El discurso pacifista y la república catalana (cast/cat)
El 20 de septiembre de 2017 se puso en marcha un movimiento popular de respuesta a la ofensiva represiva desplegada por el Estado español para impedir, fuera como fuera, el referéndum de autodeterminación convocado por el Govern de la Generalitat. Pero la represión, en vez de pararla, espoleó la respuesta, que convirtió el 1 de Octubre en un verdadero levantamiento popular que, apoyado en una enorme movilización espontánea y en la autoorganización alrededor de los CDR, aseguró la celebración del referéndum del 1 de Octubre.
Un levantamiento popular no querido por el Gobierno de Junts pel Sí
El Govern de JxSí ni esperaba ni quería el levantamiento que se produjo. Contaba con que el 1-O no iría más allá de una gran movilización popular (fuertemente reprimida) y que esto le permitiría recular «dignamente» y empezar negociaciones con el Régimen en busca de un nuevo «encaje».
Esto explica que no hubieran restablecido la Sindicatura Electoral para proclamar los resultados del 1-O. Tienen el mismo significado las instrucciones de la ANC de hacer colas masivas y ordenadas ante los colegios pero no ofrecer ninguna resistencia a la policía española cuando viniera a retirar las urnas. O las revelaciones de Marta Rovira, según las cuales durante la mañana del 1-O el Govern se había planteado suspender el referéndum, pero no lo hizo al constatar que la gente no les obedecería y continuaría adelante.
La huelga general del 3-O (convocada por una plataforma unitaria y encabezada por el sindicalismo alternativo) también fue contra la voluntad del Govern de JxSí y de ANC-Òmnium. La dirección independentista no quería ningún desbordamiento popular y mucho menos que la clase trabajadora apareciera con voz propia. Por eso contraprogramaron la huelga general convocando un «paro de país» que, con la colaboración de CCOO-UGT, se tenía que hacer en consenso con los empresarios.
La República estaba al alcance de la mano, pero fue traicionada por el Govern de JxSí
El levantamiento del 1-O y la huelga general del 3-O incorporaron sectores populares y obreros que hasta entonces habían sido ajenos al movimiento y mostraron la enorme fuerza de la movilización masiva y la autoorganización popular. Durante estos días la República estuvo al alcance de la mano. Este era el sentimiento, la convicción compartida, de centenares de miles de personas movilizadas y dispuestas a luchar para defenderla ante el Estado.
Era el momento de proclamar la República y de defenderla colectivamente ante la reacción que había que esperar de un Estado que había quedado temporalmente aturdido.
Aun así, el Govern Puigmemont-Junqueras dejó pasar los días críticos sin hacer públicos los resultados del 1-O y proclamar la República, permitiendo que el Estado recuperara el aliento y organizara la contraofensiva, con el Rey al frente y con el apoyo de la gran patronal, la UE y los partidos de la unión forzosa.
El 10 de Octubre, Puigdemont anunció una República que duró exactamente 8 segundos. Más tarde, el 27 de Octubre, el Govern hizo que el Parlament aprobara una declaración que, como ha dicho Carme Forcadell, era «exclusivamente política, simbólica y no se publicó en el Boletín del Parlament. No tenía efectos jurídicos ni prácticos». Pero lo que sí tenía efectos era la aprobación, el mismo día, del artículo 155, cesando al Govern de la Generalitat y entregando todas sus competencias a Rajoy.
La respuesta del Govern fue entregar a Rajoy las instituciones sin ninguna resistencia, empezando por los Mossos d’Esquadra. Los consejeros abandonaron las consejerías, Puigdemont marchó a Bruselas y la ANC llamó a «ir de compras, a la montaña o a visitar los abuelos». Después, rápidamente, legitimaron las elecciones del 21-D, convocadas al amparo del 155, y aceptaron el regreso al redil constitucional.
