La Consulta popular y la necesidad de ‘Otras democracias’ para transformar la democracia representativa colombiana.
Horacio Duque.
Un tema que sugiere la Consulta popular sobre los derechos de los trabajadores, propuesta por el presidente Petro, que necesariamente surge como respuesta a la crisis de la democracia liberal, es el de la urgencia de construir y fortalecer formas nuevas de democracia que efectivamente sean más participativas, inclusivas y transparentes, para enfrentar las derivas autoritarias y dictatoriales que están en pleno desarrollo en el mundo.
Para hacerlo abordamos en forma apretada la revisión de la evolución de la democracia desde Grecia y Roma, pasando por la revolución francesa y estadounidense, hasta llegar al momento actual. Allí podremos ver cómo la humanidad ha construido “otras democracias” como la directa, la “representativa limitada”, la deliberativa, la “ilustrada” o del conocimiento (consejos de sabios y sabias, ancianos y ancianas), la participativa y la plebiscitaria, que en Colombia también tiene diversas manifestaciones a lo largo de su historia.
Como ya hemos planteado, la democracia representativa (liberal) ha sido la forma de gobierno predominante durante siglos en muchos países de Occidente, enfrentando una crisis profunda en la actualidad. Se habla de colapso de la democracia. La desconfianza en las instituciones, la corrupción y la falta de representación efectiva de los ciudadanos son solo algunos de los problemas que aquejan a este sistema. En este contexto, es fundamental explorar alternativas y formas de democracia que puedan revitalizar y transformar la participación ciudadana.
La democracia directa en Grecia y la democracia representativa liberal: dos modelos en contraste
Es importante decir que la democracia directa en la antigua Grecia y la democracia representativa liberal que surgió después de las revoluciones francesa y estadounidense son dos modelos de gobierno que tienen objetivos y características muy diferentes. La democracia directa en Grecia surgió en el Estado ciudad de Atenas en el siglo V a.C. como una respuesta de parte de los campesinos (georgos) y de los artesanos (technites) a la oligarquía ateniense, que concentraba el poder en manos de los patricios; la democracia directa, los ciudadanos (varones adultos atenienses) se reunían en la Asamblea para tomar decisiones sobre los asuntos públicos. La participación era directa y no había representantes intermedios.
El objetivo principal de ese tipo de democracia directa era administrar los asuntos públicos dándole poder y voz a todos los ciudadanos (polites, o sea, sujetos de la acción política), para contrarrestar el poder autocrático de los patricios. Claro, es importante precisar que, aunque la democracia directa era más inclusiva que las formas de poder de la oligarquía ateniense, tenía limitaciones importantes, como la exclusión de mujeres, esclavos y extranjeros. Además, un aspecto que es el más importante a resaltar en nuestro tiempo, era que los magistrados (funcionarios ejecutivos) no eran elegidos mediante el voto o comicios, sino que eran escogidos y nombrados por períodos fijos y cortos, y podían ser revocados si no cumplían con la misión que se les encomendaba. Es decir, en gran medida el aparato de Estado que surgió en esa época era controlado “desde abajo”. El pueblo no delegaba ni entregaba su voluntad soberana a los funcionarios encargados.
La democracia representativa liberal surgió después de las revoluciones francesa y estadounidense, en el contexto de la Ilustración y el liberalismo. En esa forma de organización del Estado los ciudadanos eligen representantes para que tomen decisiones en su nombre. La participación es indirecta y se limita a la elección de representantes. El objetivo de la democracia representativa es –supuestamente– proteger los derechos individuales y promover la libertad y la igualdad. Aunque la democracia representativa ha sido exitosa en muchos aspectos, especialmente aquella que se construyó en Europa en lo que se denominó “el Estado de Bienestar” como reacción, por un lado, al avance de la revolución proletaria en Rusia, y por el otro, a la crisis económica denominada la “Gran Depresión” (1929), ha sido cuestionada por su tendencia a la oligarquización (la mayoría de representantes terminan cooptados por el Gran Capital) y se produce una enorme desconexión entre los representantes y los ciudadanos.
