Situación militar
Al Oeste
Los combates eran muy violentos, los versalleses se concentraron sobre Asnières y habían llegado al puente de Asnières, donde instalaron una barricada; su artillería en Courbevoie bombardeó Levallois con proyectiles y metralla. En Neuilly la lucha continuaba de casa en casa, como en días anteriores. Continuaba el bombardeo de los versalleses sobre las Ternes, la puerta Maillot, Passy, Auteuil, el Trocadero.
Al Sur
No hubo combates importantes.
Cluseret estaba preocupado por el excesivo consumo de proyectiles en los fuertes, quemando pólvora inútilmente y gastando para nada el dinero del pueblo. El delegado de la guerra avisó a los guardias nacionales y al comandante del fuerte que en el futuro ya no se atenderían las demandas de munición más allá del número de tiros asignados a cada fuerte para la defensa.
Debate en el Comité central de la Guardia Nacional sobre la estrategia militar
El debate se hizo público en la Comisión de infantería de la Guardia Nacional, a iniciativa de Louis Lacord.
Louis Lacord, un cocinero de 33 años, fue mandatado el 1 de marzo por el consejo federal de la Internacional, junto a otros tres militantes, para asistir a las reuniones de la comisión ejecutiva provisional de la Guardia Nacional, aunque no fuera miembro de la misma.
Pese a no ser elegido el 13 de marzo para el Comité central de la Guardia Nacional, seguía formando parte de la comisión de infantería, donde jugó un papel muy activo, peleando con Cluseret, “que deja demasiado de lado al Comité central de la Guardia nacional y no refuerza lo suficiente el sistema de barricadas en Neuilly”, con Rossel, del que la Guardia nacional no pudo obtener nada y con la composición del tribunal militar, cuyas actas quería controlar.
Declaró: “la Comuna flojea. Debemos complementarnos para influir en ella y salvar la situación. Como poder que controla, no debemos quedarnos limitados a una única función. El Comité central no debe estar a disposición del delegado de la guerra, que debería ir por el contrario de la mano del Comité central”.
La Comisión ejecutiva conmutó la pena de muerte decidida la víspera por el Tribunal militar
Hay que recordar que el tribunal militar condenó a la pena de muerte a Jean-Nicolas Girot, jefe del 74 batallón, culpable de haberse negado a avanzar contra el enemigo.
La comisión ejecutiva, tomando en consideración los antecedentes democráticos del ciudadano Girot, conmutó su pena. El condenado Girot sufriría degradación cívica y militar, y permanecería preso mientras durase la guerra.
Ratificación de los resultados electoral del 16 de abril
La ley de 1848 disponía que para ser elegido había que haber conseguido el voto de una octava parte de los inscritos. La comisión propuso una nueva regla: que fueran elegidos aquellos candidatos que hubiesen conseguido la mayoría absoluta de sufragios emitidos. En tres distritos (3, 8 y 13), no hubo elegidos. En los otros once, hubo 53.679 votantes, mientras que el pasado marzo hubo unos 119.000.
La discusión fue muy viva, había partidarios de la estricta legalidad, pero para la mayoría de la Comuna la abstención de unos no podía anular los sufragios de otros, sobre todo cuando en tres de los distritos más abnegados, sobre todo el 13, con los mejores en el frente de combate, no habían dado ningún resultado, y cuando la Comuna ya había validado a los elegidos por mayoría absoluta en el sufragio del 26 de marzo.
Comuna de París
Elecciones del 16 de abril de 1871
La Comisión nombrada para la validación de las elecciones del 16 de abril presenta el siguiente informe:
Considerando que en algunos distritos gran número de electores huidos se han sustraído a su deber de ciudadanos y de soldados, y que en las graves circunstancias que atravesamos no deberíamos tener en cuenta para la validez de las elecciones el número de electores inscritos;
Declaramos que es deber de la Comuna validar todos los electos que hayan obtenido la mayoría absoluta respecto al número de votantes;
Primer distrito: 4 consejeros a elegir, 3.271 votantes, cuya mitad más uno es de 1.636.
Son elegidos los siguientes ciudadanos: Vésinier (2.626), Cluseret (1.968), Pillot (1.748), Andrieu (1.736)
Segundo distrito: 4 consejeros a elegir, 3.601 votantes, cuya mitad más uno es de 1.801.
