“Habitar y Gobernar. Inspiraciones para una nueva concepción política” Amador Fernández-Savater
NED ediciones. Barcelona. 2020
No nos hallamos ante un libro que me atrevería a recomendar a quienes sienten mayor predilección por pisar el suelo firme de las certezas establecidas que por emprender la azarosa exploración de nuevas sendas.
Como el conjunto formado por quienes compartimos una sensibilidad insumisa no está libre de la clásica tensión entre lo instituido y lo instituyente, resulta que coexistimos en su seno tanto quienes optamos por conservar, con escasos retoques, el legado de nuestras tradiciones de lucha y de pensamiento, como quienes optamos por otro tipo de fidelidad hacia ellas. Esa diferente forma de fidelidad no es con la literalidad del legado, sino con el propio impulso instituyente de nuestros antecesores cuando fueron inventando sus formulaciones y sus prácticas.
No cabe duda de que Amador Fernández-Savater es de los que privilegian ese segundo tipo de fidelidad como lo atestigua un libro que abre importantes perspectivas instituyentes. Encontramos en él un conjunto de textos escritos al calor de las experiencias vividas a lo largo del ciclo inaugurado por el 15 M y por los movimientos de las plazas. Ahora bien, la mirada puesta sobre esas experiencias no se limita a visualizar sus características, sino que pone las luces de largo alcance para alumbrar algunas de las cuestiones fundamentales de cualquier politización emancipadora.
En un magnifico prólogo, titulado: “¿Cómo hacer? La revolución de los niños perdidos.” Amador se plantea, y nos plantea, en toda su crudeza, la pregunta sobre si “la revolución es aún deseable” en los tiempos actuales.
Se trata de una pregunta que bien podría considerarse impertinente y hasta provocadora en nuestros medios, pero que resulta urgente afrontar sin subterfugios. La respuesta de Amador es taxativa. Basta con pulsar lo que late en las luchas populares, incluso las más radicales, para comprobar que no están impulsadas por el deseo de provocar el gran estallido que simboliza a la revolución en el imaginario tradicional, y para ver que ni siquiera las personas más comprometidas con las luchas contra las opresiones y las explotaciones actúan hoy con la perspectiva de ese estallido como una meta capaz de encender el deseo.
Sin embargo, como resulta que el deseo de revolución es indispensable para animarnos a labrar senderos de emancipación no nos queda otra alternativa que volver a hacerla deseable, aunque para eso haya que resignificarla, distanciándola de su imagen tradicional. Y es, precisamente, a esa tarea a la que se dedican muchos de los textos que componen este libro.
La propuesta de Amador se articula en torno a dos ejes fundamentales que, de hecho, están íntimamente entrelazados. El primer eje está constituido por la necesidad de pasar del “paradigma del gobernar” al “paradigma del habitar”, y el segundo aboga por sustituir la tradicional fijación sobre el “¿qué hacer?” por la consideración del “¿cómo hacer?”.
En el primer eje, el paradigma del gobernar plantea que debemos conducir la realidad desde una idea, desde un modelo que marque la dirección a seguir y el objetivo a alcanzar. El objetivo suele ser la toma del poder, y se trata de dirigir hacia esa meta las conductas de tantas personas como sea posible. Eso requiere, entre otras cosas, tener una visión de conjunto que supedite la multiplicidad y la diversidad de las situaciones concretas y de las luchas parciales a la totalidad en la que deben quedar integradas para poder avanzar con eficacia hacia la meta.
Desde el paradigma del gobernar, las situaciones y las luchas no tienen sentido o valor en sí mismas sino en referencia al plan estratégico que les da unidad, sentido y dirección. La diversidad de las situaciones, su fragmentación y su dispersión se perciben como obstáculos que hay que vencer. Para salir de ese paradigma que no solo ha conducido a un fracaso tras otro, sino que contradice sus propias finalidades emancipadoras, hay que resistir a la tentación totalizadora y unificadora, asumiendo el carácter necesariamente disperso, diverso, y situado de las resistencias, y sacar provecho de esa diversidad y de esa dispersión en lugar de combatirlas.
