Chile. Lo que buscará visibilizar la huelga general feminista del próximo 8 de marzo
“Es una huelga que busca llegar a todas las formas en que hoy la precarización ha alcanzado nuestras vidas, y con eso también buscar formas de interrumpir el trabajo informal, el trabajo sexual y otros que son invisibilizados en una huelga que no es feminista”, sostiene Alondra Carrillo Vidal, vocera de la Coordinadora 8M.
¡La huelga feminista va!, ha sido el categórico anuncio con que la Coordinadora Feminista 8M está convocando para el próximo 8 de marzo a una paralización a nivel nacional, jornada que tendrá como uno de sus principales objetivos visibilizar la precariedad -muchas veces naturalizada- en la que en nuestro país se desarrolla la vida y el trabajo en sus distintas dimensiones.
Conversamos con Alondra Carrillo Vidal, vocera de la Coordinadora 8M, quien profundiza en el sentido de esta convocatoria con carácter feminista, en cómo se proyecta en términos prácticos y en las realidades que se pretende evidenciar a través de esta histórica movilización.
¿De qué hablamos cuando hablamos de una huelga feminista como la que va a ocurrir el próximo 8 de marzo?
Una huelga general feminista -que es a lo que estamos llamando para el 8 de marzo- es una huelga que busca visibilizar con una actividad política compartida todos los trabajos que se realizan en la sociedad y que permiten sostener la vida en nuestro país. Eso quiere decir que implica actividades de corte más tradicional, lo que entendemos tradicionalmente como una huelga -que es parar- en el trabajo asalariado, en el caso de ser posible; hasta ahora, por ejemplo, la CONFUSAM (Confederación Nacional de Funcionarios de la Salud Municipalizada) ha dicho que va a llamar a todos los consultorios del país a una paralización ese día y así lo han hecho otros gremios. Pero es también parar el trabajo reproductivo. Eso quiere decir detener el trabajo que se realiza en los hogares -cuidar, criar, cocinar, planchar, lavar- y resolver formas de hacer eso efectivo y posible, lo que en muchos casos se va a tratar de formas comunitarias de poder hacernos cargos de maneras distintas de esos trabajos; y con eso visibilizar también la forma en que nuestra sociedad organiza esos trabajos invisibles de cuidado y reproductivos.
Además, es una huelga que busca alcanzar a todas las formas en que hoy la precarización ha alcanzado nuestras vidas, y con eso también buscar formas de interrumpir el trabajo informal, el que se hace en la calle, en condiciones que hacen muy difícil un paro tradicional, pero que también hacen posible inventar formas de interrumpir la cotidianidad y que hagan visible esa realidad también, especialmente la de las mujeres migrantes, que son quienes más ocupan esos trabajos informales; pero también el trabajo sexual y otras formas del trabajo que son invisibilizados en una huelga que no es una huelga feminista.
Me mencionabas lo de la CONFUSAM. ¿Cómo proyectas que se llevará a cabo la huelga ese día? ¿Han tenido contacto con otras organizaciones que se están preparando para el 8 de marzo?
Sí, estamos desde marzo de 2018 trabajando para la huelga del 8 de marzo. Hemos desarrollado conversaciones con muchos espacios y realizamos en diciembre el Encuentro Plurinacional de Mujeres que Luchan y ahí también hubo una convocatoria a múltiples sectores que van a desplegar esta huelga de maneras bien diversas. Pero también tenemos en agenda conversaciones con sindicatos más grandes, como Confedeprus, que es una confederación de trabajadores profesionales de la salud, quienes también están conversando la posibilidad de paralizar los hospitales y de abrirlos a la comunidad en diálogo con los comités de usuarios y con las juntas de vecinos aledañas, para poder hacer una intervención de carácter comunitaria en esos espacios; vamos a ir a la asamblea del Colegio de Profesores también; hoy Bárbara Figueroa de la CUT, en el marco de la Fiesta de los Abrazos, también llamó a hacerse parte de la huelga. Hasta ahora con la CUT no hemos tenido conversación, entonces no sabemos cómo lo van a hacer, pero el llamado es a parar siempre que se pueda, o si no a generar las condiciones que permitan la mayor adhesión posible en los espacios de trabajo asalariados.
