Elementos Fundamentales para la Crítica del Sistema Mundo
Por Ezequiel Espinosa
1] De la subsunción real a la subsunción hiper-real (del capitalismo organizado alrededor del sistema fabril, al capitalismo direccionado por las industrias culturales).
Del régimen socio-económico de la “gran industria” a la regencia socio-cultural del “general intellect”; es decir, del conocimiento general capitalizado como cerebro social que controla y modela la producción del “proceso vital real” (de las industrias culturales como “dirección de la conciencia” -no ideológica, sino a través de las necesidades y los goces-, a la capitalización de la cultura como “expropiación de la experiencia”).
Tales mutaciones en el modo de producción, ocurrieron bajo la forma combinada de una “revolución tecnológica” y una “revolución gerencial”. Una metamorfosis conjunta que supondría toda una serie de traspasos y desplazamientos desde el sistema de maquinarias (máquinas ciclópeas) al sistema automático (gran autómata); del taller fabril (trabajo material) a la oficina comercial (trabajo inmaterial); de las “máquinas-herramientas” a las “máquinas de pensar”; de la aplicación sistemática de las ciencias naturales a la combinación sistemática de ciencia y arte. De la fabricación de productos a la prestación de servicios.
De manera que el proceso de sustitución real de la masa obrera por medio de los progresos técnicos, se va trocando en una virtualización real de los procesos de trabajo, con la consecuente conversión de los “gastos de representación” en una inversión productiva, y la transformación de la oficina comercial en el taller principal de las empresas capitalistas.
En este contexto, las fuerzas productivas de la imaginación (libre asociación) y el pensamiento (conceptualización libre), devienen materias primas principales, en combinación contradictoria con las disposiciones calculantes de la racionalidad tecno-capitalista.
2] Del ordenamiento demográfico-eugenésico (científico-natural) del proceso metabólico social, al ordenamiento axiológico-utilitarista (científico-cultural) del mismo.
El paso del bio-capitalismo al bioscapitalismo supone un desplazamiento desde la fisio-política hacia la axio-política. Desde el paradigma socio-biológico, al paradigma socio-semiótico. De la maximización de la zoe (fisicalidad), a la valorización de los bios (espiritualidad). La economía moral de la(s) multitud(es) y la movilización propositiva de la fuerza de trabajo social en base a la (lucha por la) autovalorización de los propios estilos de vida, la mercantilización de las experiencias y la capitalización de las conductas.
Este desplazamiento histórico-político no significa la liquidación de todo principio eugenésico, sino el pasaje desde el racismo eugenésico a un eugenismo post-racial. El racismo moderno puede ser supremacista, segregacionista o eugenésico; es decir, puede realizarse a partir de dispositivos supremacistas, segregacionistas o de mejoramiento racial (por lo general se presenta como un metadispositivo en el cual se combinan tales principios). En el racismo eugenésico (más o menos segregacionista) se combinaban (darwinianamente) el viejo principio aristocrático/colonial (supremacista), con los modernos principios de la (sobre)población y la libre concurrencia. El eugenismo post-racial (más o menos segregacionista), se limita a desplazar (darwinianamente) el viejo principio aristocrático/colonial (supremacista), por el moderno principio de la selección natural (meritocrática).
Así las cosas, el nuevo ordenamiento socio-metabólico del capitalismo, pretende ir dejando atrás cualquier tipo de regimentación biopolítica, y tiende a presentarse como ajustada al principio vital-políticamente renovado del “vivir y dejar vivir”, en tanto que la forma “pacífica” o “puramente económica” de la “lucha por la vida”. Va de suyo que la propia dinámica de esta lucha tiende a trocar aquel principio ideal, o a presentarlo más cínicamente como el renovado imperativo categórico de “vive y deja morir”, cuando no es que directamente se transforma en esa abierta “lucha a vida o muerte” que se pretendía evitar.
3] De la episteme moderna, a la episteme post-moderna.
El lenguaje deja de ser la expresividad inmanente, la representación ordinal o la positividad reflejada del mundo, pasando a configurar(se como) su empiricidad discursiva sin más. El lenguaje –latu sensu– ha devenido la única positividad de la realidad mundana, la condición de posibilidad para cualquiera de sus empiricidades. El mundo se ha convertido en una trama textualista de empiricidades discursivas. No es que el lenguaje vuelva a ser “la prosa del mundo”, sino que el mundo deviene una positividad del lenguaje. Ya no le expresa, ni le representa, ni le refleja; lo performa.
A las palabras como cosas, le suceden las cosas como palabras, del “lenguaje convertido en objeto” se pasa a los objetos convertidos en lenguaje, etc.
