Gas, fertilizantes, comida, fascismo y guerra. El hilo y la madeja del colapso

 

Hasta ahora, parece que todavía se mantiene un barniz de civilización, pero nunca olvidemos que alguien dijo que lo único que separa la civilización de la barbarie son dos comidas calientes. ¿Es una profecía? No. Es un escenario. Y los escenarios a veces se hacen realidad.” (página 175 del libro de Ugo Bardi “Antes del colapso. Una guía para el otro lado del crecimiento”, Prólogo de Jorge Riechmann https://www.catarata.org/libro/antes-del-colapso_142697/   ).

Tengo la impresión de que todo lo fundamenta ya está dicho. No porque no haya temas que darían para seguir profundizando y debatiendo durante siglos, sino porque ya no nos queda tiempo y seguramente, dada nuestra irresponsabilidad, no servirá de nada, es decir, para transformar las cosas para bien.

GUARDA este ARTÍCULO para ATENDER con tiempo a sus argumentos y DESCARGAR los RECURSOS RECOMENDADOS. Para facilitar su identificación a la hora de la traducción a otros idiomas, los términos coloquiales, frases hechas, dichos, modismos, refranes, proverbios, etc. irán entrecomillados. En mi ordenador, el archivo ocupa un total de 7 páginas.

Si repaso lo que he escrito desde mi inicio en la militancia durante el franquismo (desde octavillas a libros), podría decir que no ha servido para casi nada, sobre todo en lo más importante. No porque yo sea un desastre, sino porque el mundo es así, generalmente estúpido (reacio a entender, negligente, cortoplacista, dado a aferrarse a ilusiones, comportamiento pernicioso, etc.). Les ocurre incluso a los genios que sólo mucho después de su muerte y cuando ya puede ser tarde, son por fin reconocidos. El mismo Marx y su “El Capital”, haciendo balance, habría resultado inútil si, como es de prever, definitivamente “nos vamos a la mierda”. Y esto no lo digo sólo yo. Albert Einstein declaro alguna vez que hay dos cosas infinitas: el Universo y la estupidez humana.

La estupidez se ve alimentada por la pereza mental, pues es cierto que a veces resulta complicado comprender la naturaleza de los asuntos, su raíz y sus implicaciones.

Pero si de verdad queremos afrontar correctamente los problemas señalados en el título de este artículo, no nos queda más remedio que explorar un amplio espacio temático, aunque sea muy someramente.

No es posible transformar nada si se impone la impotencia, que es lo que venimos viendo desde hace mucho tiempo y, clamorosamente, con motivo de la guerra en Ucrania. La impotencia puede superarse pues es cuestión de fortalecerse, pero cuando se une a la estupidez (en este caso, eufemismo de imbecilidad, por no ofender a nuestro ego y al supuesto homo sapiens que llevaríamos dentro), se crea una aleación invencible.

Estaba cantado que lo que se imponía ante la guerra en Ucrania, para evitar su cronificación y tremendas secuelas, derivaciones y escaladas, era levantar rápido por nuestra parte un Programa de Paz ligado a la lucha contra la carestía de la vida. Pero la izquierda, los verdes, y muchos “revolucionarios”, prefirieron hacer el juego a la guerra inter-imperialista con su “¡armas para Ucrania!”, o sea “¡más madera, más leña al fuego de la guerra!”, o con una ausencia total de propuestas tácticas. Así que, como era previsible (¡os lo advertí!), las cosas van de mal en peor, tanto en Ucrania como en todo lo que nos está perjudicando en lo económico (gas, materias primas, alimentos…), en lo militar (acuerdos de la OTAN en Madrid, incremento del 20% en el presupuesto militar español, tensión agitando el armamento nuclear…), en lo ideológico (bendición a la guerra inter-imperialista (OTAN – Rusia) con la escusa de la defensa de la democracia y la independencia del nada independiente ni democrático Estado burgués ucraniano, peón del imperialismo otanista y de los EE.UU. en su enfrentamiento con Rusia-China). Como en los momentos más tensos de la Guerra Fría. Y la clase trabajadora, disponible para el sacrificio en la paz (aumento presupuestos militares, etc.) y en la guerra. No volveré aquí sobre el asunto. Quien quiera conocer mi posición tiene una larga relación de artículos para documentarse a fondo.

Una de las consecuencias de la guerra de Ucrania fue la escasez en la exportación fertilizantes, y más directamente, el encarecimiento del gas, lo que llevó al cierre temporal de empresas productoras de fertilizantes nitrogenados para las que el gas natural es imprescindible como materia prima, no como fuente de energía para quemarlo como combustible, por lo que no puede sustituirse por la electricidad, el carbón… Como no podía ser de otra manera, esto se tradujo en escasez de fertilizantes para la agricultura y en el encarecimiento de los alimentos.

