¿Hay que armar a la oposición? A propósito de Siria
En una conversación telefónica con el presidente ruso, el rey saudí afirmó a su interlocutor que en estos momentos, en Siria cualquier diálogo era «inútil» (Agencia de Prensa Saudí, 22/02/2012). ¿Qué quiere decir esto, que la única vía posible es la intervención militar, que hay que armar a la oposición? Esta parece ser la opción que mantendrán los amigos de Siria que tendrá lugar el viernes 24 en Túnez.
El levantamiento popular de Siria, que pronto va a cumplir su segundo año, plantea cuestiones dramáticas para las que no existen (a no ser de jugar a la política de cuanto peor, mejor), respuestas simples. No hay que olvidar los iraquíes pagaron, están pagando y seguirán pagando durante decenios muy caro el derrocamiento de Saddam Husein por los Estados Unidos.
Los motivos de la revuelta
La revuelta Siria tiene las mismas causas que los movimientos que se han desarrollado desde Marruecos a Iraq:
• El rechazo de un régimen autoritario, de la arbitrariedad total del Estado, de las fuerzas represivas y la generalización de la tortura.
• La amplitud de la corrupción (la apertura económica, tan fomentada por Occidente, ha provocado el acaparamiento de la riqueza nacional por una mafia constituida en torno al Jefe de Estado), el fuerte contraste entre la ostentación de la riqueza por parte de una pequeña casta y la pobreza provocada por el abandono de las políticas públicas (muy del agrado, también, de los consejeros occidentales);
• El peso de la juventud que, en los países árabes, constituye la generación más numerosa de su historia en edad adulta y que, a pesar de una educación mejor, no encuentra la manera de insertarse socialmente de acuerdo a sus aspiraciones sociales; bien a través del trabajo o ejerciendo responsabilidades.
Esto tres factores provocaron una victoria rápida del movimiento en Túnez y en Egipto, aunque no en Yemen. En Libia, fue necesaria la intervención de las fuerzas de la OTAN -extralimitándose de la resolución 1973 del Consejo de Seguridad de la ONU- para acabar con el régimen de Gadafi. En Bahréin, fue la intervención de los blindados saudí quien contuvo el avance del movimiento que, a pesar de ello, mantiene su vigor. En otros países, la contestación ha sido contrarrestada (si bien no se sabe por cuanto tiempo) de diversas formas: en Marruecos, a través de concesiones políticas: en Argelia y Arabia Saudí, a base de dinero.
¿Qué ocurre en Siria? El presidente Bashar Al-Assad, que partía con cierta simpatía popular, pensó que la política regional que desarrolla su país (oposición a Israel y a la política de EEUU) era una buena salvaguarda. Pero se equivocó de cabo a rabo y, al cabo de unos meses, trató de presentar la contestación pacífica como una protesta militarizada, manipulada por el extranjero, con el objeto de eliminar un régimen que se opone a las ambiciones israelí-norteamericanas.
Ha sido su negativa a emprender reformas de calado y el diálogo con la oposición, el uso indiscriminado de la violencia contra las movilizaciones que, por lo esencial, eran pacíficas, y el uso generalizado de la tortura lo que ha alimentado una escalada de violencia y que parte de la oposición haya optado por la lucha armada. De ese modo, de un solo golpe, ha provocado justo lo que dice querer combatir: la injerencia extranjera (ver «Jours de tourmente en Syrie», Le Monde diplomatique, agosto de 2011).
Al mismo tiempo, ha dado alas a los sectores que no aspiran ni a la reforma ni a la instauración de un régimen democrático, sino que preparan una ofensiva contra Irán y la caída de su principal aliado árabe.
¿Quién puede pensar, ni por un segundo, que el régimen saudí, que no reconoce ningún parlamento electo, busque establecer la democracia en Damasco, cuando, además, su Ministro de Interior acaba de declarar que las manifestaciones en el Este del país eran «una nueva forma de terrorismo»?
¿Quién puede pensar que la defensa de las libertades sea la primera preocupación de los Estados Unidos, que no dudaban en enviar a los «terroristas» arrestados por ellos a Siria para que fueran interrogados bajo tortura?
¿Quién puede creer que la democracia sea la principal preocupación de Sarkozy, que recibió a Bachar Al-Assad en parís en julio de 2008 (que le devolvió visita en septiembre), que apoyó a las dictaduras de Túnez y Egipto y no dijo nada de la masacre de Gaza durante la invasión Israel? Un anécdota significativa: durante esos meses, los periodistas del diario Le Figaro recibieron la orden de no citar en sus artículos la existencia de presos políticos en Siria.
