Jean Améry, ser resistente y desterritorializado ( I )
Por Iñaki Urdanibia
Un muerto soy que deambula
ya no inscrito en ninguna parte
desconocido en el reino del prefecto
que sobra en las ciudades de oro
y en el campo y su verdor
desechado hace ya tiempo
y provisto de nada
Solo con viento con tiempo y con sonidos
que entre los hombres no sé vivir
Yo con la lengua alemana
esta nube que me envuelve
y que conservo como casa
soy llevado a través de todas las lenguas
Oh, cómo se ensombrecen
los oscuros los tonos de lluvia
solo muy pocos caen
Hacia zonas más luminosas elevará entonces al muerto
Ingeborg Bachmann, Exilio
Ingeborg Bachmann ( 1926-1973) nunca llegó a tratar personalmente con Jean Améry, a pesar de lo cual su admiración hacia él fue cercana a la veneración; tal sentimiento fue mutuo. La escritora austriaca se refiere a él sin nombrarlo en su Tres senderos hacia el lago, ( Siruela, 2011) en donde el personaje de Joseph Roth, en La marcha Radetzky, Trotta pasa a ser un personaje conceptual– que diría Gilles Deleuze- que representaba a los huidos de su país, tras sufrir la derrota y escapar de la persecución ( « el propio apellido se convierte de este modo en símbolo de toda una actitud vital, en un tipo más que un individuo»). Las alusiones a él, aun de manera interpuesta, son claras y constantes en dicho libro, refiriéndose a « un hombre, un extraterritorial entre los vivos, que tenía un nombre francés, pero que era austríaco y vivía en Bruselas; un hombre que intentaba descubrir, en la destrucción del espíritu, aniquilado y consciente, lo que le había sucedido…un verdadero exiliado, un hombre perdido…un ser que no podía con la vida que le había tocado…un ser de ninguna parte» [ no sigo rastreando las alusiones que apenas son veladas, pues se refiere igualmente a él como autor de unas reflexiones sobre la tortura, y Jean Améry en su Más allá de la culpa y la expiación tiene un capítulo bestial dedicado a las que él sufrió a manos de la Gestapo…así que más claro agua ]. Almas gemelas en no pocos aspectos, ambos huidos de su país natal, Austria, yendo de un lado para otro, con frecuentes bajones depresivos y sus consiguientes pensamientos suicidas… seres siempre en busca de una tierra firme que pudiese soportar su angustia desbrujulada como otras insignes figuras del exilio como Hannah Arendt, Max Aub o Walter Benjamin, dejando de lado otras coincidencias relacionadas con el judaísmo, de cuya pertenencia tomaron conciencia en las adversas circunstancias que les tocaron padecer, ya que anteriormente eran sino indiferentes a la cuestión, sí o asimilados o laicos…Primo Levi en Italia , Ruth Kliger y el propio Jean Améry en lengua alemana, el húngaro Imre Kertész, la polaca Anna Langfus… El caso del « exiliado eterno» en que se convirtió Jean Améry, judío por obligación y por necesidad, venía marcado en su piel, él mismo señalaba mirando el tatuaje de su brazo izquierdo: « que se lee más rápido que el Pentateuco o el Talmud pero que da más información que el más elocuente de los libros» .
Si Martin Heidegger decía que el lenguaje es la casa del ser, Hans Mayer no hallaba ni su casa, ni su hogar ( Heimat) ni en lo geográfico, ni en lo idiomático, de ahí que transformase hasta su propio nombre como forma de negación a usar la lengua de la que se habían apoderado los verdugos …hombre desposeído, herido, separado de los otros, de sobra en la tierra…significativo resulta en este orden de cosas el lugar elegido para su suicidio…vuelta su país de origen y grito final como quien echa en cara a sus compatriotas ( ?) el maltrato padecido, su falta de hospitalidad y sus aplausos a la hora de la Anschluss.
Basta con ver las circunstancias de su vida, para confirmar lo señalado: escapando de su país, deportado del que le acogió, torturado, encerrado en los lager, su lengua robada por los verdugos…un judío errante , a la fuerza no por convicción, un jean sin tierra en donde vivir, en donde morir…De todo ello habla en los ensayos que componen su ejemplar obra: Más allá de la culpa y la expiación , he ahí el índice: En las fronteras del espíritu, La Tortura, ¿ Cuánta patria necesita el ser humano?, Resentimientos, Sobre la obligación e imposibilidad de ser judío…textos que encaran los problemas que ocuparon su mente durante toda su vida, y que dejan nítidamente expuestas sus posturas, sus obsesiones constantes…y su desesperación ante la falta de prometedor horizonte ( ni topos presente); « ¡ yo no era ya un Yo y no vivía más en un Nosotros!».
