Hacia un nuevo Pacto Social
Por Prudenci Vidal
Estamos a punto de unas nuevas elecciones y entre propuestas, promesas, denuncias, descalificaciones e improperios con la irrupción de partidos “nuevos” uno se pregunta si en el arco político se manifiesta la pluralidad de nuestra sociedad, si las expectativas de nuestra generación ante aquel pacto social que trajo estructuras democráticas en un papel llamado “Constitución” se han cumplido o al contrario vemos con estupor que las estructuras democráticas no han servido para consolidar el PACTO SOCIAL que se establece en una constitución.
Las respuestas pueden ser múltiples y hacer historia de cada una de ellas nos llevaría a escribir tomos y tomos de reflexiones; no es el momento, pero no hay que obviarlo. El pacto social se quebró ya en los albores de la Unión Europea cuando se construyó a puerta cerrada ignorando a la población, estableciendo una total asimetría entre el poder y la legitimidad democrática. Los resultados están a la vista de todos: 123 millones de personas (casi un tercio) están en riesgo de exclusión social y pobreza; el paro afecta a más de 24 millones ; la tasa de paro entre los jóvenes pasó de un 15% en 2007 al 23% en 2014. Algo estremecedor y que nunca se había visto en nuestro país: que haya trabajadores pobres que trabajan sin ninguna perspectiva de mejorar la situación de pobreza familiar; el enfrentamiento entre el capital y el trabajo desprecia a la juventud más preparada de la historia–algo que sólo sucede en las guerras-.
Esta Europa a la alemana vulnera constantemente las condiciones fundamentales de una sociedad en la que valga la pena vivir en ella. Los ejemplos de España y Grecia son las evidencias más palpables. La obligación de pagar la deuda por encima de los servicios sociales y los rescates financieros por encima de las personas es admitir que las políticas de austeridad son hijas del euro € y de las reglas de la UE y de las ocultas estrategias de Maastricht reforzadas por el tratado Presupuestario. La derrota del pueblo griego a manos de los acreedores sin la posibilidad de abandonar el euro dobló el espinazo del pueblo griego con el consentimiento de las demás países meridionales, con el gobierno de Rajoy a la cabeza. Lo que debía ser una negociación acabó siendo una imposición, una capitulación que el “enemigo capital” siempre había deseado y previsto.
En nuestro país se habla ahora de reforma constitucional, pero uno se pregunta si lo que se pretende es sacar el polvo de los muebles, hacer una reforma del baño o de la cocina o realmente encaminarse hacia un nuevo pacto social en el que la población adquiera toda la soberanía perdida a lo largo de los años. Cataluña, desde el actual Parlament, se prepara para la construcción de una casa nueva, pero ¡alerta! los materiales no pueden ser del desecho español. Las nuevas leyes no pueden ser copia de las ya existentes caminando hacia un posibilismo estructural. Nos echarán del euro, ¡ojalá! Nos cerrarán el grifo del crédito, ¡ojalá! Esos fondos que especulan con la salud, las pensiones, la enseñanza etc no nos convienen ni ahora ni en el futuro. La creación de una nueva moneda , es cierto, devaluaría su valor a causa de la especulación financiera de los buitres que sólo comen carne muerta, pero que están dispuestos a matar para poder comer. Esta depreciación hará posible que nuestras exportaciones – y somos una economía exportadora- resulten más atractivas. Las posibles fugas de capitales habrá que preverla, pero el capital no tiene ni sentimientos ni banderas y acude allí donde existe posibilidad de negocio.
Dicho lo cual – frase que se está haciendo famosa en los medios- ni la reforma constitucional que se plantea a nivel estatal, ni la construcción de un estado propio que se induce desde el Parlament de Catalunya, tildados ambos de nuevo pacto social, pueden ser tales sin el desmantelamiento de las estructuras europeas actuales capaces de arruinar países enteros, pactar a favor de los intereses del capital (CECA) y girar la cabeza ante el alud de refugiados que llegan desde una guerra provocada por intereses estratégicos de la geopolítica de la OTAN. O Europa se une con legislaciones laborales, sociales, militares propias y comunes para todos los ciudadanos o no hay solución. Son ya demasiados los reventones de estas cañerías para llamar al fontanero de turno para que solucione el escape. Hay que cambiar todas las cañerías, tirar las viejas e instalar otras de nuevas, si no la humedad y la podredumbre que esta comporta continuarán expandiéndose por todos los lados, especialmente en los países mediterráneos cuyas estructuras económicas les han hecho depender de la deuda que las atenaza de pies, manos, pensamiento, pero no la voluntad de sus pobladores.
No nos limitemos a aceptar parcialidades constitucionales como la reforma de la sucesión del jefe del estado (supresión del a Ley Sálica). Vayamos a la construcción de una República Popular federada con todos los pueblos de este país. Para eso primeramente hay que derribar el edificio del 78 y, sin utilizar materiales de derribo, construir de forma sólida una nueva democracia ,eficaz en lo social, firme en lo político y solidaria en lo económico. Para llegar a este objetivo son necesarias varias actitudes: firmeza en lo ideológico, actitud solidaria en lo político, austeridad en la administración de los recursos (lo necesario antes que lo superfluo) y una firme determinación de que el empeño vale la pena para ceder a las nuevas generaciones un país en el que la vida digna para todos sea una realidad.
Prudenci Vidal
Miembro de la Marea Pensionista