Para todos esos países y para Israel (ver más abajo) el objetivo es derribar el régimen de un país aliado a Irán en la perspectiva de preparar una ofensiva contra ese país.
Por otra parte, está claro que muchas fuerzas en Siria, incluso las que forman parte del Consejo Nacional Sirio (CNS), con el apoyo de una formidable campaña mediática, presionen para que se de una intervención militar.
Así, la batalla por Siria se ha convertido, también, en una batalla de propaganda. Una batalla que el régimen, con sus afirmaciones grotescas, sus mentiras flagrantes y sus intervenciones bárbaras, ha perdido hace tiempo. Ahora bien, ¿qué grado de veracidad se puede otorgar a las informaciones que circulan 24h sobre 24h en todas las cadenas de radio y televisión que, a menudo, no tienen otra fuente de información que la oposición? Por ejemplo, la muerte de policías y militares que fue negada durante largo tiempo se ha visto ahora confirmada; también, desde hace un año, los medias anuncian de forma regular que la revuelta ha alcanzado a Damasco. En fin, tenemos que lamentar la muerte de dos periodistas en Homs y recordar que el régimen, negando la mayoría de las veces la entrada y la circulación de los periodistas, contribuye justo a lo que pretende denunciar.
El informe «Syrie, une libanisation fabriquée» del CIRET-AVT (Centro Internacional de Investigación sobre el Terrorismo-Ayuda a las Víctimas del Terrorismo) y CF2R (Centro Francés para la Investigación sobre la Información), 11/02/2012) ofrece datos de una investigación sobre el terreno que, aunque puedan ser discutidos en uno u otro aspecto, merecen más atención de la que se le ha prestado.
Militarización
El comportamiento de la tropas del régimen en Homs es inaceptable: su objetivo es aplastar no a toda la población pero sí a los barrios sunitas que se han rebelado. En ellos, el ejército se enfrenta a abnegados combatientes, dispuestos a luchas hasta el final y que cuentan con el apoyo de la población. Esto explica la crudeza de los combates pero no justifica, de ningún modo, las arbitrariedades del régimen. En cualquier caso, resulta interesante destacar que el régimen no utiliza los argumentos que fueron utilizados contra Hamas en diciembre 2008-enero de 2009 («secuestran a la población para ocultarse tras ella»). Esperemos que este tipo de argumentos tampoco sean empleados por los israelíes en el futuro.
Una de las dimensiones más peligrosas de este conflicto tiene que ver con el riesgo de que se transforme en enfrentamientos «confesionales». Sería falso afirmar que en Siria todo se reduce a una pertenencia religiosa o comunitaria: hay alauitas que apoyan a la oposición y sunitas que prefieren estar más con el régimen que con los aliados. Ahora bien, en la medida que el poder se apoya sobre un base alauita, estas tensiones se han avivado. Por su parte, la oposición, o ciertos de sus componentes (especialmente el CNS), actúa de la misma forma y es incapaz de ofrecer garantías de cara al futuro. Nadie parece prestar atención al hecho de que a los kurdos, que fueron los primeros que salieron a la calle (principalmente exigiendo sus documentos de identidad), se les mantenga totalmente al margen y que éstos se encuentren sorprendidos de que el CNS no reconozca sus derechos ((Dogu Ergil, «Syrian Kurds», Zaman, 21 de febrero). Por su parte, el régimen parece que quiere relanzar las actividades de PKK, partido muy popular entre los kurdos de Siria, que ya fue utilizado durante los enfrentamientos con Turquía en los años 1990.
Por otra parte, la CNS está siendo cuestionada por numerosos oponentes que le acusan de estar dominada por los islamistas, con algunas personalidades pro occidentales para el trato con los media. Acaba de constituirse un grupo nuevo, el Movimiento Nacional para el Cambio (MNC), dirigido por el Dr. Ommar Qurabi, antiguo presidente de la Organización Siria para la defensa de los Derechos Humanos (Ipek Yezdani, «Syrian dissidents establish new bloc», Daily News, 21 de febrero). Este movimiento reprocha al CNS rechazar los militantes alauitas o turcomanos.
Otras comunidades, la cristiana y, principalmente, la drusa, se muestran dubitativas; no tanto por simpatías con el régimen, sino por temor del caos que acarrearía su derrocamiento sin negociaciones (leer Phil Sands, «Syria’s Druze community : A silent minority in no rush to take sides», The National, 22 de febrero).
