El nuevo terrorismo
LOS ROSTROS DEL TERROR
El siglo 21 ha comenzado bajo el signo del terror. Y aunque este ha formado parte de los desastres del siglo anterior- y siempre ligado a las guerras- nunca llegó a ser tan frecuente, tan extendido y tan dañino como lo está siendo en estos años. Como una de esas criaturas Alien de la fantasía cinematográfica, el terrorismo ha penetrado en el interior de nuestras sociedades y no se encuentra el modo de detenerlo ni de evitar que prolifere.
La Caja de Pandora se abrió en EEUU.
Vimos cómo ardían y se desplomaban las torres gemelas de Nueva York, y este enorme acto de terrorismo- de cuya autoría real nos enteraremos a la vez de quién mató a J.F. Kennedy- parecía una premonición de lo que nos esperaba. Y lo que nos esperaba no fue nunca una sorpresa: era más terrorismo y nuevas guerras que aún no han cesado, y la aparición de nuevos ejércitos en Oriente fragmentados en grupos con nombres diversos y bajo dos banderas: la del Islam y la de la venganza contra occidente. La de la religión es solo excusa, pero la venganza y el deseo de poder es su razón de ser principal. España, Francia, Alemania, Inglaterra, EEUU o Somalia, han sido dolorosas muestras del rosario del terror del ojo por ojo. Y nos creíamos que esto – con ser enormemente grave y criminal- era todo, que el terrorismo se reducía a esa esfera de acción-reacción con daños a terceros cogidos entre dos fuegos de grupos irreconciliables movidos unos por el petróleo y la posición geoestratégica y los otros por el deseo venganza y sed de poder. Y de pronto, un nuevo terrorismo ha entrado en acción: el incendiario. Un nuevo frente, y en llamas.
El nuevo rostro del terrorismo
Cientos de miles de hectáreas arden en Estados Unidos, en España, en Portugal. Personas abrasadas por las llamas en el interior de sus viviendas o en la desesperada huida en su vehículo, bosques, cultivos, aldeas envueltas en llamas, impresionan por la magnitud del desastre donde arden las inocentes criaturas de los bosques; los millones de seres que pueblan la naturaleza que se quema. Se destruyen hábitats, ecosistemas, vidas y se deja en la miseria a cientos de miles de familias que una hora antes del incendio jamás esperarían semejante desenlace de sus existencias. Un drama humano y animal y un drama de la naturaleza. Esta tardará muchos años en recuperarse del daño, pero en cuanto a los humanos, unos nunca y otros tal vez. Los animales, jamás.
¿Quién hay detrás?
Si uno se detiene en hacer un mapa apresurado de los lugares incendiados en todas partes se da cuenta enseguida que tienen algo en común: su interés turístico, la belleza de sus paisajes que convocan a millones de visitantes de medio mundo. Entonces uno, sacudido por una mezcla de tristeza, asombro e indignación, se pregunta por qué y quien hay detrás de toda esta barbarie desatada. Porque al parecer no se trata de un loco, un pirómano, un buscador de nuevos pastos o un desarraigado cualquiera que aquí o allá prende fuego a la vida. La diversidad de los territorios incendiados, la simultaneidad de los focos, la nocturnidad, el momento climático más favorable, todo eso nos lleva a concluir que no estamos ante una persona, ni ante unas cuantas personas sin conexión entre sí, sino ante una organización que planifica y ejecuta un terrorismo de nuevo cuño terriblemente efectivo sin que los gobiernos terminen de darse por enterados de que se hallan ante un nuevo rostro del crimen organizado. ¿Por quién y con qué objeto? Lo primero no lo sabemos aún, pero el querer destruirlo todo es evidente. Eso, en un plano espiritual, solo puede ser obra de enemigos de Dios, y por ende, de la Naturaleza con todos sus seres, humanos incluidos. Luego vendrán las etiquetas oficiales.
Un terrorismo de largo alcance
Y este nuevo terrorismo es especialmente doloroso y dañino; más, incluso, que el terrorismo político del coche bomba, del acuchillamiento indiscriminado o del atropello masivo en una calle concurrida. Sin duda todo esto es terriblemente doloroso, pero se circunscribe a un lugar pequeño, concreto, y a un grupo humano pequeño. Este nuevo terrorismo destruye directamente las posibilidades de vida de la gente de una región entera porque además de quemar personas, quema bosques, frutales, cultivos, ganados, colmenas, y animales de todo tipo y arruina la existencia y el modo de vida de los supervivientes por muchos años, obligando a familias enteras arruinadas a exiliarse de sus aldeas y pueblos con un porvenir incierto. Y esto es peor todavía que el terrorismo político, si es que es posible alguna comparación.
Volver al pueblo
Uno piensa que es hora de replantarse seriamente el medio rural, de facilitar el retorno de los que partieron hace años en busca de un futuro, ya agotado, en las ciudades, porque las ciudades están llenas de desempleados. Es hora de revitalizar la vida rural creando ayudas y facilitando medios para familias enteras regresen a ese medio y que dispongan de los necesarios servicios sanitarios, educativos, asistenciales, de comunicación y recreativos para que les sirvan de aliciente para ingresar en aldea y pueblos habitados hoy por gente mayor sin relevo generacional.
Inmigrantes, exiliados y refugiados: bienvenidos.
Tal vez ha llegado también el momento de pensar en todos esos refugiados que se encuentran en las fronteras de Europa esperando ser acogidos y de todos esos inmigrantes que no cesan de llegar y son recluidos en vergonzosos centros de detención. No se trata de carteles en balcones con el lema Bienvenidos Refugiados, que está bien como actitud humanitaria, pero para completarla hay que posibilitar a todos esos hermanos que huyen del hambre y de la guerra una vida digna, una vida en paz, una libertad, un respeto y una seguridad de la que carecen hoy. Y un modo de conseguirlo es integrándolos en el medio rural. Ellos cuidarían su entorno, cultivarían, tendrían limpios los bosques, aumentarían la riqueza nacional, y con todo ello no hay duda de que harían un poco más difícil el terrorismo incendiario. Porque no nos engañemos: para terminar con esta nueva lacra no basta con las fuerzas del orden, ni con detener o encarcelar a unos cuantos que pueden ser otros mañana. Estamos ante un organizado y dramático desafío y es preciso terminar con el problema de raíz. O recuperamos el envejecido medio rural o en pocos años puede que ni podamos ir de excursión un fin de semana.