El fascismo israelí no puede prohibirnos en la “diáspora”
Como si el robo, la usurpación de tierras, el asesinato, el genocidio y la mentira no les bastaran a los dirigentes fachistas de Israel, ahora legalizan por medio de la Kneset (Parlamento israelí) dos leyes que son contrarias a cualquier principio democrático, echando una vez más por tierra el supuesto mito de la democracia israelí.
Pero lo que no puede hacer el fascismo israelí  es prohibir a la humanidad recordar la Nakba, la tragedia palestina tras el establecimiento del estado autoproclamado judío, ni denunciar que Israel no sólo no es una democracia sino que mientras siga sosteniendo su “carácter exclusivo judío” será una nación racista, antidemocrática y de corte netamente fachista. No sólo no pueden prohibirnos sino que con estas vergonzosas leyes nos darán mayor fuerza para seguir levantando nuestras voces y seguir diciendo una vez más: EN NUESTRO NOMBRE NO.
Uri Avnery lo denuncia en un artículo aparecido en Counter Punch y que recoge Rebelión en la traducción al español. Con “olor a fachismo” abre Avnery la denuncia de lo que se cuece en estos días en el gobierno encabezado por el ultra fachista Benjamín Netanyau. Unas semanas atrás lo había denunciado Gilad Atzmon, donde el Jazista pedía que al menos les dejaran (a los palestinos) la tristeza.
Dos de los puntos centrales de las leyes en cierne condenan incluso con la prisión a quienes osen recordar al Nakba, la tragedia palestina, y a quienes se atrevan a cuestionar el carácter “democrático y judío” del Estado de Israel. Paradojas de la vida, parte de los judíos israelíes llaman a “olvidar” una tragedia cuando desde niños, la educación judía que se recibe en las escuelas de la comunidad, nos enseña a “recordar” la tragedia propia.
Pero lo más lamentable de la ley en todo caso, no es que pretenda obligar al pueblo israelí olvidar la tragedia provocada a otro pueblo tras el establecimiento de Israel en la Palestina histórica, sino que se prohíba al pueblo palestino que reside en Israel a recordar su propia historia, recordar su propia tragedia. No hay ley ni genocidio que pueda hacer olvidar a un pueblo su propia historia. No lo hubo con las juderías del mundo, no lo hubo con el pueblo armenio ni con los aborígenes americanos. No lo hubo ni lo habrá, porque dicha ley no existe en la diáspora en la que viven hoy millones de palestinos aún cuando en algunos países, como veremos en el ejemplo argentino más adelante, intenten, los grupos de presión sionistas, una jugada similar encubierta.
A los palestinos fuera de Palestina no se les puede prohibir por ley olvidar su tragedia, como no se nos puede prohibir a los judíos del mundo recordar que el establecimiento de un Estado judío en Oriente Medio desembocó en la tragedia de los aborígenes de la palestina “habitada”. Esta es la premisa que nos motiva a seguir luchando palmo a palmo con nuestros hermanos palestinos en ciudades como Tucumán o Buenos Aires, donde ni la DAIA local, ni los rabinos “esclarecidos” pueden obligarnos a OLVIDAR.
Seguramente es el deseo de la embajada israelí en Argentina llevar adelante una ley, como la que promueve la propia DAIA, para hacernos olvidar, de manera subliminal, Al Nakba en nuestro país, pero no solo no podrán tampoco con ello, sino que la ley israelí no puede encarcelar nuestras ideas a más de 17.000 kilómetros de distancia.
La ingerencia de Israel en Argentina
La DAIA se ha convertido en los últimos años en el grupo de presión sionista en Argentina. Inicialmente era una entidad política que debía velar por la situación de los miembros de la comunidad judía local, la DAIA es hoy un organismo que no duda en defender las políticas genocidas de Israel convirtiéndose en un grupo de presión local al mejor estilo AIPAC en Estados Unidos (El Comité de Asuntos Públicos Estados Unidos-Israel, el lobby sionista en el imperio).
