La FIFA: Más extendida, hipócrita y mafiosa que la ONU (¡qué es decir bastante!)
El actual escándalo de corrupción que involucra a la Federación Internacional de Fútbol Asociado es un buen pretexto para profundizar en la crítica y denuncia de esa sombría transnacional a cargo del principal negocio deportivo del planeta, tema sobre el cual ya habíamos apuntado bastante a raíz de la Copa FIFA 2014 en Brasil – ver http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/FIFA y http://periodicoellibertario.blogspot.com/search/label/deporte%20y%20capitalismo -. En tal sentido, se reproduce a continuación un capítulo del libro El alma en los pies (La Hoja del Norte, Caracas, 2014), donde se propone una útil descripción del «modus operandi» de ese emporio fullero de los capos del balompié.
La FIFA Vaticana y la Aldea Balón
Ignacio Ávalos
La FIFA es el asiento del gobierno del balompié a nivel mundial. Se trata de una organización que, como es sabido, con el paso del tiempo ha llegado a agrupar más países que la misma ONU (Palestina y Puerto Rico, por ejemplo, no pertenecen a ésta y si se encuentran en aquella), una suerte de Vaticano ( ¿acaso el fútbol no tiene mucho de religioso?), desde el cual se pone orden en el balompié y se vela por la aplicación de un compendio no muy extenso y no muy complicado de reglas, al estilo de los Diez Mandamientos de Moisés, según las cuales se juega este deporte en todas partes, en todos los niveles, casi y en cierto grado, hasta en las llamadas “caimaneras”. Los sociólogos que se han ocupado del tema afirman que tales normas representan un mecanismo civilizatorio que regula una actividad esencialmente violenta, “la guerra por otros medios”, según la manida frase.
Más allá de la alfombra verde, la FIFA gobierna el futbol a nivel mundial, de acuerdo a sus propios códigos, sin reparar, en lo posible, en las fronteras nacionales y prevaleciendo sobre las leyes locales, homogeneizando la legalidad del fútbol “urbi et orbe”.
Cierto, la FIFA, no mira con buenos ojos que los conflictos se diriman según la justicia ordinaria de cada país, en vez de hacerlo en sus instancias, de acuerdo a sus santas y ecuménicas pautas. No acepta, tampoco, que la mano gubernamental (al margen de cuáles sean sus intenciones) intervenga en los asuntos deportivos. Y cuando se la contraría, la FIFA amenaza (y cumple) con la desafiliación del país que cometa el pecado de retarla, lo cual equivale a un veto que impide su participación en cualquier competencia internacional. Representa, en fin, al ostracismo futbolístico
Por otro lado, la FIFA dispone como han de transcurrir las cosas en todo lo concerniente al fútbol como negocio, sobre todo a partir de la presidencia del brasileño Joao Havelange, quien resumió sus intenciones afirmando que había sido elegido para “vender un producto llamado fútbol”, para cuyo propósito se asoció a varias de las principales firmas transnacionales.
A partir de Havelange, que renunció a la presidencia de la FIFA porque la edad no le daba para más, y bajo el fiel continuismo del políglota suizo Joseph Blatter, quien ya lleva un largo rato en el cargo, sin que tampoco pueda decirse que sea un jovenzuelo (de paso, ¿por qué en el deporte se ha hecho hábito el gobierno de la gerontocracia?), a partir de Havelange, digo, la FIFA ha mantenido su hegemonía en el ambiente futbolístico.
Esta organización representa, así pues, el vértice de una estructura de gobierno de la cual forman parte los organismos de competición continentales (la influyente UEFA, en primer lugar), las numerosas asociaciones nacionales, los sindicatos (especialmente el sindicato mundial de profesionales), los representantes de los futbolistas (cada vez más numerosos e importantes) y los diferentes clubes. Dicha estructura se vincula de diversas maneras y en distintas instancias con diversos actores que, desempeñándose “por fuera” y cada uno con sus intereses, hacen parte del desarrollo del futbol.
La FIFA es, así pues, la ONG con más poder en el mundo, con una fuerza institucional que ya quisiera para sí la mismísima ONU a fin de poder orden y concierto en las enrevesadas cuestiones implicadas en la convivencia entre los terrícolas. Pero no brilla, precisamente, por su apego riguroso a los cánones que rigen en la democracia, al contrario, se sabe de su historial de arbitrariedades y atropellos de sus más altos directivos, quienes manejan la organización casi a su aire. La FIFA no es una organización conducida por carmelitas descalzas destacadas en comisión de servicio a la ciudad de Zurich, sino que actúa, por así decirlo, con el desparpajo con que actúan los monopolios.
