Hablemos claro en tiempos oscuros
Capitalismo, cambio climático, tecnología, desamparo social , fascismo y pandemia son elementos muy peligrosos que se dan la mano dentro de un círculo dantesco de donde solo es posible salir hablando claro y viviendo del mismo modo.
(óleo de Hans Bächle)
Tenemos que hablar claro. El mundo está dejando de ser lo que venía siendo a causa de cuatro factores -al menos – de gran calado y profundas consecuencias: el capitalismo sin principios éticos ni límites a su explotación ni a su acumulación de beneficios, el cambio climático acelerado, la pandemia vírica y las nuevas tecnologías que sustituyen a humanos por máquinas. La mezcla de todos esos elementos- profundamente interrelacionados- es una verdadera bomba social que está sumiendo al mundo en la más graves situación jamás experimentada por la raza humana. Tenemos que hablar claro.
Para conjurar el peligro los gobernantes mundiales –siempre tan en lo mismo- deciden meternos más y más miedo, reducir y dosificar nuestras libertades y derechos constitucionales, y resucitar al fascismo de nuestros abuelos, aunque muchos españoles, (por ejemplo, los tres millones y pico que votan a Vox) están de acuerdo con él desde que tienen uso de razón (es un decir).
Malos remedios
Para asegurarse de que cumplamos con sus deseos, los gobiernos, siempre “ejemplarmente” al lado de sus ciudadanos, aumentan los gastos militares (por ejemplo 2.000 millones en tanques en España) o en materiales antidisturbios; permiten utilizar la fuerza bruta sin muchos miramientos (fíjense en los EEUU) y hablan de ayudas contra el hambre de los parados en lugar de empleos y justicia social. Pero no hablan, siempre tan con los mismos, de distribución de la riqueza y eliminación de los paraísos fiscales, por poner un par más de ejemplos simples. Ahora bien, si no se toman estas medidas en lugar de las que obligan a tragar, no es posible solución alguna; la bomba estallará antes o después, cuando la gente esté al límite de su capacidad de soportar. Sucedió muchas veces.
Una constante histórica
Hay una constante mundial repetida hasta el hartazgo: cada vez que el capitalismo (neoliberal, financiero, salvaje, da igual el nombre que le demos) entra en una de sus inevitables crisis, sus gobiernos nos salen con alguna clase de elemento amenazante real o imaginario, bien sea el terrorismo, una epidemia, el fascismo, o la inmigración – incluida la inmigración que originan sus guerras. El caso es evitar posibles reacciones populares en contra de su mala gestión. Esto un clásico en los malos tiempos crecientes como este, ya que cada crisis genera más miseria y desamparo social para la mayoría, a la que siempre se le quiere tapar la boca con leyes mordaza, con mascarillas o a porrazos, olvidando todo ese cuento de viejas sobre derechos humanos, libertad de expresión y todo lo demás. Pero la presente crisis no solo es la más fuerte de todas las conocidas, -más grave que la de 1929- sino que a diferencia de aquella se presenta como difícilmente reversible a consecuencia de sus implicaciones con el cambio climático, la pandemia y la ola autoritaria mundial provocada al efecto. Así que estamos en apuros. No como pueblos, que por supuesto, no como trabajadores o mujeres, que por supuesto, sino también como especie. Somos la sexta raza y estamos amenazados de extinción o de gran merma poblacional.
No nos convencen
No nos convence que la solución sea vacunarnos contra los virus que origina nuestro maltrato a este Planeta al que no ponemos límites, que se defiende de nosotros, y cuyas consecuencias estamos comenzando a sufrir seriamente. No nos convence que se nos diga que la inteligencia artificial no tiene nada que ver con la creación de enormes bolsas de desempleados y desamparo social; no nos convencen con asegurarnos que nos darán un salario mínimo vital que compense un poco nuestro paro indefinido porque hay una crisis industrial en un mundo donde cada vez sobra más mano de obra. Y no basta con que se nos asegure que tendremos una vacuna contra un virus como el de hoy dentro de algunos meses, cuando puede que este haya tenido una mutación y tengamos nuevas epidemias.
Podemos estar seguros de que las farmacéuticas, el Ibex, los paraísos fiscales, los gobiernos conservadores o ultra conservadores o los «medio-pensionistas» como el español o el cínico Vaticano nos van a solucionar nuestros problemas . Cada uno de estos usa el miedo para evitar que lo suyo deje de funcionar: contaminar, explotar, engañar o manipular, porque en ello están sus ganancias. Siempre es el miedo la gran vacuna del Sistema para evitar que crezca la peor de las plagas que le puede amenazar: la libertad de pensamiento, la libertad de conciencia y la libertad de acción de gentes dispuestas a desobedecer, rebelarse y reclamar justicia distributiva, justicia tecnológica y justicia climática. Y el miedo, si es vacuna exitosa, hace que la masa humana acabe por temer incluso a su propia libertad, como denunciaba Erich Fromm. Y esto es algo inadmisible para cualquiera que se aprecie.
Así las cosas, para prevenir la disidencia, que es el antídoto, se prodigan en los medios de comunicación descréditos y noticias falsas contra quienes optan por defender los derechos y libertades públicas y personales, cuando no se les asesina vilmente como hemos tantas veces hemos visto en todos los continentes con líderes de diferente tipo, cuyos delitos son ser líderes sudamericanos, ser negros o poner negro sobre blanco lo que se nos viene arrebatando tras siglos de conquistas, con sus muertos y todo lo demás. Sé que ustedes lo saben, pero conviene decirlo a los que no, por si acaso. Y sé que ustedes, que saben, pueden hallar en su interior el antídoto de ese miedo ambiental y hacerse inmunes.
Remedios para amenazados
Deberíamos superar el miedo desarrollando en nosotros la confianza, el apoyo mutuo, y, por supuesto, el amor. El amor altruista es un poderoso antídoto, hasta tal punto que es lo que mantiene en pie el Universo entero, y, desde luego, lo bueno que hay todavía en este mundo. El amor libera; el odio ata.
Meditemos, hagamos ejercicio físico, recemos si somos creyentes, desarrollemos nuestra consciencia con todos los recursos de que dispongamos y no dejemos de lado nuestro sentido del humor. Seamos cooperativos y compasivos. Seamos críticos. Estas son auténticas defensas, verdaderas armas de renovación masiva. Por ahí se empieza y la Historia lo ha demostrado con creces. Con creces y con muchas cruces. ¿No hay ya bastantes?