Si volvemos a la cita de Ugo Bardi, entenderemos que, si una guerra (como la de Ucrania) puede producir escasez de alimentos, la escasez de alimentos también puede provocar una guerra. Un proceso de retroalimentación, que lo llaman (aunque aquí sea por falta de alimentos).

¿Una crisis alimentaria puede provocar también revoluciones sociales, que a partir de ahí pudiera llevarnos hasta al socialismo-comunismo, o la anarquía?.  Os diré por qué eso ya no puede ser, y además es imposible.

Se podría esperar que a estas alturas de la decadencia del capitalismo, de su entrada en su fase terminal, de que ya está metiendo un pie en el colapso, la conciencia anticapitalista y anti Estado burgués (incluidos los “democráticos”) fuese incomparablemente mayor de la existente incluso en los momentos más álgidos del pasado. Pero si observamos la realidad sólo con un poco de objetividad, cabeza fría, comprobaremos que más bien ocurre todo lo contrario. Sí, puede existir descontento, el capitalismo no entusiasma (más bien su versión neoliberal, ¡como si todavía fuese posible un capitalismo “bueno”, si es que alguna vez existió ese unicornio!), pero de ahí a pasar a un planteamiento a fondo, crítico, radical (hasta la raíz del capital), van muchísimos pasos, y para darlos hace falta muchas condiciones de energía, confianza en sí mismos, esperanzas, prospectiva de que eso por lo que se lucha a riesgo incluso de la propia libertad y de la vida, es no sólo deseable, sino alcanzable y sostenible. Lo que de hecho tenemos puede ser el “derecho al pataleo”, la queja, el lamento, incluso la “rabieta”, pero con un fondo de resignada impotencia, todo muy alejado de la lucha revolucionaria.

Pero no es simplemente cuestión de elevar la moral de lucha. Pues el principal problema es que, ¡atentos!, ya entrando en el colapso, con todo lo que esto implica (por qué se llega a él, qué lo caracteriza, a dónde conduce…), eso quiere decir que ahora se han cerrado para siempre las posibilidades de realización y sostenibilidad de una civilización socialista-comunista y de la anarquía (igualdad, libertad, sin Estado), pues no existirán las condiciones necesarias (energéticas, minerales, alimentarias…) para superar la existencia de la sociedad de clases sociales, su antagonismo, el dominio de una sobra otra, la necesidad del Estado como expresión y cauce civilizado de esa dominación, la guerra. Claro que siempre es posible un retroceso tal de la civilización humana (si no se ha extinguido totalmente) que nos lleve de vuelta a la Edad de Piedra, de cazadores recolectores nómadas y sin Estado. Pero no creo que sea eso a lo que aspiren ni los anarquistas más radicales y conformistas.

Sí, efectivamente. Con tanta ausencia de condiciones objetivas, subjetivas (desaprovechando cuando las hubo), reformismo, escusa tras escusa para no hacer la revolución o ni siquiera mucho menos pero que se debiera para fortalecernos, creyendo absurdamente que siempre habría una y otra oportunidad más en el horizonte, un “pretendiente mejor”, casi sin darnos cuenta “se nos ha pasado el arroz”, ya hemos perdido hasta el último tren a la anarquía, y se ha cerrado definitivamente la ventana de oportunidad. Ni siquiera hay una ventanilla con el “vuelva usted mañana”. A los 90 años, por mucho que lo desees y te lo propongas, ya no puedes gestar y dar a luz un bebé; no se trata de tu “derecho inalienable a la maternidad”, sino de realidades objetivas. La Historia es tiempo y no podíamos contar con que nos lo diese indefinidamente, prórroga tras prórroga, hasta que nos decidiésemos a tomar las cosas realmente en serio. ¡Y se nos pasó! La Historia, cansada de esperarnos, ya no quiere más citas para que la dejemos plantada, y se ha largado ¡para siempre!. Y casi nadie se ha dado cuenta (¡así de discreta es la dama!). Efectivamente, una confirmación más de nuestra imbecilidad (creo que aquí ya sobran los eufemismos).

El capitalismo, como Franco, morirá matando (https://vientosur.info/aquel-otono-de-1975/ ), y de viejo, aunque quizás no “en la cama” si termina con una guerra nuclear o biológica. Pero en tanto, ya no tendrá rival, pues nos ha derrotado definitivamente. No porque haya tenido que aplastarnos dada nuestra extrema resistencia y bravura, sino porque, contando con nuestra sumisión y hasta complacencia, nos ha llevado hasta el tramo final, el del colapso, donde se ha cerrado la posibilidad de superar al capitalismo en términos progresistas y revolucionarios, como en su día se planteó por marxistas, anarquistas… El colapso es un callejón al que no se le ve ninguna buena salida, y la nuestra se ha cerrado definitivamente al entrar aquí (NOTA 1).