Desde el paradigma del habitar se piensa la revolución en términos de una potencia que ya hay, aquí y ahora, y que se trata de expandir, acompañándola más que dirigiéndola. Partir de lo que hay y no de lo que debería haber requiere detectar, acompañar, intensificar, desplegar y expandir aquello que ya trabaja lo real. El símil más sugerente es el de surfear una ola para ir juntos hacia el mismo sitio en lugar de pretender dominarla y dirigirla, utilizar su energía en lugar de pretender forzarla.
En el segundo eje, el tránsito desde el “qué hacer” al “cómo hacer” implica pasar de la importancia concedida a la finalidad de la acción a la preocupación por su modalidad. Se trata de que la finalidad no relegue la cuestión de los medios a un segundo plano porque los medios ya prefiguran los fines, o, mejor dicho, porque no es posible escindir los medios y los fines. Como dice Amador, no se puede separar el qué, del cómo, sin correr inevitablemente hacia la perversión del qué.
Se trata pues de reinventar las ideas y las prácticas de emancipación, pero desde dentro de las luchas en curso, desde las situaciones efectivamente existentes, captando e intensificando las potencias que palpitan en ellas en lugar de proyectar sobre esas luchas, y de introducir en su seno, unos esquemas elaborados fuera de ellas.
En definitiva, lo que implican conjuntamente el “paradigma del habitar” y la prevalencia otorgada al “¿cómo hacer?” no es sino una exigencia de coherencia con esa idea de “autonomía” que tanto valoramos. En efecto, la autonomía no existe si no surge desde dentro, desde la propia acción transformadora. La autonomía nace desde el seno de su propio ejercicio, es imposible inyectarla desde fuera de la acción en curso porque se trataría ipso-facto de heteronomía, y esta imposibilidad da al traste con cualquier tentación vanguardista.
Complementan esos textos elaborados por Amador una serie de entrevistas entre las que mencionaré la del filósofo Jacques Rancière, quien declara, entre otras aportaciones, que la mejor forma de diferenciarnos del enemigo no consiste tanto en asestarle golpes como en desarrollar las formas de vida y de ser que se oponen a él. También quiero señalar la del sinólogo y filósofo François Jullien, quien recurre a la cultura china tradicional para desarrollar la idea de las “transformaciones silenciosas” en una línea que recuerda a Gramsci cuando acuñó su concepto de “hegemonía” para explicar que la revolución solo puede culminar si ya se ha realizado previamente en las mentes y en las conductas.
Por fin, La entrevista a la antropóloga y activista feminista Rita Segato sirve de epílogo al libro con una reivindicación del movimiento de las mujeres como fuente de inspiración del nuevo entendimiento subversivo de la política emancipadora, en clara afinidad con el paradigma del habitar.
Dice Rita Segato que una “politicidad femenina no es utópica sino tópica, pragmática y orientada por las contingencias, no principista en su moralidad, investida en el proceso más que en el producto, y sobre todo solucionadora de problemas y preservadora de la vida en el cotidiano”. Añadiendo a continuación que “nuestro enemigo no son los hombres, sino el patriarcado. Y el patriarcado es un orden político. No es ni una cultura, ni una religión, pues se encuentra por detrás de las vestimentas, de las costumbres y de las religiones de toda la diversidad de pueblos. Es ese orden, hegemónico, arcaico y atávico, lo al que hay que identificar diariamente en nuestras actitudes, deseos y concepciones, para intentar desarmarlo.”
Lo que he reseñado hasta aquí, parafraseando por momentos las propias expresiones de Amador, no agota la riqueza de un libro que, lejos de presentarse como un compendio cerrado de reflexiones y de propuestas, adquiere toda su fuerza cuando se le considera como una incitación a debatir y profundizar en el nuevo imaginario de la subversión, con la finalidad de que la revolución vuelva a cobrar sentido en una nueva formulación que sea capaz de encender el necesario deseo de luchar para que el proceso en el que consiste, que no el evento, se vaya desarrollando.
Publicado en Libre Pensamiento nº 105