A no pocos obstáculos y resistencias hubo de enfrentarse Jean Améry cuando en lo sesenta publicó el nombrado trabajo sobre el exilio, la resistencia, la tortura y el genocidio cuando en Alemania federal se pretendía mantener cierto silencio, o una voz atenuada en el terreno de la denuncia, con respecto a los tiempos pasados y la exigencia de responsabilidades; su decisión de intervenir en el panorama del momento le hizo jugar el papel de aguafiestas , de pepitogrillo frente a las posturas acomodaticias y/ o edulcoradas, al tiempo que se celebraba el proceso de Auschwitz en Frankfort. La voz de Jean Améry era una voz autorizada en el tema de Auschwitz ya que él lo había sufrido en sus propias carnes.; raras excepciones, entre las que cabe destacar la de Peter Weis, mostraban una postura tajante y radical ante las atrocidades pasadas. Los ensayos de Jen Améry no se basaban en estudios eruditos de historia y demás sino en su propias vivencias, que podía ampliarse a la de muchos otros, escritura realizada veinte años después de la experiencia, prosa en la que se mostraba las consecuencias de los padecimientos sufridos….subrayando la condición de víctima, de ser marcado por la experiencia vivida. ..y destacando la pérdida de suelo y de pertenencia a la humanidad de quien había sufrido la tortura… rompiendo el silencio e incomunicación que podía suponer los sufrimientos padecidos saltó a la palestra, pronunciándose con inequívoca crudeza; reivindicando frente a las voces que nada de ello habían conocido la voz de las verdaderas víctimas, de las víctimas directas…excluidas, perseguidas, asesinadas.
La obra de Jen Améry que se extendió desde 1964 hasta la fecha de su muerte, con carácter netamente autobiográfico, empujaba a la reflexión , en parte puede considerarse como una confesión que tratase de alejar sus fantasmas…siempre con una intención reacia a olvidar, pues las imágenes y los fantasmas no son acto de la voluntad sino que aquel que ha pasado por tales se ve asaltado por ellos…De cara a expresar todo ello, Jean Améry trató de hallar una forma de lenguaje, que se balanceaba entre el ensayo y el estilo narrativo. No hay más que leer el duro testimonio sobre la tortura para sentir la conexión entre el escritor y quien a sus textos se acerque…« la tortura tiene un carácter indeleble. Quien ha sido torturado, sigue estando torturado.». Pone un énfasis especial en esta práctica como una de las características esenciales del hitlerismo.
Estas vivencias hicieron de él un resistente de por vida, a pesar de una cierta desesperanza cercana al existencialismo, emparentado con el de Sartre, hasta que ciertos compromisos y posturas del francés le hicieron alejarse de su magisterio. El resentimiento es una de las constantes presentes en sus reflexiones, al que ha de añadirse su condición, ya mentada, de judío por obligación condición, la de judío, que él ignoraba hasta la promulgación de las leyes de Nuremberg…leyes que le empujaban a dejarle sin patria que viene a ser los mismo que negarle como persona: « la patria es el país de la infancia y la juventud. Quien la ha perdido sigue estando perdido, aunque haya aprendido a no tambalearse en el extranjero como si estuviera borracho»…y, en este orden cosas, no le faltaba razón a W.G.Sebald cuando señalaba que « el suicidio de Améry en Salzburgo fue en ese aspecto especial la solución de un conflicto insoluble entre patria y exilio…en una renuncia al lenguaje materno, pues había sido apropiado por los verdugos… Así resumía Imre Kertész la postura de Améry: «En Auschwitz el prisionero judío alemán tenía que ceder toda la cultura alemana, desde Durero a Reger, desde Gryphius a Trakl, al último hombre de las SS», y un costoso aprendizaje de una nueva lengua de la libertad…todo este cúmulo de cuestiones guiaron sus ensayos posteriores en los que reflexionaba sobre la vejez y sobre el suicidio.
La cultura no servía en Auschwitz y la tabla de salvación estaba más en las creencias religiosas o en los compromisos militantes políticos ( idea defendida con fuerza por Bruno Bettelheim y por otros deportados) que en cualquier apoyo basado en la cultura ( dice Kertész refiriéndose a nuestro hombre: « el espíritu no pudo ayudarle en Auschwitz, pero después de Auschwitz, Améry pidió la ayuda al espíritu para redactar contra este su escrito de acusación. No encontró la salida de la cultura, y pasó de la cultura a Auschwitz y de Auschwitz a la cultura como de un campo a otro, y el lenguaje y el mundo espiritual de la cultura establecida le rodeó como las alambradas de Auschwitz»). Según su visión, discutida con fuerza por, entre otros, Primo Levi ( como luego veremos), la cultura y sus referencias no servían en el lager; para soportar tal vida estaban mejor preparados los trabajadores manuales ya que estaban más hechos al esfuerzo físico y a las penalidades que este conlleva… y alejados de las sutilezas y finuras de los intelectuales [ sí quisiera señalar que si se amplía la visión de la cultura a otros campos de la actividad humana, más allá de lo literario, filosófico, etc. , podría decirse que ciertos conocimientos facilitaron su vida en el campo, en su caso el dominio de la lengua germana, o la subsistencia de otros: la de Primo Levi y sus conocimientos de química…más allá del imposible Hölderlin alegado por el primero o el salvador Dante sacado a relucir por el segundo].
