«El peso de las estrellas», un recorrido por la trayectoria del militante libertario Octavio Alberola
Compartimos esta intervención de Tomás Ibáñez, en la presentación del libro El peso de las estrellas, de Agustín Comotto en Barcelona, ha sido publicada ya en el ROJO Y NEGRO de enero 2020;
«El Peso de las Estrellas»
Creo que después de leer el libro de Agustín Comotto, “ El peso de las estrellas”, poco más se puede añadir acerca de la trayectoria de Octavio Alberola, y, desde luego, no seré yo quien lo intente.
Sin embargo, como las circunstancias quisieron que le acompañase en una parte de esa trayectoria, lo que sí puedo hacer es evocar algunos recuerdos, y procurar transmitir algunas vivencias.
Se trata de unas vivencias que remiten a un periodo muy peculiar, aquel durante el cual mi relación con Octavio fue la más estrecha, y que también representó quizás el periodo mas intenso de su propia andadura.
Estoy hablando de los años sesenta, cuando un exilio libertario aletargado, y anestesiado por sus comités orgánicos, fue sacudido de repente por una enorme explosión de activismo, de ilusión, y de energía combativa.
Fue una suerte de gran deflagración en la cual Octavio y la Federación Ibérica de Juventudes Libertarias, la FIJL, desempeñaron un papel capital.
Y fue así como, a partir de Mayo de 1962, esa deflagración imprimió un ritmo apabullante a las actuaciones subversivas del movimiento libertario. En unos meses estallaron, y eso se dice muy pronto, más de cuarenta artefactos, … más de cuarenta…., colocados casi todos en territorio español, en “el interior”, como decíamos entonces, a la vez que tenía lugar un atentado contra Franco, y que al mismo tiempo nuestros compañeros italianos secuestraban en Milán al vicecónsul de España.
Y, claro, todo eso acontecía en el transcurso de tan solo unos cuantos meses, así que no resulta nada sorprendente que la dictadura enseñara sus dientes asesinando, mediante garrote vil, a dos de nuestros compañeros, y que exigiera al Estado francés que acabase de una vez por todas con la FIJL, poniéndola fuera de la ley, lo que hizo efectivamente, además de arrestar un centenar de sus militantes en septiembre/octubre del 63.
Fue precisamente en ese agitado contexto cuando conocí a Octavio Alberola.
Aunque, bueno, debo decir que, propiamente, no fue Octavio quien conocí entonces…. sino “Juan,” “Juan el largo”. Un misterioso compañero cuyo verdadero nombre, y cuyo paradero, muchos de nosotros desconocíamos por completo, aunque sí sabíamos que había acudido desde México para impulsar la lucha libertaria contra la dictadura.
Con el entusiasmo, propio de mis 19 años, lo que experimentaba en aquella época, junto con el fuerte deseo de acabar con Franco, claro, era una gran admiración por ese “Juan el largo” que, por cierto, estaba acompañado por compañeros extraordinarios, tales como Salvador Gurucharri, Antonio Ros, Agustín Sánchez, Luis Edo, Vicente Martí, Florico Ocaña, o los más veteranos, José Pascual, Pedro Moñino, o Cipriano Mera, entre otros, todos ellos fallecidos desde hace tiempo.
El hecho es que la admiración que sentía era ampliamente compartida en el seno de la FIJL. El misterioso compañero Juan el largo nos asombraba a todos por su energía y por su capacidad de infundir en los compañeros la intensa voluntad de lucha que le animaba a él mismo.
Pues bien, a pesar de la total, de la absoluta precariedad de los medios con los que contábamos entonces, la determinación de Octavio nos permitió irrumpir en toda la prensa internacional mediante el llamativo secuestro en Roma el 30 de abril de 1966 de Monseñor Ussía, consejero eclesiástico de la Embajada de España ante el Vaticano.
Gracias al gran eco mediático de aquella acción la lucha propiamente anarquista contra el franquismo volvía a primera plana, al igual que también volvía a primera plana la infame permanencia de una sangrienta dictadura en el seno de Europa.
Después de aquella gesta las acciones prosiguieron con mayor o menor fortuna, y fue así como en febrero de 1968 Octavio y su compañera Ariane fueron arrestados en Bruselas donde estaban preparando el secuestro de un alto funcionario franquista.
Sin embargo, ese percance no impidió que pocas semanas después de su detención, una serie de artefactos estallaran en diversas capitales europeas haciendo que algún periódico francés titulase a toda plana: “Noche azul sobre Europa”.
Por aquellas fechas, Mayo del 68 ya estaba asomando a la vuelta de la esquina, y aunque al estar preso, Octavio no pudo participar en aquellos acontecimientos, la militancia de la FIJL sí que lo hizo, y lo hizo muy intensamente.
Como bien sabemos, Mayo del 68 fue algo increíble, y nos aportó tantas cosas, tantísimas cosas, que consiguió alumbrar una nueva época donde la renovación de los esquemas se hacía imprescindible, tan imprescindible que eso conllevó poco tiempo después la practica disolución de la FIJL
A partir de aquel momento Octavio ha proseguido su trayectoria de lucha con una constancia admirable, pero como ya no me encontraba directamente vinculado con ella no puedo aportar ningún testimonio personal, más allá del que proporciona la amistad que nos sigue uniendo.
…Y que es profunda, porque sé muy bien que es a Octavio a quién debo, en buena medida, la gran fortuna de haber vivido aquella fabulosa epopeya libertaria de los años sesenta.
Muchas gracias por la atención prestada.
Tomás Ibáñez