
El artefacto de la Economía política
  Lo cierto es que con mil operaciones más de este tipo durante diez o quince años, como viene sucediendo, no hay contabilidad pública o privada que se resista; no se pueden cerrar los libros de contaduría limpiamente; ni pueden cuadrar fiablemente los presupuestos general del Estado al final de cada ejercicio. Sigue la patraña, la apariencia, el montaje en todos los planos del sistema. Y esto, un año tras otro.
  Ocurre como en el consumo del agua con escasez decreciente embalsada. Aparte la gastada para uso agrícola y doméstico, las pérdidas por fugas y otros despilfarros de los particulares y de la administración de todos los municipios, superan en mucho al consumo ordinario. Son las aguas “subterráneas” que no cuentan. La economía asimismo sumergida está por encima de la economía visible y oficial. Todo, incluidas esas discusiones de especialistas en el parlamento sobre cuentas, números, gastos sociales y déficit no ven más que por el ojo de una cerradura y se enzarzan entre ellos con un lenguaje inasequible al gran público, convertido en materia de alquimistas o de sectas. Los contribuyentes son como los feligreses que se pasaron siglos yendo a misa sin tener ni pajolera idea de latín. Aquí estriba una parte del oscurantismo político que ha entroncado con el pasado oscurantismo religioso, y también la parte principal de los cimientos de un mercado llamado libre pero que no lo es porque está dirigido por los poseedores, y un estado llamado democrático pero que tampoco lo es porque está en manos de tramposos.
  Mientras tanto las tramas, sean colectivas, como la Gürtel, sean a particulares, como la de Félix Millet, el ladrón que administraba el Palau de la Música catalana, son una sangría del Estado y de la sociedad que se suma a los déficit crónicos, a la destrucción de empleo, a la nula productividad de una economía que depende sólo del ladrillo, del cemento y del alquitrán. En España no hay contabilidad propiamente dicha: todos son garabos y cuentas B. Para confeccionar los presupuestos, el gobierno ha de manejar cifras imaginarias, cifras falsas, previsiones deslizantes, al azar, prefabricadas. Sólo son fijas la de los impuestos indirectos: esos que pagan lo mismo las primeras fortunas del país como el socorrido por un mísero subsidio.
  Por eso odia la carcunda a Cuba y a los países heterodoxos del mercado o sólo son observadores apestados. Porque una economía limpia ha de ajustarse a una contabilidad tradicional de debe y haber que hace muy difícil el tejemaneje, el arramblar y cometer desfalcos. La macroeconomía hace imposible en cambio la contabilidad estricta. La Economía política, en la que tan sencillo es el fraude, está en estas en manos de la ingeniería financiera. Pensada por los artífices justo para embarullarlo todo y para poner el chanchullo, la malversación y la defraudación al alcance de ingenieros que se doctoran enseguida. Se promueve, además, porque así blasonan mejor de libertad estas sociedades opulentas pero moralmente miserables.
  Por eso, mire usted, de esta visión despectiva que tenemos muchos de la Economía política se prevale el garrulo registrador de la Oposición que se desmarca de cualquier propuesta o discusión comprometida en el Congreso.No entra al trapo, porque en el fondo sólo valen los chanchullos. Por eso responde con vaguedades en el debate presupuestario. Hace bien. yo también extraigo de este sistema inmundo lo que me conviene, separo el oro de la ganga y rehúyo todo lo que me estraga. No estoy dispuesto a inmolarme porque no arribe el socialismo de verdad… No es por mi culpa. El mejor de los mundos posibles está en el socialismo verdadero en constante revisión. Ese socialismo que pese a su vocación de justicia social máxima posible, está entrando en ese punto de no retorno en el que los que se han esforzado hasta dejarse casi la vida van a ser pronto también engullidos por el Eje del Mal del capitalismo financiero.