La distopía del Trabajo Garantizado
Por Agustin Franco
“Cuando menos, la lógica del capital humano, la empleabilidad y la activación dificultan la formación de intereses grupales y desencadenan una lucha de los individuos contra ellos mismos y contra sus posibles competidores”. (Muñoz y Santos, 2017, En las cárceles del capital humano, p. 88).
El futuro pacífico o violento del capitalismo se juega en buena medida en cómo se resuelva la tensión utópica-distópica del TG o, si se quiere, de forma más genérica, la tensión de la relación salarial. Esto es, o se deja vía libre al desarrollo despótico de las fuerzas capitalistas hasta el colapso final de la humanidad o abrimos brecha de forma democrática y civilizada para una alternativa socialista. ¿Qué es lo positivo y lo negativo de todo esto?
Lo positivo. Tenemos a cada momento la opción de parar el bucle de la desigualdad y la espiral de violencia contenida (en forma de auge recurrente de la ultraderecha) a través de la redistribución, en general; y en particular, a través de la adopción de un sistema gradual de Renta Básica Universal (entendida en su desarrollo teórico más avanzado, esto es, en sentido fuerte y anticapitalista, bajo el modelo de Renta Básica de Las Iguales, RBis).
Lo negativo. Que las opciones perdidas ya no vuelven y las que quedan se agotan.
Un análisis dialéctico de la superación de la relación salarial nos lleva a concluir que de la tesis utópica del trabajo garantizado de Fourier se sigue la antítesis distópica de la explotación asegurada postkeyesiana (bajo su eufemístico Trabajo Garantizado) y que la síntesis es la ucronía postlafarguiana de la pereza garantizada.
Para verlo –de forma esquemática– nos basta con aplicar la secuencia de los 7 principios de Fourier sobre el trabajo socialista (ver imagen), cuya debilidad es (trágicamente) su carácter no universalizable. Los cuales tienen su correlato en los siete elementos característicos de la medida postkeynesiana del TG, también (afortunadamente) no universalizable (pero por todo lo contrario que antes, aquí por su carácter social pernicioso y nocivo). Y que a su vez desembocan (irónicamente) en las siete condiciones de imposibilidad histórica de una sociedad no regida por la ley capitalista del valor, esto es, por la imposibilidad de una sociedad liberada de la esclavitud asalariada y, por ello, no entregada, pese a la factibilidad de la tecnología, a una pereza garantizada.
Conviene puntualizar que el derecho postlafarguiano a una pereza garantizada dista mucho de una reivindicación de holgazanería. Más bien se trata de una reclamación de plenitud de las necesidades humanas de autorrealización en sus más altas cotas (sin sucedáneos mistérico-religiosos o mágico-supersticiosos). Para lo cual lo que hay que garantizar es la liberación de tiempo de las tareas obligatorias y mecánicas, y por añadidura liberarse todavía más de cualquier servidumbre y dominio de clase, con carácter universal, de ahí su connotación utópica (tierra prometida, un no-lugar al que se mira con esperanza). Más en línea con las tesis cooperativistas de Owen que con las armonicistas de El Falansterio de Fourier.
A cambio, hay propuestas (como la garantía del empleo) que pretendiendo unirse a la cuerda de la utopía, avanzan con tanto miedo que en realidad ralentizan la marcha de la historia y de hecho, a ratos, la paralizan, cuando no directamente piden histéricamente volver atrás. Generando así las condiciones de la distopía, del no-lugar denigrante e inhumano, la promesa de un infierno que ya quema y resulta insoportable. La pobreza es uno de ellos.
Huyendo del comunismo, del fantasma de la pobreza comunista, el capitalismo global nos está abocando a una pobreza mundial sin precedentes, en una huida hacia adelante. Su morir de éxito, que tantas alabanzas ha arrancado de muchos, de defensores y detractores, se verá al final como lo que realmente era, una explosión, el fulgor previo al cataclismo final. Como el estallido de una supernova, que antes de implosionar emite una luz potente, explosiva, radiante. Así será la paradójica estrella del capitalismo, el rayo de luz de una riqueza inmensa como nunca antes se ha visto, concentrada en unas pocas manos, que casi nadie ha olido… A buen recaudo tras el cristal del escaparate, tras la alambrada de cuchillas…
La mano invisible del dios creador de riqueza, sólo al alcance de los que huyen de la pereza y rezan. Rezan porque la naturaleza no despierte de su letargo, porque la belleza de la revolución no abra sus ojos. El pretendido y racional homo economicus resultó ser no más que un huraño y dialéctico homo orantibus: ¡Virgencita, que me quede como estoy!
De cómo se resuelva la síntesis ucrónica de la pereza garantizada, en el sentido postlafarguiano, se sucederá un nuevo proceso histórico en el que ésta se convertirá en una nueva tesis, seguida de una antítesis discrónica, que bien puede ser la de la RBU –entre otras– si se empeñan en sostener la dinámica capitalista, cuya resolución será muy probablemente una síntesis agónica de la sociedad capitalista. Un fin de la historia y del planeta. Esto es, dicho brevemente, puede llegar un momento histórico en el que la RBU sea irremediablemente imposible, anacrónica, relegada a unos pocos lugares y experimentos en el pasado. Y que la pobreza sea el estado crónico de la humanidad, en todo tiempo y lugar, el triunfo distópico y discrónico de la contradicción capitalista fundamental definida en la teoría laboral del valor: la explotación garantizada, y en la ley de la tendencia decreciente de la tasa de ganancia: la explotación creciente garantizada.
Lo interesante de esta onda larga dialéctica, vista en toda su amplitud, es que hay multitud de ondas cortas para conducir pacíficamente y ordenadamente la superación histórica del capitalismo. Por ejemplo, una de esas ondas cortas la plantea Ramiro Pinto justamente a la altura del momento distópico del TG postkeynesiano, refutándolo y sugiriendo que frente a la tesis del empleo se sigue la antítesis de la robotización, cuya síntesis es la RBU.
Igualmente se pueden analizar las condiciones de (im)posibilidad de la renta básica en el momento fourieriano y, todavía más interesante, su viabilidad en el momento postlafarguiano, ya que aquí se juega la encrucijada histórica: bien hacia una renta básica discrónica en el seno del capitalismo o bien hacia una renta básica de transición en una incipiente sociedad socialista. En qué equipo jugamos nos dará la clave de hacia dónde dirigimos nuestros esfuerzos y el sentido dialéctico de la historia.