Son elegidos los siguientes ciudadanos: Pothier (3.352), Serrailler (3.141), Durand (2.874), Johannard (2.804)
Tercer distrito: Sin elegidos
Sexto distrito: 3 consejeros a elegir, 3.469 votantes, cuya mitad más uno es de 1.735.
Son elegidos los siguientes ciudadanos: Courbet (2.418), Rogeard (2.292)
Séptimo distrito: 1 consejero a elegir, 1.939 votantes, cuya mitad más uno es de 970.
Es elegido: Sicard (1.699)
Octavo distrito: Sin elegidos
Noveno distrito: 5 consejeros a elegir, 3.176 votantes, cuya mitad más uno es de 1.589.
Es elegido: Briosne (2.456)
Duodécimo distrito: 2 consejeros a elegir, 5.423 votantes, cuya mitad más uno es de 2.762.
Son elegidos los siguientes ciudadanos: Philippe (3.483), Lonclas (2.810)
Décimo tercer distrito: Sin elegidos
Décimo sexto distrito: 2 consejeros a elegir, 1.590 votantes, cuya mitad más uno es de 796
Es elegido: Longuet (1.058)
Décimo séptimo distrito: 2 consejeros a elegir, 4.848 votantes, cuya mitad más uno es de 2.425.
Es elegido: Dupont (3.352)
Décimo octavo distrito: 2 consejeros a elegir, 10.068 votantes, cuya mitad más uno es de 5.035.
Son elegidos los siguientes ciudadanos:
Cluseret (8.480), Arnold (5.402)
Décimo noveno distrito: 1 consejero a elegir, 7.090 votantes, cuya mitad más uno es de 3.546.
Es elegido: Menotti Garibaldi (6.076)
Vigésimo distrito: 2 consejeros a elegir, 9.204 votantes, cuya mitad más uno es de 4.603.
Son elegidos los siguientes ciudadanos: Viard (6.968), Trinquet (6.771)
Las conclusiones del informe son adoptadas por la Comuna por mayoría de votos: 26 a favor, 13 en contra.
Han votado a favor los ciudadanos: J. Allix, Amouroux, Ant. Arnaud, Babick, Billioray, Blanchet, Champy, E. Clément, Delescluze, Demay, Dereure, Frankel, Gambon, Paschal Grousset, Jourde, Ledroit, Martelet, Malon, Melliet, Protot, Ranvier, Régère, Raoul Rigault, Urbain, Vaillant, Varlin.
Han votado en contra los ciudadanos: Arthur Arnould, Avrial, Beslay, Clémence, V. Clément, Geresme, Langevin, Lefrançais, Miot, Rastoul, Vallès, Verdure, Vermorel.
Los secretarios de la sesión, Ant. Arnoud, Amouroux
Testimonio.
Paschal Grousset, 27 años, periodista
En realidad, no hay ley electoral, por el hecho de admitir miembros que no han obtenido el octavo [de inscritos].
La comisión no propone aceptar a los ciudadanos que han obtenido mayoría relativa, propone simplemente admitir a los ciudadanos que han obtenido mayoría absoluta de votantes.
No tenéis la base de evaluación de la población, no tenéis ley electoral. La única cosa justa y seria es contar con la sabiduría popular, que ha votado como ha querido, y admitir a todos los que han tenido la mayoría absoluta de sufragios emitidos.
Gustave Lefrançais, 45 años, maestro y contable
La Comuna no ha comprendido que se puede ser a la vez legal y revolucionario.
La Comuna tenía todo el derecho a advertir a los electores convocados que, vista la urgencia y el sistema de obstrucción practicado en algunos distritos entregados casi por completo a la reacción, el escrutinio sería válido fuera cual fuera el número de votantes.
Sabiendo entonces a qué atenerse, electores y candidatos habrían actuado en consecuencia y nadie tendría derecho a reclamar.
Pero puesto que no se hizo así y se pretendía mantenerse en la legalidad, hacía falta no separarse de ella y no correr el riesgo de ser acusados de deslealtad.
Ahora bien, y al margen de lo que puedan decir gentes malignas o astutas, la lealtad en todas las circunstancias será siempre la principal fuerza de los revolucionarios.
