Entrevistadores y políticos
  Pastelear, en el argot castellano, es hacerse cómplice amable de otro, pese a fingir cierta dureza con él. Una dureza (ese ponerle en un aprieto al político entrevistado) que la merecen como niños malcriados quienes juegan a asustar, a crispar y a escandalizar sin ton ni son y haciendo campaña, por ejemplo, con frases peligrosas del orden de ese «España se rompe» oído tantas veces a los impresentables del partido opositor.
  Anoche el periodista y humorista Buenafuente entrevistó a Rajoy en la cadena televisiva La Sexta, de talante “muy de izquierdas”…
  Otros dicen que generalizo en esto demasiado. Pues bien, digamos que, ya que hablamos de televisión, hay media docena de periodistas audaces (audacia en esta materia es ser normal) que recorren las cadenas nacionales posicionados abiertamente con el pensamiento de la izquierda, que es tanto como decir del pensamiento más normal. Pero como la moderación de los debates corre a cargo de otros colegas que no son tan valientes y están amarrados por la dirección de la cadena y por la publicidad que todo lo puede, resulta que por norma les cuesta mucho hacerse oír. Son interrumpidos, cortados, confundidos sus alegatos constantemente por los ladridos de los periodistas abiertamente de derechas, y por los representantes del partido de derecha extrema que han acudido al programa de turno para desgranar la actualidad. Eso, cuando sobre la algarabía del plató que impide entender algo de lo que están diciendo, se sobreimpresionan escenas de vídeo del día a su vez ruidosas. Los unos -los de siempre- hablan tranquila y cínicamente, mientras esos escasos periodistas de izquierda incisivos y al mismo tiempo moderados, han de hacer una de estas dos cosas: poner la voz en grito o marcharse del plató.
  Cada día me producen más náuseas la política asquerosa y la pretenciosa profesión de periodista politólogo. Aquí, en este puñetero país nada es normal. Ese centro del que tanto se habla y que no es sino mero comedimiento, jamás existirá mientras este país se empeñe en perpetuar la pendencia del “Moros y Cristianos”.