
Crónicas congresuales (III): Ausencias laborales y huelgas generales
Las principales bancadas del hemiciclo están prácticamente vacías. De los 185 asientos del PP, los ocupados no llegan a 35. El resto, vaya vd. a saber, si de cafés y sobremesa, de siesta y retoce o de duro trabajo partidario. Algo parecido ocurre con el PSOE, si bien su presencia es mayor. Como siempre, los grupos minoritarios del Congreso –CIU, IU, Amaiur, PNV, UPyD, ERC, BNG, Geroa-Bai,…- cuentan con un nivel mucho más alto de presencia y educación. Son los únicos que parecen creer en las santas virtudes del debate democrático. ¡Angelicos!
Tras dos horas de sesión, las ausencias se mantienen: allí no aparece ni dios. Y no es que los temas que a debatir no tengan importancia (fraude fiscal, centros especiales de empleo, dación de pago, reforma laboral,..), sino que, como las votaciones son al final de la sesión, sus señorías entienden que escuchar las razones de los demás, está de más, y perdónese la redundancia. Tan solo a las siete comienza a animarse la cafetería anexa al hemiciclo y algún que otro diputado se asoma por sus puertas para ver como va aquello: “No hay prisa –anuncia a sus colegas- aún queda un rato para la votación”. En esos momentos se está discutiendo una moción que pide anular la reforma laboral aprobada por el Gobierno, pero el tema parece no tener mayor interés.
Cercanas las 20,00 horas, comienzan a sonar las sirenas de la fábrica congresual anunciando que van a realizarse las votaciones. Las puertas de la cafetería comienzan a escupir congresistas y los asientos se llenan. Todos están atentos a las indicaciones del “consignero”, que es el responsable de levantar el brazo e indicar si la postura de su grupo es a favor, en contra o cuarto y mitad de cada, es decir, abstención. Finalmente, las votaciones se hacen y el rodillo de la mayoría del PP arrasa con cualquier indicio de oposición. Y colorín, colorado, esta sesión se ha acabado. Los diputados y diputadas recién llegados, exhaustos por el esfuerzo realizado tras apretar el botón, se retiran a descansar y a reponer fuerzas para la sesión del día siguiente en la que, detalle arriba o abajo, se repetirá el guión.
Y digo yo que no estaría nada mal que en el asiento de cada congresista hubiera un sensor conectado a un registro que midiera el tiempo en el que sus respectivas posaderas están calentando el sillón, a fin de que, luego, su retribución mensual sea también proporcional a su presencia en el Pleno. Con idéntica finalidad, se podrían colocar en las entradas de la cafetería unos ficheros de obligado peaje, con tarjetas individualizadas, a fin de saber cuánto es el tiempo invertido por cada señoría en estos relajados menesteres. Creo que la idea es buena. Habrá que pensar alguna iniciativa al respecto.
Cambio de tercio.
En la intervención que en nombre de Amaiur realicé el 8 de marzo en el Congreso, afirmé que la reforma laboral no tenía nada que ver, absolutamente nada, con la creación de empleo, sino con otras intenciones mucho menos nobles. Su objetivo es favorecer la desestructuración de las plantillas y la mano de obra y, por otro lado, vaciar en gran medida la actividad y negociación sindical, minando los derechos y poder de las centrales sindicales.
Tras robarnos en su día el derecho de Amaiur a contar con un grupo parlamentario propio,
Dije también, citando a San Ambrosio –uno es ateo, pero lo cortés no quita lo valiente- que “el que es rico, o es ladrón, o es hijo de ladrones” y que el Gobierno está favoreciendo un proceso de enladronamiento de una muy exigua minoría a costa de la gran mayoría social. Y siendo esto así, el ministro de Interior, en vez de mandar
Si tan solo la décima parte de las duras condiciones laborales existentes en los centros de trabajo y la centésima de las que quiere implantar el PP con su reforma se aplicaran en el Congreso a sus principales grupos (absentismo, productividad,…), los despidos y expedientes de regulación de empleo harían estragos en el hemiciclo. La última encuesta hecha por el Instituto Nacional de Estadística constata una vez más que, tras el desempleo y la situación económica, la clase política es el tercer motivo de preocupación de la ciudadanía. Se ve que el paro y la precariedad agudizan el olfato de la gente.
Iruñea, 12 de marzo de 2012