El falso progreso de los cantamañanas
Puede que más de uno piense que hemos de sincerarnos con nosotros mismos y asumir que pese a acercarnos a las urnas cuando se nos convoca o acudir a las iglesias con la idea en ambos casos de que así es posible mejorar las cosas de este mundo, sin embargo esto es lo que tenemos: pobreza económica galopante, cambio climático acelerado, catástrofes naturales en aumento, hambre , guerras y amenazas de guerras, tráfico incesante de personas desprotegidas, de armas y drogas, migraciones forzadas, y otros dramas que están en la mente de todos. Ante todos estos dramas resulta más que llamativa la pasividad de las mayorías, aunque las víctimas son también esas mayorías que poco a poco empiezan a perder la paciencia en todo el mundo, pero que aún están lejos de ser una masa crítica.
El poder del hipnotismo
Las mentiras, el restar importancia a los acontecimientos o el silencio para evitar alarmar a las poblaciones, son las prácticas habituales de políticos y medios de comunicación para adormecer a las gentes y hacerles creer que están en buenas manos Pero ¿acaso es eso cierto? Los responsables políticos son votados precisamente para que cosas como las señaladas nunca sucedan, y los jueces y tribunales para dar cumplimiento a leyes protectoras de la justicia. Sin embargo nada de eso sucede. Los corruptos y mafiosos no solo gozan de impunidad, sino de privilegios sociales y mando en plaza. Los empresarios que contaminan y explotan como nunca, siguen produciendo contaminación y explotando sin que nadie les pare los pies porque están protegidos por la ley. Los políticos y sindicatos de una supuesta izquierda se han apoltronado y juegan a favor del Sistema. Entre tanto los asesinos machistas siguen matando, las guerras no cesan y la distribución de la riqueza mundial es hoy el sueño más utópico que se conoce. A pesar de todo esto, cada vez que se nos convoca, los pueblos votamos a los que ya votamos antes, a pesar de descubrir pronto las mentiras con que adornan sus programas para engatusarnos en cada ocasión.
¿Por cuánto tiempo más?
¿Por cuánto tiempo más es posible continuar con la dinámica de siempre, creyendo a los de siempre y dirigidos por los de siempre? Y esta pregunta es oportuna porque miremos en el sector que miremos, las cosas ya no son como siempre, sino peor que nunca.
Se nos había hecho creer en un futuro dorado por los defensores del Sistema que predican en parlamentos, universidades o comités científicos y validan expertos en Esto y Aquello. A ellos se unen enjambres de intermediarios y gentes de pensamiento acomodaticio de todo tipo que viven del pesebre del Poder o de su vanagloria en la feria convencional de las vanidades, y son sus voceros. Todos quisieron hacernos creer lo mismo durante mucho tiempo y no cesan de intentarlo contra toda evidencia: que nos encaminábamos a un mundo perfecto. Gracias a ellos, naturalmente. Una idea de progreso ilimitado parecía a esta diversidad de predicadores la adecuada nueva fe de una humanidad liberada de su atraso secular, y parecían tener a su favor los avances observables en diversos terrenos importantes: los avances tecnológicos notables en muy diversos terrenos, los usos exitosos de diversas energías, las mejoras en la curación de enfermedades y en la salud pública general. Parecía que la universalización de la educación, ciertas ayudas mínimas en asistencia social a los más desfavorecidos y el aumento de comodidades eran indicadores reales de progreso.
Efímeras señales
El uso del automóvil aparecía como emblema de ese progreso y el crecimiento de la población industrial en detrimento de la rural, los créditos fáciles y el consiguiente aumento de la capacidad de consumo, y ciertas mejoras sociales y asistenciales que se bautizaron como Estado de Bienestar ( muy relativo en recursos para pocos y para pocos países del Occidente)dieron un tiempo la impresión la de que los predicadores acertaban en el camino de un progreso que parecía irreversible y que presumiblemente se extendería por toda la faz de la Tierra.
Pasado el tiempo y a pesar de la mala información que se proporciona a los pueblos para no asustar, la economía mundial y el bienestar terminaron por favorecer tan sólo a una minoría mundial a una velocidad acelerada, en detrimento del resto. Y lo que era más grave y hemos visto en los últimos años: tampoco al conjunto de esta minoría privilegiada se le puede asegurar su bienestar a largo plazo, pues bien conocidas están siendo ya las fluctuaciones negativas en las economías de mercado, con sus ciclos de siempre y sus juegos sucios financieros, con los desastrosos efectos secundarios que venimos observando a diario y que acabará, inevitablemente, en bancarrota global.Tam,bién para ellos.
Los cantamañanas de la política y la economía no quieren saber nada de esto, pues siguen creyendo ( o fingiendo creer) que es posible crecer indefinidamente, pero ¿no es insensato pensar que este Planeta nuestro de recursos limitados y continuamente esquilmados, sumido en una crisis energética y financiera y unas circunstancias geoclimáticas tan alteradas por la mala cabeza de los grandes contaminadores puede permitir crecer las economías de año en año y a la vez albergar a una población mundial también creciente y con un número de pobres cada vez más pobres que tampoco cesa de crecer ? Hasta un escolar sabe que tal cosa no es posible. ¿Lo saben quienes dirigen el mundo? Por supuesto que sí, y por supuesto que no les importa que sus propios nietos vivan en el mundo inhabitable hacia el que nos encaminan. Y para ello cuentan, claro está, con el consentimiento por activa o por pasiva de esa mayoría silenciosa, amorfa, acomodaticia, hipnotizada por la televisión y los cantos de sirena de los cantamañanas de todos los estilos que con sus cantos de sirena que evocan al flautista de Hamelín conducen los sueños de las multitudes hipnotizadas hacia urnas que dicen servir al progreso y que precintan para evitar que se llenen de otros sueños y otras posibilidades. Pero esas posibilidades existen, y otro mundo es posible, pero ¿estamos dispuestos a cambiar en nosotros lo que sea preciso para poder formar parte de él, o pretendemos un mundo mejor en el que seremos excluidos por no estar preparados para formar parte de él? Una vez más nos conviene recordarnos unos a otros que no es posible un modelo acertado de progreso sin n modelo acertado de individuos dispuestos a conseguirlo. Y no hablo de opciones ideológicas, simo de valores personales, de valores éticos de conducta sin los cuales ni siquiera es posible opción ideológica alguna.