Hoy es mañana
Rara es la ocasión que, en medio de una discusión sobre las dificultades de reiniciar un proceso potente de luchas y de movimientos todavía balbucientes, incluso en Sudamérica donde la agitación no hace más que crecer, no se planteen paralelismos,
Rara es la ocasión que, en medio de una discusión sobre las dificultades de reiniciar un proceso potente de luchas y de movimientos todavía balbucientes, incluso en Sudamérica donde la agitación no hace más que crecer, no se planteen paralelismos, ¿y entonces?. Desde cierta edad podemos recordar otros tiempos en los que todo parecía imposible, hasta que se instaló la regresión ultracpitalista..
Testigo de ello fue nuestro Miquel Martí i Pol, Roda de Ter, 19 de marzo de 1929 – 11 de noviembre de 2003, Vic, Barcelona). Poeta, escritor y traductor catalán, nos dejó muchas cosas, entre ellas un poema que creo ilumina el tiempo equívoco que nos ha tocado vivir en las últimas décadas, y en el que se dice:
Ara és demà.
No escalfa el foc d’ahir
ni el foc d’avui,
i haurem de fer un foc nou.
No creo que sea necesaria la traducción, ya no calienta el fuego de las antiguas luchas que fueron olvidadas cuando un sector muy amplio de la antigua izquierda acabó “colocada” en el engranaje de un sistema que había aprendido a asimilarlos; todavía no tenemos un fuego que nos caliente, pero sí que estamos preparando el fuego de mañana…
Este es un tiempo de prisas, suceden demasiadas cosas, tenemos que atender las más variadas informaciones, y para colmo, los cauces de continuidad histórica –la familia, la comunidad, y sobre todo la clase social- se han difuminado…Sin embargo, ya no estamos en el tiempo que sigue a la caída del muro de Berlín (aunque esta realidad sigue teniendo todavía un peso, es ya de retroceso). Estamos en el tiempo que inauguró la “batalla de Seattle” por más que este fuego no arda todavía. Esto es así no tanto por las luchas, que han existido y han sido fundamentales, sino por la misma agravación de las contradicciones de un capitalismo sin oposición, que difícilmente consigue mantener la ficción del enemigo “externo”…
Esto es ya así, o sea que ya no estamos en el tiempo en el que nos bañábamos cada día en el agua helada del triunfalismo neoliberal. El pensamiento crítico parecía totalmente derrotado. Pero no era así. Siempre hubo coyunturas reaccionarias, y esta ha sido bastante dura, pero la esperanza está levantando nuevamente cabeza.
Desde que comenzó esta profunda regresión ideológica a principios de los años ochenta, toda este amplísimo referente político y cultural, todos esta variada bibliografía crítica, todas las aportaciones y todas las controversias sobre Octubre (y todo lo demás) fueron pasando a segundo plano, luego al tercero, para quedar finalmente reducidos al ámbito más marginal en un terreno ocupado por los “especialistas”, y naturalmente los más afines a las grandes editoriales que ahora ocupan todo el mercado, y saben promocionar los títulos “definitivos” por supuesto, de los profetas del fin de la historia, de la santificación del capitalismo liberal.
Algunos de sus títulos triunfales –cantados a coro por los medios- más insignes se amontonaron durante un tiempo en la zona de saldos de los grandes almacenes, se habían convertido (aquí y en París) en material de “liquidación”. Esto último resultó bastante indescriptible en algunos casos, pero personalmente recuerdo en particular el de la Editorial ERA, la misma que se había implantado entre nosotros poniendo a nuestro alcance algunas de las obras que en Francia o en Italia ofrecían las editoriales más inquietas y avanzadas, algo similar sucedió con las revistas más emblemáticas, por ejemplo la en otra hora exitoso El Viejo Topo tuvo que cerrar, pero resucitó con el nuevo calor que se fraguaba.
En el caso de las revistas de pensamiento, solo unas cuantas consiguieron sobrevivir la situación como “Mientras tanto”, otras perdieron el lector militante como “Nuestra Bandera” o “Nous Horitzons”, la mayoría desaparecieron, otras reaparecieron como “El Viejo Topo”, aunque después de la caída, también aparecieron otras nuevas como “Viento Sur”, siempre deficitaria, pero finalmente consolidada y ahí está, como pieza inexcusable para componer nuestro mapa ante el laberinto de las situaciones.