Jean Améry ( 1912 – 1978 )
Hans Mayer, su verdadero nombre, nació el 31 de octubre de 1912 en Viena. Perdió a su padre , enrolado en una compañía de cazadores tiroleses y caído en combate en la primera guerra mundial, a la edad de cinco años, pasando su infancia y parte de su juventud en una pequeña aldea en la que su madre tenía un albergue; su madre católica se convirtió al judaísmo, aunque tendiendo a referirse al santoral cristiano cada dos por tres . En 1926, volvió a Viena y trabajó de aprendiz de librero; entre 1930 y 1938, bajo la batuta de un intelectual muy conservador, Leopold Langhammer, desempeñó la labor de bibliotecario en una universidad popular, lugar en el que se reunían los sectores más vivos e innovadores de la sociedad vienesa. En aquella época, tal como aclarará quien habitualmente se declaraba de izquierdas, profesaba opiniones conservadoras, años de andanzas nada magistrales, mostrando su afición hacia la literatura del terruño en la que se ensalzaban los valores rurales…« tan provinciano y desesperadamente imbuido del idilio pueblerino que el campo resonaba en mí con su pasivo gemido».
Su vida dará un giro con la llegada del nazismo en Alemania. Desde 1934, siguió las enseñanzas del Círculo de Viena, en el que dominaba el neopositivismo lógico, con la firme convicción de que su racionalismo era un arma esencial contra el irracionalismo rampante del nazismo y de su pariente ideológico austrofascista; pensamiento que dejó una profunda huella durante toda su vida. Fue en 1935 en un café cuando ojeando la prensa accedió al conocimiento de las leyes de Nuremberg, comprendiendo que acababa de ser condenado a muerte. Le surgieron dudas acerca de la conveniencia de abandonar el país, decisión que adoptará finalmente en diciembre de 1938, nueve meses después de la anexión de Austria al Reich, huyendo a Bélgica, con su esposa Regina, en donde subsistirá gracias a las organizaciones de ayuda judías, « yo no era un escritor, no era un intelectual, no tenía nombre, ni origen y tampoco tenía futuro»; en mayo de 1940 fue detenido como enemigo hostil, debido a su nacionalidad, reunido con otros extranjeros hostiles ante el ayuntamiento de Anvers que era en donde vivía, sería deportado al campo bearnés de Gurs, del que escaparía en junio de 1941, llegando tras varios meses de desnortada peregrinación por la Francia ocupada, a Bruselas el mes de setiembre del mismo año. Se unirá al grupo de resistentes comunistas con el que ya tenía estrechos lazos antes de ser deportado a Francia. La red en la que participaba estaba perfectamente estructurada y funcionaba de manera eficaz. Junto a una camarada, Marianne Brandt, editaba un diario resistente de cuatro páginas en alemán , Die Wahrheit ( La verdad), difundiéndolo en los barrios en donde habitaban los soldados de la Wehrmacht, llamándoles a desertar. Améry y su compañera, poco experimentados en lo que hacía a las normas de clandestinidad, fueron seguidos por la Gestapo que les detuvo en julio de 1943. Tras haber pasado por la sede de la Gestapo en Bruselas, fue transportado a Breendonck el 23 de julio de 1943. El antiguo castillo en un afamado centro de tortura , y allí Améry fue sometido a salvajes torturas que él relata en su ensayo sobre La tortura: « quien ha sido sometido a la tortura es desde entonces incapaz de sentirse en el mundo como si fuese su casa[…] veinte años después de que esto se produjese, me atrevo a afirmar, fundándome en una experiencia que no me ha anulado todas la extensión de lo posible , que la tortura es el acontecimiento más espantoso que un hombre pueda guardar en el fondo de sí…el que ha sido torturado , ha experimentado en su ser la experiencia de haber sido abandonado por la humanidad entera».
Tras cuatro meses de aislamiento, a lo largo de los cuales acabaría descubriéndose que era judío fue deportado el 15 de enero de 1944, llegando a Auschwitz dos días más tarde. El tatuaje de identificación en el brazo izquierdo fue el n.º 172364, siendo destinado en primer lugar a un comando de trabajo a Monowitz, en junio, no obstante, teniendo en cuenta su absoluto dominio de la lengua alemana ( cosa poco habitual entre los detenidos del campo) fue enviado a trabajos de secretaría a la Burna, allí tuvo que cruzarse por fuerza con un químico cuya número era el 174517…Primo Levi.
En enero de 1945, Auschwitz-Monowitz era evacuado a raíz de la cercanía del ejército rojo, comenzando entonces la marcha de la muerte de un campo a otro. Finalmente , el 15 de abril, el campo de Bergen-Belsen que es en el que estaba encerrado fue liberado por los ingleses.
«Pesando 45 kilos y vestido con un hábito de cebra» llegará a Bruselas, en donde nadie le esperaba ; no sabía que su mujer, Regina, había fallecido un año antes a causa de un paro cardíaco, y de ello no se enteraría más que cinco años más tarde. Era como empezar de cero, nada le unía con su pasado, carente de espacio entendiendo éste hasta el terreno de lo afectivo, lo que le conduciría años después a desprenderse hasta de su propio nombre. Allí comenzará su vida de « emigrado eterno», tras barajar diferentes opciones acerca de donde instalarse : Viena, Inglaterra, Francia…optando al final por Bélgica.