Las ilusiones que habían vendido durante tanto de tiempo, de obtener una independencia indolora con la ayuda de la UE, quedaron en evidencia como un enorme fraude. La monarquía española, cuando llegó la hora de la verdad, mostró crudamente que es heredera del franquismo y está dispuesta a todo para preservar «la indisoluble unidad de la Nación española, patria común e indivisible». Y la UE, presentada como la gran esperanza de los catalanes, tampoco dudó a dar pleno apoyo a la represión del Estado, dejando en evidencia que es una maquinaria antidemocrática del gran capital europeo contra los trabajadores y los pueblos de Europa.
La dirección independentista justificó la capitulación diciendo que no habían contado con todo esto y dio su argumento supremo: “si el precio de la República era desviarse de los métodos pacifistas y parlamentarios, ellos renunciarían al objetivo”.
El objetivo de la dirección independentista burguesa: un «estado propio dentro de la UE»
Para entender esta impotencia y la capitulación de la dirección independentista hay que partir de su objetivo estratégico: un «estado propio dentro de la UE». La pertenencia a la UE ha sido siempre la base de su proyecto. Incluso ahora mismo continúa siéndolo, a pesar del rotundo rechazo de la UE, que ha apoyado y apoya incondicionalmente la represión del Estado español.
El contenido de la república catalana defendida por la dirección independentista es, en esencia, pasar de depender de Madrid a hacerlo directamente de Bruselas y Berlín. Están hablando de una república capitalista sin ningún cambio estructural, sin cuestionamiento de los intereses del gran capital, con los mismos amos. Están hablando de una república que, más allá de una autonomía cultural y lingüística, tampoco sería soberana porque en todos los temas clave dependería de las decisiones tomadas en la Europa del capital.
Unos métodos acordes con el objetivo: parlamentarismo y pacifismo a ultranza
Si el objetivo era llegar a este «estado propio dentro de la UE», los métodos tenían que estar de acuerdo. Por eso, la dirección independentista ha buscado desde los inicios un proceso apoyado en movilizaciones masivas perfectamente controladas, festivas, cívicas y sin reivindicación social. Su objetivo no ha sido nunca enfrentar la Monarquía española, sino hacer presión para abrir una negociación con la mediación de la UE o alguno de sus gobiernos. Por supuesto, si no era posible lograr un «estado propio dentro de la UE», ya se negociarían los 46 puntos que Puigdemont presentó a Rajoy el abril de 2016.
Es por eso que la revuelta popular del 1-O y la huelga general del 3-O, desbordando ampliamente el control de la ANC, supusieron un problema grueso para la dirección independentista, puesto que entrañaban un choque directo con el Estado Español e, indirectamente, con la UE. La situación creada, con centenares de miles de personas en la calle, ponía al alcance de la mano la conquista de la República catalana. Era el momento preciso de proclamarla y defenderla. El problema era que esto cuestionaba frontalmente la continuidad del régimen monárquico, abría las puertas a un proceso revolucionario, creaba las condiciones para la entrada en lucha de la clase trabajadora con sus reivindicaciones. Pero esto no entraba en los planes de la dirección independentista burguesa. El mal menor era, antes de que el proceso quedara fuera de control, traicionar al movimiento.
Pero sin autoorganización popular y autodefensa colectiva nunca habrá República catalana
La vida ha demostrado que la monarquía española está dispuesta a reprimir en masa para impedir la autodeterminación y que, en esta tarea, cuenta con el pleno apoyo de la UE y sus gobiernos. Ha demostrado también que el pacifismo y la sumisión a las vías parlamentarias de la dirección independentista no trae la República catalana sino la derrota política del movimiento independentista. El Govern de JxSí prefirió renunciar a la lucha por la victoria que abrir paso a la autoorganización y la autodefensa popular.
Aunque la dirección independentista oficial no estuvo sola en la defensa del pacifismo. La izquierda independentista también se añadió, defendiéndolo con un lenguaje más radical (“resistencia pacífica contundente”). Fue sobre esta base que formaron la plataforma EnPeuDePau.
