¡Diferentes tiempos!
La actualidad confirma hechos irreductibles a la infravaloración que las ciudadanía tiene sobre la clase política: El informe PISA deja por los suelos el sistema de educación obligatoria español, sin distinción de autonomías: hemos retrocedido en matemáticas, ciencias y comprensión lectora. Nunca el Parlamento español consensuó una ley de educación para que esta fuera estable en el tiempo, en los contenidos y, sobre todo, en su financiación. El modelo español de tres clases de instituciones: pública, subvencionada y privada no satisface, por lo visto, una calidad media medida por sus resultados con criterios objetivos y comparaciones estadísticas. Visto el comportamiento de los partidos políticos, será difícil poder paliar es “roto” que la ley Wert ha producido en el sistema educativo. A más INRI, los permanentes recortes del gobierno del Partido Popular hacen bueno el dicho de “Quien siembra vientos recoge tempestades”. Es el momento en que el gobierno progresista en formación apunte sus preferencias con un plan de creación de nuevas plazas escolares públicas bien dotadas y, en la misma medida, resolución de conciertos educativos con aquellas instituciones y/o particulares que se vean afectados por las nuevas edificaciones. Es decir, una fuerte apuesta por la escuela pública en detrimento de la concertada. No podemos permitirnos destinar recursos públicos para enriquecer a determinadas instituciones ideologizadas en la enseñanza. Y me refiero a las escuelas del OPUS DEI y a todas aquellas que segregan en las aulas a niños y niñas, como primera medida a tomar. Este es un tiempo que no puede esperar. Sin embargo, surge la paradoja de que nuestros universitarios: enfermeras, médicos, ingenieros, arquitectos, abogados y economistas sean “piezas” cotizadas en las empresas europeas: ¡Viva la contradicción!
Otro tiempo que marca emergencia es la sanidad. Que no exista un proyecto para la recuperación de la sanidad pública, que se permita que vaya a la deriva asistencial, económica y de instalaciones, a pesar del titánico esfuerzo del personal que aún queda como funcionariado, no existe adjetivo calificativo despectivo que pueda describir con eficacia la situación de la sanidad y de los sanitarios de la medicina pública. El Neoliberalismo se ha apoderado de las mentes de los políticos, algunos y determinados políticos, y ven en su quehacer la administración del dinero de nuestros impuestos sin hacerse cargo de responsabilidad de la gestión, desviando hacia la privado cuanto pueda ser absorbido por él. Ejemplos no faltan para ejemplarizar tales afirmaciones. Si no respondan a estas sencillas preguntas: ¿Cuántos hospitales de nueva creación han surgido en el último decenio? ¿Cuántas plantas de hospitales públicos permanecen cerradas a pesar de los picos de epidemias invernales a causa de la gripe? ¿Cuántas horas de promedio pasa un apersona en ser atendida en urgencias y por qué la mortalidad es mayor en urgencias que en planta? Y para qué seguir hablando si es de VOZ POPULI las experiencias personales de esta situación. Si en este país no ha habido un levantamiento violento de protesta generalizada contra los dirigentes políticos a causa de sanidad es gracias al titánico esfuerzo de los médicos y personal de enfermería que asiste con gran profesionalidad a nuestros pacientes en condiciones indeseables para ellos mismos y para todos los usuarios de sanidad pública.
Porque los tiempos de la clase política se alejan cada vez más de los tiempos de la población. Los esfuerzos, las cavilaciones, los pactos de los políticos difieren cada día más de las necesidades de la población. Por eso el índice de pobreza, sobre todo de la infantil, se ve aumentada cada día que pasa.
Ya va siendo hora de que los privilegios de la clase política cesen de raíz y que su condición de trabajadores de lo púbico se equipare a los demás trabajadores. Que sus jornadas de trabajo , remuneración, ventajas sociales etc sean las mimas que pueda tener un trabajador de una empresa. Seguramente , de ser, así, su afán por solucionar la gran problemática social en que está sumergida la clase popular de nuestro país, se verá aligerada paulatinamente. Porque gobernar desde el privilegio, desde una cobertura espléndida, no es lo misma que ser un igual entre los desiguales para fomentar el objetivo fundamental de la política: igualar aquellos desequilibrios que el capitalismo produce en todas las sociedades.
Han puesto el grito en el cielo todos “privilegiados” usando los medios de comunicación disponibles a sus intereses por la “posible” amenaza que supone reconquistar sus castillos de confort y estarán dispuestos a disparar desde sus almenas a este gobierno en formación. Y la desvergüenza peor es que no ocultan sus intenciones amenazando con situaciones catastróficas, sin analizar la catástrofe a que sus “Validos” han ocasionado a esta población que empieza a despertar y a darse cuenta fehacientemente de que, o ponemos freno al tobogán neoliberal y subimos de pie al inicio e los servicios sociales o la igualdad y los derechos constitucionales quedarán en papel mojado, tal como quisieron que fuera quienes amenazaron con un órdago a la totalidad al llamado pacto constitucional.
Sí, los tiempos de los políticos difieren de los tiempos y necesidades de la población. Y para igualar estos tiempos es necesaria la permanente presencia de las organizaciones sociales en la calle y con el apoyo imprescindible de estudiantes y de los trabajadores paliar poco a poco el poderoso impacto que la tanqueta de neoliberalismo ha ocasionado en nuestros derechos, que apropiados por unos pocos, se niegan a quienes somos los auténticos gestores de ellos. No nos dejemos engañar, seamos reflexivos, porque si pensamos detenidamente llegaremos a la conclusión de la desobediencia y de la insurrección cívica, pacífica, solidaria para hacer efectivo el ideal republicano de la igualdad entre todos.