Durante prácticamente veinte años, en lo que se niega a trabajar para ninguna empresa ni publicación alemana, se buscará la vida escribiendo innumerables artículos, de temática realmente variada y variopinta, para una agencia de prensa suiza. Su nombre saltó a la palestra, y con potente relevancia, a raíz de la publicación, en 1964, de una serie de ensayos, anteriormente publicados por separado y narrados en programas de radio, reunido en un volumen bajo el título de Más allá de la culpa y la expiación, publicación que fue provocada en gran medida por la celebración del proceso de Auschwitz en el tribunal de Frankfort, haciendo que su voz entrase en los debates sobre la Shoá. Es a partir de entonces cuando su vida da un cambio radical al poder abandonar la servidumbre que le suponía la prolífica elaboración de artículos, con la imposición de plazos de entrega y otras imposiciones como la temática. Hans Mayer que desde 1955 había transformado su nombre, afrancesándolo, en Jean ( traslación de Hans) Améry ( variación anagramática de su apellido), comienza a ser uno de los intelectuales más valorados y solicitados para impartir conferencias, participar en congresos y coloquios, y para escribir en diferentes publicaciones, convirtiéndose en una importante referencia moral, papel que no le abandonará de por vida. Al libro nombrado seguirían otros ensayos que alcanzaron gran éxito: « Revuelta y resignación. Acerca del envejecer» ( 1968) y « Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria» ( 1976). No fue el caso en lo que hace al éxito de sus trabajos autobiográficos: « Años de andanzas nada magistrales» y « Lugares en el tiempo». Algo parecido, o casi peor, sucedió con sus obras de ficción: « Lefeu o la Demolición» ( 1974) o su « Charles Bovary, médico rural» ( 1978) [ dejo de lado « Los náufragos»( 1935) que fue su primer pinito en el terreno de la ficción, obra que publicó recortada y bajo título diferente en una revista; el libro no se publicó hasta después de su muerte]. Se ha de señalar que Améry que había soñado desde joven en convertirse en escritor, se sintió hondamente dolido por la falta de consideración de sus obras de ficción, al ser valorado únicamente como ensayista, lo cual fue interpretado por él como un tremendo fracaso, casi como el absoluto fracaso de su vida; nada era peor para él que verse convertido en un ser «etiquetado como judío profesional, ver deportado profesional». En tal estado de ánimo, no esperó a ver la acogida a su última obra nombrada, la dedicada a Charles Bovary, se trasladó a un hotel de Salzburgo y levantó la mano contra sí el 17 de octubre de 1978.
Su predecible, por anunciado, suicidio se sumaba así a otras condenas aplazadas , que reflejaban el mal de los campos, como las de Paul Celan, Tadeusz Borowski, Bruno Bettelheim, o el mismo Primo Levi, o… en diferente registro y cicunstancias, aunque también relacionados con la bota parda del nacionalsocialismo, las de Walter Benjamin, Stefan Zweig…
Améry / Levi: un (des)encuentro
Resulta ineludible el referirse a la imposible relación de esas dos voces de los supervivientes, al debate aplazado de esos dos hermanos enemigos, y ello debido a que aun coincidiendo en Auschwitz y, más en concreto, en la Burna, la fábrica de IG Fabern dedicada a la fabricación de caucho sintético, de la que nunca salió ni un gramo de tal producto, no queda claro las condiciones en que produjo tal encuentro, o al menos que se estableciese algún tipo de relación entre ellos. Podían haberse entendido ya que el italiano conocía los rudimentos de la lengua alemana, si bien, como digo, todo hace pensar que no llegaron ni a tratarse; es más, años después preguntado Améry sobre Levi, quedaba claro que él le confundía con otro detenido que tenía el mismo apellido: el pintor Carlo Levi, lo cual sea dicho de paso le supo a cuerno quemado al químico italiano.
Pocos puntos en común se dan entre ambos más allá de las coincidencias ( ambos judíos por obligación, detenidos por su participación en la resistencia, las cercanas fechas de detención y de llegada al campo, amén del destino en la fantasmal fábrica nombrada…): Améry vive la experiencia del campo como un intelectual mientras que Levi lleva una vida más pragmática, de modo y manera que no existen intereses comunes entre ellos. Las experiencias vividas anteriormente son realmente diferentes: Améry había padecido ciertos desprecios, había pasado por pruebas de segregación y había sido perseguido ( dejando de lado, cosa difícil de dejar, su lengua de origen); tales penalidades no se habían dado en el caso del italiano, exceptuando que en su titulación, de químico, constase su condición de judío; no pudiendo imaginarse de ninguna de las maneras que las leyes anti-judías de 1938 fueran a tener influencia en su vida. Sin implicarse directamente en la lucha armada, el compromiso de Améry fue indudablemente mayor que el de su cadete turinés. En la liberación de Levi jugó una baza esencial su débil estado de salud que hizo que fuese abandonado junto a otros en la enfermería evitando así la marcha de la muerte que se dieron en enero de 1945, y las liquidaciones sumarias de algunos enfermos. Améry, por su parte, fue evacuado el 17 de enero, siendo llevado desde el campo de Gleiwitz a donde había llegado a pie el grupo hasta un convoy ferroviario en Saxe, atravesando en pleno mes de enero la mitad de Europa para arribar finalmente a Dora-Mittelbau, y después a Bergen Belsen. El 15 de abril, un sargento mayor anuncia por los altavoces: « a partir de hoy, el campo está bajo mando del ejército de su majestad». ¡ Libres! ¿ pero de qué tipo de libertad se trataba?
