[Crónica] Homenaje a Lorca. Plaza de Santa Ana de Madrid. 31 de agosto de 2019 – Galería de fotos
En los tiempos sombríos
¿Se cantará también?
También se cantará.
Sobre los tiempos sombríos.
(Bertolt Brecht).
Decía el pensador ilustrado Cesare Beccaria que el grado de civilización de una sociedad se podría determinar por el estado de sus cárceles. Otra forma posible de determinar tal cosa, afirmaríamos algunos, sería el grado de importancia, que en una concreta sociedad se da a sus poetas y artistas, orfebres de sueños y de mundos nuevos, constructores del arco de universos que dan sentido a lo mejor de nuestras vidas. En ambas gradaciones, el nuestro es sin duda un país sobre el que se puede llegar a una conclusión ciertamente volcánica.
El nuestro es el país de las cunetas. Las cunetas de la infamia donde se ocultan los crímenes cometidos contra nuestros poetas, nuestros pedagogos populares, nuestros obreros dignos, nuestros hacedores de esperanzas. El nuestro es el país de donde Antonio Machado tuvo que huir al exilio, donde Miguel Hernández fue asesinado, donde Federico García Lorca no ha hallado aún digna sepultura, donde los poetas de nuestros tiempos, que sacuden las conciencias de los jóvenes de los barrios degradados a ritmos sincopados, toman forzosamente el camino que conduce a la Audiencia Nacional.
El nuestro es un país que persigue, condena y asesina poetas, y que luego los oculta bajo tierra durante décadas; y donde los lugares de honor están dedicados a los hacedores de matanzas y a los virtuosos de la contabilidad creativa.
Por eso, precisamente, es tan importante lo que ha ocurrido hoy en la Plaza de Santa Ana de Madrid. Un homenaje a Federico García Lorca. A su vida y a su muerte. A su poesía y a su compromiso. Y no cualquier homenaje. El homenaje de lo suburbano, de lo proletario, de lo activista, del arte que surge de las entrañas del pueblo cuando toma la palabra para nombrar el mundo y hacerlo bello de verdad.
Un homenaje organizado por diversos colectivos culturales, políticos, sociales y sindicales de la ciudad de Madrid y sus pueblos obreros aledaños. Un homenaje en mitad de la calle, en mitad de una plaza, pese a las pegas del Ayuntamiento. Como decía el verso: “interrumpiendo el sábado”:
Grandes poetas en pajarita, cisnes poderosos y vibrantes, vehementes chanzas sobre las gónadas patriarcales, cante jondo y cante poético, mucho Lorca, mucha intensidad y sensibilidad, y…¡hasta Freddy Krueger!, han poblado la Plaza desde las 11 de mañana hasta pasadas las dos del mediodía. Abundancia, riqueza, una cálida ofensiva del arte desvelado de los poetas de la calle y de la militancia, del lujo de los abajo, de lo que es barato pero también imprescindible, nutritivo, hipnótico, fugaz, potente y vulnerable.
Poetas como Antonio Díez, Alba Gallego, Francisco García Cediel, Débora Pol, Luis Gimeno, Lidia Blue, Edu Andradas, Silvia Ramos, Joaquín, Victoria Caro Bernal, Andrés Izú, Acoyani Guzmán, Pablo Messiez, Cris Aparicio, Antonia Barradas, Chema Menéndez, Luis de Laos, Gabriel Wilson Caro, José Luis Carretero y, probablemente, alguna o alguno más que me dejo sin nombrar por error o despiste de este cronista.
Pero no sólo poetas. También música, pintura, performance, creatividad sin censura y a raudales. Raperos y raperas de suburbio como Bella Vendetta, Los Tres Chicos del Barro o Siker. Cantautores librepensadores como Julio Hernández o Gustavo Cabrera. La performance poética y disruptiva de Débora Pol. El vanguardista arte pictórico en acción de Cuentos Inmorales. Himnos a la lucha de clases, denuncias de la explotación y la opresión, reivindicaciones de la libertad en los artes de vivir, versos perseguidos por la autoridad que llaman competente (esa que encarcela a los poetas), la plástica derramada sobre el lienzo que construye una nueva sensibilidad.
Y todo ello presentado, con ironía y dinamismo, por Manuel Nadie. Con una inestimable colaboración de Inma Martín, del Sindicato de Hostelería de Madrid y Susana de la Red de Solidaridad Popular de Aranjuez, y bajo el cuidado en la logística y la organización del inestimable Juan Pablo Girón, hombre para todo, la batuta que no se ve, como el trabajo insomne de tantas personas que ahora no puedo nombrar y que han colaborado para que todo esto pudiera hacerse como se ha hecho.
Mucho sol, mucho calor. Sobre todo mucha energía, mucha creatividad. Los poetas en marcha homenajean a los poetas que cayeron. Los poetas de los barrios, los poetas obreros, los poetas que cantan y recitan, y que también trabajan, viven la precariedad de nuestros días, sienten hondo la vergüenza de no poder encontrar, aún, la tumba de un Lorca que hubiera disfrutado este colorido carnaval de la revuelta, de este aldabonazo insomne contra los muros de la indignidad y la desmemoria.
Prometemos volver. Volver hasta que se abran las cunetas de la vergüenza, hasta que nuestros poetas ya no deban tener que dar con sus huesos en la cárcel o en el exilio. Hasta que no les espere la muerte (real o civil, es decir, el silencio obligado) ni los tribunales especiales, a las gentes que trabajan y al tiempo crean, con su arte y lo más ardiente de sus ansias de vivir, los anhelos de un mundo mejor. Hasta que Federico García Lorca no descanse donde debe: en el Panteón de Hombres Ilustres que hicieron de este país algo por lo que merece la pena batirse.
En los tiempos sombríos, nuestros poetas siguen cantando. Hay mucha luz todavía en las calles de Madrid.
José Luis Carretero Miramar