El comunismo ya no será un fantasma que de verdad asuste a la burguesía (como decían Marx y Engels en 1848, al comienzo de “El Manifiesto Comunista”), sino el residuo de una alternativa muerta: la proletaria (clase obrera o clase trabajadora). Un espantajo que agitar, en nombre de la “¡libertad!”, para asustar y aglutinar a la burguesía más rancia e ignorante y a los sectores imbéciles de la “clase media” (lo que la señora Ayuso, del PP, Presidenta de la Comunidad de Madrid, sabe hacer tan bien).

Ante semejante ausencia de horizonte esperanzador. ¿Qué se puede esperar de las “revueltas del hambre”?.

Pues la única salida realista a medio y largo plazo, si seguimos así de imbéciles, es la de “róbale el pan a quien todavía lo tenga”. Esto es, fascismo (austericidio, eliminación de minorías competidoras por escasos recursos), aunque siga usando el disfraz de la democracia, y al imperialismo militarista y guerrero, hasta genocida (miles de millones de personas podrían ser candidatas a la desaparición).

¿Una guerra podría dar lugar a una revolución, como la de 1917 en Rusia?. En teoría, podría dar lugar a algo así, pero no sería sostenible, terminaría por hundirse muy pronto, no sólo por el acoso del capitalismo mundial y la contrarrevolución, sino por las mismas razones de que el horizonte real comunista o anarquista es materialmente imposible desde que entramos en el colapso, en el derrumbe de la civilización industrializada, el retroceso enorme en los recursos disponibles añadido a la tremenda degradación de la Naturaleza (cambio climático, contaminación, Sexta Gran Extinción de Especies…).

Pero incluso esa salida revolucionaria es harto improbable en este tiempo histórico cuando, a diferencia de Rusia que tenía un precedente muy próximo en la revolución de 1905 (sólo doce años, casi lo mismo que nosotros desde el 15-M de 2011 que, ni de broma, tuvo nada que ver con una revolución), ahora debemos retroceder, como muy poco, a una huelga general como la de mayo-junio en Francia en 1968, lo que todavía estaba pero que muy lejos de una revolución contra el capital y su Estado burgués. De hecho, habría que remontarse a un siglo, pero la “memoria de pez” política que nos caracteriza, la pérdida de tantas tradiciones, etc., ya no da para eso. Y en tanto, en vez de acumular fuerza y lucidez, hemos acumulado debilidad y confusión.

¿Podría una guerra provocar al menos el hundimiento de los ejércitos y los Estados burgueses?. Teóricamente sería posible, pero a medio y largo plazo, dadas las condiciones materiales, de imposible superación de la sociedad de clases y de escasez, salvo que estuviésemos bajo mínimos (sólo podría comer quien produjese su alimento), a poco que existiese un excedente y condiciones para sostener un Estado elemental (recaudación de tributos) y un ejército (aunque solo fuese armado con mazas), emergerían. Desgraciadamente es así, pues nuestra especie, aunque tiene en común con ambos, se parece más al chimpancé (machista, jerárquico, belicoso…) que a su primo, el bonobo (“haz el amor y no la guerra”).

Pero es que además, ya no estamos con los ejércitos de la Primera Guerra Mundial, sino en los tiempos de un gigantesco arsenal nuclear disponible para EE.UU., Rusia, Gran Bretaña, Francia, Israel, Pakistán, India, China y Corea. Así que, aumentan los posibles protagonistas del primer disparo que lo desencadene todo, unido al riesgo de una rápida escalada militar dado que estaría en juego “el pan de mis hijos” y, soñando con la ventaja de asestar el primer golpe definitivo, se verían más tentados que nunca a “pulsar el botón atómico”. Es así de fácil. Antes de que empezasen a organizarse serias protestas y resistencias contra la guerra. Antes de que la guerra provocase el colapso de los ejércitos y Estados.

Lo que si, como hace justo un siglo, tiene su relanzamiento, es el protofascismo italiano ganador de las últimas elecciones. Y esto en la Italia que fue de la resistencia antifascista, de las luchas obreras y estudiantiles de las décadas de los 1960 y 70. ¿Qué queda de todo eso?. La abstención electoral en la clase trabajadora, resultado de una frustración resignada, no tiene nada de revolucionaria y sin esa perspectiva puede ser perfectamente recuperada por las fuerzas del capital, o simplemente, con su pasividad, facilitar el ascenso del fascismo por vía electoral parlamentaria (como en Italia y Alemania en el siglo pasado). Y en Francia, también sube la ultraderecha de Le Pen, con apoyo además de sectores cada vez más amplios de la clase trabajadora desengañada con la izquierda (del capital). Y no estamos hablando de Macedonia, sino de Estados fundamentales en la democracia occidental y en la Unión Europea. Un aviso a navegantes: “cuando las barbas de tu vecino veas cortar…”. En vez de avanzar a saltos de gigante en este tiempo existencial, ¡vamos marcha atrás!.