No es aventurado pensar que la publicación en 1961 en alemán de la obra de Primo Levi ( Ist das ein Meinsch? / Si esto es un hombre) y la lectura del libro por parte de Améry pudiera haber jugado cierto papel desencadenante en las reflexiones de éste que se plasmaron en su Más allá de la culpa y la expiación, en cuya introducción nombra a un compañero de barracón de nombre Levi ( confundiéndolo como antes ha quedado señalado) …Las relaciones entre ambos, con posterioridad a su coincidencia en el universo concentracionario, nunca llegarán a darse, sino a través de Hery Schmitt-Mass. Tras el primer encuentro de la intermediaria con Levi, ésta escribe a Améry: « tal vez me equivoque, pero Levi me ha parecido totalmente despojado de cualquier forma de resentimiento…somo si se situase por encima de las cosas», lo que hace que la mujer dude de que esos dos seres puedan tener alguna afinidad en común. Améry contesta a la mujer señalando que supone que el Levi actual sería buen distinto con el que él se había cruzado. Añade que han intercambiado algunas cartas ( hay constancia que hubo dos cartas en total) , para concluir diciendo que « un texto escrito sobre su obra, Más allá de…, muestra una perfecta incomprensión, así como una insoportable tendencia a ahogar todo en una verborrea ontológica…A diferencia de Levi yo no soy un perdonador y no tengo ninguna comprensión con respecto a señores que formaban parte del “personal dirigente” de IG-Auschwitz…Dejémoslo ahí ». Algo después volvería a la carga poniendo el acento en las diferentes circunstancias de la detención y la nacionalidad…la lengua alemana que es la suya, etc..
El propósito de ambos difiere en gran medida: mientras que Levi trata de estudiar las condiciones del mundo concentracionario tratando de rehabilitar la condición humana, con ciertos tintes esperanzados y optimistas; tal no es el caso de Améry que se centra en su experiencia personal destacando la presencia de la violencia, materializada en las víctimas judías, sin pretensiones universales…En lo que sí que coinciden es en reclamar los valores de la democracia, uno con una mirada política y el otro con una visión más cercana a la moral. Un problema que tenía de manera permanente en mente Améry era que en Alemania no había existido una revolución democrática contra Hitler, ni durante su mandato, ni tras su derrota, lo que le hacía echar en falta un examen crítico de hondura de Alemania con respecto a su nefasto pasado, a las complicidades de cada cual, etc.
Al final el resentimiento y la amargura , según Levi, condujeron de manera irrevocable a Améry al suicido , en Salzburgo el 17 de octubre de 1978, con tal motivo Levi escribió un obituario en el que le calificaba de « filósofo sombrío y solitario»; al final , la forma de su muerte les unió, en la medida en que en abril de 1987, el italiano le siguió , suicidándose…la herida abierta por los sufrimientos padecidos, aumentados en el caso de este último por la culpabilidad creciente en la medida en que su atención a la zona gris se volvía cada vez más presente en sus intervenciones, entrevistas, etc. …« había una vasta zona gris. Englobaba casi todo. En la época , eramos todo gris», lo que denotaba una profunda culpabilidad de haber sobrevivido , a lo que se ha de sumar la irrupción del negacionismo de los Faurisson et compagnie, si obviar otro ingrediente: los problemas de las ancianas, madres, con las que convivían él y su mujer.
Levi acentuaba la cuestión de la figura del intelectual que realizaba Améry era escorada, y que según él era la vía directa al suicidio, más todavía si a esto se sumaba el resentimiento que anidaba en éste de manera no disimulada…Subrayaba igualmente el italiano su incapacidad para usar los puños, mientras que Améry devolvía los golpes como lo había demostrado en el propio campo en franca situación de desigualdad de fuerzas. En otro texto ( cfr.: Asymétrie) destaca algunos de los aspectos que llevaban , y llevaron, de manera irrevocable a Améry a convertirse en filósofo suicidado: la desubicación con respecto de tierra natal, el problema que le atormentaba sobre la posibilidad y la necesidad de ser judío, el peso de la tortura, le convertían en un ser marcado.
