¿Dónde vas, yayoflauta?
Porque no es verdad que la muerte todo lo iguale. No. Los muertos son ricos hasta en la tumba, le decía su madre, y da gracias que podamos hacerles flores. También cosía algún que otro arreglo sencillo (de la montonera infinita y siempre urgente que se acumulaba en el salón de casa) de los señores del edificio señorial en la que el tío Fede trabajaba y vivía y moría como conserje. El fútbol sólo se soñaba chutando piedras de camino a casa.Cada resto de cada segundo había que invertirlo en sobrevivir.
Creció sin padre. Bueno, sí, con un padre con tres trabajos encadenados de lunes a sábado. De cuatro de la mañana a doce de la noche. Y el domingo camarero en bodas, bautizos y comuniones de los que sí podían. Los que habían ganado la guerra. Los que habían tenido más suerte en la vida que él. Que ellos, que su familia.
Aún hoy y ya con ochenta años su hermana Ángela tiene una urgencia vital casi enfermiza por guardar siempre algo de comida en la nevera. Tiene pesadillas en las que la despensa está vacía y en las que no recuerda que algo de dinero quizá le queda en el rincón de las urgencias, y que si no, hay tiendas que aún le fían hasta la próxima paga y vecinos que le pueden prestar un cacito de macarrones. Sueña que vuelve pasar hambre hasta que el estómago ya no duele. El mareo continuo. El corazón que apenas resiste. El alma que incluso se comería las convicciones morales por un trozo de pan. Por eso, antes de que se le acabe el arroz, compra otro kilo. Siempre el más barato. Y unas patatas, que son muy socorridas.
Eran pobres en un país pobre. Vencidos en un país de ganadores. Y a pesar de eso, el futuro, aunque lejano, era una promesa.
Hoy uno de sus amigos ha perdido la casa por avalar a un hijo. Otro pasa tanta hambre que los comedores sociales le están salvando literalmente la vida. En la cola del médico alguien le ha contado a Santi que tiene que elegir entre calefacción o medicamentos y que el del Bajo B ha tenido que acoger a sus dos hijos, nueras y nietos en una casa de 58 metros cuadrados, porque era eso o el puente.
Y han visto lo que nunca pensaron: que sus nietos pasan hambre, diferente pero igual (porque el hambre todo lo iguala) a la que pasaron ellos.
Que el futuro ya no es una promesa sino una condena.
Y luego algunos les dicen a dónde vas, yayoflauta, a dónde vas con esa pancarta, quédate en tu casa cobrando tu pensión. Que estarás más calentito.