Doce candidatos obtuvieron más de un octavo de los posibles votos, y otros veinte nuevos miembros fueron ratificados gracias a esta decisión. Cluseret fue elegido en dos distritos, el 1 y el 18. Teniendo en cuenta la diferencia de número de electores según distritos, alguien podía ser elegido por menos de 1.100 votos en un distrito, mientras que en el otro con 2.500 votos no resultaría elegido. Cuatro eran periodistas, seis obreros. Siete eran miembros de la Internacional, Cluseret, Pottier, Johannard, Séraillier (enviado de Londres), Durand, Longuet y Andrieu (Pillot también reivindicaba serlo), uno era blanquista, Trinquet.
Los conciliadores relanzan su actividad
La Liga de unión republicana de los Derechos de París organizó una reunión pública en una sala de las galerías Jouffroy, anunciada con carteles rosas. La víspera recibió a una delegación del consejo municipal de Lyon que justo antes se había reunido con Thiers. Había nombrado una comisión de siete miembros encargada de relacionarse con las cámaras sindicales de comerciantes y de obreros de París, con el objetivo de intentar encontrar un programa de conciliación sobre las siguientes bases: mantenimiento de la República, autonomía comunal de París, autonomía de la Guardia Nacional.
Por su parte, los masones parisinos, tras su infructuosa gestión en Versalles, se reunieron también en su local de la calle Cadet y nombraron una comisión encargada de entenderse con las delegaciones de las cámaras sindicales, de la Unión del Comercio y la Liga republicana por los Derechos de París, buscando una conciliación basada en la total franquicia comunal, y que en caso de que su voz no fuera escuchada harían llamamiento a las logias hermanas de provincia.
Declaración al pueblo francés
En su segunda sesión del día 18 por la noche, comenzada a las diez (y terminada a las dos menos veinte), la Comuna adoptó por unanimidad menos un voto un texto muy importante: el programa de la Comuna, que se fijó en carteles en los muros de París e imprimió en 100.000 ejemplares para ser difundido en la provincia.
El ciudadano Vallès dio lectura, por segunda vez, a este programa presentado por la Comisión. Según Prosper Olivier Lissagaray, aunque es Vallès quien la presenta, está escrita por varias manos, Delescluze habría aportado algunos párrafos, la parte técnica sería obra del periodista proudhoniano Pierre Denis.
Los ciudadanos Rigault y Lefrançais rechazaron incluir en el programa la palabra comunismo cesarista, y la frase incriminada, tras algunas observaciones del ciudadano Fraenckel, fue retirada por Vallès en nombre de la Comisión. Tras algunas observaciones de los ciudadanos Jourde, Victor Clément, Varlin y Billioray, la discusión se dio por terminada.
París, 19 de abril de 1871
Declaración al pueblo francés
Ante el doloroso conflicto que impone una vez más a París los horrores del asedio y del bombardeo, derramando sangre francesa, haciendo perecer a nuestros hermanos, nuestras mujeres, nuestros niños, aplastados bajo los obuses y la metralla, es necesario que la opinión pública no esté dividida, y que no se enturbie la conciencia nacional.
Es necesario que París y todo el país sepan cuál es la naturaleza, la razón, el objetivo de la Revolución llevada a cabo; es necesario también que la responsabilidad de los duelos, de los sufrimientos y desgracias de que somos víctimas, recaiga sobre quienes, tras haber traicionado a Francia y entregado París al extranjero, continúan con ciega y cruel obstinación la ruina de la Capital, con el fin de enterrar en el desastre de la República y de la Libertad el doble testimonio de su traición y de su crimen.
La Comuna tiene el deber de afirmar y determinar las aspiraciones y deseos de la población de París; de precisar el carácter del movimiento del 18 de marzo, incomprendido, desconocido y calumniado por los hombres políticos que están en Versalles.
También esta vez, París trabaja y sufre por toda Francia, y con sus combates y sus sacrificios prepara la regeneración intelectual, moral, administrativa y económica, la gloria y la prosperidad.
¿Qué exige?
El reconocimiento y la consolidación de la República, única forma de gobierno compatible con los derechos del pueblo, y el desarrollo regular y libre de la sociedad.
