Fabricantes del espanto
Por Carlos Solero
¿Pueden fabricarse el espanto y el horror cotidiano en un territorio?
Si, no como se producen panes, bulones o salchichas pero es posible veamos.
Las políticas socioeconómicas excluyentes del capitalismo lanzan al abismo a millones de personas.
Lo que para los econometristas son solo cifras o porcentajes de pobreza reflejan los efectos letales de un sistema basado en la producción de valor que todo lo mercantiliza también la vida y la muerte.
Veamos ¿En cuanto aumentó la cifra de suicidios a partir del brutal ajuste que no se detiene?
El número no se difunde oficialmente, pero, es posible inferir a partir de las crónicas que el desempleo y la puesta en situaciones desesperantes incrementan la tendencia a quitarse la vida por la sensación de fatalismo o la falta de sentido. Los factores son de índole social.
El mismo día en que una legisladora nacional hacía la apología de la muerte en Córdoba en Buenos Aires una mujer jubilada se arrojó a las vías del subterráneo.
Además aumentó también el consumo de psicofármacos por habitante: antidepresivos, ansiolíticos, etc.
En el país donde abundan el ganado vacuno es casi un privilegio ingerir leche, en el país del trigo que produce alimentos para 400 millones de personas, los comedores escolares están desbordados y existen por la solidaridad de los pobladores.
Para quienes sostienen el fracaso de los planes gubernamentales hay que decirles que el saqueo se está consumando con éxito para los banqueros y el capital.
Indispensable para esto la diligente ayuda de los funcionarios del gobierno del Estado.
Pero lo antedicho no podrá evitar que surja la digna resistencia de las y los de abajo.
Carlos A. Solero
abril de 2019
Desde la región argentina