Así que, con mucha rapidez se está configurando ya la confluencia de los factores que nos llevarán al cataclismo (social, medioambiental, militar): crisis energética y alimentaria, fascismo, militarismo, choques y tensiones entre potencias nucleares…

¿CÓMO ABORDAR el COLAPSO del modo menos desfavorable posible para nosotros?

Ya lo he dicho otras veces. No creo en ningún colapso feliz. Ni siquiera en “colapsar mejor”, pues me suena todavía demasiado optimista. Sólo creo en, a poder ser, evitar nuestra extinción como especie, y en todo lo posible, un genocidio de dimensión mundial, y en colapsar lo menos mal que podamos. Si logramos eso, ya “podemos darnos con un canto en los dientes”. Y esto, aunque no lo parezca, siendo extremadamente optimista. Ya veis que he renunciado a toda mi estrategia comunista, no porque de repente haya renegado de aquello por lo que he venido luchando desde jovencita, vuelto reformista, podemita, etc., sino porque, desgraciadamente, entrando en el colapso, ya es imposible su implementación. Como la continuidad del mundo que venimos conociendo. ¿Otro mundo será posible?. Tal vez, pero ya no será el del comunismo, anarquismo…

Pensad en el partido de fútbol de la final de un campeonato, y que no puede terminarse en un empate; debe ganar uno, sí o sí. El último recurso es el lanzamiento de tiros libres a portería (no entiendo de fútbol, perdonad por los posible errores), como si se tratase del castigo por penalti. Lo único que resta del fútbol es lo más elemental: el gol. Gana quien más meta. En esa fase del juego, ya está de más toda la estrategia del partido (defensiva u ofensiva, marcaje de determinados jugadores del equipo contrario, selección y relevo de jugadores propios, pases en corto o en largo, juego más o menos agresivo, etc.).

Nosotros ya hemos jugado nuestro partido durante casi dos siglos. A diferencia del símil, no es que, incluso tras la prórroga, sigamos en empate: vamos perdiendo “por goleada”. Pero con la entrada en el tiempo del colapso, aunque sigamos en el partido, aunque sigamos en el capitalismo y su Estado burgués, estamos en otro tiempo histórico, con otras reglas, en la que ya no valen los planteamientos estratégicos, ni mucho de los tácticos, del tiempo pasado. Pero eso no nos exime de seguir “metiendo goles” al capital y su Estado burgués, no porque podamos superarlos con el comunismo o la anarquía, sino porque de ello depende que nos extingamos o no.

Si nos vemos condenados a renunciar a la superación revolucionaria del capitalismo ¿nos quedamos con el reformismo?.

Ya no se trataría de aquel reformismo burgués típico, un tanto gatopardiano (“reformarlo todo para que lo fundamental siga igual”), que quería evitar que los trabajadores/as, ante un capitalismo cerrilmente irreformable, tomasen la vía de la revolución. Ni de aquel otro que, reforma tras reforma, supuestamente nos evitaría tener que recurrir a la revolución y pasar por sus dramas, pero sin renunciar a sus objetivos finales. Tampoco el reformismo de un pretendido capitalismo verde que no cree en el colapso, sino en el “desarrollo sostenible”, que sólo puede acabar empeorando las condiciones del colapso al llevar al extremo límite el agotamiento de recursos y hacernos más vulnerables por su extrema complejidad insostenible.

Nuestra nueva estrategia para el colapso serían las reformas de la retirada. Como un ejército que ya se sabe estratégicamente derrotado, pero que no quiere ser aplastado, ni una retirada a la desbandada que lo propicie, sino ordenada, para conseguir el final menos malo posible para él y su país, evitar su sometimiento total o hasta el genocidio. En su retirada procura preservar lo máximo de sus fuerzas a la vez que desgasta en todo lo posible las del enemigo; aunque ya no pueda aspirar a su derrota total, sabe que, con el tiempo, también acabará desgastándose mucho (el colapso hará eso con el capitalismo y su Estado, pero también con la clase trabajadora, desintegrándola). Para profundizar en esto véase mi artículo  https://kaosenlared.net/lucha-y-moral-en-los-tiempos-del-colapso/ (NOTA 2)

Y tras todas estas vueltas para contextualizar mi propuesta, paso definitivamente a lo que es el objeto más específico del artículo.

¿QUEREMOS EVITAR las hambrunas, y el fascismo y las guerras consiguientes?.