Esta mutación epistémica significó una mutación paradigmática desde un marco filo-genético (o genético-positivista), a un encuadre semio-lógico (o semíurgico-radical).
4] Del paradigma “historicista”, al paradigma de la post-historia.
El postulado del “fin de la Historia” se resuelve en “el contrasentido de una evolución en el espacio, pero al margen del tiempo”. De esta manera, “la muerte del Hombre” significará la apertura de la condición humana hacia una multiplicidad que, sin embargo, sólo resultará susceptible de desenvolverse en el espacio (geo-cultural), mas sin poder desplegarse en el tiempo (socio-histórico). Esto significa que los procesos de mutabilidad civilizatoria se darán en un “orden de extensión” (heterotópico), mas ya no en un (utópico) “orden de sucesión”.
Como correlato de todo esto, el principio de representatividad (teórica y/o política), se verá desplazado por el principio de participación (actante, de personas y cosas). Irónicamente, la “condición humana” (en tanto que eseidad de sujeto) se extiende en un espacio social (físicamente-metafísico), el cual, sin embargo, ya no es algo sujeto a desarrollo histórico.
En suma, se supone que “hasta ahora ha habido historia, pero ahora ya no la hay”.
5] La globalización: última fase del proceso de la civilización capitalista.
Asistimos a un proceso de crisis y mutación civilizatoria del capitalismo que va desde el capitalismo europeo-occidental moderno, a la postmodernidad capitalista global. De la modernidad capitalista euro-occidental, al capitalismo postmoderno global.
Esta mutación, por otra parte, transcurre como traspaso desde la civilización pan-capitalista al capitalismo trans-civilizatorio (que procura asegurar(se) la continuación perenne de los procesos de acumulación primitiva u originaria). El proceso civilizatorio del capitalismo ha alcanzado su plenitud. Y llegado a este punto, el pan-capitalismo se ve obligado a realizar destotalizaciones relativas de su absoluta totalización, so pena de sucumbir en un catastrófico hundimiento a nivel global (Rosa Luxemburgo). Mediante el resguardo o la restauración de cantones no capitalistas (sistemática y aleatoriamente destruidos como vueltos a restituir) el capital global, habiendo alcanzado la plenitud de su desarrollo, procura asegurarse colonialmente un club de mercados exteriores. Con la órbita “no capitalista” y de “la producción independiente”, restituye los viejos refugios de la “población sobrante” y, por tanto, la válvula de seguridad de la formación socio-económica en general.
Un complejo proceso de de-colonialidad global, donde “la descolonización iniciada en la inmediata posguerra es absorbida y reintegrada en el capitalismo global” o, mejor, en los que se despliega una “paradójica, o dialéctica, combinación de descolonización y neocolonialismo” que tiende a “reparar”, “preservar”, “proteger” sistemáticamente el “medio ambiente” no capitalista (por otra parte, continuamente destruido), a los fines de generar las condiciones de sustentabilidad de los procesos de acumulación del capital global.
El advenimiento de la post-modernidad significaría la culminación de los procesos de transformación civilizatoria que la modernidad había inaugurado. Por fin la producción espiritual -que en un proceso secular venía siendo capturada y sustraída de las “altas esferas” por la industria capitalista- va convirtiéndose en el eje y la matriz de nuevas formas de gobierno y economía, entroncadas al desarrollo expansivo de las “industrias culturales”. En cualquier caso, el devenir post-industrial de la sociedad moderna (disciplinaria, represiva, normalizadora), parece significar una mutación civilizatoria donde la sociedad postmoderna (romántica, excéntrica, transformista) aparece como una metamorfosis tardía (tardo-modernidad) de la civilización moderna, hacia un devenir (trans-capitalista). Hacia un capitalismo apoyado en modos de producción transicionales. En modos transicionales de producción que operan como anexos del modo de producción específicamente capitalista.
Esta “nueva era” capitalista propende hacia la utilización de «energías alter-nativas», disponiendo de las «espiritualidades» como fondo de reserva de energías renovables. Una racionalidad lábil va desplazando al racionalismo férreo, al tiempo que se da lugar a la reemergencia y actualización de formas “arcaicas” de (des)sujeción-subjetivación, que se desenvuelven junto y a la par con formas tecno-políticas de post-humanismo. En todo caso, la era de “el Hombre” parece haber terminado; el androcentrismo se nos (de)muestra cada vez más andrógino, y una deconstrucción continua deviene en imperativo categórico para el desarrollo y la reproducción del socius/locus capitalista. Sin más circunlocución y en pocas palabras; el capitalismo está mutando porque enfrenta una crisis civilizatoria. Mas, el capitalismo está en crisis porque atraviesa una mutación civilizatoria. Hic rhodus hic salta.