Entrevista: “La gente que vive ajena a prácticas que vulneran los derechos humanos de las personas psiquiatrizadas”

 

“Contención Mecánica” es una obra de teatro documental que presenta el colectivo artístico Teatro de los invisibles para denunciar la práctica violenta -y violatoria de los derechos humanos-  de atar a las personas psiquiatrizadas a la cama, medida vigente hoy en día en los hospitales españoles. A través de testimonios reales y performances, la obra visibiliza una realidad oculta y dolorosa: la violencia institucional que sufren muchas personas con diagnósticos psiquiátricos.

Nos encontramos con  Zaida Alonso, a cargo de la dramaturgia y dirección de “Contención Mecánica” para conocer más acerca de esta obra que se presentará en el Teatro del Barrio de Lavapiés el 17 y 18 de octubre y también en Alcalá de Henares, en el Teatro Cervantes, el día 19 de noviembre.



Kaosenlared: ¿Cuál fue la motivación principal para crear una obra de teatro documental como Contención mecánica?

Zaida Alonso: Nuestra obra nace como respuesta al impacto que nos causó el caso Andreas, fallecida con 26 años en la unidad psiquiátrica del Hospital Central de Asturias después de permanecer 75 horas atada a una cama. Le habían diagnosticado una enfermedad mental basándose en sus antecedentes familiares, pero en realidad tenía meningitis. Este tal vez sea el caso más paradigmático sobre contención mecánica en nuestro país y el que hizo que muchas personas, entre ellas yo, conociésemos esta práctica que se sigue realizando de manera habitual en nuestros hospitales, a pesar de haber sido catalogada como tortura por la ONU en 2013.

K: ¿Cuál es la repercusión en el público que asiste a esta obra sobre violencia psiquiátrica?

Z: Pues creo que, por un lado, es una bofetada de realidad para la gente que vive ajena a este tipo de prácticas que vulneran los derechos humanos de las personas psiquiatrizadas. Y, por otro, para esas personas psiquiatrizadas, es una forma de visibilizar su sufrimiento en primera persona. Ellas son las verdaderas protagonistas de la obra y la han recibido con muchísimo amor, que era lo más importante para nosotras, porque lo que más nos preocupaba durante el proceso de creación era que las personas que con tanta generosidad habían donado su testimonio sintieran que su intimidad se había tratado con el mayor respeto posible. En general, el público siempre sale muy tocado porque es un tema muy duro, pero también es verdad que se ríen y se lo pasan bien porque nos hemos tomado la licencia de utilizar el humor en determinados momentos para que el espectador o espectadora pueda coger aire y asimilar ese sufrimiento tan desgraciadamente real del que hablamos.

K: ¿Cómo fue el proceso de recopilación y selección de los testimonios reales para la obra?

Z: En nuestro proceso de investigación hemos ido de la mano de Marta Plaza, una de las activistas locas detrás de la campaña del colectivo LoComún #0contenciones. Marta escribe de manera habitual artículos sobre salud mental para Mad in (S)Pain o Pikara Magazine y nos ha acompañado en todo nuestro proceso de documentación, facilitándonos tanto material de investigación como la comunicación con personas que han sufrido violencia psiquiátrica, y convirtiéndose en un pilar fundamental durante la primera parte de nuestro proceso, consistente en la recopilación de experiencias, protocolos médicos, noticias y entrevistas a personas diagnosticadas y profesionales de la salud mental. Posteriormente, llegó un momento en que con tanta información, nos vimos en la necesidad de acotar de cara a la traslación escénica, porque durante el proceso de investigación fueron abriéndose otros melones como el de la sobremedicalización psiquiátrica o el de los ingresos involuntarios, que aunque era inevitable que aparecieran en la pieza, no podían tener el mismo protagonismo que el tema de las contenciones mecánicas porque daban para otra obra. También hubo que decidir qué testimonios entraban y de qué manera lo hacían, siempre teniendo en cuenta la voluntad del entrevistado o entrevistada. En el caso de Rafael Carvajal, en nuestro primer encuentro, tuve una clara intuición de que tenía que estar en el escenario con nosotras y se lo propuse y él aceptó sin pensárselo. No puedo estar más contenta con esta decisión.

K: ¿Qué aporta al proyecto la participación en escena de Rafael Carvajal y su perspectiva como poeta y activista?

Z: Sin duda, Rafael es el alma de la pieza y aporta muchísima verdad a nuestra obra, porque al final el público conoce de primera mano una realidad silenciada y casi siempre desconocida en torno a la que existe una enorme opacidad. Y encima es todo un artista: yo estaba maravillada por sus poemas desde que los leí, así que subirlos a un escenario ha sido un auténtico honor. Y otro aspecto en el que ha influido Rafael en la obra es en el sentido del humor del que hablaba antes. Él, en cierto modo, nos ha dado el “permiso” para poder reírnos en determinados momentos de algo tan crudo como lo que ha vivido, puesto que él mismo es el primero que lo hace.

K: Desde el estreno de la obra, ¿han notado alguna reacción o cambio en la percepción social sobre el uso de contenciones mecánicas?

Z: Pues estamos muy contentas de haber puesto nuestro granito de arena para que se hable más del tema en los ámbitos institucionales. El psiquiatra y diputado de Más Madrid Diego Figuera, que vino a ver la obra a Teatro del Barrio, denunció en la Asamblea de Madrid, el pasado mes de abril, la opacidad en el uso de las contenciones y recomendó ir a vernos para empatizar con el sufrimiento que causa en las personas psiquiatrizadas y en sus familiares. Y el pasado jueves, con motivo del Día Mundial de la Salud Mental, me invitaron desde el Ministerio de Sanidad a participar en la Jornada ‘Nuevos surcos en Salud Mental – Protección de los Derechos Humanos en Salud Mental’ y estuve hablando allí de la obra y de la vulneración de derechos de las personas psiquitrizadas.