La DAIA no defiende los intereses de la comunidad judía en Argentina sino los intereses del Estado de Israel en América Latina. En definitiva, los intereses de Estados Unidos en la región. La DAIA es hoy el brazo político ejecutor de las órdenes emanadas de la embajada de Israel en Argentina.
Dicho esto, conviene entonces recordar que la DAIA busca intervenir en los asuntos de política interna de Argentina presentando un proyecto de ley a fin de sancionar a “quienes supuestamente nieguen el holocausto judío”. Por una parte se interpreta que cualquier crítica a Israel es un ataque a los judíos, cuestión ampliamente debatida en los últimos meses tras los ataques asesinos de Israel en Gaza. Uno de los artículos más esclarecedores en este sentido ha sido el del intelectual Néstor Kohan intitulado justamente ¿Antisemitismo?
En todo caso resulta curioso y lamentable cómo la DAIA, mientras busca criminalizar a quienes supuestamente niegan el genocidio judío, nada dice de las leyes que promulga hoy el Estado de Israel favoreciendo el negacionismo de la TRAGEDIA PALESTINA.
En un documento que presumiblemente será entregado al Congreso de la Nación argentina se cita a autores de la talla de Daniel Feierstein, quien en un importante estudio comparativo entre el Genocidio Nazi y el Genocidio Argentino, ha dado letra a algunos jueces para dictaminar fallos condenatorios por causas de delitos de Lesa Humanidad en nuestro país, como las causas del Cura castrense Von Wernich o el ex comisario de la policía Federal, Miguel Etchecolatz. Feierstein no considera que lo sucedido en Palestina pueda ser considerado un genocidio, aun cuando de su estudio, y elaborando un tratado comparativo con las políticas israelíes contra los palestinos, pueda deducirse lo contrario.
En el proyecto de Ley que la DAIA enviará al Congreso se menciona a Feierstein como uno de los intelectuales de la propia organización sionista. Como siempre la doble moral, aquella que pide memoria para un genocidio y niega no sólo la existencia de otro genocidio contemporáneo sino que apoya a un Estado, como el israelí, que le prohíbe al pueblo afectado a recordar su tragedia. 
La doble moral de la DAIA
Un ejemplo de la doble moral de los líderes judíos en Argentina lo puede ofrecer la lamentable actuación de los dirigentes tucumanos de la DAIA local. Mientras algunos intelectuales judíos y no judíos denunciábamos el crimen en Gaza en plena ofensiva del ejército israelí allá por el mes de enero, algunos miembros de la DAIA no dudaban en intimidarnos asistiendo incluso a debates con posturas claramente fachistoides.
Las lamentables actuaciones de estos dirigentes los llevaron a embarcarse incluso en una campaña orquestada desde la embajada en Buenos Aires para concretizar un accionar propio de la Hasbará (organización de propaganda pagada por el Estado de Israel a los fines de difundir la historia oficial sobre las bases de la mentira histórica). En el mes de abril la DAIA local fue mucho más allá en su apuesta por fortalecer la campaña de justificación del genocidio palestino.
Organizó una muestra en el Museo de la Universidad Nacional de Tucumán titulada: El Marketing de la muerte, procurando usurpar la memoria del holocausto en una clara actitud reivindicativa de las acciones del Estado de Israel. En todo caso habría que apuntar un par de cuestiones para comprender las críticas, que aún desde sectores judíos, realizamos a la organización de dicha muestra. Pensemos entonces la idea aquella que en momentos en que las críticas a Israel aumentan, la propaganda sionista apuesta al exhibicionismo del recuerdo del Holocausto para justificar cualquier acción “supuestamente defensiva” del Estado de Israel, aún cuando dichas acciones impliquen el asesinato de cientos de hombres, mujeres y niños. Dos cuestiones conviene entonces destacar aquí:
1)          Por un lado la muestra fue patrocinada no solo por la DAIA nacional, sino por las autoridades provinciales en un claro guiño a las posturas pro sionistas en Tucumán.
2)          La muestra fue auspiciada por el director del “Ente de Cultura de la provincia” (una secretaría gubernamental que funciona a modo de ministerio).