Mi planteamiento general lo tenéis en este artículo: “Prioridad política mundial: fertilizantes o extinción. Estrategia ante el colapso” (23-8-2022) Necesitamos una estrategia ante el colapso que tenga en cuenta nuestras débiles fuerzas y el mejor modo de enfrentarlo. Esto es, aplicando la palanca en el punto donde ellos son más vulnerables y más puede ayudar a cuestionarlo todo: el de la alimentación mundial, los fertilizantes y su terrible amenaza para miles de millones de personas ya en este siglo y comenzando muy pronto, por el cénit del gas natural y el declive de los fosfatos de roca. Antes de que seamos todavía más débiles y ellos capitalicen el problema para una estrategia de aplastamiento, genocidio y guerra. No podemos demorarnos pues el próximo shock (de la energía por el petróleo) llegará muy pronto, para 2025 o incluso antes. Propuesta de unas tareas inmediatas, algunas muy sencillas y sin mayor compromiso, pero de extrema importancia. Errata: “como no quiero correr el riesgo de que os antes p canséis de leer” debe decir “como no quiero correr el riesgo de que antes os canséis de leer”. https://kaosenlared.net/prioridad-politica-mundial-fertilizantes-o-extincion-estrategia-ante-el-colapso/

Según Ugo Bardi, el colapso probablemente no sería un descenso lento, sino rápido, brusco, y que quizás nos llegase un tanto de sorpresa. Si fuese así, más motivos para mi siguiente propuesta sea tomada en serio.

El pasado domingo 9-10-2022, el suplemento “Negocios” (nº 1.027), de “El País”, incluía el extenso artículo (páginas 2-5) titulado “La industria se pone en guardia ante un invierno gélido. El sector manufacturero español congela inversiones y empleo para afrontar la crisis de combustibles”, de Santiago Carcar y Carmen Sánchez-Silva.

Cito y subrayo: “Los fabricantes de fertilizantes, las siderúrgicas y las papeleras están tocadas. Les afectan las tres patas energética: electricidad, el gas y los derechos de emisión de CO2, cuyo precio se ha triplicado en 2022.”  El impacto es más fuerte en las empresas que utilizan el gas como materia prima (fertilizantes).

No sé qué medidas concretas habría que tomar. Sospecho que, dada la complejísima inter-relación existente en un capitalismo tan desarrollado y globalizado, los pasos a dar para resolver un problema pueden provocar otros. Pero algo debe hacerse con miras a asegurar lo esencial, que es la alimentación. Pese a que eso pueda causar daños en otros sectores al restringirles el suministro de gas natural, deberían sacrificarse aquellos que sabemos que no podrán sobrevivir al colapso y que, en tanto, sólo servirán para consumir recursos escasos y de mayor utilidad para nosotros (no digo para el capital) en otros sectores.

Es una pieza fundamental para ponérselo más difícil al ascenso del fascismo, del militarismo, de la guerra, incluso mundial.

Preservando lo esencial (la alimentación), nos sirve para señalar más en concreto en que debemos ir decreciendo (empezando por la industria armamentística) para que lo principal se garantice.

Una vez puestos en esto, ya iremos planteando las alternativas que sean posibles a los fertilizantes nitrogenados. Pero cada cosa a su tiempo. Pues además se comprenderán mejor si se entiende el problema que, para el mantenimiento de una agricultura sostenida en recursos fósiles (gas, petróleo), supone también el suministro decreciente de gas.

Esta es la estrategia inteligente para que el problema de la subida de los precios, sobre todo en los alimentos, se aborde con una clara visión de la situación real y del futuro, no como si estuviésemos en la década de los 1970, de plantearnos exclusivamente subidas salariales conforme al IPC, porque es que además no tenemos fuerzas ni para eso.

Abordar el asunto del gas y los fertilizantes para algo tan sensible como la alimentación, su escasez y encarecimiento, es un medio hábil para, como tirando de ese hilo, ir desenredando en la conciencia de la gente (cientos de millones de personas), el problema de la madeja de un capitalismo en crisis histórica terminal, en colapso. Porque no sirve ir con discursos sobre el capitalismo terminal y la revolución que ni se entienden, ni se asumen, ni sirven ya para salvarnos.

¿Qué esto es difícil?. Por supuesto, y mucho. Pero es mejor esforzarse en esta vía que perder energías y un tiempo que nos falta en estrategias viejas que ya no nos sirven, sólo porque nos exigen menos esfuerzo de reflexión, de divulgación, y hay algunos precedentes de éxito en un contexto del capitalismo muy diferente que nada tendrá que ver con lo que se nos viene encima.

Tenemos que elegir, entre la vía realista pero difícil o seguir erre que erre con la misma imbecilidad estratégica y táctica, pues no de otra manera puede calificarse lo que nos llevará al suicidio. Tal vez sea nuestra última oportunidad para sobrevivir como especie y de un modo que tenga sentido hablar de humanidad (respeto, consideración, compasión…), y no sólo de Humanidad (especie). ¿Visos de que vayamos a conseguirlo? Parece que cada vez menos, y acelerando.