K: ¿Qué diferencias existen entre la recepción de la obra en festivales como el Festival de Otoño de Madrid y otros contextos?

Z: Estar en el Festival de Otoño ha sido, además de un sueño hecho realidad, toda una carta de presentación. Estamos muy agradecidas de haber formado parte de una programación de tanta calidad y es evidente que ha sido un escaparate para nuestro trabajo. Pero no hemos notado una recepción distinta a la de otros teatros y festivales, porque la obra siempre funciona muy bien y la gente empatiza, aunque sí que quiero destacar que nuestra función más especial ha sido en L’Altre Festival de Barcelona, donde actuamos para un público mayoritariamente psiquiatrizado y fue muy emocionante sentir toda su entrega: iban con nosotras, reían y lloraban. Fue mágico.

K: ¿De qué manera el teatro, en comparación con otros medios, ayuda a visibilizar y sensibilizar sobre esta realidad?

Z: Tocando el alma y haciendo pensar a una sociedad muchas veces adormecida. A través de la empatía, el público puede llegar a ser consciente de otras realidades distintas y de la estigmatización que sufren las personas que tienen un diagnóstico de salud mental. El teatro no puede no ser político y siempre debe generar preguntas. Es un auténtico motor de transformación social y el arte en general, también lo es.

K: La obra se inspira en el caso de Andreas Fernández González; ¿cómo influye esta historia en el mensaje y el tono de la puesta en escena?

Z: El caso Andreas fue efectivamente el detonante de toda nuestra investigación sobre la contención mecánica y está presente en uno de los capítulos de la obra. Desde luego, su desenlace funesto es tristemente demostrativo de las consecuencias que puede tener esta práctica En 2017, cuando murió Andreas, nuestra compañía Teatro de los Invisibles estaba representando otra obra de teatro documental, La liberación de la locura, que abordaba el estigma del diagnóstico psiquiátrico. Algunos colectivos que colaboraban estrechamente con nosotras en la obra, como LoComún, denunciaron este caso y posteriormente, en 2019, lanzaron una campaña llamada #0contenciones, que reclamaba la eliminación del uso de contenciones mecánicas en psiquiatría y denunciaba la impunidad cuando se producían daños. Conocer de cerca esta realidad y el seguimiento del proceso judicial de la muerte de Andreas, fue lo que hizo que en 2022 decidiéramos intentar dar voz a personas que habían sufrido una vulneración de sus derechos durante sus ingresos médicos por culpa de esta práctica.

K: En vuestra  opinión, ¿qué cambios deberían implementarse en el sistema de salud mental para proteger mejor los derechos de los pacientes?

Z: Pienso que hay un problema estructural que sigue el mantra individualista de nuestra sociedad donde prima el “sálvese quien pueda”. Es evidente que el sistema falla cuando hay personas que, como nos han dicho en las entrevistas, tienen miedo de ir a urgencias por miedo a ser atadas, y no sólo por un problema relacionado con la salud mental, sino también por una dolencia física, porque lo primero que le sale en el ordenador al personal sanitario es el historial médico de esas pacientes, y ese historial les estigmatiza. Y muchas veces esas personas que acuden a urgencias, lo hacen porque sólo tienen una cita de 15 minutos con el psiquiatra cada tres meses, y ese ratito no da para más que para ajustar la medicación y volver a programar la siguiente cita.

Algunas de las personas que entrevistamos nos hablaban de falta de empatía y apelaban a una objeción de conciencia por parte de los y las profesionales de salud mental para negarse a atarles. También nos han dado a conocer otras opciones como el mapa loco, el documento de voluntades anticipadas o el modelo psiquiátrico de Finlandia, el diálogo abierto, que es un método que consiste en hablar con el entorno del paciente. Lo que está claro es que hay que sustituir el actual sistema de control y coerción por otro más centrado en los cuidados y en la comunidad, siempre favoreciendo la autonomía de la persona psiquiatrizada. Rafael muchas veces nos ha comentado que es curioso que en nuestro sistema no haya dinero para atenderles, pero sí para drogarles con medicación de por vida. Creo que esto da mucho que pensar, desde luego.

K: Me gustaría conocer algo más sobre el Colectivo artístico Teatro de los invisibles. ¿Cómo eligen los temas y testimonios que representan en sus obras de teatro documental y con qué objetivo?

Z: Todos nuestros proyectos comparten un mismo objetivo: dar voz a personas maltratadas por el orden social establecido. De hecho, el nombre de la compañía es toda una declaración de intenciones. Y los temas han venido un poco dados por sinergias y sincronismos: nuestra primera obra, La liberación de la locura, nació de la inquietud de su directora, Camila Vecco, diagnosticada con problemas de salud mental desde los 14 años; la segunda, Anafha, nos llegó a través de la fundadora de la ONG Fabricants de Futur, Amelia Burke, que se puso en contacto con nosotras para llevar a escena los diarios de una niña refugiada afgana con la que mantuvimos contacto directo durante todo el proceso de creación, y esta tercera obra viene a ser la continuación de la investigación sobre salud mental que iniciamos en la primera, centrándonos esta vez en la práctica de la contención mecánica, que conocimos a través del caso Andreas.

K: Después de siete años dedicados al teatro de denuncia social, ¿qué han aprendido sobre la conexión entre el arte y la transformación social?

Z: Que el arte tiene un poder inmenso para remover conciencias y sensibilizar. Por eso, nuestra forma de hacer teatro es que la realidad se filtre en escena para intentar transformarla.

K: Gracias, Zaida. Nos vemos en el Teatro del Barrio.

Z: Si, os esperamos. Gracias por el espacio

 

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