La Cataluña independentista es real: una crítica a la respuesta de Alberto Garzón a Pau Llonch
Por Carles Muntaner
Sobre la cuestión de las citas marxistas, la respuesta a la cita de Lenin creo que merecía ser tomada en serio. Curiosamente, un líder político que se declara comunista e influenciado por Lenin, AG, ignoró el contenido de la cita que se puede relacionar con el momento histórico actual en España, es decir: «El error de la izquierda centralista reside en el hecho de que por miedo de hacer el juego al nacionalismo burgués de las naciones oprimidas, han beneficiado no sólo el nacionalismo burgués, sino también el nacionalismo ultrarreaccionario de la nación opresora». En lugar de comentar esta interesante hipótesis de Lenin respecto a nuestra realidad, Garzón atacó a PLl de una manera demasiado fácil y poco elegante, una práctica muy corriente sobre todo entre los académicos de derechas. Es casi inevitable que, cuando los marxistas citan alguno de sus clásicos favoritos, les lluevan acusaciones de dogmatismo o de pensamiento religioso. En cambio, cuando la derecha cita a Adam Smith nadie les acusa de lo mismo. ¿Por qué debería hacerlo Garzón? De hecho, la suya es una estrategia muy hábil porque le permite evitar la refutación de la hipótesis de Lenin. Y aquí habría tenido un problema…
Por otra parte, AG está de acuerdo con Lenin cuando dice que el marxismo es el «análisis concreto de la realidad concreta». Aquí también es difícil estar de acuerdo con Garzón, ya que esta postura epistemológica presupone la imposibilidad de la generalización, dado que todos los acontecimientos históricos serían concretos, es decir, únicos, y porque, sin generalización, no hay ciencia.
Para AG, las naciones son construcciones sociales, citando el popular libro de Benedict Anderson «comunidades imaginadas». Tal como señalalamos con Paco FB, hay todo tipo de marxismos, incluidos los idealistas, así como el marxismo posmoderno (Buey y Muntaner, 1994). Por ello, no es sorprendente encontrar también un marxismo constructivista, caracterizado por una ontología opuesta al materialismo. El constructivismo, pues, afirma que las sociedades y, entre ellas, las naciones, son imaginaciones de alguna comunidad y no acepta generalizaciones entre sociedades, es decir, transculturales. Vemos, pues, una coherencia en el pensamiento de Garzón. Como en el caso del «análisis concreto de la realidad concreta», de acuerdo con el constructivismo, también rechaza la generalización y, como consecuencia, la ciencia.
En cuanto a las naciones, es un concepto debatido y, a lo largo de su historia, se ha definido en términos culturales, políticos, económicos, históricos y geográficos o, más bien, con una combinación de algunos de estos (Hroch , 2015). El constructo de nación es todavía debatido, aunque la mayoría de las ciencias sociales consideran que las relaciones culturales (p. ej., el hecho de tener una misma identidad nacional) tienen un fundamento tan material como las relaciones políticas o económicas (Sassen , 2008).
La cita de Manolo Sacristán en el apartado sobre autodeterminación como «principio básico para los marxistas» («ningún problema nacional tiene solución si no parte de una situación de autodeterminación») es, en mi opinión, bastante acertada. Sin embargo, parece que la AR no se da cuenta que la autodeterminación no es algo que el Estado español ni, incluso, el pueblo español, «reconozca», sino que nos la damos a los catalanes a nosotros mismos. Así pues, cuando AG dice que la mejor solución al conflicto es el «reconocimiento del derecho a la autodeterminación [mediante] un diálogo entre pueblos», veo una actitud colonial. Para él, una condición «sine qua non» para el derecho de autodeterminación de los catalanes es que el pueblo español la acepte.
Más allá, AG especula sobre las causas del crecimiento del independentismo en Cataluña, incluida la conocida razón de la falta de solidaridad con regiones de España menos ricas durante una época de crisis. ¿Hay que desprestigiar a estas personas (el pueblo catalán) llamándolas «populistas» y víctimas de la manipulación de la derecha catalana? ¿Aunque fuera así, y lo dudo, porque Garzón no aporta el más mínimo dato, sería ésta una razón para impedir un referéndum de autodeterminación?
Para Garzón, es la burguesía catalana la que influencia a la CUP, y no al revés. Así, pues, interpreta el famoso empate en Sabadell, antes de que la CUP enviara a Mas a la papelera de la historia (Salellas dixit), como prueba de la influencia de la derecha sobre la CUP. La mitad de los cupaires serían cercanos al PdCAT y dejarían de lado la lucha de clase. Aunque tampoco tenemos encuestas sobre las motivaciones de los participantes, la discusión no fue tal como la usan Garzón, Unidos Podemos o los comunes. Tanto los favorables de continuar con Mas como los que se oponían sabían que el próximo presidente sería de derechas y que sus presupuestos también lo serían. La cuestión capital era si Mas (un hombre ligado a Pujol, al 3%, al régimen del 78 y al franquismo) podía ser un líder confiable para «llevarnos» hacia la independencia. También era evidente que un neoliberal tan crudo como Mas era inadmisible para muchos, por una cuestión de lucha de clases. Una vez más, la llamada nueva izquierda persiste en presentar el relato de una CUP anticapitalista de izquierdas («la buena») y una CUP independentista de derechas («la mala»). Este relato equivocado niega la visión de la CUP en la que los dos objetivos de trascender el capitalismo y de soberanía nacional son objetivos que debemos alcanzar a la vez (Benítez Romero et al., 2017) y perpetúa la idea entre la población según la cual no hay independentistas de izquierdas, una estrategia necesaria para aumentar su electorado. No sé si los años en que los líderes de Unidos Podemos tenían buenas relaciones con los bolivarianos (ahora los rehúyen como de la peste bubónica) se detuvieron a buscar quién era en Bolívar…
La llamada final de Garzón al internacionalismo proletario no tiene más sentido, para mí, que, de alguna manera, aleccionar a PLl y, por extensión, todos los cupaires adiestrados por la burguesía catalana. Todo ello, aderezado con algunas frases que se escapan de mi entendimiento, tales como «que expresan el universal de una situación específica» (quien entienda este disparate que me lo diga). Me gustaría pedirle a Garzón a qué estado apoya esta mítica burguesía catalana de los Unidos Podemos y los Comunes: tanto las recientes afirmaciones de Fomento del Trabajo como la memoria de los golpes de estado de 1936 y de 1923 nos indican claramente que al Estado español. También le preguntaría qué clase de deformación monstruosa del internacionalismo proletario puede llevarlo a legitimar, con su posición política de negar el referéndum, la actuación de los guardias civiles que persiguen gente por el hecho de intentar ejercer el derecho de autodeterminación. En todo caso, ya lo comentaré con Fainé la próxima vez que cenemos juntos…
REFERENCIAS
Buey, Francisco Fernández y Muntaner, Carles. «Marxismo against the current: weighing the decade of the eighties», Science & Society, 58, núm. 4 (1994): 471-481.
Hroch, Miroslav. European Nations. Londres: Verso, 2015.
Sassen, Saskia. Territory-Authority-Rights. Princeton: Princeton University Press, 2008.
Benítez Romero, Isabel et al. Sobiranías: una propuesta contra el capitalismo. Barcelona: Espacio Fábrica, 2017.
Fuente:
Traducción:Roger Tallaferro