Como demuestran los acontecimientos, el tiempo histórico se acelera una barbaridad y hacia la barbarie (militarismo, guerra, protofascismo ascendente…). Si nuestra estrategia se mueve en los márgenes, centrada en crear “botes salvavidas”, “islas”, “eco-aldeas”, etc., fracasará, sobrepasadas por el tsunami del “eco”-fascismo y la guerra.

Necesitamos implementar urgentemente una ESTRATEGIA DE MASAS que implique a centenares de millones de personas (miles de millones), el único modo de impedir que esas mismas personas sean atraídas por las fuerzas oscuras del fascismo, la guerra, el genocidio.

Mi propuesta sobre el gas y los fertilizantes, tirar de ese hilo para desenredar, a los ojos de millones de personas, la madeja del colapso y del decrecimiento, va en esa dirección, es de total actualidad, se puede hacer. Sólo hay un obstáculo serio para ello: nuestra imbecilidad.

A la pregunta de cuándo empezaremos a reaccionar inteligentemente siempre se responde, diciendo con los hechos “Hoy no, ¡mañana!”. Lo malo es que los resultados de esa postergación son cada vez peores (nada sale gratis en el imperio de la mercancía), los posibles “mañana” se agotan ya, y la respuesta debiera recuperar todo el tiempo y espacio político perdido entre tanto, haciéndose así más y más difícil la remontada. “¡Mujer de poca fe!” parecen decirme los incorregibles enganchados al opio del optimismo, esos mismos que con su confianza patológica en un futuro mejor, y con su negligencia (¡siempre habrá otra oportunidad!), nos han traído hasta aquí. Ya, ya…

¿Servirá para algo este artículo?. Si hacemos una extrapolación de los resultados pasados, pues… Ahí os lo dejo, para que TÚ LO DECIDAS.

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NOTA 1.- La entrada en el tiempo del colapso marca una diferencia cualitativa en cuanto a lo que es la derrota de la clase trabajadora y del proyecto comunista-anarquista. Para llevar adelante las anteriores guerras mundiales, los Estados burgueses necesitaban haber derrotado, al menos ideológicamente (EE.UU., Reino Unido, Francia…), si no aplastado literalmente (Italia, Alemania) a la clase trabajadora, porque entonces todavía existían posibilidades materiales objetivas de sacar adelante el proyecto comunista pues, como demostró la postguerra desde 1945, el capitalismo decadente no había llegado al límite del colapso de civilización. Esto ya se empezó a cerrar con las advertencias en 1972 de los límites del crecimiento y del colapso que vendría. Ahora ya se han cerrado. La clase trabajadora ha sido derrotada completamente en Ucrania (alistada sin resistencia para la guerra inter-imperialista), y algo muy parecido en casi todo el Este, y camino de eso en Occidente, ya con la impotencia total ante la guerra en Ucrania. Y sobre todo, ha sido derrotado, por cierre definitivo de ventana de oportunidad, el proyecto de una civilización comunista-anarquista. Por tanto, haya sido o no derrotados previamente, hasta los sectores más avanzados de la clase ya lo habrían sido en términos históricos, por llegar tarde, haber pasado su tiempo, haber perdido el último barco. Por consiguiente, la burguesía ya no necesita aplastarnos para poder librarse del peligro del comunismo; ya lo consigue el colapso. Pero eso no asegura su supervivencia, pues como clase actual también está condenada aunque pueda reconvertirse en alguna otra clase dominante en otro modo de producción-civilización.

Por tanto, además de que la conciencia de clase y la combatividad hoy son muy bajas entre los trabajadores/as asalariados (incluso mucha falta de identidad como clase), aunque fuesen muy altas, eso, entrados en el colapso de la civilización industrial (no una crisis mundial del capitalismo por muy tremenda que fuese, digamos, a lo 1929), ya no permitiría la construcción del socialismo-comunismo o anarquía. Pese a tanta fuerza, estaríamos, en términos de proyecto civilizatorio, histórico, derrotados.

Lo que sí nos habría permitido una conciencia y combatividad muy altas, si no evitar el colapso (debiéramos habernos anticipado alguna década), es entrar en él con muchísima más fuerza para organizar la retirada en la derrota, mucho más favorable para la gente del pueblo de lo que será ésta.

Llegar al colapso quiere decir que la burguesía ha conseguido sostenerse y arrastrarnos hasta su final y a la vez impedir que los trabajadores/as, liberados de su dominio, hereden la Tierra. Pero diferente es que consiga arrastrarnos hasta los mismísimos infiernos (genocidio, guerra nuclear o biológica), que su derrumbe nos aplaste también, a que la desintegración de una civilización dé paso a otra que no tendrá nada de ideal (ni eco-socialista, ni anarquista, ni eco-feminista, etc.), pero que permita a la Humanidad y la humanidad continuar de un modo que no sea peor al que hemos conocido en otros tiempos previos a las armas nucleares.