Resumiendo, sobre las principales diferencias entre esas dos formas de democracia se puede afirmar que, la democracia directa implica la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones, mientras que la democracia representativa se basa en la elección de representantes. En la democracia directa, no hay representantes intermedios, mientras que, en la democracia representativa, los representantes son elegidos para tomar decisiones en nombre de los ciudadanos, y son ellos los que controlan el aparato del Estado (burocracia y ejército). Además, la democracia directa busca frenar el poder de los poderes económicos (oligarquías) y dar voz a los ciudadanos, mientras que la democracia representativa busca proteger los derechos individuales y promover la libertad y la igualdad, creando una narrativa en donde supuestamente los ciudadanos son iguales ante la ley (lo cual es solo una falacia que, a su vez, genera el “fetichismo de la Ley”.
Es importante aclarar que la democracia directa puede ser más legítima en términos de participación ciudadana, pero puede ser más difícil de implementar en sociedades grandes y complejas, especialmente porque los “poderes fácticos” no están interesados en promoverla usando métodos adecuados que se correspondan con los avances científicos y tecnológicos actuales. Igualmente, la democracia representativa puede ser más eficiente en términos de toma de decisiones, pero puede llevar a la desconexión entre los representantes y los ciudadanos.
Formas de democracia alternativas
A lo largo de la historia, han existido diversas formas de democracia que han buscado profundizar la participación ciudadana y mejorar la representación. Algunas de estas formas son la democracia deliberativa, la participativa, la ilustrada (o consejos de ancianos o sabios), la plebiscitaria, y la digital. La democracia deliberativa se centra en la deliberación y el debate ciudadano informado para tomar decisiones colectivas. Un ejemplo es el modelo de jurados ciudadanos, donde un grupo representativo de ciudadanos se reúne para discutir y decidir sobre cuestiones públicas. La democracia participativa implica la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones, a menudo a través de mecanismos como presupuestos participativos o consultas ciudadanas. La democracia ilustrada se basa en la idea de que los ciudadanos deben estar bien informados y educados para tomar decisiones efectivas, pero que en muchas ocasiones se requiere la intervención calificada de gentes expertas y experimentadas. En ella se pueden incluir la denominada “democracia de ancianos” que, en algunas culturas, como la iroquesa, los sabios ancianos jugaban un papel importante en la toma de decisiones colectivas, aportando su experiencia y sabiduría (en el pueblo nasa y misak, Cauca, Colombia, se les llama consejos de “taitas” y “mamas”). La democracia plebiscitaria implica la participación directa de los ciudadanos en la toma de decisiones a través de votaciones y referendos. La democracia digital aprovecha las tecnologías digitales para mejorar la participación ciudadana y la transparencia en la toma de decisiones.
Los pueblos indígenas, como los iroqueses o Alianza de los 5 pueblos –al igual que lo hicieron muchos otros pueblos de América– desarrollaron formas de democracia que han sido influyentes en la historia de la democracia moderna. La Confederación Iroquesa, por ejemplo, es un sistema de gobierno que se basa en la participación de los miembros de la confederación y la toma de decisiones colectiva. Algunos de los padres fundadores de los Estados Unidos, como Benjamín Franklin y Thomas Jefferson, estuvieron influenciados por este sistema y lo tomaron como modelo para la creación de la república estadounidense.
La Consulta Popular como oportunidad para transformar la democracia
En el caso de Colombia, durante la segunda mitad del siglo XX, al calor de la lucha por la tenencia de la tierra por parte de campesinos y colonos, y la recuperación del territorio ancestral por parte de los pueblos indígenas, se desarrollaron múltiples formas de organización social que tenían características de democracia directa y que eran una verdadera materia prima para desarrollar formas de democracia alternativa a la democracia representativa liberal.