Por supuesto, nosotros condenamos toda violencia individual y gratuita, porque nunca ha servido para hacer avanzar la autoorganización popular sino que, al revés, facilita las tareas represivas del Estado. Pero dicho esto, hay que defender el pleno derecho del movimiento a organizar su autodefensa colectiva, que le permita protegerse y neutralizar la feroz represión del Estado. No era inevitable acabar con más de mil heridos el día 1-O!
No la habrá sin un proceso revolucionario encabezado por el sector más consciente de la clase obrera, autodefendido y parte de la lucha conjunta contra la Monarquía
Los métodos siempre van vinculados a los objetivos que se persiguen. Si el pacifismo y el parlamentarismo son consustanciales al objetivo burgués de un «estado propio dentro de la UE», la autoorganización popular y la autodefensa colectiva van ligadas a la lucha por una República que satisfaga las reivindicaciones centrales de la clase obrera y del pueblo trabajador.
Estos meses han demostrado que el independentismo burgués y pequeño burgués es incapaz de luchar de manera consecuente y hasta el final por la República catalana. Sencillamente, no quieren comenzar ningún proceso revolucionario de masas, sin el cual es imposible ganar la República. Prefieren rendirse a ver amenazado la actual orden social.
La vida ha demostrado que la República catalana sólo será posible si la lucha para establecerla tiene al frente a los sectores más conscientes de clase trabajadora; si forma parte de una lucha conjunta para echar la Monarquía española; si es vista no como una consigna «separatista» sino como base para una libre unión de repúblicas; si va directamente asociada a la aplicación de un programa de emergencia social; si no tiene miedo de enfrentarse en la Europa del capital. La República catalana será una República de los trabajadores, apoyada en la autoorganización democrática del movimiento y en su autodefensa colectiva, o no será.
EL DISCURS PACIFISTA I LA REPÚBLICA CATALANA
Axel Vergés
El 20 de setembre de 2017 va encetar-se un moviment popular de resposta a l’ofensiva repressiva desplegada per l’Estat espanyol per aturar, fos com fos, el referèndum d’autodeterminació convocat pel Govern de la Generalitat. Però la repressió, en comptes d’aturar-la, va esperonar la resposta, que va convertir l’1 d’Octubre en un veritable aixecament popular que, recolzat en una enorme mobilització espontània i en l’autoorganització al voltant dels CDR, va assegurar la celebració del referèndum de l’1 d’Octubre.
Un aixecament popular no volgut pel Govern de Junts pel Sí
El Govern de JxSí ni esperava ni volia l’aixecament que es va produir. Comptava que l’1-O no aniria més enllà d’una gran mobilització popular (fortament reprimida) i que això li permetria recular «dignament» i començar negociacions amb el Règim, en busca de un nou «encaix».
Això explica que no haguessin restablert la Sindicatura Electoral per proclamar els resultats de l’1-O. Tenen el mateix significat les instruccions de l’ANC de fer cues massives i ordenades davant els col·legis però no oferir cap resistència a la policia espanyola quan vingués a retirar les urnes. O les revelacions de Marta Rovira segons les quals durant el matí de l’1-O el Govern s’havia plantejat suspendre el referèndum, però que no ho va fer en constatar que la gent no els obeiria i continuaria endavant.
La vaga general del 3-O (convocada per una plataforma unitària i encapçalada pel sindicalisme alternatiu) també va ser contra la voluntat del Govern de JxSí i d’ANC-Òmnium. La direcció independentista no volia cap desbordament popular i molt menys que la classe treballadora aparegués amb veu pròpia. Per això van contraprogramar la vaga general convocant una «aturada de país» que, amb la col·laboració de CCOO-UGT, s’havia de fer en consens amb els empresaris.