A los/as marxistas que piensen que esto es un planteamiento antimarxista les respondo lo siguiente.  

Marx y Engels, en “El Manifiesto Comunista” (1848) decían: “Toda la historia de la sociedad humana, hasta la actualidad, es una historia de luchas de clases. Libres y esclavos, patricios y plebeyos, barones y siervos de la gleba, maestros y oficiales; en una palabra, opresores y oprimidos, frente a frente siempre, empeñados en una lucha ininterrumpida, velada unas veces, y otras franca y abierta, en una lucha que conduce en cada etapa a la transformación revolucionaria de todo el régimen social o al exterminio de ambas clases beligerantes.” (Capítulo I. Burgueses y proletarios) (https://www.marxists.org/espanol/m-e/1840s/48-manif.htm ) 

La realidad histórica es que siempre han sucumbido las dos clases principales del modo de producción-dominación. Con el hundimiento del Imperio romano, los esclavos no se liberaron para convertirse en trabajadores libres asociados, sino que muy pronto pasaron a ser los siervos de la gleba bajo la dominación del señor feudal, y los siervos del feudalismo sólo se liberaron porque una clase crecida en el margen del sistema, la burguesía, tomó el relevo de la nobleza, creando una nueva clase explotada, el proletariado (clase trabajadora).  

Aunque escribieron ese párrafo, Marx y Engels estaban convencidos de que el proletariado se autoliberaría con su proyecto comunista, terminando así definitivamente con toda sociedad de clases, de explotación, dominación, con los Estados. 

Pero esa no era una posibilidad permanente. Ningún modo de producción-dominación puede ser eterno, y su superación (transformación revolucionaria) tampoco es automática, sino resultado de la lucha de clases. De modo que si esa lucha no lo supera, el régimen social se descompone, llevándose por delante a las clases que lo sostuvieron. 

La posibilidad de superación progresista del capitalismo mediante la revolución socialista-comunista o anarquista tenía, por tanto, también su fecha de caducidad. Debería haberse ejecutado hace tiempo, a poder ser desde los 1970 cuando se dio aviso de los límites del crecimiento y futuro de colapso (Informe al Club de Roma, 1972). No fue así. El resultado es que, ya con un pie en el colapso y con una debilidad extrema por nuestra parte, que hace imposible una revolución mundial inminente, el proyecto comunista, definitivamente, ha caducado. Ahora la cuestión más importante es hasta dónde nos arrastrará en su hundimiento el capitalismo, la burguesía y sus Estados armados con la capacidad de casi aniquilar la vida en el planeta (la Tierra la heredarían, no los trabajadores/as libremente asociados en armonía con la Naturaleza, sino las cucarachas).

La desaparición de un horizonte real para el comunismo o anarquismo tiene un primer efecto desmoralizador, sobre todo para quienes hemos hecho esa apuesta durante muchas décadas ya y en condiciones duras. Sin duda, y sin paliativos: definitivamente, hemos fracasado y para siempre.

Pero por otra parte, en tiempo ya del colapso, nos libera de lo que en realidad es un peso muerto, un cadáver político con el que cargamos, una tarea tan imposible como la de Sísifo de conseguir colocar, en la cumbre, la roca que carga desde abajo, una tarea que ya de entrada nos desbordaba y abrumaba, cada vez más, dada la desorientación y debilidad extrema en las últimas décadas y que ha alcanzado su máximo (por ahora) ante la guerra en Ucrania (jalón de la entrada en el colapso, en su faceta bélica), que durante el colapso aumentará, pues la creciente desintegración del capitalismo y sus Estado vendrá acompañada de la todavía mayor desintegración de la clase trabajadora y cualquier colectivo capaz de levantar una alternativa progresista a escala de miles de millones de personas.

Ya me parece estar oyendo a algunos “revolucionarios” tratándome de renegada, derrotista, reformista, y son precisamente quienes, cuando yo insistía tanto, fueron incapaces de hacer “sus deberes” en la década pasada, ni tampoco ante la guerra en Ucrania. Cuando eres un incompetente es muy cómodo el postureo del revolucionario que en los hechos no compromete. En el tiempo del colapso, su aportación seguirá siendo nula tras sus proclamas radicales y su “fidelidad” a los principios. “¡A buenas horas mangas verdes!”.