La militarización del conflicto es un hecho y conlleva los gérmenes de una guerra civil (quizás la única vía de salida para el régimen). Un reportaje del diario libanés Daily Star (23 de febrero) sobre el Ejército Sirio Libre (ASL) confirma dos elementos que la prensa oculta a menudo: este ejército tiene bases en Líbano (también en Turquía) y no duda en aplicar represalias confesionales matando por venganza a alauitas («FSA soldier in Lebanon discloses tactics»). También se han sumado a los insurgentes combatientes iraquíes (leer Tim Arango et Duraid Adnan, «For Iraqis, Aid to Rebels in Syria Repays a Debt», The New York Times, 12/02/2012) e incluso, como lo ha confirmado el Departamento de Estado americano, miembros de Al-Qaeda.
Estamos en un impasse. La oposición (o, mejor dicho, las oposiciones) es incapaz de derrocar al régimen y el régimen no es capaz de derrotar a la oposición. Se puede decir, Incluso, que el porvenir del régimen está cantado y que no le quedan más que unos pocos meses. La cuestión que se plantea, por tanto, es saber si el país se va a hundir en una guerra civil o va a caminar hacia una transición política que, se quiera o no, precisa de un diálogo.
Es en ese contexto en el que es preciso comprender el veto de los dirigentes rusos y chinos a la resolución del Consejo de Seguridad de Naciones Unidas el 4 de febrero. El texto fue enmendado para que contemplara algunas de sus objeciones, pero seguía exigiendo la retirada de las tropas gubernamentales de las ciudades sin hacer referencia alguna a la oposición armada y tomando como base el plan de la Liga Árabe impuesto por Arabia Saudí, que implicaba la destitución de Bachar Al-Assad.
Esta resolución, ¿podía dar cobertura a una intervención militar? Es evidente que para los rusos y chinos, escamados de lo que ocurrió con resolución 1973 sobre Libia, el riesgo es real. Son temores comprensibles, vistas las declaraciones francesas y de otros países que dejan entrever una acción armada bajo el pretexto de proteger a la población.
La alternativa de la negociación
Entonces, ¿no hay nada que hacer? Evidentemente sí:, las posibilidades no se reducen sólo a la opción militar. Por una parte, se pueden reforzar las presiones sobre Siria, sobre todo en el terreno económico, a condición de vayan dirigidas hacia sus dirigentes, no hacia la población. Estas presiones ya han provocado que una parte de la burguesía que apoya al régimen se empiece a cuestionar ese apoyo. Por otra parte, y a pesar de las dificultades, las misiones de la Liga Árabe sirvieron para atenuar la violencia del régimen. Es Arabia Saudí quien ha logrado retirarlas (hay que leer los informes que ha publicado: nada que ver con lo que informan los media, hasta el punto de que este documento ha sido ampliamente ocultado). Hay que exigir que estas misiones vuelvan a actuar y se amplíen. Por último, contrariamente a lo que se escribe, ni Rusia ni China han dado carta blanca a Assad. Tratan de presionarle. Como recoge un periódico libanés bien informado, «las autoridades sirias, bajo presión de Rusia, se han abstenido de utilizar la aviación y otras armas de guerra en la represión actual. Desde ese punto de vista, no estamos en la situación semejante a la de Hama en 1982» (Al-Akhbar, 22/02/2012). /1
La alternativa de la negociación camina sobre un margen estrecho y lleva tiempo; mientras tanto, la gente muere; pero una intervención militar provocaría más víctimas aún.
Además, merece la pena mencionar un interesante artículo de Efraim Halevy, antiguo director del Mossad y antiguo consejero nacional de seguridad, en el International Herald Tribune del 7 de febrero, titulado «Iran’s Achilles’ Heel». En él explica que el derrocamiento del régimen de Damasco permitiría evitar una alternativa desastrosa: bombardear Irán o intensificar las sanciones, que conllevaría a un incremento del precio del barril de petróleo más allá de lo soportable. Por el contrario, si se priva a Irán de su aliado sirio, el precio caería considerablemente.
23/02/2012
http://blog.mondediplo.net/2012-02-23-A-propos-de-la-Syrie
Traducción: VIENTO SUR
Notas
1/ La masacre de Hama ocurrió entre el 2 y el 28 de febrero de 1982. El ejército sirio, bajo las ordenes de su presidente (el padre del actual) llevó a cabo una represión enorme para sofocar la revuelta de la comunidad suní contra el régimen de al-Assad