Chile. Conflicto Estado/Mapuche: girando en círculos por la eternidad

El presidente lo dijo con todas sus letras al momento de explicar la instalación de un Estado de Emergencia en el Wallmapu: sabemos que este no es la solución de fondo.

Gabriel Boric se refiere a la decisión de insistir en la militarización del territorio mapuche que vienen imponiendo los poderosos desde hace ciento sesenta años por lo bajo.

Y tiene razón: la militarización de esas tierras no soluciona el largo conflicto que nace en el momento en que el Estado permitió, protegió y alentó la usurpación de tierras y el exterminio de no sabe cuántos niños, ancianos, hombres y mujeres  mapuche.

La pregunta cae por sí sola: entonces si la militarización no funciona, ¿por qué no se adelanta una estrategia que sí tienda a resolver de fondo ese conflicto? ¿Por qué se insiste en el abusado e inútil mecanismo de la represión?

Porque no es fácil cambiar un criterio que goza de la fuerza que impone la historia. Mal contada, es cierto, pero historia, al fin y al cabo.

Hacer lo que hay que hacer para resolver un conflicto centenario como este, pasa por tomar decisiones que serán rechazas por los sectores que históricamente han estado vinculados a la usurpación, al despojo y al intento de exterminar al pueblo mapuche.

Ha sido la oligarquía terrateniente, los millonarios de las ciudades y los sectores más recalcitrantemente derechistas, quienes se han opuesto a terminar con una injusticia de siglos. Más aun, fueron quienes la inauguraron y los que han hechos sus fortunas a partir de ella.

De modo que enfrentar un proceso que restablezca los derechos y haga justicia no solo impone saber con exactitud lo que se quiere resolver, sino que, además, tener la fortaleza para echarse encima una responsabilidad que un gobierno como el del presidente Boric no está en condiciones de asumir. No tiene manera de hacerlo, para ser justos.

Hace falta construir un aplastante mayoría a favor de esos cambios y perderle el miedo a los poderosos.

El pueblo chileno durante generaciones ha sido víctima de la versión tramposa de esa historia que ha puesto a los militares como los buenos representantes del Estado que han llevado desarrollo y seguridad a esas comunidades.

Y han sido los libros de lectura de las escuelas los que han mejor torcido la historia y la han contado llena de falsedades y mentiras, fantasías y silencios.

Y, cómo no, todo se ha justificado en los textos bíblicos que las decenas de nominaciones religiosas han abusado de la necesidad y abandono en quedó el pueblo mapuche luego de la usurpación, el despojo y el genocidio.

Soluciones de fondo solo serán en una estrategia de largo plazo en que, junto con medidas concretas, el Estado se haga cargo de poner las cosas en su lugar desde el punto de vista de la interpretación de la historia y de la educación de los súbditos.

Y no se trata de ir muy lejos en el tiempo para descubrir los mecanismos de despojo y persecución: esas cosas pasaron hace poco y siguen pasando.

Los apellidos y linajes que se robaron y siguen robándose esas tierras en muchos casos son los mismo que señorean hoy esos parajes como legítimos y, sobre todo, legales dueños. Y en otros casos, esas heredades ya han pasado de mano en mano, lo que no exime su origen en el más vergonzoso despojo.

Para enfrentar de verdad con soluciones de fondo, como avisa el presidente, se requiere una estrategia que supere los cuatro años de un gobierno. Se trata también de que los habitantes del país se empapen de la historia real que ha sido encubierta y sobre la base de la cual el Estado, por la vía especialmente de la escuela ha deformado según los intereses de los poderosos de siempre, aunque han dejado ciertas certezas: el mapuche es flojo, borracho y pendenciero.

Pero no solo se necesita un gobierno que tenga más votos y represente una gran mayoría, sino que debe agregar capacidades necesarias para impulsar soluciones efectivamente de fondo: así sea el primer centímetro de un camino de kilómetros.

Póngase sobre la mesa aquello que debe ser resuelto: la restitución de las tierras usurpadas: el retiro de las empresas forestales que han matado la tierra; el reconocimiento oficial como pueblo originario y anterior; propiciar desde el Estado un proceso hacia una real autonomía: que impulse el Estado la restitución de la real historia del pueblo mapuche desterrando las versiones mentirosas y afirmadas en supuestos racistas y falsedades, entre otras reivindicaciones.

Entonces volvamos a las palabras del presidente Boric: esta -la represión y militarización- no es la solución de fondo. Y es cierto.

Pero no es menos cierto que este gobierno y su relativo apoyo ciudadano, su exigua y justa mayoría, con las dubitaciones de sus principales personeros y la variopinta mezcla de orígenes políticos en su gestión, que en un momento llenó de expectativas a la gente, podría poner la primerísima piedra para que otros hombres superen este momento gris y amargo de nuestra historia.

Esconderse en la imposibilidad de soluciones de fondo es esconderse del peso de la historia por temor y no porque no se sepa lo que hay que hacer y cómo empezar.

Mientras no haya un gobierno con gónadas suficientes y necesarias para mostrar un camino, seguiremos girando en círculos por los siglos de los siglos.

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