Devuelvannos a Roque
No es porque nuestro hermano y compañero tenga frio. Tampoco porque clame resucitar de entre los nuestros. No es tampoco que queramos erigirle templos, ni levantarle estatuas desveladas, ni llevarlo como niños al sagrario, ni tampoco para hacerle reverencias a su irreverencia, simplemente devuélvannos a Roque.
Devuélvenos a Roque. Tu, el sicario, el que disparó por la espalda por temor a sus ojos de universo, por temor a su mirada incendiaria, por temor a sus luceros de infinito.
Devuélvannos sus huesos emanando versos, su fósforo y su calcio para encender la poesía de estos días y despertar los artistas a la vida.
A qué temen. Qué los huesos hablen, que acusen más que la historia. Qué la última mirada les hable de su eterna permanencia. Teméis ver que en sus hombros aun posan los pájaros  y revolotean las sempiternas golondrinas.
Devuélvannos a Roque, Queremos su restos sin descanso. Una carta anónima, un punto referencial y nosotros llevaremos la brújula de rumbos testimoniales, sacaremos sus cenizas y las lanzaremos al mar o donde sea, pero que el pueblo sepa que ahí están las estrofas infinitas, los versos incendiarios en este amanecer de nuestra patria.
Devuélvannos al Fénix de la Patria, de todas formas nadie ignora a sus sicarios. El pueblo sentado en sus aceras ve pasar enjuiciados a sus traidores.
No traten de ocultar lo inocultable. Cada crimen que sigan perpetrando, no es sólo un crimen en contra de la patria, sino un crimen por todos condenable, es un crimen en contra de las artes y no hay condena más larga e ineluctable, cuando es la humanidad  la juez inclaudicable.
Que les queda: me van a matar por denunciarlos, van a lanzar sus  flemáticos plumíferos, acéptenlo de una vez por todas: No es Roque a quien mataron, han herido a la patria. Entréguennos sus restos inmortales.