Todas estas cuestiones quedaron expuestas en el ensayo El intelectual en Auschwitz, recogido en Los hundidos y los salvados, anunciando de entrada que « polemizar con un desaparecido es embarazoso y poco honesto, tanto más cuando el ausente es un amigo potencial y un interlocutor privilegiado», para después discutir del papel de la cultura, o de su falta, en Auschwitz, subrayando las ventajas que al él le supuso, la declamación de algunos pasajes de la Divina Comedia de Dante a su compañero alsaciano, Piccolo; reitera la cuestión de los puñetazos, se refiera a la mutilación del lenguaje a la que se refería Améry al subrayar como los verdugos se habían adueñado de su lengua y lo que es peor de la de Goethe y otras luminarias germanas, lo que le imposibilitaba recodar con adecuación los versos de Hölderlin que tanto amaba…pero en otras circunstancias y lugar…Para finalizar mostrando su dolor al haber sido calificado por Améry como el perdonador, lo cual juzga que es una imprecisión injusta , añadiendo, no sin cierto resentimiento, que « quizá yo era más joven y seguramente más ignorante».
En fin la imposible relación entre dos “hermanos enemigos”( la expresión es de la biógrafa de Améry, Irene Heildelberger-Leonard), dos seres de invertida simetría que hallaron su coincidencia en la muerte.
En fin, esta fue la relación o la falta de ella, el inexistente debate, entre el que nunca conoció la paz -según palabras de Levi para referirse a Améry- y el que perdona, según expresión de Améry con respecto a Levi.
Lefeu o la demolición (1974)
« Es la contrapalabra, es la palabra que rompe el “hilo”, la palabra que no se inclina ante los “mirones y los figurones de la historia” es un una acto de libertad […] El que anda con la cabeza tiene el cielo como abismo bajo los pies»
( Paul Celan, El meridiano )
« Esta fue la única novela publicada de forma íntegra por Jean Améry antes de suicidarse (1978), años antes había publicado parte de Los náufragos, bajo otro título . El superviviente de Auschwitz tuvo que enfrentarse al enmudecimiento provocado por la experiencia concentracionaria y al problema de los límites de la representación literaria del dolor. Su preocupación constante por la insuficiencia del lenguaje poético se extiende en esta anti-novela de formación a la representación pictórica de la realidad en la figura de Lefeu, un pintor fracasado, que huye del éxito y de sus servidumbres mercantiles, que se resiste a la banalización del mal y a la comercialización del arte en el nuevo mercado global. Fiel al figurativismo de las primeras vanguardias Lefeu es consciente del ineluctable proceso de envejecimiento cultural, pero no se resigna a contemporizar con las tendencias pictóricas dominantes: abstracción, pop-art, ni siquiera con la propuesta oportunista de hacer retornar el figurativismo mediante la etiqueta del realismo metafísico, que es bajo la etiqueta que pretenden unos galeristas de Dusseldorf . Todas estas tendencias las reúne Amèry bajo el término de “decadencia rutilante”, concepto en torno al cual gira una sugerente meditación sobre el nihilismo que no ha dejado de nutrir al pensamiento contemporáneo. Frente al llamado “milagro alemán” y los nuevos aires culturales (sin excluir los precedentes de la posmodernidad) el protagonista asume la demolición como destino y prefiere la intemperie de la ruina a la protección de las identidades que sirven de falso hogar.
» Un relato que combina la reflexión ensayística y la ficción en un intento de distanciarse de su condición de literato testimonial que no consigue ocultar las dolorosas experiencias autobiográficas: exilio, tortura, tentativas suicidas y envejecimiento». Hasta aquí la sinopsis que los editores ofrecen del libro.
Obviamente , y cono no podía ser de otro modo, las cosas son mucho más complejas de lo apuntado, en especial si en cuenta se tiene que, como el mismo escritor indica en su por qué y cómo final, el libro pretende entreverar los narrativo y lo ensayístico, intentado crear un híbrido entre ambos. Para complicar más la complejidad, se ha de tener en cuenta que la pretensión de Améry era la de retratar su modo de pensar y las variaciones y contradicciones que se habían producido a lo largo de existencia, hurgando para ello en las imágenes que le habían ido persiguiendo y cuya aclaración había ido postergando. Reflexión sobre la reflexión es lo que realiza el autor en este monstruoso posfacio, que sin lugar a dudas desvela las intenciones del escritor, pero que no consiguen limar los crujidos que sin lugar a dudas se dan a la hora de casar los dos registros señalados ( la novela y el ensayo, tanto monta), dominando uno de ellos en su repetición, me refiero a la exposición de sus ideas en un vaivén constante, y contradictorio, que convierten la lectura en algo repetitiva y hasta cierto punto confusa en su profusión de ideas.
No cabe la menor duda de que en esta novela-ensayo, asoman aspectos autobiográficos y de postura ante la vida, travestidos en un personaje literario , Lefeu, e inspirado por un modelo en la sombra, el pintor E. Schmid; aspectos relacionados con su vida y su postura ante el mundo que son abordados en toda su escritura publicada, ya que Améry no hablaba más que de lo vivido ( vécu), como se dejaba ver en sus opiniones sobre la judeidad, el exilio, la tortura, los campos y la presencia de los intelectuales en ellos…lo que le lleva a rechazar las visiones de algunos que hablan de lo que no han vivido ( Arent en cuanto al mal / Sartre sobre la tortura / Foucault sobre el cuerpo/ Tournier sobre los deportados…).
