Colson Whitehead , cuentista de América
El segregacionismo y sus violencias
De la manera que consta en el título de este comentario calificaba el suplemento cultural de la revista Times al escritor. Antes de nada quisiera que debido a las connotaciones peyorativas en castellano del calificativo ( al subrayar que ser que recurre a la exageración o a dar la pelmada con sus interminables historias) quedase claro que uso el término en su tercera acepción: « persona que narra o escribe cuentos», si bien quisiera añadir, para completar el retrato, que las historias del escritor que me ocupa aun siendo ficciones están inspiradas en la realidad pura y dura de la discriminación que padecen los individuos negros por parte del establishement blanco.
Nacido en Nueva York el 6 de noviembre de 1969, Arch Colson Chipp Whitehead , acabo siendo conocido tras algunas modificaciones en el orden de sus nombres como Colson Whitehead. Cursó sus estudios en Harvard, culminados con brillantez en 1991. A partir de obtener su titulación comenzó a trabajar en The Village Voice, prestigiosa revista cultural, a la vez que escribía sus cosas para él; tal práctica desembocó en una primera novela, publicada a los treinta años, novela en la que ya irrumpía el protagonismo de una mujer negra, dotada de grandes dosis de intuición; el libro fue distinguido como mejor primera novela del año 1999. Los elogios de figuras de la escritura no faltaron, así los de John Updike. La publicación de novelas no cesó, mas fue con su sexta novela, El ferrocarril subterráneo ( traducido al castellano en Random House, 2017), la que le alzó a los altares del éxito literario, valiéndole en 2007 el prestigioso National Book Awards y el Politzer, pasando a engrosar el selecto grupo de quienes consiguieron ambos galardones por la misma novela: Faulkner, Proulx, Updike y A. Walker.
Si en el libro que digo se basaba en la existencia de un tren subterráneo, en el siglo XIX, que conducía a los esclavos de EEUU a Canadá; con tal escenario de fondo, el autor denunciaba las peripecias que habían de pasar los esclavos para librarse de las cadenas, tomando como personaje principal a una mujer que fue traída de África a unas plantaciones y de allí huye haciendo uso del tren nombrado, en la presente novela, « Los chicos de la Nickel », editado igualmente por Random House, con la que ganó otra vez el preciado Politzer, con lo que pasa a formar parte de quienes han conseguido dos veces dicho galardón ( Booth Tarkington, William Faulkner y John Updike ) el es el cuarto en lograrlo. Esta también esta inspirada en la realidad pura y dura que se daba en la Dozier School de Marianna, Florida, fundada en 190, en la que los jóvenes negros allá encerrados eran tratados con suma crueldad. Estamos en los años sesenta del siglo pasado y dicho centro más que una escuela es un rígido reformatorio, por usar el término que se utiliza para calificar tal tipo de centros que reformar, reformar, lo que se dice no reforman nada sino que castigan sin piedad a los internos, llegando en algunos casos hasta ls misma muerte.
La historia comienza cuando una empresa inmobiliaria pretende construir en los terrenos que habían pertenecido a tal centro, topándose con un desagradabilísimo hallazgo: un cementerio secreto, si esto supone una inesperada complicación para los constructores, también va a hacer que los jueces reabran una investigación sobre el centro que había sido cerrada, debido a las presiones de la dirección de la escuela así como por las autoridades de Florida. Se llegan a contabilizar decenas de cadáveres , ochenta, , la mayoría de ellos pertenecientes a muchachos negros, enterrados en fosas, digamos, que comunes; sus cuerpos dejan ver signos de haber sido sometidos a maltrato. Colson Whitehead se inspiró en el estudio de diferentes dossiers sobre el asunto, y en confesiones de algunas víctimas de tales tratos vejatorios, para crear su academia Nickel Boys, microcosmos de la sociedad basada en el segregacionismo, que refleja la sociedad de afuera. Las ruedas de golpes se producían en especial por la noche en una sala denominada la Casa Blanca, en la que se ponía a rugir algunos ventiladores para que no se oyesen los gritos del los torturados; la palma se la llevaba Spemcer un maníaco que parecía gozar con el dolor de los otros. Dos personajes, amigos pero de concepciones opuestas acerca del mundo, Elwood Curtis y Turner. El primero admira el mensaje de Martin Luther King y espera que triunfe, conmovido por los discursos, del reverendo King, que oye en la radio sobre la dignidad y de los derechos civiles que debía poseer los negros mientras que el segundo se muestra escéptico; ambas posturas en un balanceo entre optimismo y pesimismo recorre la trama del libro, plasmadas en las posiciones contrapuesta de Elwood y Turner.
Las páginas y las cavilaciones de los muchachos hacen que el lector se sienta implicado, en especial si se tiene en cuenta el triste destino de quien, debido a un error judicial , le empujó a abandonar los estudios, que cursaba con brillo, fue llevado al centro mentado, truncándose el futuro prometedor que todo indicaba que sería el suyo . Allá reina una continua atmósfera de pesadilla debido a la estricta disciplina impuesta que no elude los malos tratos sino que los supone, yendo en el pack. Entre golpe y golpe, traba amistad con Turner, llegando a la conclusión ambos de que la única salida a aquel callejón sin salida es la huida o la muerte. La primera de las salidas no es nada recomendable ya que la mayoría de, por no decir todos, los huidos son atrapados y castigados con violencia sistemática y desatada.
Sin recurrir a adornos vanos, y con una prosa directa , el autor nos va introduciendo en medio de las conversaciones de ambos amigos, de modo y manera que tenemos como temas de rumia la dignidad, la opresión y la resistencia, la solidaridad y el temor a los chivatos o posibles traidores; resulta destacable la importancia que se da a la herencia recibida por quienes se convierten en verdugos, herencia que se inscribe en la piel blanca de ellos, resultándoles, desde la cuna, natural que existan esclavos, seres inferiores que han de someterse a la voluntad de los seres superiores a la que pertenecen ellos.
Libro pertrechado de fuerte potencia que hace que nos veamos conmovidos ante las muestra de segregación , de maltrato permanente, y de los intercambios dialogados que pueden abrir paso a ciertas situaciones inesperadas, violencia que nos es sutilmente presentada sin caer en ningún momento en el morbo ni en el chapoteo descriptivo …pero todo no se puede, ni se debe contar, para no destripar las posibles sorpresas que puedan atender al lector y para no chafar la habilidad del escritor a la hora de idear un final ciertamente envolvente y singular. Un retrato de personajes, tanto físicos como psicológicos, en los que destaca el espíritu rebelde de algunos de ellos, que lejos de plegarse al conformismo, se posicionan del lado de que donde hay opresión, ha resistencia.
Una potente denuncia al racismo, al segregacionismo y un homenaje a las víctimas de tales desmanes, en especial, a aquellos que fueron, y son, capaces de levantar la voz.