El tratado de Lircay (1814), el primer testimonio de colaboración
El Tratado de Lircay (3 de mayo de 1814), tal vez sea el primer documento histórico de la naciente república de Chile donde “patriotas conciliadores” buscan a través de un “acuerdo pactado” colaborar con los dominadores.
Muy pronto, el incipiente Estado chileno se vio puesto a prueba. El virrey del Perú, José Fernando Abascal, no podía seguir tolerando la evidente subversión de Chile. A comienzos de 1813, envió una pequeña fuerza operante bajo el mando del general de Brigada Antonio Pareja a Chiloé y Valdivia, cuyas guarniciones seguían siendo fieles a España. En cuestión de semanas, Pareja había reclutado un ejército de 2.000 hombres y ganado el control de gran parte de la provincia de Concepción. Comenzaron así una serie de guerras en las que, en gran medida, peleaban chilenos contra chilenos; sólo después, las fuerzas regulares españolas entraron a jugar un papel real. Hasta entonces la estrategia del virrey se centraba en el sur –fiel al rey- como base de sus operaciones.
Al enterarse de la invasión de Pareja, Carrera siendo el presidente de Chile dejó el gobierno, asumió en su reemplazo un Triunvirato, y se dirigió inmediatamente hacia el sur, a Talca para reunir a las fuerzas patriotas. La campaña inicial dejó en evidencia la desorganización tanto de los patriotas como de los realistas. El éxito de estos últimos en Yerbas Buenas (abril de 1813), la primera acción que superó una mera escaramuza, fue seguida por la intrascendente batalla de San Carlos, pero no lograron vencer al enemigo. La guerra pronto se estancó.
Sin embargo, a pesar de todo, sí se trataba de una guerra y sus efectos en la revolución patriota eran predecibles. Ahora, a los criollos, propietarios de las haciendas, les resultaba más difícil permanecer neutrales. Sus familias a veces se encontraban divididas. La mayoría de los españoles, aunque no todos, eran leales al rey. El comienzo de la guerra ciertamente contribuyó a reforzar la posición de los líderes patriotas en Santiago. Asimismo, la labor de Henríquez y de otros patriotas contribuyó considerablemente a la difusión de las ideas revolucionarias. Además, la creación del Instituto Nacional (para la educación secundaria y superior) y de la Biblioteca Nacional, la escuela Militar de Granaderos, la Escuadra Nacional, el hospital militar y la educación pública   fueron signos elocuentes de que el impulso reformador y revolucionario no cedía.
Mientras las fuerzas patriotas dirigidas por Carrera se desgastaban en la lucha contra los realistas. En Santiago una nueva Junta (influida por los Larraín enemigos de los Carrera) destituía el triunvirato y empezó a criticar cada vez con mayor dureza la gestión del Gobierno de Carrera. Mientras este caía en una trampa en Chillan. En octubre de 1813, la Junta se trasladó a Talca y, poco después, nombró a Bernardo O’Higgins para suceder a Carrera como comandante en jefe. O’Higgins   y su antiguo aliado Rozas, un cercano a la corona británica, fortalecieron las posiciones menos radicales a la Independencia de Chile esto   sólo aumentó las divisiones en las filas patriotas.
El cambio de mando (1 de febrero de 1814) se produjo justo a tiempo para los conciliadores. Una segunda fuerza operante realista, bajo las órdenes del general de Brigada Gabino Gainza, avanzó rápidamente rumbo norte deteniéndose en el Maule. En estas circunstancias, un oficial naval inglés, el capitán James Hillyar, con el evidente apoyo del virrey del Perú, se ofreció para mediar entre ambos bandos. El acuerdo resultante, el Tratado de Lircay (3 de mayo de 1814), firmado por la Parte española por Gabino Gainza y José Rodríguez Aldea (auditor de guerra del ejercito realista) y por la parte chilena   O’Higgins y su asesor ingles Mac Kenna, estipulaba, en términos generales, la renuncia a la independencia pero se garantizaba cierto grado de autonomía a los latifundistas y hacendados chilenos dentro del Imperio español y Carrera, prisionero, seria deportado a España.
No obstante, Carrera, con gran parte del sur todavía bajo el control de los realistas, encarcelado por los realistas, logró escapar, vuelve a Santiago y derrocó a los usurpadores del gobierno (julio de 1814). O’Higgins repudió nuevamente al gobierno y se produjo el encuentro de las Tres Acequias, donde se enfrentan los ejércitos patriotas, O’Higgins es derrotado por Carrera, este le perdona la vida, y le ofrece alianza contra el enemigo común a la patria.
José Miguel Carrera, en el Gobierno, rechaza el Tratado de Lircay. Llegó la noticia de que el virrey con una tercera expedición, bajo el mando del general Mariano Osorio, avanzaba hacia Santiago. La reconciliación con Carrera no supero el propósito divergente de O’Higgins y, ante el avance de Mariano Osorio, decidió detenerse y encerrarse en Rancagua (80 kilómetros al sur de la capital) ofrecer supuestamente allí una desesperada resistencia. Fue desde el punto de vista militar una decisión inservible e inútil al esfuerzo de Patria que se tradujo en una masacre feroz (1 y 2 de octubre de 1814) de la tropa del ejercito del Sur y la destrucción de los pertrechos estratégicos patriotas finiquitados en la Plaza de Rancagua. No obstante,   O’Higgins salio ileso, entre la tropa española que lo rodeaba, y emprendió camino a Mendoza.
Sin lugar a dudas O’Higgins allanó el camino a la derrota de la Patria. Osorio entró triunfante en Santiago con el aplauso de la multitud y la gratitud de todos los criollos leales al rey.
O’Higgins, con posterioridad, en 1820, superado los incidentes de los “crímenes de estado” contra numerosos verdaderos patriotas como José Miguel Carrera, los Hnos. Carrera, Manuel Rodríguez,  guerrillero,   secretario y amigo personal de José Miguel y tantos otros, nombra como su ministro de Hacienda a José Rodríguez Aldea, su ex enemigo en el “Tratado de Lircay”, (ex auditor de guerra del ejercito realista, de la Audiencia de la Corona Española) quien endeuda a Chile con un oneroso préstamo tomado a la corona británica.
O’Higgins es deportado, aunque los posteriores gobiernos pro británicos y entreguistas chilenos tratan de restituirlo, a decir verdad,   solo entra a Chile su cadáver en 1869.
Fuente: Tomado en gran parte de la contribución de Collier, S. y Sater, W., Historia de Chile, 1808-1994, Cambridge.