La autonomía absoluta de la Comuna extendida a todas las localidades de Francia, y asegurando a cada una de ellas la totalidad de sus derechos, y a todo francés, el pleno ejercicio de sus facultades y de sus aptitudes, como hombre, ciudadano y trabajador.
La autonomía de la Comuna no tendrá otros límites que el derecho de autonomía legal para todas las otras localidades adherentes al contrato, cuya asociación debe asegurar la Unidad francesa.
Los derechos inherentes a la Comuna son:
El voto del presupuesto comunal, ingresos y gastos; la fijación y el reparto de los impuestos; la dirección de los servicios locales; la organización de su magistratura, de la policía interior y de la enseñanza; la administración de los bienes pertenecientes a la Comuna.
La elección por votación o por concurso, con su responsabilidad, y el derecho permanente de control y de revocación de los magistrados o funcionarios municipales de todo tipo.
La garantía absoluta de la libertad individual, de la libertad de conciencia y la libertad de trabajo.
La intervención permanente de los ciudadanos en los asuntos comunales a través de la libre manifestación de sus ideas, la libre defensa de sus intereses: garantías dadas a estas manifestaciones por la Comuna, única encargada de velar y de asegurar el libre y justo ejercicio del derecho de reunión y de publicidad.
La organización y la defensa urbana y de la Guardia Nacional, que elige a sus jefes y es la única en velar por el mantenimiento del orden en la ciudad.
París no quiere nada más a título de garantías locales, a condición, desde luego, de encontrar en la gran administración central, delegación de las comunas federadas, la realización y la práctica de los mismos principios.
Pero valiéndose de su autonomía y aprovechando su libertad de acción, París se reserva el derecho a operar como lo entienda, en su territorio, las reformas administrativas y económicas que reclama su población; a crear instituciones adecuadas para desarrollar y propagar la instrucción, la producción, el comercio y el crédito; a universalizar el poder y la propiedad según las necesidades del momento, el deseo de los interesados y los datos proporcionados por la experiencia.
Nuestros enemigos se engañan, o engañan al País, cuando acusan a París de querer imponer su voluntad o su superioridad al resto de la nación, y de pretender una dictadura que sería un verdadero atentado contra la independencia y la soberanía de las otras comunas.
Se engañan o engañan al País cuando acusan a París de perseguir la destrucción de la Unidad francesa, constituida por la Revolución, aclamada por nuestros padres, que acudieron a la fiesta de la Federación desde todos los puntos de la vieja Francia.
La Unidad, tal como nos ha sido impuesta hasta ahora por el imperio, la monarquía o el parlamentarismo, no es más que la centralización despótica, ininteligente, arbitraria y onerosa. La unidad política, tal como la quiere París, es la asociación voluntaria de todas las iniciativas locales, el concurso espontáneo y libre de todas las energías individuales con vistas a un objetivo común, el bienestar, la libertad y la seguridad de todos.
La Revolución comunal, comenzada con la iniciativa popular del 18 de marzo, inaugura una era nueva de política experimental, positiva, científica.
Es el fin del viejo mundo gubernamental y clerical, del militarismo, del funcionarismo, de la explotación, de la especulación, de los monopolios, de los privilegios, a los que el proletariado debe su servidumbre, y la patria sus desgracias y sus desastres.
¡Que esta querida y gran patria, engañada por las mentiras y las calumnias, esté tranquila!
La lucha emprendida entre París y los versalleses es de esas luchas que no pueden terminar con compromisos ilusorios: la solución no puede ser equívoca. La victoria, pretendida con indomable energía por la Guardia Nacional, corresponderá a la idea y al derecho.
¡Apelamos a Francia!
¡Sabiendo que París en armas posee tanta calma y bravura; que apoya el orden con tanta energía como entusiasmo; que se sacrifica con tanta razón como heroísmo; que sólo se ha armado por desvelo a la libertad y la gloria de todos, que Francia haga cesar esta sangriento conflicto!
A Francia corresponde desarmar a Versalles con la manifestación solemne de su irresistible voluntad.
Llamada a beneficiarse de nuestras conquistas, que se declare solidaria de nuestros esfuerzos; que sea nuestra aliada en este combate que sólo puede acabar con el triunfo de la idea comunal o con la ruina de París.
En cuanto a nosotros, ciudadanos de París, tenemos la misión de llevar a cabo la revolución moderna, la más amplia y la más fecunda de todas las que han iluminado la historia.
