La ascensión de Felipe VI y la humillante derrota de España en Brasil´14
Corona-Elefante (III)
“No hay por qué tener envidia a los príncipes y señores porque la sangre se hereda, mientras que la virtud se conquista, por eso ésta vale más que lo otro”. Consejo de Don Quijote a Sancho Panza
Seguimos con el diario “Conversaciones en el Café Columbus”
Cartagena, 13 de junio del 2014, temperatura 29º, cielo azul, brisa marina
¿No habrá hecho coincidir el Rey Emérito el tema de la abdicación con las vísperas del mundial de fútbol de Brasil´14 creyendo que las mentes del pueblo están abducidas por La Roja? Me acuerdo de un reciente artículo de El País que en los últimos párrafos habla de la necesidad urgente de aforar al monarca para evitar, p.ej. que varias mujeres (cuyas pretensiones fueron rechazadas anteriormente) presenten demandas de paternidad contra Juan Carlos I. Como está el gallinero, explotaría la olla si salieran de repente cinco o seis principitos de sangre real de nacionalidad española o global.
16 de junio, temperatura 25º, nubes y claros, viento, brisa marina
¡Ay, qué paliza nos metieron los holandeses el viernes! En el primer tiempo España jugó bien, pero pocos minutos antes del descanso llegó la fatalidad: Van Persie da un salto a lo spiderman, golpea fenomenalmente de cabeza a tres metros del suelo y el balón se estrella contra la red de Casillas, que aún no sabe el calvario que le espera. En el segundo tiempo a los españoles les entra la pájara. En vez de acordarse del Cid Campeador y vencer tras recibir una lanzada, se entregan como Boabdil, el último rey de granada: “Si no has sabido defender tu reino como un hombre, llora como una mujer”, le dijo su madre, la sultana machista Aixa Bint, según me contaron en la escuela.
El sábado ignoro las críticas de los medios españoles. Con lo que se dijo en directo, poco después del 5-1, se clavó la tapa del ataúd. Repaso la prensa internacional y leo un lacerante artículo del diario británico “The Guardian”, dice así: Los holandeses les hicieron lo que los españoles llaman “echar una manita”: un gol por cada dedo de la mano. Las redes sociales descargan su sorna. Me quedo con esta perla cultivada: ¡Ay, cómo empieza el reinado de Felipe, V-I!
19 de junio, temperatura 25º, nublado, ¿tormenta pasajera?, brisa marina
La Roja se despidió del mundial con una humillante derrota ante una crecida selección chilena. Nos marcaron 2–0 y nos mandaron a casa con el rabo entre las piernas y las orejas gachas.
La debacle coincidió con el relevo hoy de la corona en España. El diario francés “L`equipe” destaca en sus titulares: La corona a tierra. Su fracaso fue casi tan espectacular como su gloria. “Le Parisien” se expresa en términos parecidos: El fin del reinado español.
Felipe V-I está jurando el cargo ante las Cortes Generales y, visiblemente atravesado por la intrigante mirada del vizconde Rajoy, dice: “Juntos, los Reyes Juan Carlos y Sofía, se han entregado a España. Espero que podamos seguir contando muchos años con su apoyo, su experiencia y su cariño” (…) (al final el monarca se despidió en castellano y otras lenguas raras como el gallego, catalán y euskera).
No hay lugar para el consuelo. Ni siquiera la ceremonia de sucesión dinástica medieval que tuvo lugar en Madrid levanta el ánimo de los españoles que acuden en masa a las farmacias a comprar antidepresivos.
En el Café Columbus me dirijo a Ángel y, tras pedirle un café sólo, le digo:
–Ya tenemos rey ¿Qué te parece?
Ángel me escruta de soslayo, me echa una irónica mirada y contesta:
–A mí me da igual que haya monarquía, república o que nos gobierne el Papa. Lo que quiero es comer.
Sonrío ante su espontánea franqueza y estudio a Félix Sánchez (gran aficionado al deporte rey en general, y al Fútbol Club Cartagena, en particular) que parece muy afectado y sin ganas de hablar tras la inhumana derrota de España en Brasil´14.
En la televisión han apagado el sonido a modo de luto por la renuncia del rey Emérito. En silencio prosigue la ceremonia medieval. Transmiten el momento en el que Felipe V-I y Letizia reciben en el Palacio de Oriente a una fila interminable de dos mil invitados. Unos les dan la mano, otros inclinan la cabeza, otros realizan genuflexiones y los menos hacen un imperceptible movimiento de sumisión para cumplir con el protocolo. La plebe (los “footman” en inglés) se ha quedado en la calle con el corazón atacado después de ver pasar de lejos a quienes serán sus reyes. Su músculo cardíaco está partido, dividido entre la caída del Elefante y la paliza (gigante) que recibieron nuestros héroes en Brasil, país rico en bosques tropicales y enlaces de paraísos fiscales.
Una joven chica de la Heladería Sofía, regentada por Carmen Vega (Mari), la carismática mujer del dueño del Columbus, echa una ojeada a la pantalla de plasma que se compró para gozar de la selección española en el mundial de fútbol, y, cuando pasa a mi lado exclama: Si yo tuviera que dar la mano a dos mil personas renunciaría al cargo de Reina.
¡Qué sorpresa! Parece que esa muchacha, que aún no ha roto el cascarón, se aprendió y aprehendió el consejo que Don Quijote le dio a Sancho:
“No hay por qué tener envidia a los príncipes y señores porque la sangre se hereda, mientras que la virtud se conquista, por eso ésta vale más que lo otro”.
Nota: Los interesados en echar una ojeada al diario pueden seguir la ruta de este enlace “Conversaciones en el Café Columbus”. Es el primer título que sale en el apartado de libros gratis. El texto de hoy es un extracto de la pág. 73 y sigs.
Otra: Los que se hayan perdido el primer artículo de la serie “Por qué no te callas” o “corona-elefante” pueden cliquear sobre este enlace: Café Columbus. Diario de un Desterrado (I). Para leer el segundo pinchar aquí: Café Columbus. Diario de un Desterrado (II).