
Grecia y México: insurrección a dos voces
Tanto en México como en Grecia estos penosos antecedentes son de dominio público, a pesar del cerco que ha desplegado el poder y el silencio cómplice de los medios masivos. La gente en las calles habla de economía con datos duros a la mano, esgrime argumentos sólidos en defensa de la soberanía nacional, discute en casa sobre política doméstica e internacional, toma plazas públicas en señal de indignación. Algo nuevo ha emergido en estos países que padecen las inclemencias de una crisis a todas luces civilizatoria. Es una suerte de politización espontanea, sin doctrinas intermediarias ni vanguardias ilustradas. Es el conocimiento práctico que arroja la experiencia de la desprotección, la impotencia frente a la tiranía del dinero, la zozobra desquiciante que arrastra consigo la precariedad material, la irrenunciable sensación de engaño, la inseguridad que se palpa en las calles… el anhelo colectivo de que toda esta mierda se vaya al carajo, y vengan tiempos mejores, pero no en el futuro (entelequia metahistórica a la que aluden los políticos), sino ahora.
Cabe preguntarse si en las elecciones en puerta, la gente en México intentará “convertir su rabia en una propuesta política alternativa”, o si se impondrá “el miedo, el terror mediático”. Las movilizaciones juveniles representan una primera respuesta a este dilema. Se comienza a configurar un modelo alternativo de participación político-ciudadana; un canon adecuado a las demandas concretas de una sociedad largamente ignorada e históricamente desprovista de herramientas para incidir en los asuntos que le conciernen. Falso e inicuo es el mito liberal que condiciona la capacidad propositiva de una persona al horizonte educativo que posee. Las voces que hoy demandan el cambio político emanan de todos los segmentos sociales, sin distingo de clase, nivel educativo u origen: la transversalidad es la norma de la acción insurreccional.
En Grecia, la derecha (que sí existe y es cada vez más avariciosa) obtuvo tan sólo una ventaja de tres puntos porcentuales frente a su adversario Syriza. Pero el terreno electoral es sólo un frente más –acaso el más coaccionado– en el extenso abanico de espacios políticos donde la sociedad puede y debe intervenir. Si en México conseguimos evitar que se reedite el fraude electoral de 2006, se refrendará la primera conquista de la naciente ciudadanía crítica. Empero, cualquiera que sea el resultado de los comicios en puerta, la sociedad mexicana deberá perseguir la construcción de una “propuesta política alternativa”, sí o sí. Basta de imposiciones, de saqueos, de atropellos a la soberanía, de violencia inducida desde el poder corrupto y corruptor, de gobiernos entreguistas, de jerarquías sociales edulcoradas con fórmulas ideológicas pedestres, de tributos neocoloniales a una potencia vecina que nos trata con la punta del pie.
México y Grecia tienen una doble misión histórica, a saber: sepultar el neoliberalismo y recuperar el valor de la soberanía como precepto inalienable. La Historia no está de ningún lado. Es la acción concreta de hombres concretos orientados a partir de criterios éticos lo que definirá el curso de la Historia.