Ecuador: En las desgracias, la potencia de abajo para renacer
Es sabido, por desgracia, que en los desastres provocados por la naturaleza los mayores afectados son la gente del pueblo de abajo, el mismo al que le recae el mayor peso de todas las desgracias del capitalismo. Parecería como si el desequilibrio entre la naturaleza y lo humano provocado por un sistema depredador, lo tuvieran que pagar más los que menos lo provocan, los más humildes, dada su menor disposición de bienes materiales y de consumo. Visiblemente sobre el abajo social recaen los mayores efectos de los desastres naturales y humanos, incluida la carga de ser los que más sostienen con su trabajo al propio sistema que los domina, aunque no solo. De abajo provienen la mayor parte de soldados, policías para defender al de arriba. De abajo son las trabajadoras y trabajadores que producen en las fábricas, maquiladoras, para que una millonésima parte se beneficie a su costa, etc. Y cuando hablamos de pagar el mayor costo es porque, finalmente, cualquier problema que suceda en nuestro planeta, de todas maneras lo tendremos que pagar todos, tarde o temprano, de arriba o de abajo. En este sentido el trabajo en si mismo, por tanto, por ser fuente de apropiación del capital en su demencial desarrollo, es una de las mayores desgracias que padecemos. Nada nuevo, en todo caso…
Como se repite hasta el cansancio, estamos en tiempos donde inexorablemente el destino de la humanidad está en proceso cada vez más acelerado de descomposición por efecto del también inexorable desarrollo de un sistema cuya naturaleza es la de producir sin parar mercancías, hasta el límite en donde pone en riesgo la propia existencia del planeta (Marx, A. Jappe, Holloway). Algunas reacciones a esta carrera absurda se dejan ver en múltiples desajustes naturales que provocan desastres, pero también, ciertamente, a procesos propios del incesante movimiento geológico frente a los cuales es impredecible medir sus efectos. En cualquier caso, los estragos mayores los resiente en modo superlativo el de abajo.
Pero no todo es desgracia, en circunstancias críticas, como el terremoto que acaba de asolar a muchos lugares de Ecuador, también hay manifestaciones de lo más noble del ser humano (*). Y también estas manifestaciones –pero no solo- se muestran en los sectores que más la padecen, insisto, en el abajo. Así, ver las múltiples muestras de auténtica solidaridad como la del que tiene menos ofreciendo lo suyo, de manera anónima, se contrasta con quienes medran de la desgracia para dar su llamado apoyo con la imposición de la etiqueta que les asegure réditos de todo tipo, empezando por los políticos, siendo que en Ecuador ya se arman para las próximas elecciones (**). Entonces, a las desgracias del terremoto le suceden las desgracias políticas en tiempos donde todo es campaña electoral. En donde la aspiración es el mejor modo de arrancar el voto a como dé lugar. Hoy la campaña electoral pasa por el uso de terremoto. Y si no hay argumento, en una impresionante astucia de verdadero marketing, se busca ganar adeptos con efectos de imagen, ediciones de desgracias de hasta otros tiempos y espacios y puestos como actuales, con tal de ensalzar a quienes dicen tener el patrimonio exclusivo de coordinar los apoyos, como ongs. y el propio Estado, así como quienes, desde la llamada oposición, buscan réditos esforzándose en mostrar a su conveniencia legítimos reclamos de la población por no ser atendidos. En ambos casos uno debe mezclar sentimientos de dolor e impotencia con los de rabia y asco ante el uso hipócrita que se da a la ayuda a los sobrevivientes y afectados por este terrible terremoto.
