Klaus Gietinger habla de la muerte de Liebknecht y Luxemburg: “Un asesinato puro y duro”
Señor Gietinger, han pasado más de cien años desde la noche del 15 al 16 de enero de 1919, durante la cual fueron asesinadas dos destacadas figuras del movimiento obrero alemán, Rosa Luxemburg and Karl Liebknecht. Lleva usted investigando estos asesinatos políticos desde hace tres décadas. ¿Por qué le fascina tanto este tema?
Vi hace treinta años la reposición de un drama televisivo en dos partes acerca de estos sucesos en el canal de la Radiodifusión Alemana del Sudoeste (SDR). Dieter Ertel, que lo grabó en 1968, había basado su película en una investigación meticulosa. [1] Y mientras lo veía, pensé: “seguro que aquí hay un montón de preguntas por responder”. De hecho, quise hacer una película sobre esto, pero no conseguí financiación alguna. En aquel entonces, nadie se interesaba por este asunto.
En los años 60, la tesis aceptada era que Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht habían sido ejecutados por un pelotón de fusilamiento. Se suponía que así se daba la impresión de una cierta legalidad. Sin embargo, ¿descubrió usted que todo había sucedido de forma muy distinta?
Y tanto que sí. El antiguo jefe de Estado Mayor de la ‘Garde Kavallerie Schützen Division’ (GKSD), que cometió los asesinatos, Waldemar Pabst, conocía personalmente a un responsable de prensa del gobierno germano-occidental de la época, Felix von Eckart, de manera que fue fácil crear la leyenda, pasada incluso la II Guerra Mundial.
El GKSD era un Freikorps [“cuerpo franco”] derechista, pero el gobierno alemán lo llamó para aplastar la sublevación izquierdista que se produjo entonces en Alemania.
Comencemos con los dramáticos sucesos de enero de 1919 en Berlín, donde se produce una sublevación espartaquista contra el gobierno alemán dirigido por el SPD…
Karl Liebknecht participó como líder de los comunistas. Sin embargo, el alzamiento de masas había comenzado espontáneamente al tratar de echar al Jefe de la Policía de Berlín, Emil Eichhorn. Eichhorn era miembro del Partido Socialdemócrata Independiente de Alemania (USPD), refugio de hombres y mujeres de izquierda que habían sido expulsados del SPD por oponerse a los créditos de guerra [votados en 1914]. Sin embargo, el USPD incluía también a políticos moderados como Eduard Bernstein y Karl Kautsky. En noviembre, mientras se derrumbaba el Imperio Alemán, llegó al poder un gobierno revolucionario de coalición entre el SPD y el USPD, dirigido por el futuro presidente de Alemania, Friedrich Ebert.
Este Consejo de Diputados del Pueblo, como se le denominó, colaboró con las viejas élites del Imperio Alemán, con los jefes militares, sobre todo Ebert. De modo que el USPD, que no estaba de acuerdo con esa colaboración, se retiró muy rápidamente del gobierno. El Jefe de Policía de Berlín, Emil Eichhorn, representaba el ultimo bastión de poder que le quedaba al USPD. El gobierno nacional quiso deponerlo, pero él contraatacó y eso desencadenó el levantamiento de la izquierda.
Uno de los ministros socialdemócratas del gobierno nacional era un tal Gustav Noske…
Tenía a su cargo a los militares y era de facto comandante supremo de las fuerzas gubernamentales, que en lo esencial eran los Freikorps.
De modo que, básicamente, un ministro socialdemócrata recurrió a esas unidades de extrema derecha para aplastar la sublevación izquierdista.
Exacto.
Se puede decir que Karl Liebknecht y Rosa Luxemburg se habían convertido en objetivo en esos días tan dramáticos. Los Freikorps de Berlín los andaban buscando. ¿Qué sucedió entonces?