Con la restauración conservadora, el paisaje de las librerías cambió radicalmente, tanto es así que para los que éramos “habituales”, este fue uno de los signos más evidentes de hasta qué punto estaban cambiando los tiempos. En sus exposiciones, las diferentes expresiones del pensamiento crítico y anticapitalista se reducían para hacerse casi invisibles, mientras que la nueva barahúnda de intelectuales orgánicos de la “postmodernidad” y del neoliberalismo lo acaparó todo, y lo hicieron de manera prepotente. Así, en un lejano artículo, el cada vez más repugnante Mario Vargas Llosa se atrevía a sentenciar que el comunismo ya había muerto, que el marxismo estaba reducido a las Universidades norteamericanas, y que ahora solamente les quedaba por fumigar los fundamentalismo religiosos y nacionalistas, términos con los que se refería a las religiones ajenas al impero y a los nacionalismos sin Estado. Él fue y sigue siendo un “patriota” norteamericano.
Y obviamente, las páginas de los suplementos sobre libros olvidaron pasadas inquietudes para constituirse en “apologías del presente”, como denunciarían oportunamente en un pequeño ensayo firmado por dos pensadores en nada radicales como Eugenio Trías y Rafael Argulloll; aunque en algunos casos permitieron algunos espacios para los testimoniales, sobre todo porque el “pensamiento único” había aprendido que la primera regla de una hegemonía inteligente integra a las oposiciones “responsables”, e incluso da cancha al pensamiento rupturista mientras que ofrezca más prestigio que perturbación.
A los irredentos nos embargaba la sensación de que nos habíamos equivocado también en todo, y por supuesto respecto a la revolución de Octubre, cuyo centenario requirió un considerable esfuerzo por parte de las entidades socialistas que seguían manteniendo la llama, creando un cierto número de aportaciones críticas que no habrían venido de gloria medio antes. Recuerdo el estupor de un antiguo amigo libertario que me contaba como se había tenido que plantar en una tertulia radiofónica…defendiendo, ¡al mismo Stalin¡ Y es que los tertulianos chillones del tipo Pilar Rahola se habían mostrado tan prepotentes que, le obligaron a matizar, sobre todo porque detrás de Stalin estaba –desgraciadamente- el pueblo ruso, y mucha gente militante de buena fe, se sintió eclipsada.
En medio de la “debâcle”, hubo obviamente excepciones. Aunque fuese en los márgenes no dejaron de publicarse aportaciones, que mantenían excepcionalmente su bagaje de pensamiento crítico, y en las que el balance crítico sobre la Rusia soviética, no se hacían para clamar las glorias del “mundo libre”. Su perspectiva básica seguía siendo un intento de encontrar el mejor enfoque para la razón de los humillados y ofendidos, de las mujeres y los hombres que se habían identificado con la revolución, de las víctimas de los poderosos, en algunas ocasiones, estas aportaciones coexistieron en el mismo espacio de diarios y revistas aunque fuese bajo el amparo de una “línea general” predeterminada claramente por una nueva clase de “mandarines” generosamente recompensados por una clase dominante que ha aprendido a no subestimar la inversión en la cultura.
En estas condiciones, usted encontrará sin dificultades en las librerías los dictámenes de Furet, Revel, o los excomunistas autores del “Libro negro” sobre el comunismo, pero difícilmente encontrará las críticas y sus respuestas, entre otras cosas porque la mayor parte ni siquiera se han publicado, y porque los alegatos críticos han aparecido en círculos muy reducidos. Sin embargo, no hay duda que, aunque sea andando más a contra corriente que nunca, siguen existiendo. Estas excepciones, se encuentran, en líneas generales con un pensamiento crítico que bien podía resumirse con la siguiente valoración que efectuó allá por 1795 el moderado Kant sobre la Gran Revolución Francesa:
“Un tal fenómeno, en la historia de la humanidad, no se olvida ya, porque ha revelado en la naturaleza humana una disposición, una facultad de progresar tal que una política no hubiera podido, a fuerza de sutileza, desprenderla del curso anterior de los acontecimientos: sólo la naturaleza y la libertad reunidas en la especie humana según los principios internos del derecho eran capaces de anunciarla, aunque, en cuanto al tiempo, de una forma indeterminada y como acontecimiento contingente. Pero, incluso si el objetivo apuntado por este acontecimiento no fiera todavía alcanzado, incluso si la revolución o la reforma de la constitución de un pueblo hubiera finalmente fracasado, o bien si, pasado un lapsus de tiempo, todo volviera a su situación precedente, esta profecía filosófica no pierde por ello nada de su fuerza. Pues este acontecimiento es demasiado importante, está demasiado ligado a los intereses de la humanidad y tiene una influencia demasiado vasta en todas las partes del mundo para que no deba reaparecer en la memoria de los pueblos, con ocasión de circunstancias favorables, y ser recordado en el momento de llevar a cabo nuevas tentativas de este género”.