El intento de dar una visión poliédrica del estado de la cultura, hipotecada por el mercado, le conduce a recurrir a diferentes personas gramaticales, lo que hace que la atención lectora haya de permanecer vigilante siempre que no se quiera perder en un bosque de voces, de cuyo emisor se llegue a dudar, aun siendo el soliloquio o monólogo del pintor el registro dominante; el mismo escritor señala en su posfacio: « en ningún momento me pareció que fuera “bello”. Ni bello ni claro y señalado. Me sentí dominado por mi propio discurso y advertí, no sin profundo espanto que había socavado los fundamentos de mi teoría, claramente expresada, sobre la imprescindible confianza en el lenguaje y en el sentido mismo de las frases al que jamás he podido renunciar». Este que señalo es otro de los aspectos que convierten la lectura en una tarea ardua.
Sin entrar en el fondo de los temas tratados, o al menos insinuados, sí que se pueden destacar algunos que dejan ver los posicionamientos de Lefeu/Améry: la afiliación existencialista, la destacada importancia otorgada a las ideas propias del positivismo y su consiguiente rechazo de la metafísica, lo que llevado al campo de lo literario hace que el discurso que él postula es aquel en el que las palabras respondan a las cosas, y no divaguen en una especie de verborrea ( algunos han solido hablar de una absoluta autosuficiencia de la textualidad, que en su endogamia pueden desembocar en una logorrea, una logolalia, glosolalia, u otras yerbas) en la que el dominio pertenezca a las palabras más allá de cualquier referente ajeno, o falta de él, más allá de cualquier verificación. En este orden de cosas puede adivinarse la fidelidad de las enseñanzas recibidas por Améry bajo el magisterio de Rudolf Carnap, y sus abiertas críticas al discurso de Heidegger y a otros discursos metafísicos; críticas que se extienden a Roland Barthes, a Claude Lévi-Strauss, a Jacques Lacan, a George Bataille, o al mismo Umberto Eco, el de la obra abierta. Especial atención es prestada como complemento de lo anterior, a los juegos de lenguaje – expresión wittgensteiniana que no se nombra pero que me atrevo a traer a colación – en los que el lenguaje pasa a cobrar diferentes significados dependiendo del contexto; al igual que se saca a relucir las tensiones existentes entre sentimientos y enfoque racional; en todas estas disquisiciones subyace el problema de la representación, de la capacidad de las palabras de dar, o no, cuenta de los hechos de la realidad, o, si al contrario, las frases desvirtúan la gravedad de algunos hechos al ser expresados en palabras. Como puede verse, o leerse, todas estas cuestiones dan, o pueden dar, para mucho, del mismo modo que se han de tener en cuenta los cambios de valoración que se dan con respecto a ciertos magisterios : muy en especial al de Jean-Paul Sartre, al que el escritor rinde abierto homenaje de admiración para posteriormente ceder, tanto en lo referido a sus consideraciones sobre la violencia ( la introducción a Los condenados de la tierra de Franz Fanon, o sus elogios de la violencia en su Crítica de la razón dialéctica o la visita del filósofo francés a los prisioneros de la , malévolamente, denominada banda Baader-Meinhof…), o sobre su estudio sobre Flaubert…viéndose ya el anuncio de los crecientes desacuerdos con Sartre que luego desembocarían en la obra que Améry escribió, como respuesta a L´Idiot de la famille, sobre Charles Bovary. Desacuerdos y acuerdos también asoman con respecto a Paul Celan…o Hannah Arendt cuyas aseveraciones sobre la banalidad del mal, son netamente rechazadas desde la óptica del mal padecido por la víctima que de banal nada tiene desde luego.
Quisiera concluir este veloz acercamiento a la novela con un par de aclaraciones: 1) la historia que se presenta en la novela, y 2) la presencia de Améry, en paralelo con la vida de su amigo , el pintor E. Schmid.
Estamos en los años setenta en París, y los negocios inmobiliarios quieren participar en la renovación radical de ciertas zonas de París. En uno de los inmuebles que quieren demoler para construir bloques modernos , acordes a los tiempos, viven varios pintores, Vandamme, Destré, Paul Frey, la ceramista Jeanne Lafleur, además, por supuesto, de Lefeu, que convive con una escritora que responde al nombre de Irene y a la que critica por su escritura poética que se ausenta de la realidad. Ante la demolición, todos van cediendo a las amenazas o a las componendas de la empresa inmobiliaria en colaboración con la fiel policía, al contrario que Lefeu que se mantiene firme en su numantina posición, no queirndoe ceder, del mismo modo que no quiere caer en las trampas del mercado del arte y sus ofrecimientos. Él es un rebelde y desea mantener sus ideas hasta el final, cueste lo que cueste, tanto en lo artístico ( rechaza las exposiciones que sobre su obra se quieren realizar bajo una etiqueta que juzga pura frivolidad) como en lo referente a la vivienda aunque esta cada vez se asemeje más a un destartalado almacén de basura; mas hay decadencias y decadencias. Esta radicalidad, está encarnada por Lefeu, pintor judío que ha vivido la Resistencia y cuyos padres han siso asesinados en los campos nazis. Los aires de familia entre el resistente e incombustible pintor y Améry son claros…hombres heridos por la historia que se empeñan en resistir a las llamadas del gregarismo de las ideas dominantes, no temiendo la soledad de quien contracorriente se posiciona del lado de los de abajo, aun a riesgo de ser reducidos al silencio o la locura.