Ya a principio de diciembre se habían colocado carteles que llamaban a “matar a Liebknecht”. Pedían abiertamente su asesinato. Liebknecht y Luxemburg buscaron un escondite. Rosa Luxemburg se mostraba indecisa ante el levantamiento, en realidad no quería sumarse. Pero al final, se decidió pensando: “esta es la segunda revolución”. Respaldó la idea en artículos, pero luego se echó atrás. Ambos se quedaron en Berlín y se ocultaron en Wilmersdorf, una zona burguesa de la ciudad. Y ahí es cuando alguien dio el soplo y los detuvo una milicia ciudadana. Sin embargo, la milicia ciudadana no sabía qué hacer con ellos, con lo cual se los entregaron a la máxima autoridad, que en aquel entonces era el Freikorps del GKSD. El GKSD estaba acantonado en un hotel de lujo, el Eden, así que la milicia se los llevó allí a los dos. El comandante Pabst decidió entonces que los mataran.
En su libro escribe usted que Pabst intentó que Noske, el ministro socialdemócrata, le diera seguridades antes de actuar. Le comunicó a Noske por teléfono que había capturado a Liebknecht y Luxemburg y que quería matarlos. ¿Qué dijo Noske?
Encontré notas de la conversación entre Pabst y Noske entre los papeles de Pabst; de hecho, fui el primero en conseguir acceder a ellos. En lo esencial, lo que le dijo Noske fue: “No puedo darle la orden de matar a los dos, porque eso destruiría el SPD”. Le dijo a Pabst que llamara al comandante de las tropas del gobierno, Walther Freiherr von Lüttwitz. “Él nunca me dará esa orden”, respondió Pabst. Ante lo cual dijo Noske: “En ese caso tiene usted que hacerse responsable de sus actos”.
Encontré una segunda fuente de esto, a saber, un teniente coronel de las fuerzas armadas alemanas. Un científico conservador que trabajaba en la Oficina de Investigación de Historia Militar, y que había sido testigo de una alocución de Pabst en la que Pabst relató públicamente los mismos acontecimientos. “¿Qué piensa de Pabst y sus afirmaciones?”, le pregunté. Me contestó que “si lo dijo Pabst, entonces es que fue así”.
De acuerdo con su investigación, los asesinatos de Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht fueron brutales y sangrientos. ¿Cuáles fueron los detalles de lo que sucedió?
Pabst había planeado que los mataran de camino a la cárcel durante la noche del 15 al 16 de enero de 1919. El plan consistía en culpar a una ‘multitud enfurecida’ del linchamiento de ambos. Pero luego las cosas se descontrolaron. Un oficial subordinado de Pabst sobornó a un guardia con 100 marcos, ordenándole que despachara a Luxemburg y Liebknecht con la culata de su fusil. El soldado obedeció infligiéndoles a ambas víctimas graves heridas en la cabeza. A Rosa Luxemburg la arrojaron a un coche. Cuando el coche empezó a moverse, el teniente Hermann Souchon se levantó de un golpe y la mató pegándole un tiro en la cabeza.
Trataron de encubrir el asunto hundiendo el cuerpo de Rosa Luxemburg en el canal Landwehr, ¿no?
Eso es. El comandante del convoy, Kurt Vogel, ordenó que arrojaran su cuerpo al canal Landwehr, donde lo descubrieron solamente al cabo de cuatro meses. Se registraron protestas contra los asesinatos, entre ellas las de las bases del SPD. No obstante, el gobierno, que era por entonces exclusivamente del SPD, hizo que un tribunal militar se ocupara de la cuestión, y no, por ejemplo, una comisión de investigación civil. De hecho, el tribunal militar que recibió el encargo pertenecía a la misma división de la que salieron los asesinos. El juez militar colaboró plenamente con Pabst y lo encubrió todo por completo; los nazis le recompensarían después llevándole al ‘Tribunal Popular’ de Roland Freisler [el más siniestro de los magistrados nazis, que juzgó a los conspiradores contra Hitler del atentado del 20 de julio del 44]. Los asesinos quedaron absueltos. Vogel, que recibió una sentencia menor por “deshacerse de un cadáver”, huyó a Holanda ayudado por Wilhelm Canaris. Este último se convertiría en jefe del Abwehr, el servicio de contrainteligencia alemán, con Hitler.
¿Cómo murió Karl Liebknecht?
Antes de arrastrar a Luxemburg, sacaron a Liebknecht del Hotel Eden y se lo llevaron en la obscuridad al parque del Tiergarten en un descapotable. El conductor simuló problemas con el coche y le preguntaron a Liebknecht, gravemente herido, si podía caminar. Liebknecht confirmó que sí y lo mataron de un tiro por la espalda. Abatido cuando trataba de escapar, así rezaba la versión oficial.
