Ellos son los que sobran (I)

 

Contemplamos atónitos a la vez el desparpajo criminal de Israel en Cisjordania y Gaza y la aceptación, la indiferencia y hasta el apoyo militar y comercial de la parte rica del mundo que se llama democrático  al exterminio de un pueblo  sin que eso tenga consecuencia alguna. Y esto resulta tan sorprendente  como despreciable y abominable a la mirada de alguien con un mínimo de decencia  porque ya no deberíamos estar en la prehistoria, pero estamos. Y de haber triunfado el cristianismo  o el verdadero comunismo habríamos entrando en una era de paz, justicia  y prosperidad hace mucho. Pero triunfó la Iglesia sobre sus cimientos y el capitalismo  en Europa y Oriente sobre los del comunismo.  ¿Habrá pasado eso parecido entre los buenos propósitos de la democracia y lo que vemos en ellas hoy?

Una parte importante de la humanidad vivimos  en estados donde se elige a los gobiernos en las urnas, y  que  solo por eso se llaman  democráticos o Estados de Derecho. Aunque difieren mucho  entre sí entre la escasez  y la nada  en calidad  democrática y respeto a la voluntad  y derechos humanos y sociales con lo que buscan  una imagen presentable,  todos los partidos y gobiernos del mundo rico  que se autoproclaman demócratas y  civilizados tienen algo en común: aman la propiedad privada como pilar sagrado  y odian   al comunismo y  a todo lo que pueda recordarlo.

Ciegos peligrosos

Con  su estrecha, egoísta y mezquina  manera de entender la vida, las relaciones de producción  y las relaciones humanas – que nunca excluyen la posibilidad de terminar con los humanos si es preciso para sus cuentas-  los ricos se resisten ferozmente al reparto de la riqueza que ellos nunca producen pretendiendo que los derechos de propiedad privada son intocables si son los suyos ( los del resto  y otros ricos incluidos, nada según)  y que en todo caso no existen límites a  acumular riquezas,  argumentando que no hay un modo de convivir socialmente  tolerable que no parta de esos principios.

Los ricos no son tontos, sino ciegos del alma con vocación vampírica  y temen a dos enemigos para ellos peligrosos; los pueblos que exigen justicia y las ideologías que les alimentan. Siglos llevan repitiéndonos  la maldad del comunismo, del anarquismo, o del sindicalismo radical basándose en  que  todo eso fueron tristes y sangrientas experiencias que solo muestran maldad del comunismo y semejantes,  confundiendo  el ideario comunista con sus nefastas versiones históricas del siglo pasado. Pretenden con ello    hacernos  creer que la esencia del comunismo es la negación de las libertades y derechos ciudadanos, la represión policial y la persecución política con sus gulags.  Y para evitar esos males en sus países,  los ricos defensores de la propiedad privada sin límites legales que  subvencionan partidos ultras en gobiernos que  niegan la libertad de expresión, practican la persecución judicial, policial  y mediática  a quienes ven como un peligro para sus privilegios y no hacen ascos a iniciar una guerra internacional si huele a beneficios, ellos sí, son los buenos de la historia y aman a sus pueblos. Hasta se consideran  hijos de la luz, como justifica literalmente Netanyahu sus crímenes sin límites legales ni morales. Y  todos esos  dueños del mundo y jefes de medios que matan la verdad  o matan a cañonazos población civil en todo el mundo que tenga petróleo o cualquier otra materia prima que precisen, aman profundamente la democracia y tienen muchas razones para odiar al comunismo. No faltabas más.

Naturalmente, los defensores del capitalismo y de sus democracias otoñales  y autoritarias y  fascistas crecientes,  saben perfectamente que los regímenes comunistas tienen tan poco que ver  con el comunismo  como las iglesias llamadas cristianas con  el cristianismo del Sermón de la Montaña. Al pueblo inculto, necesitado y distraído se le vende gato por liebre con facilidad con tal de que quien lo haga  aspire al poder tenga mucho dinero y venda redención religiosa o laica  y civil, disponga de  un buen equipo de mentirosos y manipuladores  y unos buenos tanques, tal cual vemos en todos los telediarios del  mundo mundial cada día, si es que vemos la tele.

Los juegos de la hipocresía a gran escala

Qué desgracia que hasta el día de hoy el pueblo casi  nunca haya estado preparado para acceder al poder como que le predicaron los líderes de la pretendida revolución comunista  mientras le  usurpaban el suyo en Rusia, China, y en otros sitios, con tanto éxito para la nueva clase dirigente que    el pueblo nuevamente  resultó explotado, y ahora  por un sofisticado sistema capitalista  mezcla de burocracia policial y capitalismo de Estado.

Eso es historia, lo saben perfectamente y lo cuentan a su manera  todos los  ejércitos de formadores de opinión del capitalismo. Todos venden el pensamiento único  del patrón y quieren hacer creer a los trabajadores que  la ideología comunista es perversa per se, y que  no hay otra alternativa de convivencia  que la que se propone desde los estados capitalistas con sus diferentes máscaras, en cuyo baile danzan los falsos comunismos  de hoy en China y Corea del Norte, por ejemplo, y sus peculiares  formas de propiedad privada donde se  explota y exprime  a esos  pueblos con pocos derechos y libertades y mucha represión.  Y es que al fin y al cabo se trata de capitalismo, y capitalismo siempre es opresión, injusticia social y acumulación de riqueza en un solo polo, al que el polo restante le sirve según  interese: como fuerza de trabajo o como carne de cañón. Lo primero, a diario. Lo segundo cuando hay crisis y los poderosos  precisan agrandar fortunas o agrandar poder. En  ello están y  a eso pretenden arrastrarnos para  satisfacer su  insaciable vampirismo.

 

Imagen de portada:  Los ricos vienen a por ti – Ángeles Ramos – Flickr | Detalhes da licença

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