Gitanos en / de Euskadi
Por Iñaki Urdanibia
Cuando a veces por medio de encuestas y consultas varias se afirma que por aquí no somos racistas, sin entrar en mayores ni en menores, parece que se olvida a algunos de los pobladores del país: los gitano sobre quienes recaen no pocas maledicencias y desprecios; el desprecio hacia ellos queda constatado hasta en el mismo uso del lenguaje ordinario, el de todos los días. Se dan , por otra parte, ciertos alborotos periódicos en algunas poblaciones vascas en la que el objeto del rechazo son los gitanos, ante los que el resto de vecinos expresan vivas muestras de rechazo y hasta piden que se les envíe a otras zonas de la ciudad ya que en el barrio no los quieren. Nada diremos de muchas noticias de prensa, generalmente de sucesos, en las que se subraya que los implicados en diferentes delitos eran de “raza gitana” ( raza, raza, lo que se dice raza: la humana; pero bueno…), como si esto añadiese algo a la noticia o la aclarase…Son muestras abiertas o solapadas – escondidas en los giros del lenguaje y otras máscaras- que dejan ver unas tendencias amplias de gitanofobia.
Pues bien, aunque no fuese más que por intentar poner luz en la oscuridad, desmitificando la cuestión, el libro de David Martín (Errenteria, 1980), « El pueblo gitano en Esuskal Herria», editado por Txalaparta, es merecedor de elogio y aplauso; añadiré que no solo por eso sino por tratar de un tema bastante desconocido y abandonado por los investigadores al menos en lo que se refiere a obras publicadas.
El libro nos conduce a lo largo de la historia, desde los tiempos de la primera llegada de gente procedente del este europeo allá por el siglo XV que es cuando se dan las primeras referencias a la presencia de miembros de la rama calé de los gitanos ( ijitoak, asianganbariak, buhameak, motzaileak, egyptianos…), diferentes a los sintis y otros . Además de detenerse en los diferentes orígenes y denominaciones ( India, Egipto, Hungría…) y en las situaciones de mestizaje que se fueron produciendo entre nativos de Euskadi y los que iban llegando; todo ello se fue traduciendo, en algunos casos, en la dificultad creciente por hallar particularidades identitarias gitanas ya que en muchos casos la adopción de apellidos euskaldunes, debido a la unión entre nativos y migrantes, hacía que quienes tales ostentaban eran uno más de entre los habitantes del lugar. Siempre se dio, como sucede en estos casos, una abierta tensión entre los otros, los diferentes y los mismos, que se compaginaba con cierto respeto a la diferencia.
A lo largo de la documentada obra, que basa sus afirmaciones en diferentes materiales de archivo y papeles de instituciones eclesiásticas y judiciales, una constante se puede observar : la persecución a que fueran sometidos por las diferentes disposiciones legales que se dictaban tanto a nivel del reino hispano como por parte de las administraciones locales y provinciales, y también arriba los Pirineos. Se les aplicaba unas normas que les obligaban a renunciar a ciertas profesiones, o se les concedían otras que en muchas ocasiones no les bastaban para subsistir, lo que suponía que hubiesen de buscarse la vida de maneras un tanto extra-legales, para lo que contaban con beneficiarios y compinches locales a los que sin embargo se disculpaba, recayendo las penas y condenas ( a galeras los hombres y a destierro las mujeres y los niños) siempre en ellos ( la fama y la lana); lo cual generaba en la mentalidad común una indisoluble unión entre gitano y delincuente, muy en especial se daba esta actividad en lo que se refiere a quinar ganado, lo que era condenado como delito de abigeato, acción de la que no cabe duda que salían beneficiados los vendedores y también, claro, los compradores. Las relaciones mixtas entre gente de aquí y los recién llegados fue dando lugar a diferentes árboles genealógicos absolutamente insertados en la sociedad local y desempeñando trabajos en las zonas rurales y también en la pesca, muy en especial en Euskadi norte. Si se dictaban, como digo, reglamentos contra ellos no solamente era por su supuesta, o probada, delincuencia, sino en otros casos era por vagos ( más tarde vendría la unión con “maleantes”), o simplemente no a causa de su hacer sino por el delito de ser gitano. Esto último supuso el disimulo y la ocultación de las raíces y la pertenencia por parte de no pocos, que trataban de evitar así las limitaciones, la discriminación y los castigos.