Tan cierto resulta esto que, por citar un ejemplo, en el año 2000 se fundó el llamado G-14 que reunía a los 14 clubes más poderosos de Europa (luego fueron 18), constituido para defender sus intereses comunes ante la UEFA y la FIFA. El motivo principal del grupo fue repudiar los reglamentos de la UEFA, que obligan a los clubes a liberar a jugadores convocados por sus respectivas selecciones, ya sea en compromisos amistosos u oficiales, y exigir una compensación por cada jugador cedido, así como la correspondiente indemnización si se lesionara. En el año 2008 se disolvió y dio paso a la Asociación de Clubes Europeos (ECA), institución que representa directamente a los equipos futbolísticos europeos (se encuentran afiliados alrededor de cien equipos). Su labor es proteger y promocionar a los clubes de fútbol europeos. Otro de los objetivos de la organización es la creación de un modelo de administración más democrático, que enfatiza el papel clave de los clubes en el fútbol.
Justo es reconocer, por otro lado, que la FIFA ha incluido en su agenda algunas acciones muy loables, más allá del interés y beneficio para el desarrollo del fútbol. Así, por ejemplo, su campaña de “Juego Limpio”, no solo en las canchas, sino en todas las corporaciones e instituciones que participan fomentando sus campeonatos y ligas, estableciendo alianzas con UNICEF – que protege los derechos del niño – con la OIT – que protege a los trabajadores – y con ACNUR – que vela por millones de refugiados.
En parecida dirección, desde 1996 la FIFA ha exigido a todas las empresas y a sus organizaciones afiliadas aplicar un código laboral que impide el trabajo infantil como condición para utilizar su sello, y logró que las plantas de Nike y Reebok, por ejemplo, eliminaran sus productos – incluyendo balones de fútbol – en donde ocurría esta violación. Así mismo, es de alabar su permanente lucha contra el racismo y la discriminación, considerando la aplicación de diversas sancionas que incluyen, desde bajar puntos a los equipos que no controlen manifestaciones racistas de sus simpatizantes hasta descalificarlos de competencias internacionales por un periodo que puede durar hasta dos años. Con ocasión del Mundial 2014 la FIFA ha escogido, como tema para su respaldo institucional, el del desarrollo ecológico, asociado, desde luego, a la denuncia de la crisis ambiental que amenaza a la humanidad.
De cara al futuro pareciera que la FIFA debe adoptar algunos cambios importantes a fin de responder a ciertas demandas, propias de estos tiempos futbolísticos. Los mismos tienen que ver, fundamentalmente, con la democratización en su organización y funcionamiento con referencia a varios aspectos. Uno de ellos es debatir más temas en el Congreso – recordando que la organización pertenece a las 209 federaciones nacionales -, y no todo el Comité Directivo, un espacio mucho más reducido que discute y decide en tono de oligarquía. Otro es corregir la grave sub representación de varios continentes, por ejemplo de África que, con 54 federaciones, tiene cuatro puestos, mientras Europa con el mismo número tiene ocho. Un tercero remite a la inclusión en el Comité Ejecutivo de un representante de FIFPro (la asociación de jugadores), uno de una asociación mundial de clubes, no sólo los ricos europeos, y otro de una asociación mundial de ligas. Un cuarto elemento es encarar la “privatización” creciente del fútbol en detrimento de las estructuras federales (el futbol está cada vez más controlado o influenciado por multimillonarios, dueños de los equipos, por sociedades privadas que compran jugadores o parte de ellos, por la criminalidad transnacional a través de apuestas) y regular en alguna medida ciertos hechos que ha traído consigo la globalización (traspasos, derechos televisivos, desigualdades entre los equipos.).
Mirando su historia y su presente, no es absurdo pensar que la FIFA, si se descuida en materia de cambios, pudiera desaparecer a pesar de su enorme éxito en el pasado. El Siglo XXI le exige un plan relevante de cambios.
[Tomado de http://www.efectococuyo.com/efecto-cocuyo/ignacio-avalos-la-fifa-es-mas-poderosa-que-la-onu.]
http://periodicoellibertario.blogspot.com.ar/2015/05/la-fifa-mas-extendida-hipocrita-y.html