Por Ricardo Candia Cares
Una de las paradojas que explican parte de lo que sucede en el escenario político, es el hecho de que Gabriel Boric va a ser elegido presidente de la República por quienes son sus enconados críticos por su forma de ser hacer y entender la política.
En el mejor de los casos.
¿Cómo se llega a la extraña situación en que la inminente amenaza de la restauración de la dictadura nos impone votar por quien no representa precisamente los valores y sentimientos de la izquierda revolucionaria, sino, más bien la restauración de la fenecida Concertación/Frente Amplio, en un versión más renovada?
La respuesta es fácil: por responsabilidad de esa misma izquierda que en treinta años se ha dedicado casi exclusivamente a reclamar en contra de todos los candidatos que ha habido, a exponer su carácter tibio, amarillo, feble, socialdemócrata, entre otros epítetos, sin hacer nada diferente, útil, interesante, válido y con algún sentido.
Hoy resulta hasta emotivo ver a dirigentes sociales, gremiales, sindicales y políticos de izquierda trabajando con la mayor de las fascinaciones por el diputado Boric, desplegando las más imaginativa maneras de aportar a su triunfo por sobre la ultraderecha.
El entusiasmo desplegado es digno de encomio.
El aporte de los siempre presentes artistas de izquierda, jugados desde siempre, consecuentes y valientes, despliegan sus versos, textos, canciones y escenas aportando un estado de ánimo, a una mística que la candidatura no desplegó en primera vuelta.
Importantes dirigentes sociales de izquierda han abandonado misteriosamente los espacios que han logrado levantar a duras penas y tras años de luchas y ahora se quejan. Por alguna misteriosa razón no se logra entender que es desde la política desde donde las cosas comienzan a cambiar.
Y por razones aún más misteriosas mucha gente de izquierda denuesta la política afirmando que es una gestión propia de corruptos y sinvergüenzas. Y en el límite del delirio, muchos afirman que las elecciones son espacios que utiliza la burguesía para perpetuar el control del capitalismo y que votar es hacerle el juego al sistema.
Y en el centro del delirio mismo, cómo no, están los afiebrados que juran y vuelven a jurar que la lucha armada tiene alguna opción como vía para alcanzar el poder.
Hay cosas extrañas en la comprensión contemporánea de ser de izquierda en estos tiempos tan revueltos, peligros y definitivos. Uno de los más inconcebibles efectos de ese abandono es el avance de la ultraderecha a límites en extremo peligrosos. Era de suponer que luego de diecisiete años de dictadura lo que viniera a continuación sería con una gran componente de un nunca más, férreo y terminante.
Pero a la vista de lo que se juega el próximo domingo, eso nunca fue.
¿Dónde quedó la izquierda ejemplar que combatió al tirano? ¿Sucumbió con los años? ¿Se rindió? ¿Se cansó?
Históricamente ha sido la izquierda la única fuerza capaz de enfrentar con decisión a las dictaduras crueles y criminales que asolaron América Latina. Pero en los últimos decenios ha perdió gran parte de la confianza que la gente común le tenía. El discurso anticomunista de la ultraderecha y de la exConcertación ha terminado minando el sentido de lo real de la gente.
¿Qué han hecho los dirigentes de la izquierda revolucionaria que hoy, entusiastas ellos, salen a apoyar al candidato que puede/debe/no hay alternativa, detener la irrupción ultraderechista para proponer una opción política que dé cuenta de este tiempo incierto?
Resulta increíble que aún esta gente fogueada, decidida, valerosa, dependa finalmente de lo que otros hagan o dejen de hacer.
Ahora resulta que la gente de izquierda debe ir a votar con el alma en un hilo depositando todas las esperanzas en un candidato que ha ido sin prisa, pero sin pausa entregándose a la fenecida Concertación, a juzgar por los cuadros con los que ha llenado sus equipos de trabajo y como ha migrado de discurso.
Se nos obliga a optar por la restauración de la Concertación/Nueva Mayoría para poner al pueblo de Chile a salvo de la restauración dictatorial.
El periodista Manuel Cabieses en su columna del 1 de diciembre titulada Boric y el Plan B, propone algo con lo que atina y que suscribo plenamente:
Dice Cabieses:
“La situación plantea la necesidad de un Plan B que debería contemplar dos variables:
- a) Organizarnos para enfrentar un eventual gobierno de Kast en defensa de los derechos humanos y sociales; y
- b) Organizarnos para construir de una alternativa popular durante el gobierno de Boric.”
Ese es un camino posible y los veteranos combatientes contra la dictadura deberían ser los primeros en asumir esa responsabilidad y desplegar esa misma disposición y entusiasmo mostrado para detener el fascismo, en construir algo genuinamente de izquierda que ofrezca un camino.
Mientras tanto, no nos perdamos: el domingo 19 de diciembre el candidato es Gabriel Boric, así sea que no sea el nuestro.