A la hora de diferenciar a los gitanos, difícil era hallar los síntomas identitarios, con el fin de ver los límites borrosos de la cuestión Martín se detiene en aspectos como el vestir y en el habla, aspectos realmente resbaladizos ya que muchos adoptaban las formas – tanto en lo que hace a lo uno como lo otro- de por aquí tanto en lo uno como en lo otro. Más adelante son señalados los oficios a los que se dedicaban, muchas veces porque no les quedaba otra alternativa debido a las disposiciones legales, cuchareros, caldereros, mineros, domadores de osos…cuya actividad, esta última, venía a suponerles ingresos por sus labores de animación en las fiestas locales, como consta en no pocos documentos municipales. Del mismo modo que esta última actividad, y algunas más de las nombradas les exigía trasladarse continuamente lo cual reforzaba su condición de nómadas, lo que en cierto sentido aumentaba su desarraigo y el ser mal vistos por su condición cambiante y por su continua recepción de parientes que venían de otros lugares de la geografía peninsular. También son traídos a colación casos de baserritarras, o arrantzales ( kaskarotak ) muy en especial en Euskadi norte ( Donibane Lohitzune, Ziburu…), en donde, no obstante, también estaban sometidos a ciertas restricciones- al igual que los agotes y otros marginados- y tenían , valga a modo de ejemplo, entradas especiales en las iglesias para acudir a ellas; su intensa dedicación al chalaneo y más adelante , hasta la misma actualidad, el dedicarse a ir de feria en feria con el fin de vender sus mercancías , la música y la danza animaba las fiestas ( algunas puntualizaciones acerca del flamenco son realmente aclaratorias) y la fama de bohemios y estas ocupaciones como la de esquiladores de ovejas…, y las limitaciones laborales y legales les empajaban a intentar pasar desapercibidos, de ahí el adoptar apellidos corrientes de las zonas con el fin de marcar una pertenencia, a pesar de que estas normas de inclusión se combinaban con casos de no adaptarse a las normas comunes, andando a su bola… lo que no impedía que se diesen casamientos como dios manda, siguiendo los hábitos comunes de las poblaciones en las que se instalaban ( ciertas aclaraciones acerca de el retrato habitual de los casamientos gitanos: el paño con la sangre, la cazuela troceada…son puestas en su justo lugar: que en el mayor de los casos no son más que la visión creada por los payos).
El siglo XVIII fue especialmente duro debido a numerosas leyes y una gran redada que se llevó a cabo en 1802, al norte de los Pirineos, lo cual supuso una persecución desmadrada y una ruptura y diseminación de familias enteras. Otros temas como la autoridad ( condes, ancianos, mujeres…) son enfocadas con precisión, del mismo modo que se expone el balanceo que se dio entre las posturas inquisitoriales y las caritativas.
Dos varas, dos medidas se daban en lo que respecta a su participación en el ejército: por una parte, el pertenecer al ejército exigía hombres hechos y derechos, un gran honor servir a la patria, mientras que a su vez los gitanos eran considerados gentes de poco fiar; eso no quitaba para que fuesen reclutados y enviados a las labores de más riesgo; por ejemplo con los tercios de Flandes.
Imposible dar cuenta de la actividad de información, datos y casos que se aportan a en la obra. Si añadiré que también se analiza el peso de la revolución francesa y el fin del Ancien Régime, la participación en la guerra (in)civil hispana en la que hubo posturas, entre los gitanos, para todos los gustos ( insumisos, falangistas , anarquistas destacados, y…) y la brutalidad genocida ( porrajamos o samudaripen ) que puso en marcha el nacionalsocialismo …y así hasta la actualidad, con sus perspectivas y con unas conclusiones – tras algunos casos ejemplares de ciertos árboles genealógicos vascos- que depositan la confianza en que la educación sea el instrumento que conduzca a la igualdad y a la desaparición de la discriminación.
No cabe duda de que este volumen de David Marín bien puede servir para ese deseado menester.