Esta es una experiencia a nivel internacional. ¿Cómo ha sido en otros países?
Sí, es un llamado internacional que ha sido asumido de maneras distintas en distintos países. En Argentina fue asumido con una demanda prioritaria, que fue la del aborto legal y que inició esta gran movilización en torno a la posibilidad de aprobar un proyecto legislativo del aborto. En España la huelga -que fue inicialmente un llamado hacia un paro de las mujeres- se transversalizó a nivel social y fue asumido por los grandes sindicatos, que tienen gran capacidad de movilización, y pararon alrededor de 5 millones de personas el 8 de marzo pasado. En Estados Unidos también hubo un llamado a paro de mujeres que también, progresivamente, en la organización de este año se ha ido transversalizando. Y yo creo que la particularidad de nuestro país en este contexto global de hacer este llamado a estas huelgas feministas es que desde el inicio nosotras la estamos planteando como una huelga general de carácter feminista. Es decir, una huelga que busca pararlo todo, porque creemos que eso solo es posible con una huelga feminista, porque permite llegar a esos rincones a los que las huelgas tradicionales no llegan, pero además implica que sea un proceso de movilización protagonizado por las mujeres y con un programa transversal para transformar la vida.
¿Hay convocadas marchas también para ese día?
Se está llamando a marchar también y la idea es que las marchas puedan ser desplegadas a lo largo de todo Chile. Esto se ha estado organizando a nivel nacional y plurinacional durante todo el año. La idea es también que puedan haber otras formas de ocupación del espacio público durante la jornada, pero con grandes marchas centrales al finalizar el día para cerrar esta jornada con una movilización masiva en la calle.
Iniciamos el año con un escenario dramático, aberrante, con un femicidio cada dos días, al menos hasta el 8 de enero. A juicio de ustedes, ¿qué ocurre? ¿qué es lo que se debería hacer y no se está haciendo para frenar de manera urgente esto?
Nosotras creemos que hay poca atención a las condiciones estructurales que hacen posible el ejercicio de la violencia y las últimas campañas gubernamentales han sido bastante elocuentes respecto de esa ceguera frente a las condiciones estructurales de la violencia, en la medida en que ponen énfasis, por ejemplo, en la denuncia individual, sabiendo que muchos de los casos de feminicidio estaban precedidos por denuncias que no tuvieron ningún efecto. Son esas condiciones estructurales las que hacen posible la aceptación continua a nivel social de una violencia que es siempre creciente y que en la medida que crece desplaza también -o sea, las condiciones de normalidad- y van haciendo que violencias cada vez más extremas sean cada vez más normales y que haya una desensibilización continua frente a esa violencia. Una de las cosas que nosotras vamos a tratar de hacer el 8 de marzo, que es lo que el Movimiento Feminista ha tratado de hacer en el último tiempo, es romper esa normalidad, de ir a contrapelo de esa normalidad.
Pero eso también implica políticas gubernamentales que puedan poner en foco las condiciones estructurales que hacen posible esa violencia y los escenarios en que se legitima. Y ahí una de las demandas de la huelga, por ejemplo, tiene que ver con el derecho constitucional a una vivienda digna. Son cuestiones que uno podría pensar que no tienen relación, pero sí la tienen cuando sabemos que la violencia va atravesada de una precariedad que hace que hace muy difícil condiciones que hagan posible que las mujeres salgan de los círculos de violencia. Entonces si queremos pensar escenarios que hagan posible atacar directamente esa realidad -que no va a hacer sino agudizarse de aquí a los próximos años- tenemos que poner atención en cuáles son esas condiciones transversales que hacen posible que esa violencia tenga lugar y que las mujeres puedan encontrar formas en sí mismas de salir de ahí, para rebelarse frente a esa violencia, pero también exteriores para poder encontrar otros lugares, otras redes, tejidos, donde no se avale esa violencia. Entonces es un proceso de largo aliento que no es cualquier proceso, sino que uno de transformación de las condiciones que precarizan la vida.