
Irán: el enemigo
  Las generaciones actuales -las de ahora y las de siempre- no son conscientes de las transformaciones que se están produciendo en el mundo durante el proceso de transformación. Sólo perciben los cambios en superficie. Si acaso se dan cuenta los reyes (de todas las épocas), los gobernantes, los riquísimos y los poderosos. Pero son tan necios y se sienten tan seguros que en ellos puede más el apego al dinero y al poder que la prudencia necesaria para impedir revoluciones. Es más, forma parte de la estructura del poder la excitación que su ejercicio produce a muchos el miedo y el dolor que causan a otros. Las relaciones del poder con el subconsciente y la condición humana han sido tratadas desde el punto de vista psicológico, psiquiátrico, antropológico y biológico. Desde Freud, Fromm, Foucault y los estructuralistas; desde Beccaria a Kretschmer y tantos otros.
  Siempre ha sido así. Reyes, gobernantes, riquísimos y poderosos son capaces de tensar tanto las cosas como les place, sin que las consideraciones humanistas, morales o de justicia universal les haga corregirlas para tener la fiesta en paz. Ellos son dueños del dinero, de las armas, de las policías y del Poder en el sentido absoluto. Raros son los dispuestos a renunciar a parte de sus prebendas para atraerse mejor su propia tranquilidad. Sin embargo, sólo confían en conseguir ésta reforzando sus fortalezas. Es decir, lo saben. Saben de esas transformaciones profundas y de los peligros, pero están paralizados por la ambición sin límites y embriagados por ella. Si no fuese así, si apreciasen los cambios hondos que se van produciendo, no hubieran dado lugar a las grandes revoluciones cuyo foco está en la infinita hartura: la francesa y la rusa, por hablar de las más resonantes; o no hubieran sobrevenido las grandes como las pequeñas guerras.  Aún más, las provocan a conciencia, primero desde sus despachos y luego las alimentan desde sus bunkers.
  Israel, ahora, es el Estado mimado de Occidente. Estados Unidos, sea cual sea su fantoche visible, y la UE no ven -no quieren ver- el colonialismo-imperialismo de un Israel ya de por sí envalentonado por sus «hazañas bárbaras” en Oriente Medio, por el apoyo del lobby judío mundial, por el yanqui y ahora también por los países de la UE. Sus mercenarios (seguro que no judíos) les basta. Ayer, en una conferencia sobre racismo en la ONU, los países supereuropeos abandonaron la sala cuando el presidente iraní Ahmadineyad atronó el recinto con la verdad que clama al cielo: “Israel es un cruel y represivo régimen racista”
  Aparte de  Venezuela, Bolivia, Corea del Norte y la Cuba incierta, no queda en el mundo nadie capaz de hacer frente a las naciones dominadoras. Ni con la palabra. Ya no quedan más respondones que Chávez y Ahmadineyad.
  La ilusión y la esperanza de la izquierda real que no acaba de comparecer en el mundo agrupada y prietas las filas, es que se vayan incorporando poco a poco otros países con la misma pujanza, dignidad y ardor que los dos únicos portavoces del Contrapoder que pueden escucharse hoy en el planeta: Chávez y Ahmadineyad. Aparte, naturalmente, Castro en peligro de extinción. De ello, de la fuerza que vayan reuniendo para hacer frente con eficacia al Poder mundial de la derecha, del hipercapitalismo, del Gran Depredador depende que abandonemos o no este régimen miserable: el peor y más dañino de los mundos posibles para la humanidad débil y sin esperanza de mejorar jamás de fortuna.