Si alguien piensa que el “reformismo” que propongo es poco ambicioso, que los “goles” que entiendo debemos seguir metiendo al capital y sus Estados son nulos, es porque no se da cuenta de lo poco que tiene que ver con el habitual, pues se enfrentará a las mayores ofensivas agresivas de la burguesía y sus Estados, fascistas, bélicas, genocidas, y en las peores condiciones para nosotros, sabiendo que nunca más tendremos a mano nuestra alternativa, y tampoco la de la vuelta a un “capitalismo bueno”; ¡ahí os quiero ver yo cómo os manejáis con semejante “marrón”, so listos!. La cuestión por tanto no es esa, sino la de preguntarnos ¿tendremos alguna fuerza para resistirnos a eso cuando venimos siendo incapaces de hacerlo con agresiones menos graves y en circunstancias incomparablemente mejores para nosotros de las que se darán con nuestra desintegración en el colapso, mucho mayor de la que sufrirá la burguesa, pues todavía dispondrá del Estado, muchísimos de sus recursos, y todo su arsenal?

NOTA 2.- Lucha y moral en los tiempos del colapso (13-8-2022) En tiempos del colapso, la lucha adquiere objetivos y formas inéditas, y sus implicaciones morales, dimensiones colosales por existenciales. No comprender esto sólo puede conducirnos a que el colapso del capitalismo industrial tenga el peor de los finales posibles, que bien pudiera ser nuestra extinción como especie. El colapso, y más por el modo en que hemos entrado en él (extrema debilidad ideológica y política de la clase trabajadora), hacen ya imposible que se reúnan las condiciones materiales (por la creciente escasez de todo, incluso de alimentos) y políticas (por la tendencia a la lucha por recursos cada vez más escasos) imprescindibles para una sociedad ecosocialista-comunista, anarquista, cuando además sería necesaria una revolución mediante. Por tanto, lo más probable es un “eco”-fascismo (descarado o encubierto) y la guerra mundial, incluso nuclear y, por consiguiente, la vía de la extinción de nuestra especie como parte de la Sexta Gran Extinción. Nuestra estrategia, desgraciadamente, ya no puede aspirar a los ambiciosos objetivos revolucionarios y de transformación social radical de los siglos XIX y XX, sino a impedir los males mayores (fascismo, hambruna, guerra, genocidio, extinción) y a tener que hacerlo sin la posibilidad de un remedio revolucionario (si no es la cuadratura del círculo, se aproxima). En las décadas pasadas, y en especial en la última, lo hemos hecho peor que mal en cuanto a nuestra estrategia, y estas son las consecuencias. https://kaosenlared.net/lucha-y-moral-en-los-tiempos-del-colapso/

RECURSOS.- Como para publicitarlos merecidamente, no es cosa de esperar a disponer del tiempo y energías necesarios para terminar de leerlos, os recomiendo estos libros que sin duda son buenos y hasta importantes:

Jorge Riechmann “Otro fin del mundo es posible, decían los compañeros. Sobre transiciones ecosocialistas, colapsos y la imposibilidad de lo necesario  https://www.mralibros.com/libros/otro-fin-del-mundo-es-posible-decian-los-companeros/   (sorpresa de las páginas 98 y 99; los enlaces actualizados https://archivo.kaosenlared.net/libro-rutas-sin-mapa-de-emilio-santiago-muino-comentarios/   y   https://archivo.kaosenlared.net/contra-el-cambio-climatico-deroguemos-la-austericida-ley-loepsf/  ; agradecida a Jorge Riechmann por esto). Reseña del libro https://www.15-15-15.org/webzine/2020/11/13/resena-de-otro-fin-del-mundo-es-posible/

Jorge RiechmannSimbioética. Homo sapiens en el entramado de la vida (elementos para una ética ecologista y animalista en el seno de una Nueva Cultura de la Tierra gaiana) https://www.plazayvaldes.es/libro/simbioetica   . Incluye reseñas.

Luis Arenas, José Manuel Naredo, Jorge Riechman (eds.) “Bieconomía para el siglo XXI. Actualidad de Nicholas Georgescu-Roegen”   https://www.fuhem.es/2022/06/15/bioeconomia-para-el-siglo-xxi/  y https://www.catarata.org/libro/bioeconomia-para-el-siglo-xxi_142247/

PARA LOCALIZAR los ARTÍCULOS que iré publicando, kaosenlared.net otra vez de vuelta, “mi página”  https://kaosenlared.net/author/aurora/  (ha cambiado desde el previo Kaos). También en los artículos desde mi nombre activado. Como último recurso, en el buscador de la web, escribid Aurora Despierta. Los artículos anteriores al hackeo del 7-10-2021, del histórico de kaosenlared.net ahora están en Hemeroteca (arriba, en la página de Portada o Inicio) y para localizar los míos de septiembre de 2021 a enero de 2015 la dirección es  https://archivo.kaosenlared.net/autor/aurora-despierta/  . Para otras búsquedas previas, que son más complicadas, las instrucciones en esta misma parte pero mucho más extensa en algún otro artículo, probablemente más largo que éste (para comprobarlo, basta con que vayas a final del mismo), y cuanto más reciente mejor, pues serán más completas y actualizadas.

 

 

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