La República era a tocar, però va ser traïda pel Govern de JxSí
L’aixecament de l’1-O i la vaga general del 3-O van incorporar sectors populars i obrers que fins llavors havien estat aliens al moviment i van mostrar l’enorme força de la mobilització massiva i l’autoorganització popular. Durant aquests dies República va estar a tocar. Aquest era el sentiment, la convicció compartida, de centenars de milers de persones mobilitzades i disposades a lluitar per defensar-la davant l’Estat.
Era el moment de proclamar la República i de defensar-la col·lectivament davant la reacció que calia esperar d’un Estat que havia quedat temporalment estabornit.
Tanmateix, el Govern Puigmemont-Junqueras va deixar passar els dies crítics sense fer públics els resultats de l’1-O i proclamar la República, tot permetent que l’Estat recuperés l’alè i organitzés la contraofensiva, amb el Rei al capdavant i amb el suport de la gran patronal, la UE i els partits de la unió forçosa.
El 10 d’Octubre, Puigdemont va anunciar una República que va durar exactament 8 segons. Més tard, el 27 d’Octubre, el Govern va fer que el Parlament aprovés una declaració que, com ha dit Carme Forcadell, era «exclusivament política, simbòlica i no es va publicar al Butlletí del Parlament. No tenia efectes jurídics ni pràctics». Però el que sí tenia efectes era l’aprovació, el mateix dia, de l’article 155 cessant el Govern de la Generalitat i entregant totes les seves competències a Rajoy.
La resposta del Govern va ser lliurar a Rajoy les institucions sense cap resistència, començant pels Mossos d’Esquadra. Els consellers van abandonar les conselleries, Puigdemont va marxar a Brussel·les i l’ANC va cridar a «anar de compres, a la muntanya o a visitar els avis». Després, ràpidament, van legitimar les eleccions del 21-D, convocades a l’empara del 155, i van acceptar el retorn a la cleda constitucional.
Les il·lusions que havien venut durant tant de temps, d’obtenir una independència indolora amb l’ajut de la UE, van quedar en evidència com un enorme frau. La monarquia espanyola, quan va arribar l’hora de la veritat, va mostrar cruament que és hereva del franquisme i està disposada a tot per preservar «la indissoluble unitat de la Nació espanyola, pàtria comú i indivisible». I la UE, presentada com a la gran esperança dels catalans, tampoc va dubtar a donar ple suport a la repressió de l’Estat, deixant en evidència que és una maquinària antidemocràtica del gran capital europeu contra els treballadors i els pobles d’Europa.
La direcció independentista va justificar la capitulació dient que no havien comptat amb tot això i va donar el seu argument suprem: “si el preu de la República era desviar-se dels mètodes pacifistes i parlamentaris, ells renunciarien a l’objectiu”.
L’objectiu de la direcció independentista burgesa: un «estat propi dins de la UE»
Per entendre aquesta impotència i la capitulació de la direcció independentista cal partir del seu objectiu estratègic: un «estat propi dins de la UE». La pertinença a la UE ha estat sempre la base del seu projecte. Fins i tot ara mateix continua sent-ho, malgrat el rotund rebuig de la UE, que ha recolzat i recolza incondicionalment la repressió de l’Estat espanyol.
El contingut de la república catalana defensada per la direcció independentista és, en essència, passar de dependre de Madrid a fer-ho directament de Brussel·les i Berlín. Estan parlant d’una república capitalista sense cap canvi estructural, sense qüestionament dels interessos del gran capital, amb els mateixos amos. Estan parlant d’una república que, més enllà d’una autonomia cultural i lingüística, tampoc seria sobirana perquè en tots els temes clau dependria de les decisions preses a l’Europa del capital.