¡Tenemos el deber de luchar y de vencer!
Paría, 19 de abril de 1871
La Comuna de París
Extractos de un artículo en La Commune
Es un error creer que la revolución de 1871 es puramente municipal. No ha surgido espontáneamente, de pies a cabeza, del accidente del 18 de marzo, no tiene como objeto exclusivo la reivindicación de las franquicias de una ciudad.
Esta revolución es el advenimiento de las ideas elaboradas desde hace cuarenta años por la polémica de los partidos, y su programa consiste en las ideas que ya están aceptadas por la opinión pública.
¿Por qué la revolución se presenta hoy bajo una forma exclusivamente municipal?
Porque en medio de las complicaciones de la guerra extranjera, no ha salido todavía del recinto de París.
Si el gobierno provisional, encargado el 4 de setiembre de la misión especial de expulsar al extranjero de nuestro territorio, hubiera defendido a París contra los prusianos, nadie habría pensado evocar los recuerdos de la antigua Comuna de París y en hacerla intervenir de nuevo para reemplazar al gobierno en la obra que no ha querido cumplir. (…)
Lo que está en cuestión no son sólo nuestras libertades municipales, son también nuestras libertades políticas y nuestras instituciones sociales.
En el fondo, se trata de saber si Francia mantendrá la República con sus consecuencias económicas, o si permitirá la restauración de una Monarquía bonapartista o borbónica con instituciones que derivan naturalmente como de una fuente fangosa y envenenada. (…)
En el fondo, la verdadera cuestión es saber si la constitución de Francia será hecha por la asamblea de los nuevos señores de pueblo o alguna otra asamblea más reaccionaria aún, o si por el contrario, será elegida una Asamblea Constituyente, bajo inspiración del espíritu parisino, por las poblaciones liberadas de la mentira y del fraude, de la ignorancia y el error.
Millière
En resumen
- Se pusieron a la venta los materiales que componían la columna de la plaza Vendôme. Se dividieron en cuatro lotes: dos lotes de materiales de construcción, dos lotes de metales. Serían adjudicados por lotes separados, por vía de licitaciones selladas dirigidas a la dirección de ingeniería, calle Saint-Domonique-Saint-Germain, 84.
- El orfanato de la Guardia nacional del nº 40 del bulevar Victor Hugo (antiguo Haussmann), publicó un llamamiento: “Ciudadanos que combatís por la causa más justa, ciudadanas que trabajáis en el vestuario de nuestros hermanos o que curáis a nuestro heridos, en estos momentos de miseria y de duelo no podéis dar a vuestros hijos todas las atenciones que necesita su edad. La República les abre sus brazos: les ofrece una cama, vestidos, alimento; les enseñará a ser honestos, trabajadores y bravos. El asilo está fundado bajo el patrocinio de la Comuna, de los ministros y alcaldes, de la intendencia militar que da su apoyo particular. El director, Raymond”.
- En Le Rappel: La alcaldía del distrito 8 eliminó ayer sus banderas con el Águila y la marca imperial. Desató los mástiles y las armas de la ciudad, descosió las franjas de oro y plata, y después quemó las telas de seda en medio del patio. El puesto de la alcaldía estaba en armas y durante el auto de fe el tambor batía en los Campos. Un capitán hizo una enérgica alocución republicana, tras la cual se colocó la bandera roja en el frontón de la alcaldía. Las águilas fueron destrozadas a martillazos para ser vendidas a peso de cobre.
Testimonio
Martial Senisse, 20 años, albañil limusino
Esta mañana, en el periódico La Montagne había un artículo de Gustave Maroteau que he copiado para enviarlo al tío. Quiero conservar aquí un pasaje:
“No habléis de Dios, el coco ya no nos asusta. Hace tiempo que es sólo un pretexto para el saqueo y el asesinato. En el nombre de Dios Guillaume se ha bebido un casco lleno de la más pura de nuestra sangre, los soldados del papa bombardean las Ternes.
Los perros no se van a contentar con mirar a los obispos, les muerden, las balas se aplastarán contra los escapularios, ni una voz se levantará para maldecirnos el día que se fusile al arzobispo Darboy. El señor Thiers tiene que saberlo, el señor Fabre, su mayordomo, no lo puede ignorar. Hemos tomado a Darboy como rehén, y morirá si no nos dan a Blanqui. La Comuna lo ha prometido, y si dudase el pueblo se haría cargo por sí mismo del juramento”.