En lo que hace al segundo de los aspectos que indicaba, la sombra de un pintor un tanto marginado, E. Schmid, amigo de Améry, al que se le otorga el papel vicario del escritor, en la medida que el pintor hizo lo que el escritor no se atrevió a hacer, le sirve a Améry como inspiración para crear el personaje resistente; fue en París en donde su amigo, el también exiliado Erich Schmid había encontrado asilo, y poco antes de su muerte, Améry se preguntaba todavía sino hubiese sido mejor haberse convertido en un escritor francés en vez de haber seguido en Bélgica …recurriendo finalmente a un cuadro del propio pintor L´Oiseau de malheur que en acoplamiento con un poema de Eduard Mörike ( El jinete del fuego), hacen desistir al protagonista de incendiar la ville lumière, que duda en representar con un lienzo que se titularía Paris brûle…y no sigo.
Pequeña nota sobre las traducciones
Cuando aún no había sido traducida al castellano me hice con la edición francesa, de una editorial de prestigio ( lo digo ya que no es una editorial marginal o desconocida), Actes Sud que la publicó en 1996, siendo presentada en castellano por Pre-Textos siete años después. Sin lugar a dudas, la traducción de Enrique Ocaña es muy superior a la versión francesa, y lo digo no solo en referencia a la propia traducción sino debido a las muy oportunas notas – a las que se ha de añadir la introducción y un anexo sobre el pintor E, Schmid- que facilitan la lectura completándola con referencias a otras obras del autor, además de aclarando algunas referencias de Améry a otros autores y obras , además de indicar algunas notas clarificadoras sobre palabras alemanas y de otra lenguas.
En la edición francesa, nada de eso se hace , haciendo que muchas palabras alemanas, en especial, queden tal cual sin ningún tipo de aclaración ni traducción; obviaré la presentación del tipo de letra y la enmaquetación apretada que presenta el ya denso texto, en sí, como más indigesto. Resulta extraño, por otra parte, que el nombre de la amiga del protagonista , Irene, quede convertido en la versión francesa en Aline ( no sé si será debido a que al traductor francés, Françoise Wuilmart, le gustaría la célebre canción de Christophe, de mediados de los sesenta).
Libros consultados
+ Améry, Jean. «Levantar la mano sobre uno mismo. Discurso sobre la muerte voluntaria». Pre-Textos, 1999.
+ Améry, Jean. « Lefeu ou la Démolition». Actes Sud, 1996. [ Hay traducción en Pre-Textos, 2003.]
+ Améry, Jean. « Más allá de la culpa y la expiación. Tentativas de superación de una víctima de la violencia». Pre-Textos, 2001.
+ Améry, Jean. « Revuelta y resignación. Acerca del envejecer». Pre-Textos, 2001.
+ Améry, Jean. « Años de andanzas nada magistrales». Pre-Textos, 2006.
+ Améry, Jean. « Les naufragés». Actes Sud, 2010. [ Hay traducción en Pre-Textos, 2014].
+ Améry, Jean. « Lugares en el tiempo». Pre-Textos, 2010.
+ Améry, Jean. « Charles Bovary, médico rural». Pre-Textos, 2017.
+ Anissimov, Myriam. « Primo Levi o la tragedia de un optimista». Editorial Complutense, 2001; pp. 500 et ss.
+ Bachmann, Ingeborg. « Tres senderos hacia el lago ». Siruela, 2011.
+ Doll, Jürgen ( Sous la direction de). « Jean Améry ( 1912-1978). De l´expérience des camps à
l´écriture engagée». L´Harmattan, 2006.
+ Heildelberger-Leonard, Irene. « Jean Améry ». Actes Sud, 2007.
+ Kertész, Imre. El holocausto como cultura in « Un instante de silencio en el paredón. El Holocausto como cultura». Herder, 1999; pp. 73-85.
+ Levi, Primo. El intelectual en Auschwitz in «Los hundidos y los salvados». Muchnik Editores, 1989; pp. 109-127.
+ Levi, Primo. Jean Améry, le philosophe suicidé in « L´Asymétrie et la vie». Robert Laffont, 2004; pp. 94-96.
+ Mayer, Hans . «Historia maldita de la literatura. La mujer, el homosexual, el judío». Taurus, 1977.
+ Mesnard, Philippe. Avec Jean Améry, l´improbable relation in « Primo Levi. Le passage du témoin». Fayard, 2011; pp.526- 536.
+ Sebald, W.G. Con los ojos del ave nocturna. Sobre Jean Améry in « Campo Santo». Anagrama, 2007; pp. 134-151.
+ Traverso, Enzo. Intelectual en Auschwitz. Jean Améry y Primo Levi in « La historia desgarrada. Ensayo sobre Auschwitz y los intelectuales». Herder, 2001; pp. 181-202.