Uns mètodes acords amb l’objectiu: parlamentarisme i pacifisme a ultrança
Si l’objectiu era arribar a aquest «estat propi dins la UE», els mètodes havien d’estar-hi d’acord. Per això, la direcció independentista ha buscat des dels inicis un procés recolzat en mobilitzacions massives perfectament controlades, festives, cíviques i sense reivindicació social. El seu objectiu no ha estat mai enfrontar la Monarquia espanyola, sinó fer-hi pressió per obrir una negociació amb la mediació de la UE o algun dels seus governs. Per suposat, si no era possible assolir un «estat propi dins la UE», ja es negociarien els 46 punts que Puigdemont li va presentar a Rajoy l’abril de 2016.
És per això que la revolta popular de l’1-O i la vaga general del 3-O, desbordant àmpliament el control de l’ANC, van suposar un problema gros per a la direcció independentista, ja que significaven un xoc directe amb l’Estat Espanyol i, indirectament, amb la UE. La situació creada, amb centenars de milers de persones al carrer, posava a l’abast la conquesta de la República catalana. Era el moment precís de proclamar-la i defensar-la. El problema era que això qüestionava frontalment la continuïtat del règim monàrquic, obria les portes a un procés revolucionari, creava les condicions per a l’entrada en lluita de la classe treballadora amb les seves reivindicacions. Però això no entrava en els plans de la direcció independentista burgesa. El mal menor era, abans que el procés quedés fora de control, trair el moviment.
Però sense autoorganització popular i autodefensa col·lectiva mai no hi haurà República catalana
La vida ha demostrat que la monarquia espanyola està disposada a reprimir en massa per impedir l’autodeterminació i que, en aquesta tasca, compta amb el ple suport de la UE i els seus governs. Ha demostrat també que el pacifisme i la submissió a les vies parlamentàries de la direcció independentista no porta a la República catalana sinó a la derrota política del moviment independentista. El govern de JxSí va preferir renunciar a la lluita per la victòria que donar pas a l’autoorganització i l’autodefensa popular.
La direcció independentista oficial no va estar sola en la defensa del pacifisme. L’esquerra independentista també s’hi va afegir, defensant-lo amb un llenguatge més radical (“resistència pacífica contundent”). Va ser sobre aquesta base que van formar la plataforma EnPeuDePau.
Per suposat, nosaltres condemnem tota violència individual i gratuïta, perquè mai ha servit per fer avançar l’autoorganització popular sinó que, a l’inrevés, facilita les tasques repressives de l’Estat. Però dit això, cal defensar el ple dret del moviment a organitzar la seva autodefensa col·lectiva, que li permeti protegir-se i neutralitzar la ferotge repressió de l’Estat. No era inevitable acabar amb més de mil ferits el dia 1-O!
No hi ha República Catalana sense un procés revolucionari encapçalat pel sector més conscient de la classe obrera, autodefensat i part de la lluita conjunta contra la Monarquia
Els mètodes sempre van vinculats als objectius que es persegueixen. Si el pacifisme i el parlamentarisme són consubstancials a l’objectiu burgès d’un «estat propi dins la UE», l’autoorganització popular i l’autodefensa col·lectiva van lligades a la lluita per una República que satisfaci les reivindicacions centrals de la classe obrera i del poble treballador.
Aquests mesos han demostrat que d’independentisme burgès i petit burgès és incapaç de lluitar de manera conseqüent i fins al final per la República catalana. Senzillament, no volen encetar cap procés revolucionari de masses, sense el qual és impossible guanyar la República. Prefereixen rendir-se a veure amenaçat l’actual ordre social.
La vida ha demostrat que la República catalana només serà possible si la lluita per establir-la té al capdavant els sectors més conscients de classe treballadora; si forma part d’una lluita conjunta per fer fora la Monarquia espanyola; si és vista no com una consigna «separatista» sinó com a base per a una lliure unió de repúbliques; si va directament associada a l’aplicació d’un programa d’emergència social i si no té por d’enfrontar-se a l’Europa del capital. La República catalana serà una República dels treballadors, recolzada en l’autoorganització democràtica del moviment i en la seva autodefensa col·lectiva, o no serà.