Los precios en París no dejaban de aumentar. La mañana del día 19, en la calle Mouffetard, Élise pagó 3 francos el kilo de tocino y 3,40 la carne.
En la puerta Maillot, niños de 16 y 14 años hacen de servidores en las baterías federadas.
A debate. ¡Por fin, el programa de la Comuna!
Aunque este programa llegaba un poco tarde, su publicación fue una buena cosa para intentar atraer la provincia al movimiento parisino. Si hubiese podido aparecer al día siguiente de la instalación de la Comuna, habría tenido más tiempo para agregar fuerzas al combate iniciado.
Este programa era nítido, claro, simple, y afirmaba más que nunca, contra las doctrinas jacobinas, el principio revolucionario federalista que superaba con mucho el de la corriente proudhoniana, ya que lograba interesar a todos los revolucionarios, incluidos los blanquistas, tanto en París como en los departamentos.
El manifiesto reconocía en la Revolución del 18 de marzo mucho más que un carácter de revolución municipal o local. Intentaba extender las reivindicaciones parisinas a todas las partes del país, queriéndose respetuoso a la vez con los derechos de la provincia.
Dado el papel central de París, de la centralización francesa, toda revolución hecha por París, se quiera o no, suponía de hecho una modificación en el régimen de todo el país.
Como esto no podía dejar de producirse, el movimiento iniciado tomaba cada día un carácter más general, menos particular, y se percibía claramente que la meta a la que tendía estaba en flagrante contradicción con el conjunto del régimen político hasta ahora existente.
Tenía difícil correspondencia con el federalismo provincial, que muchas veces no era más que un rechazo de la tutela parisina, sin plantearse los problemas tan lejos como París, donde en ese momento existía un gobierno con una asamblea, un Ejército, un Diario Oficial, que trataba con Versalles de poder a poder. El federalismo provincial era un movimiento menos radical, más complejo, que podía acomodarse incluso con sectores burgueses que deseaban una mayor autonomía para su comercio, como los comerciantes lyoneses para el comercio de sedas, o los marselleses para el tráfico de granos.
El éxito del movimiento parisino supondría una modificación profunda del estado político y social del país. Y la declaración era consciente de ello, cuando reivindicaba para todos “el pleno ejercicio de sus facultades y de sus aptitudes, como hombre, ciudadano y trabajador”, la posibilidad de “reformas administrativas y económicas que reclama la población”, la creación de instituciones “adecuadas para desarrollar y propagar la instrucción, el comercio y el crédito”, y, por último, la posibilidad de “universalizar el poder y la propiedad según las necesidades del momento”.
Ahí estaban planteados los gérmenes de una revolución social, la revolución moderna, la más amplia y fecunda de cuantas habían iluminado la historia: “la Unidad política, tal como la quiere París, es la asociación voluntaria de todas las iniciativas locales, el concurso espontáneo y libre de todas las energías individuales con vistas a un objetivo común, el bienestar, la libertad y la seguridad de todos”.
La declaración hacía un llamamiento a Francia, llamada a beneficiarse de las conquistas parisinas, para desarmar a Versalles, para la victoria de los parisinos, porque “la lucha emprendida entre París y los versalleses es de las que no pueden terminar con compromisos ilusorios”.
Los términos de esta declaración planteaban bien los retos, lo que faltaba era encontrar las fuerzas sociales y políticas para lograrlo.
Una de las dificultades en la propagación de este programa de la Comuna de París a las ciudades y al campo fue encontrar a quienes lo hicieran eficazmente. Había delegados enviados, pero no eran demasiado eficaces, con instrucciones muy limitadas para hacer todo lo que podría alcanzarse con estos viajes, ya que era muy difícil, por no decir imposible, para los militantes parisinos juzgar el verdadero estado de los lugares a los que llegaban en medio de esta avalancha de acontecimientos que se precipitaban unos sobre otros.
Había urgencia en encontrar más que una acogida positiva, un compromiso para actuar juntos.
Traducción: viento sur
vientosur.info/la-comuna-dia-a-dia-19-de-abril-de-1871/