Después de una historia llena de grandezas pero también de miserias, está claro que Rudi Dutscke tenía razón cuando dijo que en “socialmente realmente existente”, todo podía considerarse como existente menos el “socialismo” que era una aberración histórica que, sobre todo en sus relaciones con las libertades, se encontraban más lejos del socialismo vivo de la “Comunne”, de 1917 o de las “comunas” de Aragón, que del peor capitalismo, o sea de un capitalismo sin las reformas impuestas por las luchas sociales.
Lo que queda, puede consolar a las personas que han optado por hacer de “comunistas”, y puede servir como consolación porque siempre habrá algo todavía mucho peor, pero no son desde luego alternativas de nada. Son los capítulos finales de un ciclo histórico en el que todos y cada uno de los planteamientos básicos del socialismo desde sus primeras tentativas hasta sus últimas formulaciones. Por lo tanto, la imprescindible contestación a un sistema si cabe más ignominioso que antes requiere fijar la inspiración, no en la música del pasado sino en los movimientos y respuestas que se están dando aquí y allá, en todas partes y cuya intensidad está tomando una curva ascendente. No obstante, esto no quiere decir que hay que olvidarse del pasado porque como dice la Biblia –en una frase vital en la composición del interesante film de Paul-Thomas Anderson, “Magnolia” (2000)-, el pasado no se olvida de ti…Hay que restituir la verdad de la lucha por la democracia y el socialismo, del rechazo a las burocracias, un mérito que recayó ante todo y sobre todo, en los hombres y mujeres que nunca se resignaron, y que supieron que había que estar con los de abajo en todo momento y lugar, aunque ese lugar se llamará “socialista”
La diferencia ahora quizás sea que se trata de aprender también de sus limitaciones, errores y horrores cuando los hubo, y se trata de asimilar todas las tradiciones sin “patriotismos” de escuelas, aportando ideas y ejemplos a través del hacer…La revolución de Octubre es ya parte de una historia que no volverá, pero también parte de una realidad que, de una manera u otra, mantiene una extraordinaria presencia, entre otras cosas porque los que la quieren enterrar definitivamente piensa tanto en ella como en su efecto, quieren dejar sentado un “nunca más”. Nunca más –hemos de decir- será igual, está claro que la confrontación radical con el capitalismo comporta cuanto menos un doble problema, la posibilidad de una derrota que signifique el exterminio de cualquier resistencia, siempre quedarán Kissinger, Trilaterales y Videlas en la reserva, y de otro, que la resistencia convierta la necesidad en virtud, y donde –como dijo León Felipe- después de una doctrina se imponga una Iglesia.
El sol todavía no caliente, pero los años de triunfal-capitalismo sin oposición están quedando como un mal sueño, y no pasa día sin que asistamos a la creación de un peldaño más en las resistencias. El sol todavía no calienta, pero hasta los más cretinos de la derecha o del “centro”, saben que está ya comenzando a calentar.
Se necesita pues más leña, más huelga cereal, más creatividad alternativa, más desbordamientos, avances que difícilmente se podrán limitar auna existencias institucionales sólidamente establecida, a unos engranajes que, como percibió el empresario que al contemplar desde su ventana del 1% que domina el mundo:
-Mientras no lleguen a las empresas podremos estar tranquilo.
Quizás no sean ya las empresas, quizás sean las localidades y barriadas que al unificar todas las luchas, sean capaces de crear otra ciudad.
Una ciudad en la que la mayoría imponga sus reivindicaciones.