentes en una sociedad de clases. Como producto del trabajo alienado de la clase obrera, la IA generativa es una herramienta que los capitalistas se apropian y que se constituye en un poder ajeno a quienes la crearon.

La IA generativa es una promesa para la cooperación humana, en una futura sociedad regenerada, pero también es una brutal herramienta de explotación y de poder en el marco del proceso competitivo de acumulación del capital. Su uso es un campo de batalla en la lucha de clases. Estemos atentos a las gigantescas sacudidas que se están empezando a apuntar en el horizonte.

 

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