Ibn Rushd, Averroes
Ibn Rushd, latinizado con el seudónimo de Averroes, es el filósofo más grande de cuantos nacieron en la Península Ibérica de todos los tiempos. Pero, fue mucho más que un extraordinario filósofo de la edad media en el siglo XII.
Nació en la Córdoba andalusí y fue testigo de la decadencia de Al-Ándalus bajo el dominio de los almohades después de ochocientos años en los que tres religiones coexistieron con sus propias costumbres, que enriquecieron un territorio que siempre fue fértil y generoso albergando a pueblos y por cuya diversidad social, cultural y de credo se formó una sociedad de hispano-cristiana, hispano-musulmana e hispano-judía, los sefardíes. Ocho siglos de convulsiones territoriales y de paz tensa que en ocasiones se mostraron como vecinos que no dudaron en apartar sus singularidades para hacerse aliados contra las amenazas que provenían desde el exterior o para disputar entre ellos sin que importase demasiado en esas circunstancias cuál era su creencia, porque esa amenaza fuera común. Casi un milenio de nuevas generaciones que aportaron mucho más que costumbres; tiempo de sobra para refundirse en éste crisol territorial peninsular que nos hizo cómo somos.
Averroes fue un polímata; erudito en muchas ciencias y del conocimiento de las leyes en la función cadí, juez, como también lo fue su padre. Fue médico y maestro en ésta ciencia de Mosé Ben Maimón, latinizado como Maimónides, que llegó a superar como médico a su maestro y paisano. Averroes destacó en varias ciencias como filósofo, astrónomo y jurista. Divulgó a Aristóteles y a Platón por la Europa del medievo con sus propias correcciones en los márgenes de los manuscritos griegos sobre el pensamiento aristotélico que revisó y que dejó deberes para el futuro.
La Doble Verdad
Caído en desgracia por los nuevos señores de Al-Ándalus, los almohades; o como se definían a sí mismos, hijos de la unicidad. Su fanatismo religioso dejaba de lado toda inspiración. Corrían malos tiempos para cualquier conocimiento que no fuese la religión que ciega los ojos como el velo de las cataratas en la mirada de quienes han vivido muchos años y han visto, por lo tanto, demasiado. En ese escenario hostil, fue interrogado para que fuera acusado y condenado por cualquier motivo. Con muy mala intención, le preguntaron sobre qué debe ir primero, la fe o la ciencia. En ese envenenado momento, Averroes formuló una teoría de supervivencia compuesta por texto del corán y del adagio de la sabiduría popular, que demostró que no se contradecían, pues la ciencia y la fe, argumentaba la teoría eran una virtud que procuraba el mismo dios para ser recorridas por nosotros en sus caminos y en todos los contextos donde se puedan desarrollar las maravillas que nos concede y que de no ser así sería contradecir su voluntad de hacernos inteligentes y piadosos.
Algo así es una Doble Verdad:
-Creo que la eternidad existe, pero no puedo demostrarlo-
El caso es que aquella genialidad in extremis funcionó y el libró de aquel delicado momento; aunque fuese inconsciente entonces, más tarde llegó el cisma por el cual la fe y la ciencia dejarían para siempre de caminar de la mano, para ir cada una a su propia velocidad en el tiempo.
Benjamín Lajo Cosido
memorialista