Pero, decía, que no todo es desgracia, o mejor dicho, en esta desgracia reluce una potencia de abajo que es de una sustancia totalmente ajena a la que esgrimen quienes se afanan en sacar provecho político de todo esto. Frente a las etiquetas en playeras con la figura de un renombrado hombre de la derecha que pasan entre el montón de ropa que llega a los damnificados (el de Jaime Nebot , vale decir por tanto gente de la peor calaña y ausencia de nobleza), en contraste está la señora del pueblo que silenciosamente y guardando el dolor en sus ojos, lleva su lata de atún, todo lo que tiene, a un sitio de abasto para los afectados por el terremoto. Frente a la respuesta llena de coraje de cientos de jóvenes que se aprestan a ser voluntarios para lo que les digan donde puedan ser útiles, en contraste, los que en las redes sociales rascan y rascan tratando de recabar errores en la organización de las ayudas del gobierno y los trabajos de rescate, para soltárselos y jugar con los sentimientos de dolor de la población buscando asociar perversamente a culpables de las desgracias, por omisión o por lo que sea. Así, imágenes de respaldo a una u otra doble intención no faltan. Las redes sociales lo cubren todo, porque son los tiempos de ellas, es un hecho en Ecuador o en cualquier parte del mundo, también su arma de doble filo. Y ahí los contrastes abruman. Entre likes y comentarios encontrados pasa el acontecimiento como tal, diluyéndose peligrosamente en la lógica de lo virtual, y la gente que padece realmente los estragos de esta fatalidad, solo siente en si misma que en el dolor, con lo único que cuenta es consigo misma, que es decir con y entre su gente. De ahí que no se confía en que sean policías que resguarden lo que quedó de su casa, sino que ella misma deba hacerlo. Entre ellos y muchos jóvenes –aun con la frescura de no haber tomado partido por los políticos depredadores orgánicos de la vida-, se dan modos y se reconocen. Cierto que muchos hasta han llegado al colmo de paliar culpas con el cómodo “turismo de ayuda”, pero los más son jóvenes movidos por auténticos sentimientos de solidaridad, porque en las víctimas se reconocen, se identifican, y así la esperanza, en medio de la desgracia, aunque aún muy temprana, empieza a tejerse como posibilidad. En esos gestos de auténtica solidaridad desinteresada; en ese hacer más que hablar en momentos de emergencia; en ese sentimiento de agradecimiento que les brindan la población afectada, se tejen lazos de otro tipo, fuera de las mezquindades politiqueras de absolutamente todo el espectro político ecuatoriano. Más allá del Estado sostenido tanto por el gobierno como la oposición, está esa visibilización de la potencia de abajo que debe sostenerse para que sea alternativa de un mundo nuevo donde a los desastres naturales que tendrán que inevitablemente haber, tenga que emerger renovada la naturaleza y su humanidad, y no su aniquilación. Esa es la riqueza que rescata de Marx John Holloway en su último libro “Contra el dinero”.
En esta como en otras desgracias se manifiesta, como si fuera un adelanto a lo que está por venir al mundo entero y de que la alternativa somos nosotros mismos, sin ningún tipo de mediación, para procurarnos nuestras propias fuentes de vida en todos los órdenes posibles y autogestarnos, y así, agregar a nuestro antagonismo al capitalismo la energía de nuestros propios frutos como lucha contra él. Nuestros espacios de resistencia anticapitalista construidos con la argamasa sólida de la potencia de abajo.
(*) Se puede decir que esto es comprobable examinando cualquier desastre natural, pero tal vez de los más significativos sea el terremoto en la ciudad de México en 1985 que pasó de ser un movimiento sísmico a un movimiento social, debido a que por la inoperancia del Estado para responder ante esta desgracia, la gente, de manera espontánea, organizó eficazmente la mayoría del rescate y ayuda, logrando tomar conciencia la población de su fuerza y de que el Estado era hasta un estorbo.
(**)Es patético ver cómo tuercen las palabras para acomodar justificaciones que les permita ganar elecciones. Desde el socialismo amarillo (los PRD ecuatorianos) disfrazado hoy de manera oportunista como revolucionario (siendo que a su debido tiempo ellos mismos y exprofeso decidieron liquidar al PSRE de Manuel Agustín Aguirre.) pasando por la derecha que busca aliarse. Alianza País, el partido del gobierno, y hasta tristemente la propia CONAIE, que sigue con sus sueños guajiros por medio de su partido Pachakutik, de ver qué sacan si llegan a ser gobierno.
– John Holloway. “Contra el dinero: Acerca de la perversa relación social que lo genera “. Ed. Herramienta. Bns Aires. 2015.
– Anselm Jappe. “En busca de las raíces del mal”. Ediciones CIDECI/UNIVERSIDAD DE LA TIERRA. SCLC. México 2016.
– Carlos Marx. El Capital. Libro I, FCE, México.
CROAR (Cronopios Autónomos Rebeldes)