Fallece Isabel Escudero, la eterna compañera de Agustín García Calvo
Una enfermedad fulminante se llevaba esta madrugada en Madrid a Isabel Escudero Ríos, la eterna compañera del filósofo zamorano Agustín García Calvo, con quien compartió cuarenta años de vida. Doctora en Psicología y Filosofía, profesora honoraria de la UNED, poetisa y narradora, Isabel Escudero (Isabelita, como la llaman sus íntimos) era la memoria viva del desaparecido filósofo zamorano, con quien compartió proyectos, vida y reivindicaciones.
Su sonrisa generosa, sus pamelas y gorros, sus ojos vivos de pitonisa, sus collares y sus pañuelos; sus vestidos etéreos de gasa y colorines, su larga melena al viento o las flores prendidas siempre en su cabello denotaban que Isabel era una mujer especial y brillante, alegre y vital. Dotada de una especial sensibilidad y de una musicalidad deliciosa en sus rimas, Isabel era una extraordinaria conversadora que reivindicaba el poder de los cuentos al amor de la lumbre o los versos infantiles en sus canciones de coser y cantar, las historias del burro que se llamaba Burro y las andanzas de su amor por el mundo.
Compañera durante cuarenta años de Agustín García Calvo, Isabel compartió sus proyectos y reivindicaciones. Centenares de zamoranos la recuerdan en el Cuartel Viriato, en aquella magnífica Universidad Popular, siempre al lado del Maestro -como ella lo llamaba- embarcada en una experiencia vital que se ha prolongado más allá de la muerte. Desde que Agustín García Calvo falleciese el 1 de noviembre de 2012, Isabel ha sido la memoria viva de Agustín, recordando su vida y su obra, declamando, escribiendo. Fue un golpe duro de la vida. Aquel día Amancio cantó junto a la tumba.
Ahora, al mismo tiempo que florecen las violetas sobre la tierra zamorana que cubre a Agustín, Isabel se ha ido. El jueves será incinerada en Madrid y sus cenizas serán repartidas entre la tumba donde descansas sus padres y la casa que compartía con el filófoso en Las Navas del Marqués, que tantas tertulias guarda entre sus muros.
Buen viaje, Isabelita. Ten encendido el fuego para cuando volvamos a vernos.