Estos asesinatos políticos fueron objeto de un encubrimiento sistemático. De ahí en adelante, la leyenda oficial es que lo que sucedió aquella noche fueron ejecuciones sumarias. ¿Por qué perduró tanto esta leyenda?
En 1962, el gobierno de Alemania Occidental comenzó a difundir esta interpretación de los hechos. Un antiguo guionista de películas de propaganda nazi, Felix von Eckert, fue el autor de ese comunicado especial. Tenía buenas relaciones con Pabst, que se había convertido en traficante de armas después de la II Guerra Mundial.
Los asesinos disfrutaron de larga vida.
Sí, todos. Hermann Souchon vivió hasta 1982. En fecha tardía, ya en los 60s, demandó a la producción de la Radiodifusión del Sudoeste (SWF) que le retrataba como un asesino. Lo cierto es que habría sido ilegal matar a Luxemburg y Liebknecht de inmediato, aun de acuerdo con la ley marcial prusiana, la cual, por cierto, ni siquiera se había proclamado. La ley marcial exigía un juicio y un abogado defensor. En ese caso, habrían tenido que esperar otras 24 horas a que un alto mando confirmase la sentencia. No sucedió nada de esto. Fue un asesinato puro y duro. A Rosa Luxemburg y Karl Liebknecht, sencillamente, los mataron a tiros, y Noske , el socialdemócrata, dio su aprobación.
En su libro se dirige usted directamente a la actual dirección del SPD. ¿Qué espera de los líderes del partido?
El SPD tiene que ajustar cuentas con los esqueletos que guarda en el armario. Al fin y al cabo, quieren refundar el partido, y estoy de acuerdo en que es una buena idea. Como parte de este proceso, deberían decir: lo que se cometió con Luxemburg y Liebknecht fue una injusticia, y la responsabilidad es del SPD. Después de estos sucesos, Noske fue responsable de otros asesinatos, e impartió órdenes ilegales de matar a prisioneros.
¿Niega realmente el SPD el papel de Noske a día de hoy?
Se negó y se reprimió durante mucho tiempo, pero, más recientemente, hay quienes en las filas del SPD han empezado a reconocer que fue un crimen y que su partido está implicado. El líder del SPD, Andrea Nahles, admitió en un discurso acerca de la Revolución de Noviembre que Noske estuvo “probablemente” involucrado en los asesinatos de Luxemburg y Liebknecht. Es un comienzo, por lo menos.
¿Cómo llevó a cabo su investigación?
A principios de los años 90, entré en contacto con Dieter Ertel, autor de la película de 1968 [dirigida por Theo Metzger], que me dio muchos consejos. Estudié lo que habían dejado los asesinos, y me puse en contacto con los abogados que les habían representado en los tribunales en los años 60. Eran hombres ya octogenarios. Me reuní con Otto Kranzbühler, el abogado que salvó al último líder del Tercer Reich, [el almirante] Karl Dönitz, de ser ejecutado en el proceso de Nuremberg en 1946. A finales de los 60, Kranzbühler representó a Hermann Souchon -una insensatez- como abogado de la demanda contra el canal SDR relativa a la imputación de que Souchon había matado a Luxemburg. En conversación conmigo, Kranzbühler me confirmó la llamada de teléfono entre Pabst y Noske. Naturalmente, también investigué un montón de expedientes.
Le atribuye usted gran importancia a estos asesinatos en relación a todo lo que sucedió posteriormente en la República de Weimar. En su opinión, ¿tanto ahondaron la división entre el SPD y el KPD los asesinatos que hicieron que los dos partidos fueran incapaces de resistir conjuntamente a los nazis?
Los asesinatos sirvieron para ahondar la división entre el SPD y el KPD. Por desgracia, el KPD se vio posteriormente estalinizado. Ni Luxemburg ni Liebknecht habrían consentido esto. El SPD, mientras tanto, desvió su responsabilidad en los asesinatos. Se volvió imposible para ambos partidos hablar con el otro.
Fuente: Frankfurter Rundschau, 12 de diciembre de 2018
Traducción: Lucas Antón
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