Se puede afirmar que la oligarquía liberal conservadora que había dominado la vida política del país desde el siglo XIX, observaba con preocupación cómo, las comunidades rurales y de los barrios populares de grandes ciudades, creaban diversas formas de organización que eran un verdadero y efectivo poder “desde abajo”. Surgieron en esa época, la Asociación Nacional de Usuarios Campesinos ANUC, el Consejo Regional Indígena del Cauca CRIC, la Organización Nacional Indígena de Colombia ONIC y diversas coordinaciones regionales de movimientos cívicos. Igualmente, se fortaleció la Federación Colombiana de Educadores FECODE y surgió la Central Unitaria de Trabajadores CUT.
Sin embargo, entre la dirigencia popular más avanzada de nuestro país no existía plena consciencia de esa situación y de su potencialidad transformadora. La dirigencia vinculada a la insurgencia y otros pequeños partidos obreros y/o campesinos, tenían en mente la “toma del poder” mediante el derrocamiento de las clases dominantes al estilo de lo ocurrido en Cuba, y, por lo general, despreciaban cualquier ejercicio que implicara la participación en la “democracia burguesa”.
Esa dirigencia no estaba al tanto de los debates que surgieron dentro de la Unión Soviética sobre la forma en que las expresiones de democracia directa que surgieron durante las revoluciones de 1905 y febrero de 1917, o sea, los “soviets” (comités de obreros, campesinos y soldados) fueron absorbidos, cooptados y destruidos por el Estado burocrático soviético que, en pocos años, cerró cualquier forma democrática de participación popular en los asuntos de esa gran nación compuesta por múltiples nacionalidades. Esa situación se justificó, principalmente, por la existencia del bloqueo económico y político que implementaron las potencias imperialistas contra el joven Estado proletario y el pueblo ruso, pero, a pesar de los esfuerzos de Lenin para impedir el proceso de burocratización que alcanzó a percibir antes de su muerte, la dinámica de los hechos llevaron a que la URSS reconstruyera en gran medida, el Estado zarista que pretendían derrotar y superar, ahora con la ideología y los estandartes comunistas, pero con las mismas formas autocráticas y autoritarias de “un Estado que se colocaba por encima del pueblo”.
Así, en Colombia es la oligarquía la que es consciente del peligro de que esas formas de democracia directa que habían surgido desde los años 60s del siglo XX, pudieran convertirse en un poder paralelo que les disputara “desde abajo” su hegemonía política. Así, en el marco de la política neoliberal y aprovechando el ambiente de “apertura democrática” que estaba en el ambiente por efecto de los procesos de paz con el M19 y otras pequeñas guerrillas (GAQL, EPL, PRT), se utiliza la Asamblea Nacional Constituyente y la Constitución Política de Colombia para canalizar todas esas expresiones organizativas de democracia directa hacia la democracia representativa liberal.
Claro, entre la dirigencia más preparada y experimentada que participó en la redacción de la Constitución Política de 1991, se intentó generar –desde la norma– condiciones para ampliar y fortalecer la “democracia participativa” como quedó plasmado en los artículos 40, 103 y 104, que más adelante se reglamentaron con las Leyes 134 de 1994 y 1757 de 2015.
La necesidad de transformación
En la actualidad, es fundamental reconocer la crisis de la democracia representativa y buscar formas de transformarla. Las «otras democracias» que han existido a lo largo de la historia ofrecen una rica variedad de modelos y enfoques que pueden ser adaptados y aplicados en contextos contemporáneos. La democracia deliberativa, participativa, ilustrada, de ancianos sabios, plebiscitaria y digital pueden ser herramientas valiosas para revitalizar la participación ciudadana y mejorar la representación.
En suma, la crisis de la democracia representativa es un llamado a la reflexión y la acción. Es hora de explorar y experimentar con formas alternativas de democracia que puedan profundizar la participación ciudadana y mejorar la representación. Las «otras democracias» que han existido a lo largo de la historia ofrecen una rica fuente de inspiración y modelos que pueden ser adaptados y aplicados en contextos contemporáneos. Al reconocer y valorar estas formas de democracia, podemos trabajar hacia una transformación de la democracia que sea más inclusiva, participativa y efectiva como esta ocurriendo con la Convocatoria de la Consulta popular.