Recordemos que al frente de “Cultura” se encuentra Mauricio Guzmán, antiguo secretario de Cultura del ex gobernador y represor Antonio Domingo Bussi. Esto se traduce en la siguiente pregunta: ¿Cómo es posible que un secretario de cultura que fuera funcionario de un represor juzgado y sentenciado por haber violado los más elementales derechos humanos durante la última dictadura, apoye una muestra que recuerda un genocidio?
Son las paradojas de la comunidad judía argentina, que exalta al Estado de Israel aún en su faz ultrafachista, y juega en la doble moral de “recordar el holocausto nazi” al tiempo de ser acompañados por funcionarios con un pasado no sólo ambiguo, sino cómplice del genocidio argentino. Lo que Norman Finkelstein denomina brillantemente: la Industria del Holocausto, esta vez al servicio de intereses cuanto menos dudosos, en el país más austral del continente americano.
La diáspora no es nuestra, la memoria de la Nakba tampoco
Titulé a la presenta nota afirmando: El fachismo israelí no puede prohibirnos en la “diáspora”. Claramente el lector puede interpretar que como judío hablo de lo que algunos intelectuales pro israelíes denominan la diáspora judía a fin de justificar la pertenencia de Palestina al “pueblo judío”. Indudablemente la única diáspora existente hoy respecto a la Tierra de Canaan es la del pueblo palestino, diáspora que se compone, según algunos estudios, de más de cuatro millones de almas, entre expulsados sobrevivientes de la Nakba y sus descendientes desde que en 1947 los líderes sionistas encabezados por David Ben Gurión comenzaran lo que el historiador israelí Ilán Pappe ha denominado “La limpieza étnica de Palestina”.
Ellos, los palestinos diaspóricos, tienen el mismo derecho al recuerdo que sus hermanos árabes en Israel. El derecho a recordar, que hoy, ninguna ley israelí puede impedirles ejercer, ya que una ley  se limita en su aplicación al país donde se sanciona. En todo caso, el derecho a recordar es el derecho de saber que también tienen los palestinos, según la normativa internacional, el derecho al retorno. El intento de Israel por borrarle la memoria al pueblo palestino, entonces, no dará sus frutos toda vez que una mayoría de palestinos diaspóricos seguirá recordando y seguirá reclamando su propio derecho al retorno.
También los palestinos que residen en Israel seguirán burlando la norma vigente, aunque les cueste la cárcel, ya que una ley no puede borrar la memoria histórica de los sujetos.
Por nuestra parte, como hijos y descendientes de judíos tenemos una doble obligación moral: por una parte acompañar el recuerdo diaspórico palestino afirmando que no deseamos que Israel sea una nación “exclusiva de Judíos” ya que la convierte entonces en un Estado racista y xenófobo. Por otro lado, acompañar al pueblo palestino en su reclamo por ver sus derechos humanos respetados tanto en Israel, como en los territorios usurpados y en cuanto campamento de refugiado les reúna.
Nuestro derecho a recordar el genocidio judío perpetrado por los nazis no debe presentarse desde una mirada tribal de la historia en posiciones judeocéntricas, sino todo lo contrario: recordamos el genocidio judío y el de todos los pueblos que han sido víctimas del nazismo porque recordamos también todos los otros genocidios, incluida La Nakba Palestina. Si nos apartamos de estos conceptos y recaemos en el error histórico de la dirigencia judía, tanto israelí como de nuestras comunidades fuera de la tierra de Canaan, estamos siendo cómplices de aquello que hoy se denuncia.
Ni la AIPAC en Estados Unidos, ni la DAIA en Argentina, podrán hacernos retroceder a quienes nos posicionemos para decir una vez más y todas las veces que haga falta: EN NUESTRO NOMBRE NO. No en nuestro nombre a las leyes terroristas que pretenden hacer retroceder a la memoria. No a la ley de exclusividad con que la DAIA pretende usurpar la memoria del holocausto para hacer de ella su industria nacional. EN NUESTRO NOMBRE NO. Una vez más NO.
*Agradezco a David Comedi por la lectura de este artículo y sus valiosos comentarios.
* Rubén Kotler
Tucumán – Argentina
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